martes, 10 de abril de 2012

6454.- ANTONIO CORREA LOZADA

ANTONIO CORREA LOZADA. Nació el 21 de septiembre de 1950 en Pitalito, depar­tamento del Huila, Colombia. Estudió Sociología y Edu­cación en Bogotá y Quito (1974-1978), Gestión Edito­rial en México (1981) y en Bogotá (1984), y Gestión Cultural en Madrid invitado por el Gobierno Español en 1995. Se ha desempeñado como editor y gestor cultural en Ecuador, México y Colombia. Es impulsor y colaborador cercano de la revista Vericuetos—Chemins Scabreux, edición bilingüe español—francés, y de la re­vista Común Presencia, ambas editadas en Bogotá.Ha publicado tres libros de poesía: Desolación de la lluvia, Húmedo umbral y El vuelo del cormorán. Sus poe­mas están incluidos en varias antologías latinoamerica­nas y españolas. El relato que publicamos, “El hombre de las agujas”, da título a su libro inédito de cuentos.



OSCURO RITUAL

El sueño avanza
golpeado entre delirios
y el poema
su ala perdida e inasible
Insectos gritan
y ondulan las hojas ebrias de mayo
Hombres gordos como ganado
cargan en sus espaldas
la palabra emboscada
Incisiones profundas
oquedades
tumbas envueltas por el verdor
la niebla
ramos enrojecidos ramos marchitos
lleva y trae la muerte en su gran borrachera



TRANSEÚNTE

Viajando somos frágiles
en la tenue morada del amanecer

Viento que traza en el polvo
la mueca secreta del ausente

Calles enceguecidas
por el ojo cíclope de los edificios
Fuerza abierta del túnel

La vida expuesta
en fugaces y oscurecidos trazos

mientras la memoria
clava su asombro
en las ciudades enterradas




CANOA

En la cárcel del agua
una estrecha oquedad
lleva con parsimonia
las vigas de mi cuerpo
No sé si muero o vuelo
sobre oscuras maderas





El poeta

Por años el deseo forma las palabras
y elige el centro de su estrella

En el Valle
deambulan diminutas certezas
que cubren al que duerme
en atávica nube

Y habla quien viaja
con un cardo
entre los párpados






Profecía
A Carlos Fuentes

Una línea de caballos
trota solemne y detiene las olas

Sobre el espejo negro del horizonte
baja la marca

Yo soy el dios solo aquí en Tenochtitlán
otro
viene feroz y acorazado
por el sueño espumante del augurio

Hilo falso que corta en dos mi cuello





Mirada

Ah, la vejez obscena
que mis ojos conocen desde niño

Alta y soez
recorre la casa como diosa de cobre
en el afán perverso de mostrar sus escombros

Luego se instala días enteros en el corredor
a mendigar con una rota cuchara
y todos los enseres que
arrastra en su despojo




Casa en el agua

Bajo el sol palpitante
un gemido
oscurece la casa

La ciega caída de los árboles
doblegados
por el baile ebrio de las aguas

Su cuello verde y silencioso
rinde el callado presagio del que sueña

Casa construida con la fuerza de un puente
en la humedad que avanza

Alguien pide clavos madera
soga y alambre
para afianzar su mundo
mientras una masa arrastra
la piel de las cosas domésticas

La lluvia ensordece
sobre las maderas

Y del agua emerge
el cuello del animal
y suave
asciende
la casa estremecida









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