Issa Makhlouf nació en Zghorta, Líbano, en 1955. Poeta, ensayista, periodista radial y doctor en antropología social y cultural de la Universidad de La Sorbona, reside en París desde 1979 luego de una temporada en Caracas. Su obra se sitúa en la encrucijada de diversas culturas. Ha publicado en lengua árabe, entre otros: “Face à la mort, une étoile a ralenti” (Frente a la muerte, una estrella aminoró) (1981), “Statues pour la clarté du jour” (Estatuas para la claridad del día) (1984), “Rêves d’Orient - Borges aux confin des Mille et une Nuits (Sueños de Oriente - Borges en los confines de las Mil y una Noches) (2000). En lengua francesa “Beyrouth ou la fascination de la mort” (Beirut o la fascinación de la muerte) (1993) y “Egarements” (Extravíos) (1993). Ha traducido numerosos libros y ensayos del francés al árabe. Del español al árabe tradujo “Antología de la Novela Latinoamericana” (1985), “Antología de la Poesía Española Contemporánea” (1992) y “Antología de la Poesía Latinoamericana”. “Espejismos” es su último libro aparecido en Francia y Venezuela (Caracas, Monte Ávila Editores Latinoamericana, 2007). Actualmente es asesor especial de los asuntos sociales y culturales en la Organización de Naciones Unidas, Nueva York (61° período de sesiones de la Asamblea General - 2007).
Presentación del libro “Espejismos” de Issa Makhlouf por su traductor Rafael Patiño Góez (Medellín, 1947), poeta, pintor, traductor, bioenergético, autodidacta, quien se ha desempeñado como profesor universitario en áreas tales como francés, inglés y arte cibernético, y como colaborador de destacadas revistas y periódicos nacionales e internacionales. Ha publicado “El Tras-ego del Trasgo, o de las nueces astutas del desastre” (Universidad Pedagógica, Bogotá, 1980), “Clavecín Erótico” (Autoedición, Medellín, 1983), “Libro del Colmo de Luna” (Autoedición, Manizales, 1986), “Canto del Extravío” (Autoedición, Medellín, 1990), “Le Néant Perplexe” (Bilingüe francés-español, Medellín-Québec, 1999”, “Máscaras de Poesía Negra” (Selección y traducción de poetas negros de África y las Antillas, Universidad de Valencia, Venezuela, 2006) y “Opera quinta” (Hombre Nuevo Editores, Medellín, 2006).
Lo que yo cuento hoy
Son las historias que hubiera esperado escuchar.
Lo que cuento no es sino una parte de aquello que no he visto
Si lo hubiera visto, no lo habría contado.
Issa Makhlouf
Partir
Partimos para distanciarnos del lugar que nos vio nacer y para ver la otra vertiente de la aurora. Partimos buscando nuestros nacimientos improbables. Para completar nuestros alfabetos. Para cargar de promesas el adiós. Para ir tan lejos como el horizonte, desgarrando nuestros destinos, esparciendo sus páginas antes de encontrar, a veces, nuestra propia historia en otros libros.
Partimos hacia destinos desconocidos. Para decir a aquellos con los que nos hemos cruzado que retornaremos hacia ellos para reanudar relaciones otra vez. Partimos para aprender el lenguaje de los árboles que no viajan siquiera. Para dar brillo al tintineo de las campanas en los sacros valles. En busca de dioses más misericordiosos. Para arrancar a los extranjeros la máscara del exilio. Para confiarle a los transeúntes que, como ellos nosotros también somos transeúntes, y que nuestra estancia es efímera en la memoria y en el olvido. Lejos de las madres que encienden los cirios de la ausencia y acortan el lapso del tiempo cada vez que elevan sus manos al cielo.
Partimos para no ver a nuestros padres envejecer, para no leer las jornadas en sus rostros. Partimos entre la distracción de las vidas despilfarradas por anticipado. Partimos para anunciar a aquellos que amamos que siempre los amamos, que nuestra admiración es más fuerte que la distancia y que los exilios son también tan dulces y frescos como las patrias. Partimos para que, al regresar a nuestra casa un día, reconozcamos que somos exilados por naturaleza donde quiera que estemos.
Partimos para borrar el matiz entre aire y aire, agua y agua, cielo e infierno. Riendo del tiempo, contemplamos en adelante la inmensidad. Ante nosotros, como niños distraídos, las olas saltan, mientras el mar refluye entre dos barcos. El uno que parte y el otro de papel en manos de un pequeño.
Partimos como un payaso que viaja de poblado en poblado, dirigiendo sus animales que enseñan a los niños su primera lección de tedio. Partimos para engañar a la muerte, permitiéndole perseguirnos de lugar en lugar. Y así continuaremos hasta perdernos, hasta no reencontrarnos a nosotros mismos allí donde vayamos, para que de esta forma nadie nos vuelva a encontrar.
El testigo
Poco después de medianoche, la plaza pública, cambiando de naturaleza, inicia sus ritos secretos.
Entre los numerosos cuchillos que posee, el carnicero escoge uno, el más liviano y el más bello. Brillando desafiante, el cuchillo está ahora en el centro de la arena, estela única y luminosa, brújula dirigida hacia el alma. El carnicero lo levanta a la altura de sus ojos, contempla la hoja que intenta enseguida acariciar con una uña, la aproxima a su rostro y la hoja jadea.
El buey degollado pende suntuosamente en la tela de Rembrandt, suspendido fuera del sufrimiento y fuera del dolor. Vestido con el solo esplendor del pincel que lo pintó. Sobre la plaza pública, el buey que será degollado se encuentra maniatado y tirado por tierra. En algunos instantes, cuando la cuerda llegue a su cuello, después de haberle envuelto las patas y los costados, él comprenderá obscuramente que es demasiado tarde. Ya no sirve para nada remover el grueso cuello ni las patas, ya no le queda más que dejarse ir entre el cuchillo del carnicero. Y es ahí, justamente algunos segundos antes de que el cuello le sea cortado, que el buey lanza un mugido en el que resuenan juntamente la muerte y aquello que está más allá. Un llamado, semejante a la señal de partida que lanzan los grandes barcos antes de abandonar las riberas, haciendo vibrar los corazones de los viajeros que temen no regresar jamás. A decir verdad, no se trata solamente de un mugido, sino de un grito. De un grito extrema y sombríamente elocuente.
¿Cómo ser testigo de este grito y no aproximarse? ¿Desde qué dolor ancestral ha surgido este grito? ¿Se deja triturar? ¿Se deja borrar por el aire? ¿O bien, se irá a acuclillar en alguna parte entre el aire inmóvil y tranquilo?
Y tú también, ¿qué poder es el tuyo cuando de súbito la sangre de las víctimas se despierta en ti? Estas víctimas que adornaron tu infancia con los vestigios de la muerte e hicieron tintinear en su cielo las campanas del ángel huyendo. Campanas de duelo.
Yo me senté y dibujé a alguien en una sala
de espera luego un hombre que esperaba una mujer una mujer
que esperaba un niño de los niños que esperaban otros niños
yo dibujé un cuarto ojo oscuro entre las
tinieblas mirada
¿Solitario que hacer entre lo oscuro?
Yo dibujé un soldado dormido soñando que él no sería un héroe.
¿Qué dibujé de distinto?
Entre la sombra
Se mata para comer. Se caza el pájaro en el cielo y el pez en sus mares. Al animal, se le degüella y a la hierba se la arranca.
Alguien, entre la sombra, nos mata y nos devora.
Ella me guía de la mano hacia su voz. Ella canta y empuja los trigos. La estrella de mi alba se esconde tras la espera. Le doy una fiesta con un astro inmenso. El pájaro tarde la cita matinal retrocede. Entre la noche su jadeo se eleva como un mástil. Ella enciende una antorcha en el sueño una antorcha entre el espacio que su escalofrío no se comba en el sueño. Ella me guía de la mano hacia su voz Yo sorprendo sus dientes en su desnudez total. La herida se cava en las primeras horas de la noche, ternura abierta a lontananzas en las que nunca tiempo que pasa encuentra alma que viva. La rosa se abre al rojo primordial y último. Su voz perfume de mediodía. Su voz de un hierro sutil vino a escogerme una muerte. Su noveno mes me consume...y la marca que de su paso vendrá.
He encontrado de nuevo en esta mujer
lo que hubo en mí de mujer
mira cuán largo tiempo hace de aquello.
Sólo
Una estatua
Sabe adónde dirigir
Su paso
Cuando decide
Huir del jardín.
Mirad cómo este pájaro ardiente de espacio se burla de todos nosotros Y a este cuerpo lapidado que permanece indiferente. Durante mi exilio, el alba vendrá dulcemente a mi balcón a aplacar mi sed. Retorno de errancia ¿si yo susurrase al verdugo que tenga un poco de piedad? ¿Quién deposita, cerca de cada recién nacido, como una bolsa, aquello que será su alma?
Que las mujeres se vayan muy lejos que muy lejos ellas alumbren y que muy lejos sea la muerte parecida a este pájaro más presto que el sonido.
Después del rayo la luz
reúne sus fuerzas.
Tras la tempestad
el bosque cuenta sus árboles.
Aquellos que vienen sin venir
presagian el viaje.
Aquellos que parten sin partir.
Planeta
La tierra es bella.
Bella la nube que se va sola entre el cielo azul, semejante a un pájaro perdido y desorientado en su vuelo. Bellos son los astros, para los extraños, a las inquietas luces. Guardianes del espacio infinito, ellos te observan de lejos, te conocen sin que tú los conozcas. ¿Tienen acaso ellos compasión por ti, tú que ignoras lo que te espera desde el umbral? A menos que estos astros olviden que su suerte es también la tuya.
Tierna es la brisa clemente tocando las frentes en el verano lejano de las islas. Tiernas las lluvias, ágiles sobre la hierba seca. Tierno el perfume de la mujer desconocida que trasiega su camino junto a ti.
Bello fue nuestro encuentro antes de tropezar en los detalles. Ella tenía la traza de una luna creciente de la cual estaban suspendidos nuestros sueños.
Bella en fin es la tierra cuando el alma la deja. Contemplándola, como un astronauta desde su vidrio, yo la veo azul, iluminada desde el interior. Ella de súbito leva sus blancos velos, y me precede allí donde yo voy.
Bello planeta, nuestra Tierra, yendo hacia su fin con una delicia extraña.
Fuente:
http://www.issamakhlouf.org/bioes.htm
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