Sylvia Riestra (Montevideo, Uruguay, 1958) es una escritora y profesora uruguaya.
Ha publicado libros de difusión y crítica literaria:
Pliegos de arte y poesía. Ed. Club del Libro. Montevideo. 1980-1982
Delmira y su mundo. Ed. Club del Libro. Montevideo, 1982-1983.
Sus libros de poesía son:
Estruendo mudo. En "Antología 83". Ed. Imago. Uruguay. Montevideo, 1983.
Ocupación del miedo. Ediciones de la Universidad de la República. Uruguay. Montevideo, 1987
La casa emplumada. Ed. Premio de la cadena. Feria Nacional de Libros y Grabados. Uruguay. Montevideo, 1989
Entre dos mares. Ed. Caracol al galope. Uruguay. Montevideo, 2002
Palabras de rapiña. Ed. Caracol al galope. Uruguay. Montevideo, 2002.
Sincronías y celebraciones. Ed. artefato. Uruguay. Montevideo, 2006.
Tramas de la mirada. Ed.Ático. Uruguay. Montevideo, 2008.
Ha intervenido con poemas, notas críticas, y reportajes, en diarios , revistas y libros de su país y del extranjero. Su poesía fue premiada por La casa del autor nacional, la Intendencia de Montevideo, la Universidad de la República, la Feria Nacional de Libros y Grabados, el Ministerio de Educación y Cultura de Uruguay y la Fundación B´nai B´rith.
Vidrieras: 1492-1992.
“triste de fiestas”, Rubén Darío.
En La Exposición universal de Sevilla
las plumas de nuestros grandes pájaros
el ñandú criollo el cóndor andino los loros multicolores
el colibrí el churrinche el quetzal las aves del paraíso
no vuelan ni coronan a nadie
Se exhiben entretejidas con aquellos mismos
viejos repetidos espejitos
No les importa el punto de vista :
si Descubrimiento Exterminio
Encuentro de dos mundos
Allí sólo importa la alharaca la parranda
la compra venta la ganancia
Los visitantes son conducidos
por una ciudad inteligente, cibernética
diseñada para el festejo
tréboles de carreteras mecánicas
paredes con memoria
puentes a control remoto
trenes a la velocidad del pensamiento
- y se vanaglorian -
Mientras, en las afueras de la Exposición
se oye una palabra nueva
sudacas nos llaman
Remembranzas
Había huelga de hambre
entre los mexicanos
no admitían el festejo, humillaba
Sonaban incesantes tambores de guerra
como aquéllos de la noche triste
y los de las noches más tristes que siguieron
los pisos y las paredes del Templo mayor azteca
ahí, abajo mismo de la Catedral
recordaban la sangre los gritos
como en Cuzco con los incas , a traición
quisieron acabarlos
como acá -mucho después- en el arroyo Salsipuedes
con los charrúas: no quedaban bien, eran chusma
como "cristianos viejos" debíamos ser
de pura cepa criolla
- que no quedara memoria sobre la tierra -
En una Gran Exposición, en un Museo sí podían estar
en exhibición en show - así sí -
y que todos paguen para ver
- “esas posaderas sentadas para arriba” -
Ausencia
Qué hacer a qué dioses llamar
cuando hasta las palabras
se subastan al tráfico de las influencias
cuando el alma se mide por rating
y se la denomina “producción de imagen”
desgastado todo, qué quedaría de la tierra
qué quedará de nosotros
Encontrarlos ahora - en este 1992 -
que nos hacen una falta sin fondo
al borde de una mañana clara definitiva
al indio viejo a mi abuelo a César Vallejo
Reencontrarnos
el aliento las yemas de los dedos las historias
cosernos unos a otros los costados
ir formando una trama una bandera un poncho un ala
con los huérfanos de las conquistas y las guerras
con los vencidos los saqueados los refugiados los exhibidos
- qué menos -
No te preocuparías más Vallejo,
de guardar pancitos por si acaso
No habrías tenido tampoco abuelo
que trabajar por dos cobres
en la compañía de ferrocarriles
para los ingleses
cómo me duele - abuelo - justo a vos
como a todos como a cualquiera
- pero a vos -
que te calcularan el tiempo que tardabas en orinar
y te lo descontaran , los ingleses
para que las cuentas les dieran
les dieran qué les dieran cuánto
No habrías sido encerrado entre cuatro paredes
de una cárcel - así sin más - por ser quien eras
por ser quien se es, Vallejo
Nadie se convertiría -como ahora- en mercancía
en hazmerreír al uso de la época
en mendigo en gracia de turistas o televidentes
“esas posaderas sentadas para arriba”
Formar una trama una bandera un poncho un ala
un salvoconducto un refugio,
así tampoco nadie iría por el mundo
sintiendo que llegó antes y tiene estrella y escudos
y que es dueño de tierras de hombres y de señales
Vellón
El cuero de la res, su vellón
colgado al aire
para secarse sacarse los restos de vida
de recuerdo,
una pieza de puzzle
recortada sobre el azul intenso
sobre el verde oscuro
intercambio de sitios.
El cuerpo será velado en vinagre
durante la noche
facilita el cocimiento mejora su gusto.
La cabeza del cordero casi intacta colgando del cuero
esa cabeza veía berreaba era feliz
en los cuentos de mi madre,
en la memoria de esos cuentos.
Se recortaba sobre una pradera celeste,
había una oveja que se distraía
un cordero que se aventuraba.
Sobrevenía la pérdida la búsqueda el ahogo compartido
yo pedía siempre ese cuento
su principio despreocupado su final feliz
su angustia su derrotero calibrado
un puzzle cercenado incompleto
la idea de la desaparición insostenible
a no ser por su naturaleza de cuento
a no ser por la felicidad final del reencuentro.
Sobre el cordero caía la culpa siempre cae la culpa
el rayo de dios la intemperie cósmica
“cordero de Dios que quitas el pecado del mundo
ten piedad de nosotros”
ahora colgando de un árbol de un poste.
Medir el sufrimiento desde ese cuero memorioso
o desde la madre eglógica
buscando en cada foso del terreno
a su hijo perdido.
Se suceden noche a noche
las ovejas blancas rebosantes de lana
las madres que buscan a sus corderos
perdidos de Dios
de la piedad de Dios
de la piedad de los hombres.
El cordero asado a fuego lento su sacrificio
los invitados y los parientes de los invitados
observan al cordero estaqueado deprivado horizontal
en medio de risotadas brasas cenizas.
El cráneo reseco como mascarón de proa terrestre
en medio de un mar verde.
La oveja encontraba al cordero en el final del cuento de mi madre
topaditas de abrigo de lana de vellones de letras de balidos.
La madre del cordero asado busca al cordero desaparecido
los invitados y los parientes de los invitados no la ven no la oyen
o parece
Ella no sabe que repartieron en porciones humeantes la culpa
ni quién se llevó al cordero quién traicionó
el final del cuento de mi madre
quién repartió en porciones la culpa
quiénes silenciarán lo que supieron, lo que saben todavía.
reformas
quién sería más feliz
con una pared aquí
desde dónde atrapar el sol
que no se escape el día ni el calor
plantas reductos refugios terrestres
rejas contra las pesadillas
¿cuántos cuartos? ¿más hijos?
integrar la cocina: esa química del equilibrio
- crecimiento embriaguez fastidio –
una escalera alta
un descanso amplio para la madre
para que recuerde su cara sus paréntesis
que repase sus costurones su perímetro
las líneas de su horóscopo
el espacio de la madre
tan fácil tan dulce de penetrar de invadir
tan cómodo para todos
difícil transformar la realidad
el papel es menos conflictivo
y se lo lleva el viento
secretos de familia
I
Hay una forma de no estar
en las mujeres de algunas familias
todas o casi todas
unas más otras menos
tienen un cierto aire
de abstracción de fuga tangencial
es un cromosoma
que crece debajo de las alas
en el caudal del apuro
en la ausencia de los ojos
en ciertos gestos
y sobre todo
en larguísimas conversaciones
sobre nada
se manifiesta en la adolescencia
- o antes -
se trasmite cristianamente
en forma de virtud
de renuncia o de resignación
a veces puede mutarse en rebeldía
otras en vocación
pero no es difícil oír
el esfuerzo colectivo familiar
- solidario o cómplice -
para acallar ese cromosoma
que sangra y no se detiene
mujeres
son tantos los obstáculos
para llegar a ese lugar pequeño solitario
mujeres de tez oscura
cuidan una fuente que allí nace
o lo que de ella brota
o sus alrededores
o su propio cuidado
y no se sabe si es fuego agua piedra
o tan sólo aire
pero las mujeres
cuidan velan encienden sostienen
“Pesadora de perlas”
a Vermeer
parece tan serena segura
tan delicado sencillo el gesto
¿será una pose?
¿acaso una intención del pintor
de verla de engañarse
de retratar un ejemplo
doblegar una naturaleza?
por más que me empeñe
no alcanzo su pulso
ni mis manos
la dignidad de ese equilibrio
- platillos con perlas -
en uno pondría
la preparación inexcusable del plato diario
la exigencia de ánimo
el cumplimiento impostergable de horas destinadas
sílabas infantiles emergentes
y en el otro,
la conciencia de este vaivén
la reinvención del cuarto propio
la palabra que diera dimensión
de este desafuero
sucesivos
un platillo baja y otro sube
desbordantes inestables
acompasando
los requerimientos del instante
las voces propias las de los otros
la misma gravedad
reparto difícil conflictivo acusatorio
y para el que no hallo
sistema preciso ni aproximado de medición
ni punto medio ni fiel
ni compatibilidad
sino un nuevo sucesivo sentimiento de culpa
a cada inclinación
En la pared de atrás
se desarrolla una escena del Juicio Final
¿ cómo se pesan las almas ?
ella pesa perlas tan sólo perlas
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