MANUEL ANGELO PRADO
(Lima, Perú 1987). Obtuvo el título de Licenciado en Literatura Hispánica en la Pontificia Universidad Católica del Perú (PUCP) con una tesis sobre la novela Generación Cochebomba (2007). Publicó su primer libro, Estación (Lustraeditores) en el año 2011. Al año siguiente, es finalista en el Premio Internacional de Cuento Juan Rulfo. Ha sido alumno de la Escuela de Guionistas de Argentina Guionarte y participó en el Taller Internacional de Guion Cinematográfico en la Escuela Internacional de Cine y Televisión San Antonio de los Baños (Cuba).
Soy carne
echada al fuego
Habito
en las entrañas de un volcán
Mi sudor
indeciso
conoce tus huellas
Espero los vientos del norte y el sur
alimentos de la deseada muerte
Ella ingresa a mis venas
como el grito de un animal
recién parido:
inocente fuerte cálido
Mis plumas
son las primeras en caer
Me lleno de sombras
hasta que el sol
finalmente
reconoce su ceguera
Luego
destruyo los colores
con un aletazo
A esta altura
no hay diferencia
entre el sueño y la sima
…entonces…
mi niñez aparece
tan primera vez
tan nuevamente
tan inmortal
Me gustaría decirles que he soñado con mi abuela
pero su tierra seca no me pertenece
y este cielo sereno se derrite entre los dedos
Quisiera gritar ¡Soy hijo directo!
y darle testamento
a estos cuervos blancos
Me gustaría extenderles un Tratado
entero y justo
mas no soy su hijo
ese aprendiz de político
que cargó unos buenos argumentos
Desearía ser su brazo izquierdo…
Cuando queda tan solo un puño a medio camino
Me gustaría, en fin, refrendar
¡soy un hombre pobre!
Pero su sombra aniquila todo mi espanto
Para hacer el amor, hija mía
encierra
los viejos resentimientos
en un tiempo anterior
junta
en una oración
algunos antónimos
deja que se abracen sobre tu piel
si alguna marca dejaran
será buena señal
procura dilatar
la confesión de las ropas
no vaya ser
que la lluvia
ahogue
tan pronto
la cosecha
sé indiferente a los animales
anidados
en la noche de las cabezas:
tigre cerdo hipopótamo
no los juzgues
(saben mucho sobre ti)
cuando el eclipse del calor y el frío
concluya
tu costado
no recordará nada
abandonará su hombría
para retornar
al sueño salvaje
prueba entonces
como una virgen perdida
el sabor del silencio
de su poemario ESTACIÓN
EPÍLOGO
YO VOY camino a mi muerte… delirante… infantil. Avanzo por las calles con mis cabellos crecidos hacia arriba. Cuando entro en las calles, me río… Me río de los peatones peleándose por un pedazo de reja blanca al pie de un poste vestido de payaso. Yo voy camino a mi muerte, al lado de los moribundos animales humeando su sangre, despacio, sin los cuchillos redondos en mis orejas. Los alcaldes edifican «bellos Andes» en la ciudad Yo solo veo casas de reposo, con sus terrazas coloridas como el desierto Yo voy camino a mi muerte, muriéndome de risa Los hombres son felices cuando compran su best-seller La poesía viaja con los obreros, hacen carreritas y se llenan de smoke Yo voy camino a mi muerte, asustando a las viejas, les lanzo piedras. Sus caderas tambalean. Imagino cómo habrán sido de jóvenes. Me llego a excitar. Yo voy camino a mi muerte buscando silencio Yo voy camino a mi muerte, esperando el amanecer para escribir un poema. Un poema que hable de mí. Un poema para ser engullido por un cuervo. Un cuervo que pueda escupir un pedazo de papel Un papel que diga: «Yo voy camino a mi muerte… delirante… sonriente… infantil. Avanzo por las calles con mi abruptos cabellos crecidos…»
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