miércoles, 9 de julio de 2014

ADELAIDA DEL MÁRMOL [12.227]


Adelaida del Mármol

(1838-1857)
Adelaida del Mármol nació en Holguín, CUBA  y después vivió en Santiago de Cuba. Junto a su amiga, la también poetisa Luisa Pérez de Zambrana, formó parte del cuerpo de redacción del periódico santiaguero "Semanario Cubano". Poemas suyos aparecieron en "Revista de La Habana" y "El Kaleidoscopio". Figuró en varias antologías, entre ellas la de José Manuel Carbonell: "Evolución de la cultura cubana". 

Adelaida de Mármol murió a los 19 años sin poder desarrollar a plenitud sus grandes posibilidades creativas y su exquisita sensibilidad.




El jazmín de mi ventana

                                Lindo, esbelto, delicado,
con ramajes de esmeralda,
es bellísima guirnalda
a mi reja entrelazado;
   de flores mil esmaltado
lo miro cada mañana,
suaves perfumes emana
de sus pétalos de nieve,
y dulce mi alma conmueve
el jazmín de mi ventana.

   Cuando risueña aparece,
velada en gasas la frente,
el alba allá en el Oriente
y suave fulgor ofrece;
   cuando el cielo se embellece
con las sonrisas que emana
su faz de zafir y grana,
antes que Febo la abrume,
voy a aspirar el perfume
del jazmín de mi ventana.

   Para él lágrimas la aurora
vierte en cascadas de perlas,
y va el céfiro a beberlas,
con languidez seductora;
   esta planta encantadora,
nacida en la tierra indiana,
aunque púrpura galana
no tiñe su blanca frente,
inspira más a mi mente
el jazmín de mi ventana.

   Cuando la Luna apacible
con sus rayos lo ilumina,
mi débil frente se inclina
sobre su ramo flexible,
   y mística, indefinible
felicidad sobrehumana,
de los ángeles hermana,
a mi alma infantil desciende,
porque entonces me comprende
el jazmín de mi ventana.

   Por no causarle dolores,
nunca adorné mis cabellos
con esos ramos tan bellos
que forman siempre sus flores;
   y a los divinos albores
con que hermosa se engalana
del trópico la mañana,
con celestial embeleso
en cada pétalo un beso
di al jazmín de mi ventana.

   Flores atesora abril
de suavísimos olores,
ricas en forma y colores,
siendo galas del pensil;
   mas aunque lucieran mil
con su hermosura temprana,
camelias, mirtos y liana,
rosa, clavel y amaranto,
no tienen el dulce encanto
del jazmín de mi ventana.

   Cuando descanse yo un día
en la mansión solitaria,
y se escuche una plegaria
en torno a la tumba mía,
   bajo la lápida fría
fin de esta existencia vana,
do la vestidura humana
para siempre allí reposa,
que crezca sobre mi losa
el jazmín de mi ventana.






La paz en nuestro hogar

A mis hermanos

                                Apacible, risueña, venturosa,
cual página más bella de su historia,
como raudal de ensueños de oro y rosa
que goza en recordar nuestra memoria,
como antorcha que alumbra esplendorosa
las horas de la vida transitoria,
que «La paz en nuestro hogar» florido
quiso formar su delicioso nido.

   Ella todo lo encanta y embellece
con sus luces tan suaves y adorables
y a la mente constante hoy ofrece
por doquiera emociones inefables,
ninguna pena aquí nos entristece
y las horas transcurren agradables
en la mansión hermosa de contento
do el amor fraternal tiene su asiento.

   ¡Ah! Cómo admiro este feliz recinto
por su elegancia, gusto y simetría,
por tantas flores de color distinto
que ofrecen su dulcísima ambrosía;
entusiasmada a veces yo las pinto
en los cantares de la lira mía,
¿y cómo no cantarlas, si son ellas
interesantes, púdicas y bellas?

   No del mundo los fútiles placeres
en nuestro hogar imperan seductores,
ni el brillo, la ambición y los poderes
tienen ecos aquí halagadores,
empero en él existen nobles seres
que desdeñando el fausto y los loores,
sus horas de solaz y de alegría
consagran a la música y poesía.

   Aquí nuestra existencia se desliza
tan igual, apacible e inocente
como las ondas diáfanas que riza
el céfiro en la nítida corriente,
la dicha los objetos poetiza,
y no ocurre jamás a nuestra mente
hallar un porvenir más halagüeño
que este presente, plácido y risueño.

   Y dan mayor encanto a este paisaje
formado de contornos deliciosos
por ángeles que con célico lenguaje

expresan sus ideas venturosos,
al mirarlos dormidos entre encaje
querubines parecen amorosos,
de la inocencia envueltos entre el velo
y enviados a la tierra desde el cielo.

   Consoladora Paz, yo te bendigo,
por ti será mi voz tierna, elocuente,
porque siempre tu antorcha va conmigo
y tus luces derramas en mi frente,
muéstrame siempre tu semblante amigo,
cúbreme con tu manto eternamente,
y gozaré de venturosa calma
junto a los seres que adora mi alma.






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