Germán Coimbra Sanz
Germán Coimbra Sanz (Santa Cruz de la Sierra, 01 de octubre de 1925 — Santa Cruz de la Sierra, 15 de enero de 2007. Fue novelista, poeta, dramaturgo e historiador.
Nació el 1 de octubre de 1925 en Santa Cruz y falleció el 15 de enero de 2007 en la clínica Niño Jesús debido a un cáncer hepático. Casado con Ana María Molina, tuvo cinco hijos.
Sus poesías, cuentos, novelas y dramaturgias siempre rescatan las tradiciones del oriente boliviano. Su última obra fue publicada el 2006 bajo el título de “Historias que parecen cuentos”.
Participó del Teatro Experimental Cruceño donde puso en escena varias piezas de su propia creación.
Coímbra es denominado por otros escritores y ensayistas cruceños como “literato tradicionalista, comprometido con su comunidad y su época” (Pedro Shimose), esto debido a que en su literatura y poesía, Coimbra se encarga de resaltar los cuadros y características propias del lenguaje de la región del oriente.
La Sociedad Cruceña de Escritores que lleva su nombre instituyó la medalla que con su nombre. La distinción reconoce la obra y méritos creativos de las personalidades que aportan a la literatura cruceña. La primera medalla fue otorgada a la esposa de Coimbra bajo el título de “musa inspiradora”.
Creación literaria[editar]
Coimbra se dedicó a rescatar las tradiciones y costumbres orientales de Bolivia, las cuales tradujo en diferentes obras literarias.
Entre las leyendas se pueden destacar a La viudita, La Casa Santa y El Bibosi, leyendas que fueron adaptadas a la televisión a finales de la década de 1980.
Sus obras poéticas más destacada son: Mientras tanto (1960); Romances del camino (1987); La canción que tú cantabas (1990); Chaquiras (1996); Pedrería (2003); Gotas de poesía (2007); Estrellas del amanecer (2007).
Entre su obra dramatúrgica se puede citar a: Diego de Mendoza (1974); Obras teatrales que contiene: El Bibosi, La viudita, Cambas Patazas, Buscando estrellas (1981); Cese de fuego (1986); La monja Siracua, La maldición, Cese de fuego, las tres editadas el 2010, junto a otras publicadas en la década de 1970.
Su labor también la dedicó a la investigación etnográfica, de allí sus estudios sobre Mitología Sirionó, escrita mediante recopilación testimonial (1981); Los actuales indios de San José de Chiquitos (1961); Relatos mitológicos (1986); Supersticiones y refranes de la ciudad de Santa Cruz (1976); y El castellano de Santa Cruz (1992); El Santuario de Cotoca (1998).
Entre sus cuentos escritos destacan: Bajo la luna menguante y otros cuentos (2001); Historias que parecen cuentos (2006).
Coimbra también escribió libros sobre Hernando Zanabria y Lorenzo Caballero, además del Diccionario enciclopédico cruceño (1992) y Crónicas cruceñas (1961).
Aportes a la institucionalidad cruceña[editar]
Coimbra fundó el Comité pro Santa Cruz y la Casa Municipal de Culturas, fue Director del Jardín Botánico, Presidente Vitalicio de la Sociedad Cruceña de Escritores y profesor universitario en la Universidad Autónoma Gabriel René Moreno (UAGRM).
Las vistas
Aunque no crean soy flecha
pa despacharme una palta
Y tampoco nunca falta
un tiesto para una mecha.
Pillé una flor nada mala
en el tambo Muchirí
y usando el modo de allí
le estuve arrastrando el ala.
Alisté mis pacumutos
pa zamparme ese manjar
y en cuanto tuve lugar
le largué todos los chutos.
No jue más. Cayo en el pozo
y al rato estuvo amansada,
que no hay corcovos ni hay nada
cuando uno es tigre y guen mozo.
La convide a ver las vistas
que tienen los Echazuses,
que disque a punta de luces
jacen ver a los artistas.
Me dijo que no salía
a ninguna parte sola
y que perdone la cola
que con nosotros iría.
Al final jui yo y la negra,
las dos hermanas mayores,
lo mesmo las tres menores
y atrás el suegro y la suegra,
las hijas de la vecina,
el cuñao de la cuñada,
una vieja enmantonada
y una cunumi barsina.
Con todo mi regimiento
jice cola pa la entrada
siguiendo de disparada
pa poder pillar asiento.
Topamos con un balcón
y las dos filas llenamos
y apeninga nos sentamos
se prencipio la junción.
Por el cuadrado de trapos
vide brincar los letreros
y anunciando un aguacero
una tonada de sapos.
Yo no puedo suponer
si esta es cosa de la trampa
pues siguieron las estampas
de un gringo con su mujer.
Era choca y bien plantada,
le digo que era un antojo,
la mire de cotiojo
descuidando a mi pelada.
Mas advertí que ella estaba
comiéndoselo al gringazo
le pegue pa su codazo
pa que no tumbe la baba.
"Respetos guardan respetos",
le dije bien despacito,
"y acordate pajarito
que yo pague los boletos,
y si seguís con tu afán
mi cinturón no es de adorno
que yo no caliento el jorno
pa que otros coman el pan!"
En ese preciso instante
un ventero impertinente
se me planto frente a frente
con su cajón por delante.
Como hambrientos mariguises
las manos, de un santiamén
limpiaron el almacén
y yo pague las perdices.
Y pa completar el bloqui,
aguelas y muchachuelas
daban trabajo a sus muelas,
tororoqui, tororoqui.
Mientras duraba la minga,
cuasi me quedo pasmao
porque el gringo condenao
le daba un pico a la gringa.
Otro beso como aquel,
torcido como un tornillo,
si haiga sío un amarillo
me reventaba la jiel.
Pero si usté me pregunta
el tema de la función
no doy cuenta ni razón
aunque pase por butunta.
Cuando encendieron las luces
de lo visto no había nada,
ni una figura pintada
ahí si me eché cruces!
Y no es motivo de risa,
porque yo siempre he creído
que es alguien que esta escondío
y al que mira lo innotiza.
Y todo lo que parece
de verdá, solo es de pliqui,
nos jace tiqui-miniqui
y dispues desaparece.
Si quieren tomar el pelo
estos puebleros ladinos
sepan que los campesinos
no tragamos el anzuelo.
Cuando a la chica lleve
y a todos sus colgandijos,
al despedirse me dijo:
"Mañana a la matine".
Al cine? Antes me muero!
Si me gaste en la junción
el flete del carretón
y el jornal del carretero.
El entierro
Cierta vez que con mi perro
iba siguiendo un tatú
cuando en un motacú,
¡helay la luz de un entierro!
Como era treinta de agosto
en que todo entierro arde
me acerqué medio cobarde
jaciéndome el angosto.
Que si se va con empeño
y ambición tras e la plata
y el fuego se desbarata
y se le aparece el dueño.
Cuando tuve por llegar
a señalar el tapao,
dos tipos me habían ganao
y estaban ya por cavar.
Como nunca se me van
del todo las bailadoras,
los dejé pa sus tres horas
que trabajen con afán.
Y conteniendo la risa
que el asunto me causaba
al perrito que llevaba
lo vestí con mi camisa.
Le desprendí la cadena
y sin decirle ni cuje,
el perro que era de empuje
les salió como alma en pena.
No se imagina el puchero
que les jizo aquel espanto,
dejaron todo y de un canto
patitas pa que te quiero.
El hombre sin un distingo
no sabe pa quen trabaja
pues topé con la tinaja
escarbándole un poquingo.
Más la cosa se me endura
cuando agachao sobre el joyo
vide sin ningún apoyo
a la fantasma de un cura.
Todo el cuerpo me temblaba
pero no quise aflojar,
otro hombre en mi lugar
le digo que se chilcheaba.
Y sin perder los estribos
me encomendé a Santa Rosa,
pa que me aparte esa cosa
que no era asunto de vivos.
Y que le pondría al cura
las velas que me dijiera,
pero que pronto se juera
a ocupar su sepoltura.
No hay caso que mi lamento
hasta el cielo lo mandé
pues el dijunto se jué
como llevao por el viento.
Me salí pa refrescar...
y a punto de haberme ido
porque a mas de tanto ruido
mi perro se puso a aullar.
El Chiñi volaba inquieto
y el tiempo conjeturando,
con razón taban andando
los espíritus de asueto.
Cuando junto a un sumuqué.
¡helay un hombre con cuernos!
era el rey de los infiernos
y es de veras, ¡creame usté!
"¡Válgame Virgen sagrada!"
clamé cuando vi al maligno,
y al jacerle el santo signo
la emplumó por la cañada.
Ya estaba claro, y por ésto
los bultos se sosegaron
y tranquilo me dejaron
pa me llevara el tiesto.
Al tratar con mucha pena
de levantar al fulano,
se jue y se jue de mis manos
hasta perderse en la arena.
Desde entonces yo destruyo
cualquier laya de ambición
pa que en alguna ocación
no me dejen a piyuyo.
En la fiesta de Porongo
Una vez que al Piraí
con otros me fui a bañar,
un camba cantó al pasar
la copla que dice así:
"Vámonos pallá pa’ Porongo
que la vida es bien barata:
cuatro quesillos por medio
y una pelada de yapa".
No puej lo que oí, bastante ‘jue’
y sin que nadie me ataje,
y antes de que el sol se abaje
en Porongo me encontré.
Llegué como hecho el turista
cabalingo a la procesión
que ‘jue’ muy buena ocasión
pa’ poder pasar revista.
¿Qué será que las devotas
sean de cualquier lugar,
por una que es regular
hay unas veinte chototas?
Una encontré medio medio...
aunque bastante gordita,
la cara sí, muy bonita,
lo demás ni pa’ remedio.
Le ‘jice’ pa’ su gambeta
y ella ‘jue’ puro sonrojos,
‘Haiga’ visto ‘usté’ esos ojos
que servían de receta
Y pa’ dejárselos descritos,
como expresión no dispongo,
eran sus ojos grandongos
como un par de huevos fritos.
Este piropo janucho
le despaché a la pelada:
"este, me da el fuego ‘e su mirada
para encenderme yo este pucho"
Por poco de allá me escurro
al ver que se ‘encororó’
y su boca ‘e pororó
contestaba: "¡No sea burro!"
Pero ej como dice el refrán
que el burro consigue todo
por persistir a su modo,
yo continué con mi afán.
La tenía ya media controlada,
y ya esa noche ya ‘jue’ poqui!
mas después en el foqui-fofoqui
se le acabó la burreada.
Así empezaron, no miento,
a florecer los camotes
y a esperar que de mis trotes
saliera su rendimiento.
La mujer que entrega entero
al hombre su corazón,
es digna de compasión
porque el hombre es muy matrero.
Y aunque el mal es la cosita
que hace perder la conciencia,
sin mirar las consecuencias,
ahí nomás me dio una cita.
"El viejoso no va a estar" me dijo,
y que no aparezca hasta
después que anochezca
sin ser visto en el lugar.
Tras que la noche tiñó
me fui caminando a gatas
a esperar entre unas matas
que había ‘e macororó.
Aguardé pa' su hora entera
más larga que una cuaresma
y ‘dejle’ yo ahí en la ‘mesma’
espiando pa’ la tranquera.
Aburrido y ‘aguazapao’
al final salió la gorda
gritándome: "Sursum corda,
que ya taita se ha marchao"
Crucé sunchándome el cuero
en un cerco de cuguchi
más contento que un tiluchi
cuando pasa el aguacero.
Pero el mal puej nunca dura
cuando se tiene una rana
que le haga sana-sana
encima ‘e la matadura.
Al decirle que la amaba,
ella contestó: "Ja jay!
vos sos de lo que no hay
y a mí me creés una taba"
Yo le dije: "Estoy perdido
por tu boquinga ‘e melao"
y me dice: "Malcriao,
me estás rompiendo el vestido"
"Y decime si no eras vos
la que quería este encuentro".
Y me dice: "Ejej vamos pa' adentro".
Yo le dije : ¡Cómo no!.
Así como se lo cuento,
le saqué hasta las zapatillas
y nos fuimos en puntillas
hasta dar con su aposento.
Cuando en eso bororón!
el viejo se había volvío,
yo salí como escupío
disparando ‘pal’ canchón.
Atropellé en mi carrera
una saba de barreno,
metí la pata a un chipeno
y me enredé en una estera.
Y encima ‘e los encontrones
que a cada paso me daba
a una perringa llevaba
prendidinga de mis garrones
Al verme tan acosao,
a un ‘jorno’ me ‘jui’ a meter...
y de ande puej yo iba a saber
¡que esa tarde habían jorneao!
Un infierno, viera usté,
lo que le cuento no es nada,
hedía a carne quemada
por poco me achicharré.
Y aquí se acabo el bailongo
porque nunca más volví
a cruzar el Piraí
pa' llegar hasta Porongo.
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