Antonio Reseco
(Villanueva de la Serena, Badajoz, España 1973)
Licenciado en Derecho, trabaja en la empresa privada.
Publica en el año 2000 su primer libro, Jardín buscado, que había obtenido una beca a la creación literaria de la Junta de Extremadura. En 2002 aparece su segundo poemario, Un lugar conocido.
Participó en la formación del Grupo Porticvs, organizando numerosos actos y convocando los premios de poesía del mismo nombre. También, dentro de este colectivo, ha dirigido la colección Cuadernos Literarios durante un año y medio. Relatos y poemas suyos han sido editados en revistas como Ala de mosca, Ventana abierta y El espejo.
Es colaborador habitual del Semanario Vegas Altas y la Serena..
Ha traducido del catalán las obras del dramaturgo Emili Baldellou Fer un café y Esbarjo. Es director de Littera Libros.
Ha publicado relatos (El concejo, la chistera y el mago sin memoria, 2012), una obra de teatro (Dickens no tiene corazón, 2012) y los poemarios Jardín Buscado, 2000; Un lugar conocido, 2002; Anotaciones del viaje, 2005; El otoño cotidiano 2005; Geografías, 2006; Huidas, 2009, y London Boureau, 2012. Ahora, la editorial sevillana La Isla de Siltolá publica en su colección “Tierra” Casi no existir.
insomnio
acaso sea este tránsito
por calles solitarias
la respuesta al conocimiento
siempre observación, el reclamo
de un gato, el camión de la basura
que se acerca, y se detiene, y reanuda la marcha
entre ruidos, cada vez más inexactos
han regado los adoquines esta madrugada
y siento la humedad que persiste
-aún da coletazos el invierno-
bajo mis pies
alguna luz aislada en pisos altos
recuerda la posibilidad de la vigilia,
como la que ahora me conduce
a direcciones extrañas por la hora,
inocuas a la clara luz del día
localizada, en la soledad del asfalto,
aparece una marca de brisa fresca
que va doblando el tablero de la noche
y azula el fondo de su decorado
el cielo que despierta
(De geografías)
ÉSTE
El que ahora veis,
que escucha un disco antiguo,
que desperdicia su existencia
en la vaga bruma de los libros;
éste que respira,
que descubre el silencio
y duda de la hora,
de sus consecuencias
y los motivos tajantes
de cada atardecer;
el que ensaya y no corresponde
al inevitable acorde del destino,
éste que ya no reconoce
la torpe exactitud de la memoria
y acata sus veleidades,
sus imposibles caprichos.
El que todo lo repite
en la inútil misión
de encontrarse, de saberse;
éste que reescribe sus temores,
su muerte,
el olvido seguro
de su nombre.
(Inédito)
UN HOMBRE
un hombre regresa,
se mira al espejo, distrae con parsimonia
sus pensamientos
y se queda solo
un hombre regresa
hasta el centro de su sombra,
examina su pasado
sin un atisbo de nostalgia,
desafía su arquitectura
con el tesón
de quien espera por última vez
y pretende borrar
la agonía de su nombre,
distinguir el equilibrio necesario,
comprender que su mundo
retoma el cálculo que lo mueve
un hombre
que discrimina en el atardecer
una figura conocida,
el ciclo que asegura
el valor que le sostuvo
y persevera, y aguanta,
y se hace fuerte
pero sabe imposible su intento
un hombre regresa
y no recuerda
haber vivido
PRIMO LEVI SE SUICIDA
jamás hemos abandonado
la cuarentena
una tregua tal vez, un no estar
lo escrito sobre mi buró
preserva el testimonio de un muerto,
lo que se expande
no es este cosmos
que disfraza de anuncios televisivos
las horas de la madrugada,
es este hueco en la memoria
por donde vomita su afán
la memoria misma
un fantasma vino del frío
y mostró su ira en la penumbra
marcar un tiempo, elegir el método
cuando duele la vida
nada impide dejarla,
pero el coraje es un magisterio de pobres
siempre el remordimiento de no morir,
el cansancio que implora perdón,
la excusa por haber aguantado todos estos años
y ser, como quien dice,
un cadáver disidente
no hemos abandonado
jamás la cuarentena
y la convalecencia que sufrimos
ahonda en la amargura de haber vuelto,
de haber desertado
con la misma cobardía del verdugo
que conoce el privilegio de su oficio
y lo pone en práctica
nunca se relaciona a los supervivientes,
el parte de guerra
sólo habla de las víctimas
CATEDRAL
también esta luz
que atraviesa a mediodía los vitrales
parece huir hacia algún lado
se revela, catapultada,
hiriendo la historia, sus facciones en la piedra,
en un haz de prodigio
e interrogantes
el suelo conserva el estigma
de quienes vinieron hasta aquí
contemplo con asombro esta metáfora,
este no querer detenerse
entre los pilares que elevó el dogma
y la sangre del desconocido,
justo hablando en la calma de la oración
que, poco a poco, distorsiona sus cuentas
debe ser invierno,
un frío día de invierno
que hace más valiosa
la realidad de su presencia
y nos deja el mensaje indeleble
de que todo, la luz misma, está de paso
los goznes, que abren y cierran
el milagroso cuerpo del silencio,
consiguen retener por un instante
este rayo
que atraviesa a mediodía los vitrales
con la audacia
de quien se sabe inasible
pero es inútil
el mundo rota,
y se vuelve más oscuro en su intimidad,
viene y marcha
desarrollando un ejercicio de aritmética
y evita con justicia
los apodos que ahora tiene
permanecer, querer permanecer
es obligar a la verdad
a vivir consigo misma
también la luz
se aleja hacia algún lado
WANTED
el temor de la distancia, el polvo sobre el cuero,
¿tendrán algún día recompensa en el descanso?
La editorial sevillana La Isla de Siltolá publica en su colección “Tierra” Casi no existir, 2015, del que reproducimos un poema dedicado a Juan Ricardo Montaña.
SESTERCIO
La cara del emperador
está recubierta por una pátina verde.
Su poder es ahora el afán de un coleccionista,
la esclavitud en las celdas de un álbum.
No hay conquista, ni tradición, ni lujuria.
Apenas este cobre que adelgaza
como metáfora de los nuevos tiempos;
una devaluación no sujeta a patrones
ni a ninguna economía de guerra o de paz.
También se conoce la vocación de la vieja ramera
que la hizo circular de mano en mano.
Ceder, quizá, al valor del olvido.
Será la última dignidad a que podrá aspirar
quien lo tuvo todo y ya no existe.
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