León Cartagena
(Los Mochis, Sinaloa, MÉXICO 1978) Poeta y artista gráfico. Ha publicado en revistas, periódicos y suplementos en el estado de Sinaloa. Sus poemas han aparecido en las antologías Antología de El dorado (La fiesta de los faunos, 2002), Permanencia del relámpago (Praxis, 2008) y Canto a la sombra del venado muerto (Colección Palabras del Humaya, 2012). En 2002 fue reconocido con el Premio Nacional de Poesía de la Universidad Autónoma Indígena de México (UAIM). Ha impartido en talleres de creación y formación literaria en los estados de Sonora y Sinaloa, se ha desempeñado como promotor de círculos de expresión literaria para Save the Children y UNICEF.
Del Monte y otras Bestias
Danza de venado
A René Higuera
La luz penetra en el centro de los girasoles,
a esa hora el monte mantiene atadas a las bestias,
erguidas y delirantes elevan sus dedos coronados
con los frutos rojos hacia el cielo.El venado colablanca se levanta,
suavemente va pisando
escollos de rocío,
levanta su cabeza y el cuerpo sigue el movimiento.
La luz hace platear el paloblanco,
el venado sabe que anda solo,
mueve la cabeza hacia los lados,
sus cuernos apenas tienen puntas pero busca hembra.
Aparece un poco de verdor en la llanura,
las aves describen en su trino
la geométrica migración de su bandada.
El venado se deja guiar por el sonido
de una vena de agua que viaja entre huizaches,
una sombra se esconde tras las ramas,
lleva consigo una muerte de madera.
Sabe en su soledad el colablanca,
que no llegará a beber del río y que no verá hembra,
sabe que morirá
de sed y de madera.
Golpe áureo
¡Ah!,
luz,
arde,
rómpeme
en tu silencio;
con geométrico mazo
traza la grieta afilada de un dolor nuevo.
Adivino tu gesto, la perfección del golpe seco que no se da.
Panum
I
El sátiro probó el veneno
en los suaves labios de su flauta,
del carrizo saltaban chispazos
y brotaron cirios del suelo.
Marsias hizo nacer el monte en su elegía:
no era música, era luz bailando por el aire,
gotas de calor que resonaban al romperse
para que dios se reconociera en su ira.
Asalto de la fiebre,
génesis de suelo árido y espinas,
ebrio de musas gritó su pugna,
hiriendo al Olimpo en un costado.
Una vez lanzada la piedra de la osadía,
como salida de la onda de David,
Marsias había instalado una cicatriz
en la armadura de todos los dioses.
II
Se posaron los pies de dios
sobre las flores y quemaron todo,
nacieron remolinos en el cielo,
y con su lira clamó su némesis.
Los heráldicos cirios verdes se espinaron,
se coronaron solos con rubíes,
rechazaron el agua y sus dones,
olvidaron los colores, se exiliaron.
Dios arrancó las verdes frondas,
las manadas de bestias mansas y educadas,
se llevó todo dejando la tierra seca
y condenó al monte a un infierno implacable.
III
Dios, magullado,
dio vuelta a la lira y con su cólera
entonó una sinfonía de tormentas,
volvió tierra las piedras y secó los ríos.
Marsias no pudo girar el carrizo;
dios había cobrado venganza:
colgaron al sátiro de la rama de un mezquite,
le arrancaron la piel y de su sangre nació un río.
Hybris, abolladura en la armadura de dios,
padre del poeta que hace nacer cosas vivas
en las hojas blancas, creador extinto,
relámpago, música de astros, racimo de alacranes.
Sobresaliste demasiado,
te fulminó la lira, el silencio de tus amadas,
de la cascada sonora de tu sangre
creció el agreste monte que aún te espera.
Venado, coralillo, palo verde,
no hay constelaciones en el cielo para honrarte,
pero al andar por el monte,
el ritmo de tu flauta ruboriza las pitahayas.
LEÓN CARTAGENA
DEL LIBRO
LAS VOCES DEL RELÁMPAGO.
“Poeta es aquel
que en lugar de corazón
lleva un perro enloquecido”.
Prefacio.
“Si pudiéramos definir la poesía de León, debiéramos simplemente concluir que habita en ella un telescopio. Un telescopio con los cristales al revés, de modo que cuando se mira la profundidad del universo, asimismo se descubre la hondura del ojo.
Esta simple, pero singular (significativa) anomalía óptica, hace de León un poeta claro, honesto, en su preclaro intento de conquistar el silencio.
La poesía de León, lejos de todo artilugio intelectual y artificio técnico, se aproxima más bien a la transparencia de la vertiente que corre subterránea y brota sencillamente donde a su claridad le place. No digo, no digo, que su poesía carezca de la complejidad lingüística prudente, necesaria en el oficio de la creación literaria. Hablo de la transparencia inherente a lo natural, lo sencillo (que nunca es fácil), de la desnudez al nacer, de la desnudez al amar. León sabe que la poesía, la de verdad, no tolera las máscaras. Las máscaras son para los poetas que no saben escribir con el corazón…
En estas voces del relámpago, el dolor, el amor, el erotismo, el ser, si bien sombras, si bien luces, se nos aparecen y nos hablan con el lenguaje contundente de la simpleza del hombre que aún se da el tiempo para leer el otro poema, el que escriben el mar, la tierra, los cuerpos que son el cuerpo de los amantes y entre el mar, la tierra y el cuerpo de los amantes, León es el puente por donde vamos nosotros a su encuentro…” Quique Silva. Poeta Chileno. Coronel, Región del Bío Bío, Chile.
XII
Solo un hombre puede sembrar una palabra,
una semilla de lumbre,
que detenga o cambie el curso del tiempo.
Todo parte de una página en blanco,
se hacen elevar olas, se tiñe el silencio.
Desde la nube baja un dardo luminoso,
dobla las costillas de la tierra
que tiene dolor de parto, de poeta.
Un hombre sólo,
puede ver que las estrellas son coágulos
sujetos a la costura fugaz de la máquina celeste.
XV
Entre la cara y el espejo
cuántos abismos de eternidad.
Cuánto miedo con ritmo se dibuja
en el lago vertical adormecido.
La violencia azul atraviesa la ventana,
duplicada se imprime en las paredes.
Entre la cara y el espejo se conoce el silencio,
sellado con cascada luminosa del relámpago.
XVIII
Tengo días donde no me encuentro,
me le escondo a los espejos, a los ojos,
días donde me pierdo de mí.
Intento ser discreto,
no provocar la idea de un secuestro,
simplemente hay días en los que soy
una página en blanco.
Hay días así,
donde no puedo llegar al ocaso
sin que un relámpago me alcance.
XXI
Siento la vida como un largo exilio interior,
un lugar entre las costillas y la ausencia,
algunas veces me doy tiempo de escuchar
el murmullo del viento.
Procuro alejarme de los libros,
de las prisiones al aire libre de los hombres,
en mi jaula de mineral blanco me alejo de los fantasmas.
Me gusta estar fuera de la vista de la fábrica,
de los automóviles que no tienen destino propio,
lejos de las sonrisas ensayadas.
Siento la vida como un largo exilio interior,
un lugar entre las costillas y tu ausencia,
busco entre las palabras un impulso para renacer,
sin que mi rugido deje de dar luz a las estrellas.
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