SAMUEL LUGO
(1905-1985) Natural de Lares (Puerto Rico). Poeta que se vincula a los atalayistas en sus inicios y da a conocer su poesía en sus medios. En 1934 publica Donde caen las claridades; y Yumbra en 1943. Ronda de la llama verde en 1949. Antología poética en 1971.
CONCESIÓN GALANTE
Que no la hiera nada.
Ni tú, nocturno de mayo,
con el crepón de tu sombra.
Espera a enguantarte de luna
para no manchar su piel de rosa.
Entra la ventana de tus astros por su ventana
y úngela de constelaciones.
Para besarla espera
calzarte tu sandalia de silencio.
No la despiertes.
Sacrifícale una estrella
que bañe luminosa el rumbo de su sueño
Y antes que despierte
y al sol la vendas,
ahórcate en la aurora.
Alma Latina
MADRUGADA
Amanece...
una bandada de pájaros
tira el carro del alba.
Camino del pueblo va la campesina.
Hacia allí le sigue el campo.
¡A yerbamora y menta le huelen
los pies descalzos...
El ánfora de su cuerpo que fue al arroyo,
regando fue la corriente
de blancos nardos.
Camino de la iglesia ella seguía:
y a grupas del céfiro le acompañaba la
madrugada
por prenderle alfileres al moño de rocicleres
mientras
pasajeros de mieles
se hacían las frutas
que se daban al pájaro
por viajar en los trenes de sus canciones
...............................................
¡las hojas del camino la iban
abanicando...
NOCTURNO
La etiope de la noche
ha surgido para bañarse en las duchas siderales.
Sobre sus formas, pálida lavaza se ha hecho
el jabón de la luna
mientras el clavo de las sombras perforando el cielo
un guayo de estrellas lo ha hecho.
¡Oh, las estrellas, los clavos áureos
de donde cuelgo el vuelo soñador
de mis ojos vagabundos...!
Las soledades
Las soledades tienen el olor a madera
de las casas antiguas, el soplo de los vientos
por los muros en ruinas, ráfagas de humedades
y el sabor de la herrumbre en las puertas sin dueños.
Son frías, con el frío de las casas sin gente,
y oscuras como el fondo de las ventanas rotas,
tienen la indiferencia muda de los rincones
que comen telarañas bajo las muertas sombras.
Las soledades tienen el habla de los siglos;
por entre las ruindades yo he escuchado sus voces,
soplan en las rendijas, dan vuelta a los cerrojos
y llaman en los cuartos bajo la medianoche.
Se entierran en los ojos y nos persiguen siempre
prendidas a la nube de polvo del pasado;
a veces son paraguas sin dueños tras las puertas,
y sombreros de nadie colgando de los clavos.
Se trasmutan y salen a pasear al crepúsculo
en carne de murciélago de aterradoras alas;
las soledades tienen pasión por transformarse
los cuerpos voladores en fuga de paraguas.
Buscadla más al fondo de las pupilas graves
y escucharéis el mundo de su pasado muerto;
la boca de los siglos detrás de los rincones
comiendo telarañas ... indiferente al tiempo.
Alba
Amanece...
Hay temblor de duchas en las hojas
y una de frascos rotos de esencia en el ambiente.
Las sombras se desperezan en los confines,
que se desnudan húmedos,
mientras lejos un ruiseñor
hace gárgaras de trinos
en la ventana
del alba.
MIREYA
Mireya, tú estás en la tarde
y en el manso paisaje que mira
su tristeza en el agua.
Tú, en las buenas hijas de los labradores
que tienen las carnes honradas
porque no han querido
dejar las montañas.
Tú, en las hojas nuevas y en el canto lila
que vierte el labriego,
a esa hora que tiene la tarde
no sé qué tristeza tan dulce a lo lejos.
Tú, en el barro del cántaro fresco
de las campesinas
que van a los cerros
a buscar el agua que alumbra el asomo
del primer lucero.
Tú en la huella leve
de los pies descalzos de las montañesas
que van por los blandos caminos de carro.
Tú, el presentimiento
que a veces sentimos
de vernos con alguien bajo de los árboles.
Tú, esa voluptuosa dicha que sentimos
de unos labios frescos
que besan los nuestros,
de unos ojos claros
que nos miran mansos
cuando nos echamos
bajo de las hojas
a escuchar los pájaros.
Tú, el agüita clara
que bebe en el río la errante boyada;
y al lamerse la boca tan negra, parece
cual si te lamiera.
¡Quien sabe, Mireya,
si ayer nos cruzamos en la misma senda,
cuando al blanco chorro los cántaros iban
con las campesinas,
y tenía el camino las huellas recientes
de unos pies descalzos, canciones lejanas,
muchos ramos rotos
y frondas dispersas!
AGUA REDONDA
Distante en la brizna
Dios prende en la noche de amor un rocío.
Tiemblan los yerbales,
platea el camino.
La noche que avanza, de pronto
ahora tira una estrella en el río, y el astro en el agua
dibuja una araña brillante
que cuelga de un leve y fantástico hilo.
-Que el agua redonda que estaba en la brizna lejos se ha caído.-
-Señor, ¿Cómo ha sido?-
-La tumbó de un salto verde
el saltamontes al verse
los ojos saltones temblando
en el fondo del mágico vidrio.
¡Qué estruendo gigante
para los oídos del duende
habrá sido, al golpe plateado de pronto.
en la piedra, del agua redonda
que se ha desprendido!
-Señor, que en la noche
la trémula gota radiante se pierde…
-Jamás de ha perdido.
-¿Y adónde se ha ido?
-A los redondeles rútilos del tiempo
de donde ha venido;
y acaso mañana, desde el arcoiris,
(por ser vagabunda),
la verás tirarse de nuevo en el río.
.
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