Dezsö Kosztolányi
(Szabadka, 1885 - Budapest, 1936) Escritor húngaro. Durante la segunda enseñanza se distinguió por la precocidad de su talento y sus dotes no comunes de estilista. Estudió letras en la Universidad de Budapest, donde trabó amistad con Mihály Babits, quien, más tarde, le llamó "hermano espiritual" suyo; ambos tenían de común la veneración religiosa de la forma y amaban igualmente su lengua, de la que eran también unos maestros no superados.
A los veintiún años abandonó la Universidad y se dedicó al periodismo; en 1907 publicó su primer volumen de composiciones líricas (Entre cuatro paredes), que le reveló poeta muy original. Obtuvo su primer gran éxito con Los lamentos del pobre niño (1910), en el que aparecen ya las características esenciales de su arte: el amor hacia las pequeñas experiencias de la vida cotidiana, y un encantador intimismo.
En los volúmenes ulteriores (Concierto otoñal, Magia, Amapola, Pan y vino, y, sobre todo, Los lamentos del hombre triste, 1924, y Desnudo, 1928, que representan la etapa de su plena madurez) cabe añadir el sentimiento de la soledad del hombre extraviado en la selva de la metrópoli, un humorismo sutil, levemente grotesco, un temor creciente de la muerte y un afecto cada vez más tierno hacia el mundo exterior.
En las novelas nuestro autor sigue poco más o menos un método idéntico; y así, no emplea los acostumbrados recursos del género psicológico, sino que se interesa únicamente por la vida externa de sus héroes (el emperador Nerón en El poeta sanguinario, una camarerita en Anna Édes), una tosca doncella en Alondra). Al virtuosismo de Dezsö Kosztolányi debe la literatura húngara gran parte de las más bellas traducciones de clásicos (Shakespeare, Calderón, Molière, Goethe) y de poetas modernos occidentales y orientales.
Sándor Marai dijo: «Todo lo que Deszö Kosztolányi escribe es invariablemente perfecto».
Cuarenta años
Cuarenta años cumplidos, una noche
te despiertas, después de largo rato
no te podrás dormir. Miras tu cuarto
allá en la oscuridad. Y lentamente
piensas sobre aquello y esto. Yaces,
con los ojos abiertos, como luego
en el sepulcro. Es el viraje, cuando
tu vida tira por el camino nuevo.
Te maravillas de que hayas vivido
entre tierra y estrellas. A tu mente
viene una vaguedad. Le das vueltas.
Te cansas de ella y la dejas caer.
Oyes a veces un ruido en la calle.
Sabes qué significa cada ruido.
No estás triste. Sólo sereno, atento.
Casi tranquilo. Suspiras. Te vuelves
de cara a la pared. Duermes de nuevo.
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