Marta Núñez Delegido
Alicante, 1988, aunque ha vivido gran parte de su tiempo en tierras manchegas. Licenciada en Filología Hispánica, Mención en Filología Clásica por la Universidad de Alicante. También cuenta con el Máster de Educación Secundaria. La mayor parte de su formación se centra en torno a la literatura española, concretamente al área de la poesía. Recientemente ha publicado algunos poemas en la revista de difusión internacional Cultura de los cuidados, Años VIII, nº40.
EL POEMA
Ni ritmo, ni verso,
sino astucia en el vocablo.
Que el lector clame
con el cretino grito
del verso descosido.
Estrofas desmembradas
por truncados ritmos
entre azarosas rimas
y transeúntes silencios sinuosos.
¡No ocultes el pensamiento!
Que levite la idea
y se derrame con sutil degüello,
gota a gota,
la balbuciente sangre
de tu oprimido pecho.
Que perdure el rugido de tu alma,
en estos tiempos indecorosos
de brutal barbarie deshonesta.
Que tu pluma,
con dolorosa resignación,
no decaiga cuando
Tú, amigo mío,
yazgas en el olvido
de tus cenizas.
NOSTALGIA DE UN DESEO
Conforme a tus deseos
mis pasos se alejarán
al abismo,
más allá del tú y yo deseado.
Allá donde se olvida la cordura.
Locos de atar por atarnos
maniatados al mismo lecho.
Naufragaremos entre sábanas
con estrepitosa lujuria
por un tiempo prematuro
sin principio, ni fin, ni cabo.
Antes de que la nocturna estancia
sucumba, quiero beberme a sorbos
el elixir de tu sexo.
Ahora el Líricus parte lejos,
muy lejos, rumbo a ninguna parte.
Y mientras tanto, Freud continúa
con su cantinela de siempre,
la controvertida teoría de
“El deseo del deseo insatisfecho”
LA TREMENDA LEVEDAD DEL SER
Amamos lo dual.
Abrimos los sentidos
entre llantos y caricias.
Crecemos:
con amor y odio,
peleas y abrazos,
encuentros y despedidas.
Creamos un nexo
en ocasiones, indestructible;
a veces, quebradizo
entre la agonía de vivir
y la religiosa eternitud.
Amamos hasta doler.
Odiamos con extenuante pasión.
Creemos en murallas sempiternas
y agonizamos ante lo inexorable.
Así somos:
un tropel decadente
huyendo
con presurosa ignorancia
hacia el abismo diario,
donde el futuro se torna
en las pretéritas cenizas
de nuestros sueños...
todavía hoy presentes.
HUIDA Y ESTANCIA
Te siento irrealizable
en la huida nocturna.
Vendrás por la alameda
que nunca llega-
punto de partida caduco-.
Tú, anacrónico en este tiempo.
Yo, me hallo poetizando
nuestra breve estancia
de colmada ignorancia
hendida de suturas.
De lamentaciones inocuas
se nutre nuestro presente.
De infectada sacralidad,
con dioses engalanados
que, sólo aparecen de soslayo,
si perciben un hálito
de este humano vivir enamorado.
Contra mi voluntad,
lo impuro emana.
Surge la todopoderosa fe.
Hemistiquios versales
sajan nuestro inconcluso poema.
¡Muerte de lo no nacido!
CAMINA
Cuando te envuelvan los vestigios
de tus glorias ya pasadas
y la aciaga suerte-
truncada con espasmódico
declive-
altere tus hitos ancestrales
¡amárrate a la vida!
Irrumpe con vulnerable pasión.
Traspasa los límites.
Choca contra el espejo-
tu vil reflejo destronado-.
No sucumbas ante el pórtico mortuorio.
¡Arráncate el dolor!
Que se escape entre tus dedos.
Borra los signos de la derrota.
Expulsa cualquier atisbo de contradicción
de tu mísero ser.
Y…
sin rumbo ya fijo…
CAMINA.
UN ADIÓS
Un Adiós es ¿un hasta luego,
o un hasta nunca?
Me increpan los silencios sepulcrales
que no van a ninguna parte.
Mi soledad es tan amarga
que mi yo interior brama
cuando el exterior, calla.
A veces, me olvido un minuto
para sentir nostalgia toda una vida;
así de relativo es el tiempo:
mi tiempo, tu tiempo, nuestro tiempo,
sin memoria, sin ahora y sin futuro…
El adiós todo lo infecta
de abandono y celosía.
Tú deshechas y tú tapas,
y cubres con auténtica destreza,
pero lo amargo siempre queda
en el alma soterrada.
¡Ay de las almas en pena,
que vagan con sollozos perdurables
por haber sido silencio en alguna parte!
Tomando como punto de partida el soneto “Vida” de José Hierro, cuyos versos servirán de título a estas cuatro composiciones, que se presentan como un juego entre el “Todo” y la “Nada”, dos términos a la vez que antagónicos, complementarios, pues el ser humano será conocedor de la realidad del “Todo”, siempre y cuando haya caído de bruces en el nihilismo más absoluto de la “Nada”, y viceversa.
Si tomamos estos poemas como una gradación ascendente en cuanto al sentido de la vida, podemos observar que, aunque desde el primer poema encontremos multitud de referencias a la muerte y al sinsentido de la vida, una vez que llegamos al poema cuarto “Tanto todo”, el lector podrá observar un atisbo de esperanza en esos “últimos besos”, “pues ellos sí verán el deseado mañana”. Es sabido que los amantes morirán, el ser humano morirá pero, al contrario del verso final del poema de Hierro “después de tanto todo para nada”, aquí el esfuerzo no será en balde. La vida es un sufrimiento constante, una lucha por la vida a la manera darwinista.
La “Nada” es irremediable, pero no por ello carecemos del “Todo” forjado a diario, de esas pequeñas cosas que se convierten, con el paso del tiempo, en transcendetales.
TANTO TODO
Después de todo, todo ha sido nada,
[…]
Después de nada, o después de todo
[…]
después de tanto todo para nada...
JOSÉ HIERRO (1)
DESPUÉS DE TODO
Adiós, parte sagrada.
Era lo acordado.
Te pesa la historia.
Parten los fuertes de corazón.
No hay criba para ti.
Me dijiste adiós.
Era parte del trato.
Cuando me rozas la mano,
invisiblemente fría
contemplo la vida que no es,
la mirada incierta,
el labio abierto al tiempo,
los años que nos pesan.
Oigo las palabras que se fueron,
o que nunca estuvieron,
ya da igual.
Y quiero arañar mi herida,
volver allí, donde entonces,
creía en la eternidad,
y pasear por el parque
y decirte
lo que de sobra ya sabes.
Me pides que calle.
Que te basta el silencioso grito,
Que no deben oírnos.
Es también parte del trato.
Todavía no entiendo por qué
firmamos ese acuerdo con la muerte.
CUANDO TODO SE ACABE
Cuando todo se acabe…
nos refugiaremos en los recuerdos,
como el anciano en su sillón.
Haremos el equipaje,
pero, esta vez, para siempre.
Sorberemos ese último café,
lentamente…
Sostendremos esa calma aparente:
firmeza en los ojos,
tersura en los labios.
Paso equívoco hacia la salida.
¡No mires hacia atrás!...
Pero será demasiado tarde.
De nuevo, Orfeo volverá a perder a su Eurídice.
Ya se sabe, la historia siempre,
siempre se repite.
Sólo cambian los actores.
DESPUÉS DE NADA
Quiero llorar mi pena
y te lo digo
en un atardecer fusilado
por mis ánimos corroídos.
Misericordia exijo
o la hoguera eterna
de Mefistófeles increpo.
Que el alba sucumba
y con ella,
el galope de mi cuerpo
aborrecido y aborrecible.
Regresa o finiquita
la agonía de mi vivir.
El castigo sin venganza
que aún cuenta con la esperanza
de este ser aniquilado
en un tiempo equivocado.
Largo domingo de desolación,
de aullido interminable.
Desatendido corazón
que sólo siente el Nevermore
como el cuervo de un tal Poe.
TANTO TODO
Probemos a amarnos
en silencio
extiende tu mano hacia
mi mejilla. Olvida
el camino recorrido y párate,
justo ahí, en mi oscura inocencia.
Transitemos la misma senda,
en la que las almas se unen
gritando al unísono
que hoy, por fin, son libres.
No habrá un mañana para nosotros,
insomnes pecadores,
que creímos en la luz eterna,
en amores sin límites,
en cimientos siempre firmes,
en los ires y venires
de esta vida de encuentros furtivos
y, casi siempre, insanos.
Amor, ahora que ya sabes
que hemos de morir,
que lo nuestro tiene
los minutos contados, alegrémonos
y demos gracias por estos
últimos besos,
colmados de gracia divina,
pues ellos sí verán el deseado mañana,
pues ellos sí serán contados
cuando las cenizas se apoderen
de nuestros hoy todavía
serviles en esto del amor.
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(1) HIERRO, José. Cuadernos de Nueva York, Hiperión, 1998.
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