PERCY VÍLCHEZ VELA
Panguana, Río Amazonas, Perú (1960)
Pertenece al Grupo Cultural Urcututu. Su primer libro fue el poemario: El Andante en Yarinacocha. Luego editó el libro de ensayo: El Linaje de los Orígenes, historia desconocida de los Iquito. Posteriormente el libro de cuentos: Inquilinos de las Sombras y Los Dueños de Astros Ajenos . En la actualidad, reside en Iquitos donde labora en varios medios escritos del lugar. Tiene tres novelas inéditas.
De Santuario de Peregrinos mostramos los siguientes poemas:
PLEGARIA A UNA MUCHACHA IQUITA
Nadie te conoce. No. Pero yo te canto.
Federico García Lorca.
CONCÉDEME tu urna funeraria para reposar a la bartola
todo un año,
Como tripulante fatigado de sus extravíos.
En tus mantos de ayer no me levantaría 365 días
a escuchar los cotorreos de la mañana,
espantar a las moscas que me disputan el desayuno
o correr como idiota al trabajo.
En tu regazo perdido me gustaría descansar
a pierna suelta un año entero más un siglo,
porque estoy harta de tantas cucamonas,
de zurruscos a la hora del almuerzo,
de salarios que no sirven ni para el llambino.
Concédeme tu Casa del Sol para dormir
con toda concha un año entero con sus parrandas
y sus comilonas,
para no escuchar los discursos de los sabios que graznan
ni asistir a la carpa de todos los días
con sus saltimbanquis de tres por cuatro
y sus cuadrúpedos bailarines,
y para implorarte que me traigas
mis sabores primeros de Panguana.
No permitas que caiga en la locura de fiar menestras,
de deber a usureros,
de confiar mis desatinos a ineptos bachilleres.
Concédeme tus liturgias de ayer
y el antiguo culto de la inmensa cruz
para convocar a los profetas con cuernos
y a las santas de los caseríos,
para ver si alcanzo un astro errante
o una nave con loterías del firmamento,
para no sentir que navego entre falaces.
Y después del descanso despertarme por completo
para dedicarme con más furia a mis asuntos
ODA A LOS PÁJAROS TUTELARES
YO canto a los gallinazos con emoción de baladista
de los arrabales.
Contemplo su vuelo sobre los techos mogrentados
como alados burros de carga, moradores de un circo
perdido.
Y pienso en los grandes negocios a oscuras,
en los padrinazgos corrompidos.
Altas aves de vuelo continuo, en perennes arremetidas,
sobre lo que nos sirve, los que deshechamos.
¿Cuántas cosas inservibles nos acompañan en esta travesía
como un mal legado?
¿Quién nos soportaría con las mugres que acumulamos
día a día?
Desde lejos, y cuando están entre las palmeras o las castañas,
me parecen ruiseñores de la mañana sucia,
alondras para saludar a pordioseros y sus andrajos.
Me entusiasman los gallinazos cuando atacan las altas
cumbres de basura, los desperdicios de ocasión y nada nos cobran.
Nada nos reprochan por más que no tengamos las manos
limpias, ni limpias las cuentas con el mundo.
Algo de nosotros, lo que no queremos, se llevan en sus picos
por el cielo.
Y ayudan a dejarnos sin porquerías que contemplar,
sin cochinadas que despreciar.
Como damas ufanas se acarician en la orilla del lago Morona
y me enternecen igual que mi mujer cuando se acicala en el cuarto.
¿Qué carroña miran codiciosos en nosotros cuando vamos
a cualquier parte?
Exijo a quien corresponda palomares de gallinazos,
en vez de querer matarlos, hoy 27 de enero del 2005
porque peligran los aviones, los pasajeros.
Yo seguiré cantando a los gallinazos día y noche
en cualquier taberna,
con emocionada voz de baladista de los arrabales.
RECUENTO DEL AÑO PERDIDO
CUANDO termina el año amontono los 365 días
entre la ropa sucia.
Es absurdo lo vivido sobre latas de cerveza,
periódicos viejos,
la labor mal pagada.
Es posible que entonces llore como varias magdalenas
por lo fugaz de tus pasos entre los toronjales de Panguana.
En esos 365 días, domingos y feriados incluidos,
se quedan mis más fieras cruzadas,
mis desquiciados sueños,
,mis trilladas ilusiones y mis pleitos en cantinas.
Nada de esos días volverá a transitar sobre los muebles
que envejecen como envejecen mis pantalones y las guanábanas
de la huerta.
Los muros de Iquitos no soportarán más milenios
ni los cuerpos soportarán más quebrantos.
¿Cuántos 365 días he acumulado hasta ahora
como un antro inútil?
¿Cuántos me faltan?
¿Nada durable sale de la mano del hombre?
Contemplo el pasado reciente como algo digno
de las cosas tristes,
de los trastos de la cocina.
En el sitio de siempre me pongo a cavilar, celebrando
mis ocurrencias sobre el tiempo.
¿Lo eterno vendrá como un cumpleaños de madre?
¿Qué recordaré de las citas con Natalia en la maloca,
de los viernes tan puntuales, a las 8 p.m.
del sabor de sus camucamales?
¿Qué haré con lo que he perdido,
lo que no retorna nunca, sino arrojarlo por la ventana de atrás?
¿Dónde acumularé los 365 días que se vienen
sino en lo que trata de perdurar?
Una vez que termina el año, no hago el recuento
de mis desventuras, ni festejo funerales,
sino que amontono el calendario
entre los trastos de la cocina,
las colillas de ayer
y la ropa sucia.
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