Tania Alegria
Escritora brasileña (Porto Alegre, Rio Grande do Sul). Reside en Lisboa, Portugal. Es licenciada en derecho y en ciencias sociales por la Pontificia Universidad Católica del Rio Grande do Sul. Cursó posgrado en el Instituto Superior de Ciencias Sociales y Políticas de la Universidad Clásica de Lisboa. Durante 25 años ejerció la carrera profesional en el sector del comercio internacional y transportes marítimos. Desde 2002 se dedica al estudio de las técnicas de versificación y teoría de la narrativa en el panorama literario iberoamericano. En 2008 su libro de poemas InVerso, en edición bilingüe español-portugués, fue editado por RiE - Redactors i Editors (Valencia, España). Algunas de sus obras en prosa y poética están publicadas en revistas digitales y antologías. Es miembro de World Poets Society. Es fundadora del foro cultural y literario de habla hispana Sala de Escritores, que administró desde 2002 hasta 2009. Es responsable de Remes, Red Mundial de Escritores en Español, para literatura en Internet. Es miembro del equipo editor de la revista literaria Palabras Diversas. Su perfil forma parte del elenco de autores de Biblioteca Digital Siglo XXI.
La poeta ha logrado plasmar en versos de exquisita factura, sin excentricidades, con un léxico preciso y hasta con cierto laconismo pero con una fuerza poética insoslayable, su pensamiento y su sentir acerca de todo aquello que conforma la materia de los problemas fundamentales del hombre: el amor, el destino, la muerte. En la obra de Tania Alegria encontramos el goce del verso y la armonía de una obra poética construida con talento y belleza. La poesía de una dama.
Rafaela Pinto, poeta y escritora (Argentina)
LEGADO
Cuando me vaya
en un rincón del sótano
hallarán un arcón viejo de roble
con el modesto saldo de mis bienes:
mi legado de trastos
exento de tributos.
Nunca guardé por más de una semana
cartas de amor,
tarjetas con ausencias,
números de teléfono,
fotografías.
No encontrarán ninguna flor ajada
en las vetustas páginas de un libro
ni servilletas sucias con poemas.
En el baúl de avíos ya sin uso
hay un par de zapatos de charol
que llevaban mis pies para encontrarte
(nadie se enterará de que eran alas);
algunas joyas falsas, relucientes,
como mis ojos cuando te veía;
ropas fuera de moda
en donde no verán
–porque no son visibles los recuerdos–
la impronta de tu abrazo en mis vestidos.
SIEMPRE QUE MUERO
Siempre que muero, muero de naufragio:
una ilusión mayor, más atrevida,
buceo hondo y róbame la brida
la muerte sin presagio.
Se me veda el derecho de sufragio.
Me encuentra por usual desatendida
cuando viene, avarienta y travestida,
la suerte por su agio.
Por lapso o negligencia
me ahogo ingenua y dócil, con confianza.
Usualmente perezco de inocencia.
Sucumbo de añoranza,
de ingratitud, de olvido, de inclemencia.
Hay veces en que muero por venganza.
DE ENCRUCIJADA
Estoy como quien va, mochila a cuestas,
como quien viene mas no llega nunca,
viajera de pretéritos instantes,
estoy de paso,
estoy de encrucijada.
Dejo vestigios, ecos de penurias,
mi sangre aún escurre por la acera
y en cada esquina, bajo la farola,
hay charquitos de llanto malsufrido
que olvidé de beber antes de irme.
Tal vez me encuentres –si me buscas mucho–
en algún puerto, un bar de mala muerte,
donde apuesto en los naipes que te olvido
y siempre pierdo.
YO TE DIRÉ EN VERSOS
Yo te diré en versos pues consta que la prosa
requiere todavías ajenos a los cómputos
de las ramas que el viento deshojó.
Yo te diré en versos que ya fuimos dioses.
Llevábamos miradas luminosas
y las manos abiertas como cálices
donde cabía el vino de otros vasos,
nuestras palabras cómplices y alegres
recorrían a tientas los senderos
buscando madreselvas redentoras
por rescatar los muros
de su desamparada soledad.
Yo te diré en versos que fuimos Nosotros.
Mas un día partiste hacia un ocaso
donde se inauguraban los pretéritos.
Debí ordenar al clan de mis fantasmas
que mantuviese abiertos los caminos
porque se me adentrase por los párpados
ese polvo asesino de distancias
que se eleva del suelo
cuando tu voz galopa los crepúsculos.
VENGO A MATARTE
Vengo a matarte.
Tardé en decidirme los dos siglos
que pasé recitando un soliloquio
ante el espejo.
Tengo sienes de cal de tanto odiarte.
Se me escurrió la piel sin credo que la asiese.
Descarnada por dentro, abyecta, despojada,
la lengua en hiel diluida, disuelta en improperios,
con la boca repleta de blasfemias,
vengo a matarte
aferrando con mano de homicida,
este puñal de versos.
(De InVerso, RiE - Redactors i Editors, S.L., Valencia, España, 2008)
Tania Alegria conoce el lugar preciso de los versos, de ahí la celebrada sonoridad de los mismos. Igualmente conoce, palmo a palmo, los lugares del amor y de las esperas, esperas que se vuelven palomas hieráticas a la intemperie; ella se deja llevar por ese círculo vicioso y travieso de las palabras a través de las cuales su inspiración, su lenguaje, elevan a la máxima expresión artística su voz imperiosa y llena de sorpresas. Y todo es fina trama. Y todo es pasión. Y todo es hundimiento. Y todo es Verbo o versos que deslumbran y relampaguean.
Delfina Acosta, poeta y escritora (Paraguay)
EVANGELIO DE EXORCISMOS
Vienes con el carisma, el verbo, el signo
y el gesto amable de amputar las sombras.
Impenitente emerges de otro abismo,
desde un lugar sin nombre en mis historias.
Te esperaba en el pórtico de gritos
en donde desordeno las demoras
cifrando un evangelio de exorcismos
en mi ritual secreto de ser sola.
Vienes como quien no, como quien pasa
y al azar se detiene y al acaso
se ve y se reconoce en mis espejos.
Desde hace siglos tramo una enramada
para enredar tus horas en mis manos
y enmarañar tu voz en mis silencios.
ESPERANDO EL AMOR AUNQUE NO EXISTA
Me voy hacia el paisaje de las yermas
llanuras en el mapa de mi pecho,
donde hay un patio con aroma a espliegos
y silencios se yerguen como almenas.
Allí moran mis ángeles de niebla,
los diablos que discurren mis desiertos
y, oculta en el envés de los espejos,
una niña que habla con las fieras.
Estaré revestida de invisible,
sin forma o gravedad, como una nube,
utópica, cual eje de una abscisa,
entrenzando hipotéticas urdimbres
con este odio fiel y esta costumbre
de esperar el amor aunque no exista.
MEMORIAL DE LA ESPERA
Llegó la lluvia con su faz de agua
y repiqueteando en los cristales
en mis ventanas escribió tus signos.
Y vino un frío arduo por las rutas
donde suelen andar los desamores,
se metió por el bies de los portales
y me dijo tu nombre por enigmas.
Me apresuré en adornar la vida
con las cosas que lucen las esperas:
llené jarras con versos e impudores
y del techo colgué claros de luna.
Para que no te aflijas por mis duelos
guardé mis muertos en sus quietas lápidas
y porque no te apenen mis pesares
en el patio enterré los infortunios.
Para tu boca de promesa y beso
mi boca promesante, envenenada,
compuso en el tropel de las demoras
un memorial de infiernos y poemas.
SUR
Tengo un arcón lleno de Sur en el desván
y un mensaje cifrado para abrir la tapa.
Se debe decir tajo sin mencionar la anchura de la herida,
se debe decir tren sin referir andenes
y otros vocablos, como pan y madre,
palabras con la fuerza de la proa de un barco
que rompan olas en el mar abierto.
Hay que decir exilio.
Tengo restos de Sur, como migajas,
en el plato de peltre de la infancia.
Hay demasiado verde en la memoria,
afectos de rodillas en las torvas cavernas de los años,
verdades como puños que mutilan
cada proposición del silogismo
en que se ampara mi armazón de carne.
Alboroza un escándalo de trópicos
la sospechosa paz de mis suburbios
y por eso los perros del olvido rastrean las orillas
husmeando en los trillos mar adentro la sangre en mis pisadas
siempre que parto con mi exilio a cuestas.
NO PASA NADA
La luz chispea sobre el muro blanco donde se desperezan los rosales.
El aire es poco más que una intuición que resbala en la piel y huele a pinos.
La mañana está en paz. No pasa nada.
Y sin embargo, tú, tan desvalida, tan pálida, tan sucia de tormentas,
como si un vendaval hubiese, fiero, demolido la almena de tu patio.
Hongos húmedos cuelgan de tu pelo;
en tus manos se enredan hojas tristes;
humo en los ojos, musgo entre los dientes,
y pecho adentro aúlla una jauría
husmeando los puntos cardinales por oler las cosechas incendiadas.
Tienes carbón debajo de las uñas, tal fue tu saña al escarbar la noche.
Traes manchas de liquen en la espalda por haberte acostado en tantas tumbas.
Cálmate, tú. No hay más que olor a pinos,
alborada serena, brisa suave, alondras despertando en los ramajes.
No hay huracanes destrozando bosques.
No hay incendio en la mies de tus exilios.
La mañana está en paz consigo misma.
Cálmate tú, Marién. No pasa nada.
UN PUÑADO DE ARCILLA
A veces te despiertas y es como si murieses
de espanto y de extrañeza
al vislumbrar el día, discernir sus escollos,
evaluar cuántos pasos te alejan de la noche.
Árido suelo espera la impronta de tu mano
y no hay más que un puñado de arcilla para erguir
la colosal muralla que guarda tus silencios.
Tan sola que tu sombra
no cruzará contigo el gres de los umbrales,
tan muda que las voces
no encontrarán el rumbo que lleva hacia tu oído,
construirás, obstinada, las cercas de tu patio.
Y nada llegará incólume al crepúsculo.
Vendrá la luna clara a alumbrar los despojos
mientras de tu mirada los pájaros emigran.
Mañana volverás, sin otros argumentos
más que tu mano obrera y un puñado de arcilla,
a construir los muros que encierran tus silencios.
(De Memorial de Exorcismos, Colección Biblioteca Digital Siglo XXI, impreso en Bubok, Madrid, España, 2009)
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