miércoles, 18 de abril de 2012

6545.- ANA CARDINALI




ANA CARDINALI
Nací por azar en Buenos Aires. Resido por capricho en Córdoba. Desde hace 25 años soy del mundo.
Creo en los misterios narcóticos de la música. En las múltiples vidas que los libros te hacen vivir. Creo en la familia y en los amigos. Creo en el conocimiento y en la palabra. Creo en la energía del universo. No creo en Dios. Creo en el silencio y en la paz.
Estudio psicología. Escribo poesía. Hablo inglés, francés -relativamente- y español. Me defiendo un poco con la telepatía. Tengo un padre, una madre, una hermana, un cuñado, un hermano, una cuñada, una sobrina. Cuatro tíos, cuatro tías. Un abuelo, una abuela. Cuatro primas y cuatro primos. Y vaya a saber cuántos parientes más.
Casi siempre sueño con gatos y con catástrofes naturales.
No soy artista, ni poetisa, ni azafata, ni ingeniera, ni titiritera, ni bióloga, ni trabajadora social, ni psicóloga -todavía-, ni actriz, ni ni ni…no soy muchas cosas, pero soy…y eso es todo lo que importa.
WEB: http://anabelencardinali.com/



Vocecitas rescatadas de un cuaderno blanco

Estar atada
loca, loca de todos,
muda,
enferma de ignorancia,
venerando el aturdimiento del silencio.

Este es mi desquicio
puedo compartirlo
pero nadie lo entiende.

Me arden las esporádicas palabras de la costumbre.

Hablo en definitivo
para caracterizar el diminutivo
de nuestras ínfimas risas.

Una conexión,
dos conexiones,
un universo absurdo que se quema como un fósforo.

El ruido solía ser un lugar habitable. No nos teníamos miedo.

Me faltan y me sobran tantas cosas
para escupir en este papelito blanco
que es mi pasatiempo.

Pensar en la infancia, argamasa volátil.
O cantar una canción sin saber la letra.

A esta hora, después de empatar con el sueño.

Hoy pienso tan poco en mí, que he de pensar en ellos.

Maceta rota del destino ¿dime dónde crecerán ahora mis flores?

¿Quién soy yo cuando no soy un simple punto intermitente en la vasta infinidad del universo?

Hay algo más que algo.

2010




Love Still

Tengo años costurados al vientre
y en ellos finalizan los brotes falsarios
que abundaban en los planetas de tu boca.

Todo reverbera en calma
y aún sigo buscando en mi cuerpo
las espadas que solían lastimarme,

alucino que prevalecen
para sacudir el voyeur de mi tristeza
hasta que la debilidad le bese las heridas.

Y poseo mi estela contrariada,
que descansa sin estrellas en el revés
de nuestros itinerarios más sagrados,

te digo que un salto al vacío
requiere de arrebatos ocasionales,
la presión de un dedo frío en la espalda
o siquiera las migajas del recuerdo
marcando el camino hacia provincias brumosas.

Pero sé que siempre nos quedará el aire.

Respira amor, respira,
sumerge los rencores
en los suicidios del arte,

no me convoques
en tu afán prematuro,

porque casi no quedan semblanzas
para ahogar en la última aurora,

antes de la luz erraremos
en los ángulos anónimos
de nuestra ficción más auténtica,

y siendo extraños con la pasión vagabunda,
tendremos la condena de un adiós

para seguir amándonos todavía.





Negaciones que olvidan

No me quieras,

ni te aferres
al centímetro de piel
que tu mano engendró
en mis costados,

no te paralices
en el bautismo
de mis muslos
ni en la frontera
de mis huellas.

Poco a poco
la hierba
deja de moverse
con el viento,

no respires,

nos perpetuamos
estáticos en la memoria,

sutilmente
robo de tu boca
los cereales y la miel
que un día labramos

como avispas apareándose
con el aguijón en la lengua.

No me mires,
tengo fósiles por manos
y unas mejillas
que desmoronan palidez,

yo soy determinante

pero cada vez
que tus ojos
juegan a arrastrarme,
se derriten los glaciares

y reverberan de antaño
los primerizos desquiciados
al borde del delirio.

No me extrañes,

que en esta cárcel
ya encerré
una nube
entre mis brazos

y día a día
se condensa
hasta que llueves,

horadando
tu silueta

en las regiones
más sensibles
del recuerdo.






Mudarse a la vida

Hace tiempo
que el espejo se sumerge en los escombros,
que las manos envejecen al decir adiós,
que somos rehenes de lo invisible.

Entre la bruma y la ceniza
perdimos algo esencial.

Era necesario descifrarnos
en las palabras del insomne,
en los ojos del hombre herido
o en la renuncia inesperada del suicida.
Apagar las luces
como derruidas estrellas

Cántame, cuéntame, ármame.

Tú y tu clásico entender de las costumbres,
dime que el tiempo que tejíamos
no era sólo de criptas y ataúdes,
que las miradas no añoraban el mar
como velas vivas o incendios.
Que nunca fue en vano
conjugar tu llegada con el vuelo de los pájaros
o acaparar la insistencia del nudo
con el poder de sus extremos habitados.

Aquí en este silencio intermitente
como un faro que renueva,
hay una historia en movimiento;

te hablo, te nombro, te desarmo;

el suspiro establece
lo que se termina y lo que comienza:

…………………Un montón de huellas
…………………abandonan la soledad
…………………y se llevan los recuerdos,

……………………………………anhelo de niña,
……………………………………vendas del corazón,
……………………………………un horizonte.




Alud

Violenta hora
en que despegué
los párpados del sueño.

Día frágil,
incompletamente entero.

Me obligo a padecer
esta enfermedad silenciosa;

arrastro el lenguaje
de las fracciones de tierra
en mis raquíticos ánimos,

y revivo el crimen atroz
de las estrellas amargas
que rasgan la noche
desnudándola de olvido,

crece el pulso
de espanto sin vértices
y se aúna a mi aire,

triste mecánica existencial
del corazón que alucina.

Esperar, esperarte
……………contra el suelo

y sentir como rugen los fantasmas
que creen escaparse de la muerte.




Cosas imposibles

“De hecho, todo el cosmos es un símbolo posible.”
Aniela Jaffé


I.

La piedra habla. Distingue el idioma humano en el fondo de su paladar y lo enuncia.
El miedo la abraza a un silencio que la desovilla para volver a enunciar.
Una pequeña lucha inadvertida.

Más allá del milagro, las personas arañan importancias.

II.

Aquí no hay nada. Me anudo a alguna existencia menor. Pero no hay nada. Y para consolarme intento una escritura, pongo el dedo en el detalle y en la palabra, o en el detalle de la palabra, como si se tratara de una península que me abandona el cuerpo. Me dejo habitar por los desaparecidos, por los rincones en los que merma la frecuencia, por el ahogo primordial.

Y me siento a esperar en esos lugares de nadie que son casi una frontera.
Y me dejo encandilar por vidas más breves.
Y entiendo esta posibilidad de parpadear sobre todos los suelos y no encontrar nada.

Puedo encender una luz en las verdades más tortuosas pero no descifro todavía la forma más prudente de vaciar mis vacíos.

III.

Apetito de estrellas.
Antojo de magmas.
Hambre de quimeras.
Avidez de absolutos.
Voracidad inconciente.

Hay que tirar del hilo
que digiere lo imposible.


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