Marisa Trejo Sirvent
(Ma. Luisa Trejo Sirvent, Chiapas, México, 1956). Escribe poesía, cuento, ensayo, crítica literaria y artículo periodístico. Es autora de una centena de artículos en revistas culturales del ámbito nacional. Su poesía ha sido traducida al francés e incluida en veinte antologías, doce de ellas internacionales. Jurado en certámenes nacionales e internacionales. Creadora con trayectoria del Sistema Estatal de Creadores y del FOESCA en dos ocasiones. Ha participado en congresos nacionales e internacionales de literatura y educación y en Festivales y Encuentros nacionales e Internacionales de poesía.
Ha publicado seis poemarios, cuatro libros de ensayos y cuatro libros académicos. Ha compilado también dos antologías poéticas: Árbol de muchos pájaros. Antología de poetas chiapanecos del siglo XX (UAEM, 2000) y Al filo del gozo (2008).
Entre sus libros se encuentran: Rojo que mide el tiempo (1991), Juegos de soledad (1994), Una introducción a Sor Juana Inés de la Cruz (I.M.C., 2001), Chiapas biográfico. Ensayos sobre literatura chiapaneca (S.E., 2006), Jardín del paraíso (U.A.E.M., 2000), La señal de la noche. Libro colect. (UNAM, México, 2000), Páramo de Espejos. Vida y obra de José Gorostiza (Gob. del Estado de Tabasco, 2009 y 2010).
El mar
a Raúl Garduño
“Conduce el mar un carruaje de pájaros
la mujer desnuda mira desde el puerto
la embarcación ardiente
a la luz de la luna se construyen las islas
martillos suenan como la frialdad
como el aviso de la resurrección”.
Raúl Garduño.
Siempre hablabas del mar
a veces
hace tiempo,
no existe el mar,
no existe siempre.
Sobrevive la espuma
como una mancha azul,
indiferente.
Los pájaros perdieron su carruaje
la luna como un cirio
ilumina tus islas
y todo cambia
y nosotros,
los que permanecemos,
no tenemos
sino la arena, el faro
y en los ojos la sal.
París, 1980
Anclando sueños
a José Luis Ruiz Abreu.
Queríamos crecer
como la hierba
y estuvimos huyendo muchos años
sin tierra, sin raíces.
Navegamos en islas, inviernos y castillos.
Volamos sobre puentes y molinos de viento.
Recorrimos las hojas de panteones antiguos,
los urinarios públicos y los barrios judíos.
La nieve hizo de nuestras huellas
un camino hacia pueblos bebedores de vino.
Hicimos el amor en catacumbas,
en trenes sin fronteras, monasterios, arroyos.
Cada lugar se volvía un puerto extraño
para zarpar al amanecer.
Ahora que hemos anclado nuestros sueños,
contamos las imágenes pasadas
para sentir otra vez que estamos vivos.
Puerto Arista
Hay luces en los ojos de los peces
que los barcos capturan por la noche,
aromas en el aire de cangrejos dormidos,
fósiles transformándose en espuma.
Más tarde
la madrugada tirará otras estrellas
la brisa no azotará más las ventanas.
En ellas aparecerá
la marina de cobre de sus olas inmensas
que borrara las huellas clandestinas
de nuestros pies descalzos.
Tu desnudez
En la oscuridad
Palpo la forma de tu cuerpo de hombre
Recién bañado
Tu desnudez es un preámbulo
El amor agranda el deseo
Y la evasión total
Se realiza en el eclipse
Que une tu boca con mi boca.
Piel de no verte
¿Hasta dónde la tinta
escribe un verso?
Letras de tinta borro
Vino tinto en la piel
Piel de no verte
Piel a piel la distancia
Tinta el papel de rojo ocre
Y cobre ausente
Esta tinto el amor
Voy a beberte.
Periferia de París
"Del sur hemos venido, entre cafetos
y platanares verdes y naranjales ácidos”.
Rosario Castellanos
Un día dijeron
hace 75 años: vengan todos
y comenzaron a venir de todas partes.
Mano de obra barata
para fincar el desarrollo ajeno
mientras ellos quedaban marginados
en barrios insalubres,
escondrijos de ratas y ternura.
Niños negros que sólo ven el humo de las fábricas,
ventanas donde sólo entra el frío.
Muchachos árabes y martiniqueses
Jugando en escaleras.
Jóvenes de España y Portugal
desde las porterías miran la lluvia.
Azoteas de la gente de América Latina,
ropas color de trópico,
recién lavado.
Pequeñas calles, ghettos.
Tierra de blancos,
amor, racismo y periferia.
El país de los pájaros azules
“Chiapas, perdónanos tan lejos
este llanto”.
Daniel Robles Sasso.
En el país de las etnias
de las más altas montañas
del bosque de los pájaros azules
de los lagartos tristes
de los lagos pintados de colores
de la selva hecha humo
y pozos petroleros
la sangre penetró bajo la tierra
el eco de los árboles
anuncia la muerte
el sueño más real
quedan los restos enterrados
escondidos
el niño que gritó
el niño huérfano
y la sal de sus ojos
que cae sobre las piedras
no duerme
en la cabeza el musgo le da vueltas
algún día hallará
el valor
la palabra precisa
al recordar
las grietas de su historia.
Tuxtla Gutiérrez, Chiapas, 1994
Receta de amor
“vestime de amor
que estoy desnuda…
Rodeame de gozo
que no nací para estar triste”.
Gioconda Belli.
Debes tocar suavemente
La fibra más sutil
Para poder volver
Para poder decir otra vez
No huyas de mí
Vive lo que yo vivo
Ama lo que yo amo
Debes desear mis labios
Al igual que mis senos
Adivinar mis pensamientos
Más escondidos
Susurrar al oído
No importa qué palabras
Que puedan hacer vibrar
Más allá de la piel
Mi emoción más sentida.
Este es mi mar
“El mar es bueno y terrible como mi padre.
Yo le quiero decir padre mar.
Padre mar, sostenme, engéndrame de nuevo en tu corazón”.
Carlos Pellicer
Éste es mi mar
el que imagino
cuando digo mar
el que recuerdo
por primera vez
La casita del faro
como en sueños
la lluvia
el pozo
la arena de la playa
el abuelo
su sombrero de fieltro
su traje blanco
su mirada señalando el horizonte
Mi madre
sus ideas de naufragios
su temor ante las olas enormes
su corazón latiendo ante el estrépito
Mi padre
su mano deteniendo la nuestra
sus juegos en la arena
enseñándonos cómo sortear las olas
Este es mi mar
el mar que ha llenado las ánforas vacías
de los deseos
el mar que se ha llevado los secretos
de este puerto
el mar que nos ha traído su canto en los oleajes
de la vida.
La lluvia de la ira
Las caricias
como caracoles
se las llevó el mar de la vida
vaga aún mi cuerpo
buscando el fuego de tus muslos
que apagó la lluvia de la ira
vaga aún mi espíritu
en la desolación de esta noche
donde la luna
deshilvana mi historia
La ardiente playa de tu soledad
Si tan sólo supiera donde encontrarte
Te enviaría botellas con mensajes cifrados
Hasta la ardiente playa de tu soledad
Iluminaría el océano
Rastrearía tus huellas en la arena
Soltaría mil veleros en tu búsqueda
Si tan sólo supiera donde encontrarte
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