lunes, 8 de marzo de 2010

GABRIEL IMPAGLIONE [016]




Gabriel Impaglione 

(Nació en Buenos Aires.1958). Dirige revista literaria Isla Negra, coordina ediciones en italiano y sardo de Isola Nera e Isola Niedda, respectivamente, dirigidas por su esposa Giovana Mulas, escritora italiana. Y la edición en portugués, Ilha Negra, junto a Amelia País, Portugal. Posee algunos trabajos traducidos al portugués, italiano, ingles, sardo y francés.

Publicó "Echarle pájaros al Mundo" (poesía, Ediciones Panorama- BsAs- 1994); "Breviario de Cartografía Mágica" (poesía, El Taller del Poeta- Galicia- 2002); "Poemas Quietos" (Antol. Editorial Mizares- Barcelona- 2002); En e-book "Todas las voces una voz”- Universidad de Educación a Distancia, Madrid, 2002; "Bagdad y otros poemas" (El Taller del Poeta- Galicia- 2003); Cuento "La manada"- 2do premio Antología Escritores Hispanoamericanos en el Mundo- (Edit. Bellvigraf- Córdoba -Arg.- 2004); "Letrarios de Utópolis" (poesía, Linajes Editores- México- 2004). "Cuentapájaros" (poesía, en prensa, Taller del Poeta- Galicia). Poemas en Antología Canto a un Prisionero, Edit. Poetas Antiimperialistas, Canadá, 2005; “alala”, Taller del poeta, España, 2005, también en versión italiana. “Papeles de Sardinia”, poemario bilingüe (italiano-español) en prensa. 2006
Algunos trabajos traducidos al portugués, italiano, ingles, sardo y francés.






PREGUNTO: ¿DÓNDE ESTÁN LOS NIÑOS?

He visto las mismas bombas que astillaron Bagdad
como una antigua magnífica cerámica
caer con su bramido de roja singladura
sobre Beirut.
¿Es verdad que el miedo se espesa
hasta hacer coraza de la piel ardida?

¿Cuánta muerte, Andrés, amigo mío,
significa Israel partida por la rabia?
¿Se puede medir la gravedad del miedo,
la profundidad de la sangre?
¿Cómo se dice: ¡Basta! para que se entienda?

¡Cuántos muertos sin muerte en los refugios
donde también se apilan desmemorias!

¿Es verdad que en Beirut las calles
conducen sólo a una gran tumba abierta?

¿Dónde están los niños?
¿Han sobrevivido las muchachas que resplandecían
detrás de los inmensos ojos negros?
¿Va de cadáver en cadáver la poesía
que abrió las ventanas del Líbano
a paisajes de andamios y de pájaros?

¿Dónde esta los niños?
¡Dónde!
¡Dónde están los niños!

Generales, mercaderes de armas, traficantes
de banderas, secuaces del imperio:
¡dónde están los niños!

Si es verdad que las heridas
lloran gotas de respuestas rotas, el aire
es espada que destroza la mano que la empuña.

¿Porqué Joumana los verdugos
cuando todo pedía por el canto?

¡Dónde están los niños!
¿Junto a los huesos de sus padres en las cárceles
y los centros de tortura?
¿Bajo la lluvia de plomo a mansalva?
¿En las orillas de las ciudades sitiadas por el odio?

Las mismas bombas que una vez y otra
se repiten imbéciles, ciegamente imbéciles
sobre plazas, mercados, aulas y cocinas,
sobre los niños del Líbano y Palestina,

sobre todas las conciencias
también caen ahora sobre mi casa.








A LA ESPIRAL DEL RUMBO LOS SENTIDOS

Como abejas laboriosas
y una hora de luz
que viene con su inmensa cuchara azucarada.

La altura desprende espejos sobre la montaña
mientras crece en los cipreses
el murmullo del viento
escurriéndose hacia los confines de la hora.

Ay Sardegna, isla dura y antigua,
cuatro veces nacida de sol azul,
de secretos embates milenarios,
de melancólico horizonte cargado de navíos.

En la vid y el olivo la virtud latente,
la vigilia en la cima de la núraga,
plegarias de sol en un sendero de cabras,
leña ardiendo en el centro del invierno.

He reconocido la esencia del abrazo,
los caprichos de su arquitectura.
Su rito de máscaras en el frío carnaval
de las llameantes risas con campanas.

Voy por sus detalles como un niño.
Todo ante mí inaugura su misterio.
Ahora y ahora encuentro en los instantes
el amor prendido como un canto.







DESANDAR EL DESÁNIMO

Desanimar el desánimo
deshilacharlo
que se desdibuje
grotescamente
y se destierre
y se deseternice
y su deshielo nos descubra
llenos de desimposibles.








ARGENTINA, 1976.

He visto los hombres trepar a la sombra
tensando los arneses aún dormidos
y marchar unidos en el esfuerzo bestial
hasta montar el sol sobre la tierra.

Entonces salían de todas partes los niños y las madres
y luego los mercados llenaban las veredas
de silbos y manzanas.

¡La alegría de las gestas domésticas
coronadas por la dignidad del almuerzo!

He visto largas caravanas de obreros en el alba
marchar hacia el metal de la sirena.
Ágiles bicicletas con la vianda,
la radio colgando del manubrio.

Hasta que el estrépito de ráfaga
de cañón maldito
de horrorosa muerte
abrió un boquete en cada casa y entró la niebla negra.

Todo se retorció como un pez en la arena,
hasta ser tragado por el miedo.

Desapareció la
fábrica.
También el hombre.
Y los hijos, y los mercados con silbo, y las radios
que no fueron sino un espejo del infierno roto a veces.
La universidad de Luján fue clausurada.
Encadenaron la luz en los sangrientos sótanos,
persiguieron los brotes del canto asesinado.

El abrazo fue un código secreto
la patria un dolor ahogado bajo la tortura.
Y el sol deseo apenas musitado
entre los nombres de los
que ya no estaban.








HE VISTO AYER, TAL VEZ DE MAÑANA

He visto ayer, tal vez de mañana,
cerca de una hora precisa de pan caliente
todavía, al hombre que pasaba
con sus hijos en la boca.
Rodaba en su bicicleta sobre un hilo
de regreso urgente.
O volvía a llevar la misma mirada de imposibles rota.
A dejarla en la cocina como una medalla,
un trofeo astillado, un punto de partida.
Cargaba una bolsa redonda, hinchada
de almuerzo y las manos en los brazos
y los brazos en los hombros
y los hombros rematando la ancha espalda
transpirada.
Ay mi amor el hombre que estrenaba
el brillo en los ojos, el aire en los pulmones,
la honda y poderosa esperanza.
¡Lo hubieras visto!
¡No vi guitarra tan llena de auroras!
Caminaba sobre el viento
con breves pasos circulares
y silbaba.
Iba detrás del abrazo, del buen día,
como si lo arrastrara el alma.
Y a sus espaldas flameaba una pared,
un torno, un crisol, una espiga!
Habrá sido un martes de espadas,
o aquel jueves que los diarios callaron,
pero lo vi deambular por el residuo
y me preguntó la hora.
No hay apuro, me dijo y fumamos,
la basura no tiene memoria.
Me llevé su mirada de
granito y cartón,
su rostro desatando los abismos,
y en ese espejo me conté los años.
Ay mi amor, si supieras tanta palabra
inútil que ronda en los periódicos!
Hoy es lunes de mirar distinto.
Silbaba y en su camisa el viento fresco
era remolino de mesa servida,
un come despacio con sol afuera,
fiesta del pan que me ha llenado el alma.








MUJER

Esencia original del pan y la alegría.
Ramo de luz que viene
por el hijo de la sombra,
le otorga palabra y fundamento,
confiere verdadera estatura de hombre
y con un soplo apenas,
brisa de claridad, avenida
de invisibles mariposas,
extiende el sendero del amor en la tierra.

Multiplicadora de nombres y geranios,
sabores, fusiles y banderas
(que es mujer la Patria
y Mujer la dignidad y la rosa.)

Establece primaveras con la boca
y gobierna los ciclos y las cosas.
Núcleo celeste
corazón del tiempo
fortaleza de la ternura.
En sus mareas el sol y la luna
son peces de plata que convocan
los oficios del hombre y de los sueños.

¡Ay cántaro del día!
Puñado de agua, llama
en el silencio de las horas huecas.
Mitad que me desmuere.
Honda plenitud de la maravilla.







POÉTICA

Abrir los pasadizos secretos
de las horas deshojadas,
a tientas intentarlos,
ocupando las manos,
la terca voluntad de taladro,
la inconsciencia empuñando
el oficio de topo abecedario.
En el final de cada túnel
a veces, la poesía.








YO SÉ UN DÍA DE PANES

donde todos los colores
donde todas las guitarras
donde la vida toda.

Yo sé un día de panes
cuando todos los colores
cuando todas las guitarras
cuando la vida toda.





A LOS PESCADORES DE RETA

Fue tarde entonces cuando estrené los brazos.
Cuando recibí barba y bandera
las orillas estiraban
su soliloquio entre los pájaros
y no había sino huecos espumosos
en el lugar donde se multiplicaron las barcazas.
Quién sabe dónde las redes,
en qué graves mareas se hundieron los oficios.
Llegaban cegando la luz horizontal
del crepúsculo
cargados de plata refulgente,
agotados y sonrientes bajo sus sombreros.
Victoriosos burladores de arcanos marinos
llegaban a la costa montando las rompientes,
blandiendo sus puños mordidos por las cuerdas.
Allí latían revelaciones de ultramar,
se narraba la gran ciudad del agua y el salitre,
comenzaba la contabilidad pieza por pieza
de mano en mano, centavo a centavo.
Se le cantaba al cardumen como al sol o al aire.
Llegué tarde al vértigo del oleaje,
al perfume exacto de la rosa de los vientos.
Allí, de pie, en otro siglo de huellas descalzas
tan sólo un roído barco hundido en la arena
y lejos la estela de los pesqueros invisibles
sobre cuya ruta aún trazan su círculo las gaviotas.
De vez en cuando un viejo pescador emerge
vestido de algas, de peces de relámpago,
y desata los nudos marineros de los vientos
mientras un niño, calladamente alegre
rompe el límite del agua con la risa.








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