Gabriel Pantoja Gonzales nace en La Paz, Bolivia, un 21 de septiembre de 1981. Ha publicado en la Editorial Yerbamala Cartonera el poemario Plenilunio (2006) y en la Editorial Utopia El noveno mandamiento (2009). Su acercamiento a la poesía no sucedió sino después de salir de colegio a los 19 años oyendo leer a un poeta en una emisora. Estudió la carrera de Literatura en la UMSA y actualmente se forma como profesor de literatura en la Escuela Superior de Maestros “Simón Bolívar”, de su padre, profesor rural, sacó la influencia para enseñar. No es un desconocedor del mundo puesto que ejerció trabajos desde lavaplatos, guardia nocturno, promotor de ventas, mensajero, cobrador y vendedor ambulante. Su deseo fue siempre conocer más y no escatimó el arduo trabajo. Para él el hombre moderno es un arriesgado por tanto incursiona en el abismo de su existencia. Su poesía tiene dos vertientes: sentimental y realista. Se dedicó por un tiempo a conocer el bajo mundo recorriendo los barrios pobres de La Paz, aquellos lugares vedados para la gente de clase, donde pudo experimentar la soledad de la frustración humana. Asumiendo que la poesía es un medio universal de comunicación y verdadera literatura, y por tanto necesaria, trata de comunicarse a través de ese medio aunque por medio de sus exaltaciones. “No creo en la idea de un mundo sin sensaciones”, nos dirá en su blog hevangelio.blogspot.com específicamente de poesía romántica.
SOTAVENTO
Odio a los pintores
parecen tomar rumbo desconocido
parecen mirar bien pero a ratos se retraen
caen en la misma cosa
tantas veces como sea posible.
Odio a los pintores
porque corrompen los paisajes
los hacen más distantes
más inasibles.
Y porque hablar de ellos
es dar lugar al desencuentro
de la palabra
al devaneo sin sentido.
Sería mejor ignorarlos
como se ignoran ciertas cosas
que no nos importan.
Todos caen al mismo precipicio
sin ningún compromiso.
¡Serán triviales!
Me da igual un Miró
con sus lunas y asteriscos
un Kandinsky con su
improvisación de insectos.
Deberíamos salir afuera
para ver el mundo
y no entretenernos
con juegos pirotécnicos.
LA OREJA DE V. G.
Van Gogh se cortó la oreja.
Era grande y le incomodaba.
Van Gogh no era un desquiciado
como todos suponen
tenía certezas más que preguntas.
La esencia de su pintura
no son las formas - eso ya lo saben.
Ahora, el mejor de los mundos
no existe, salvo en cuadros y relieves.
Él quería el paraíso
pero el paraíso es inalcanzable
salvo por plegarias y genuflexiones.
Asistía al teatro para olvidar sus pesadillas:
su locura era artística, ¡nada más!
Inventaba a Delacroix, a Berlioz, a Wagner
mientras pintaba.
Lo bello era su constancia, su ideal
la perfección: ¿viviría engañado?
Era un artista ficticio en París.
Enfermó como una flor de almendro.
Su inquietante Cuervos sobre el trigal
aún es un asombro.
La luna reza, reza, reza por él.
Un cielo constelado, un campo ventoso
la imagen de los cipreses en el camino
no pudieron mejorar el mundo
aunque como intento
pudieron recrearlo.
El arte le fue ingrato.
No es necesario hablar aquí
de escritores como Vallejo
y su ausencia de reconocimiento
hablar de Nietzsche
y sus libros
apenas comprendidos.
Van Gogh no supo
al final de su vida
si había logrado
la perfección de sus cuadros
(ser el mejor pintor del mundo)
siempre supo
que era definitivamente un fracaso.
AL LADO DEL VOLANTE
Es un monólogo interior Joyce
y los taxistas saben eso.
Saben que la codiciosa mujer del vecino
acabó por estrangular al marido.
En las calles de La Paz donde lo simbólico
se torna cotidiano
el hombre del volante sabe
que debe regirse a las reglas de lo urbano.
En cualquier lugar si una rubia alza la mano
se frena oportuno antes que llueva
y moje sus zapatos.
Tener paciencia es la regla para quien quiere
continuar con el oficio de las rutas.
Si un anciano sube y se pierden los minutos estacionado
debe uno respirar a fondo y dejar que el tiempo pase:
los malos taxistas siempre lastiman a uno.
Les decía que los taxistas leyeron Ulises
y se metieron de contrabando en las calles
persiguiendo a una mujer rubia
que tiene el reloj descompuesto
y al jefe en pañales.
Ellos siempre ocasionan alborotos cuando
el tráfico está en su punto.
Tocan sus clavicordios por los siglos
de los siglos.
Yo no quise ser taxista
pero me hubiera gustado acompañar
a una rubia a su destino.
Pero yo les hablo de Joyce
un taxista de Miraflores
que hace rutas los domingos.
Le pregunté si había terminado
de leer el libro que le di la semana pasada
y me contesta
que recién había empezado.
El gato saltó a la cama bostezando
y lo tiré por la ventana al patio.
Me desvelan sus ronquidos tan extraños
y sus ojos de serpiente al asecho.
Singularmente son tiernos
pero, para las mujeres y los niños.
No creo que Kafka fuera un insecto
y que Gregorio Samsa fuese su alter ego.
No creo que Hermann Hesse fuera un lobo
y escribir “El lobo estepario” la cura a su licantropía.
En su anterior vida Cortazar fue un gato
como lo fue Neruda aquel tapir de Isla Negra.
Pero son historias de la Literatura.
Historias de zoomorfismo, ya no importa.
Filosofar es un dilema, antes y ahora
se quiere comprender a fondo la naturaleza humana.
Pero hablaba de mi amigo el taxista
que una vez soñó que era un caimán
y se dormía en el volante.
Dejó de beber los fines de semana
porque entiendo que se casó
y que cumple su deber de padre responsable.
POSTMODERNO
Morir de soledad
discreta muerte por orfandad
en algún rincón de esta ciudad.
Allá, a lo lejos
en la línea del tiempo
humillado por el mundo
el mundo existente
el mundo que comienza
y termina en una frase.
Sin nadie a quien culpar
ensimismado con la muerte.
COMIDA RÁPIDA
El fast food o comida rápida
un estilo de vida:
“vienen, comen y se van”
dejan gases de Coca Cola.
Andy Warhol y el Pop Art:
platos precocinados.
José Bover y sus seguidores
en la nueva ciudad liberada.
Se come y se bebe andando por la calle
con la nariz en el escaparate
como un maldita Lata de sopa Campbell.
La ilusión de un nuevo rico
es invitar a alguien y ser invitado
(el futuro cliente está asegurado).
¡Instantáneas palabras!
Ketchup o la salsa patética
del hombre financista.
Simples patatas fritas
y un pedazo de bistec
(guarniciones o nada).
El fast food, preparado para llevarse
fuera de este mundo.
Dulces bebidas americanas
de Valencia a Brasil.
Cultura hamburguesa
sociedad mostaza
una vida feliz.
El mundo culinario
perdido en las manos
de un químico, en el bolsillo
de un financista;
producto de laboratorio
como un cuento de Louis Greifth.
Chatarra y más chatarra
en el gaznate.
Una dieta un poco
subido de calorías.
¡Hipercolesterolemia!
El payaso asesino y un rey tirano.
Obesidad, obesidad, obesidad.
LA CULTURA
La cultura es una boutique
en el centro de la ciudad.
Mucho hay en los escaparates para comprar
pero a un costo mayor
del trabajo de todos los días.
Esto me recuerda al tiempo
de la corona inglesa
la cultura sólo para la realeza
ávida de ilustración, aunque no entendieran
ni un ápice las palabras de Kant.
Sus bibliotecas colmadas de libros
de todo el pensamiento humano
parecían ser la solución
ante la ignorancia del vulgo
pero, cómo compartir
aquello sólo para ellos?
La cultura es una boutique
en el centro de la ciudad
donde van señores con aires de intelectual.
Piensan en comprar y hasta regatear
a Hume, a Tolstoi, a Balzac, a Bergerac.
Se dan tiempo para apreciar
las tapas plastificadas.
La fortuna de leer
siempre fue
privilegio de algunos
que dados de predestinados
mediaban entre Dios y los hombres
se dirigían al vulgo, a la “gentuza”
como a un rebaño de ovejas.
No ha cambiado.
Para mí que no ha cambiado ¡NADA!
J. L. BORGES
A ese hombre lo conocieron
en las calles de Palermo
enfundado en un chambergo negro
chalina al cuello, daga al cinto, y, qué se yo
de cara aindiada, robusto cuerpo.
Dicen que sin estupor
violaba a las mujeres
que acometía iniquidades
sin que nadie lo refrene.
Siempre ebrio, visitaba los corralones
con un alma de mentado cuchillero.
En qué duelo no estaba
demostrando su hombría.
Hombre del hampa, un homicida
como Juan Muraña
Rosendo Juárez
o Francisco Real.
Palermo era su mansión
su lugar de diversión.
Sus palabras eran ley
la indiscutible declaración
que era inútil protestar.
Es todo lo que puedo decir
al olor del tabaco y del café.
Nada dejó cuando murió
a traición
pero es mucho lo que se llevó
al más allá.
Este seudopoema lo evoca
sabiendo que ya no importan
los héroes.
¡Qué viva Buenos Aires!
ESCLERÓTICA
Dentro de un gabinete
guardo viejos poemas
que nadie leerá.
Poemas de amor
de un exigido sentimiento
que hacen un montón.
Fragmentos escogidos
con un lenguaje sin acertijos
para decirlo de una vez.
No me preocupa que no los lean
pero sí que ignoren la luna
de esa noche en que los escribí.
Estaba fundido de amor.
Mi corazón era un volcán.
Aullaba entonces en vez de hablar.
ESTRELLA DE MAR
No fue Marx sino Hegel quien advirtió
que la esencia del hombre es el trabajo
esto ha tenido consecuencias imprevisibles
para la historia y su progreso.
Hegel era no menos un idealista cristiano
no es difícil hacer aquí un parangón
de su pensamiento con el pensamiento
de la Biblia:
“Seis días trabajarás y harás todos tus trabajos.”
Sea por dignidad humana que trabajemos
-aunque no todo trabajo es digno-
o por no humillarnos ante los animales
que no siembran pero cosechan,
pero que no sea un vicio que nos lleve
a la tumba.
EL LECTOR EN SOMBRA
Necesitamos a veces acostarnos
repudiar el poder
cerrar los ojos a las cosas
ir por calles estrelladas
lejos del tiempo
necesitamos a veces olvidar
que vivimos.
MATEO
Un bar elegante.
Un bar donde se sirve cerveza
en vasos grandes, donde más de uno
paga el doble de lo que consume
uno de entre muchos.
Sí, ese bar al que nadie invita
donde va uno a beber en soledad.
Entre lunes a viernes abierto para los tunantes.
Para quienes, después del trabajo,
se quieren relajar.
Un camino marcado por pasos inseguros
conducen a su puerta.
Adentro un juego de luces, un mostrador
barnizado.
Las botellas que relucen en un estante negro.
Abierto hasta la media noche.
Lleno de retratos en sus paredes.
Uno de entre muchos que hay en esta ciudad.
SILBIDO
Decir
que es otra tarde
sólo decir
y caer en la costumbre
del decir
del pensar
sin previo análisis.
La violencia
de la palabra
subyugante
y delincuente
que nos hace
decir
a través de gestos
que el sol entra
en su morada
y las sombras
dejan oír
su ruido de sábanas
nocturnas.
Decir
sólo decir
tal vez culpados
por el no decir
arrastrados
por el sentimiento
como si estuviéramos
adiestrados
desde siempre
para destruir el silencio
como si fuera
la última hora
y el río que transita este mundo
nos viniera de golpe
para arrancarnos
de improviso
como si algo nos quemara
en el mismo infierno
y la sed nos apremiara
últimamente.
Decir
sólo decir
y sumergirse
en la creación.
En fin
para que no digan
“nadie hizo nada”.
GABRIEL PANTOJA GONZALES
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