Nicolás Melini nació en 1969 en Santa Cruz de La Palma, ciudad de las Islas Canarias. Escritor y cineasta, ha escrito novelas, libros de cuentos, libros de poemas, guiones cinematográficos y crítica cinematográfica, principalmente. Ha dirigido cortos de ficción y documentales. Reside en Madrid desde 1993.
Obra
La crítica ha dicho de Melini: “Melini es uno de los autores más interesantes del panorama literario insular” (León Barreto, La Opinión); “Uno de los narradores más inquietos y rompedores de cuantos han nacido en los últimos tiempos a este lado del Atlántico” (Eduardo García Rojas, Diario de Avisos); “Nicolás Melini, para comprobar cómo los jóvenes son capaces de escribir una poesía transparente, en apariencia fría y absolutamente emocionante” (Antonio Gala, Libro recomendado para el verano, Revista Magazine, El Mundo); “Es uno de los autores más polifacéticos e interesantes de nuestro panorama creativo” (Pedro Flores, El Mundo-La Gacenta de Canarias). "La sangre, la luz, el violoncelo es para mí una novela perfectamente lograda, por la maestría con la que consigue articular fondo y estructura", Jacques Soubeyroux ("Manipular, mentir", Université Lumière Lyon 2). “Si alguien me pregunta qué influencias hay en los cuentos de Melini no podría contestarle. Sé bien a los que el autor admira pero Chèjov, Cheever, Saroyan, Salinger, Bukowski o Fonseca no aparecen en sus cuentos. La admiración por ellos es una cosa; la construcción narrativa de Melini, otra. Su literatura es diferente y, al mismo tiempo, tan parecida a la de los más grandes que jamás me atrevería a hacer ese tipo de comparaciones.” Elsa López. “De lo que no me cabe duda es que leer a Melini es exponerse. Cada cuento, cada una de sus historias te confronta con los miedos y deseos desterrados más allá del alma”, David Sanz (Diario de Avisos). "En Marcial, sin duda la joya de este libro, hay dosis homeopáticas de Melville, de Kafka y del Gracq de El mar de Sirtes. Que no es poco", Javier Moreno (Quimera). "Nicolás Melini demuestra en estos cuentos su capacidad para dilatar los instantes, iluminarlos y convertirlos en fracciones de vida perdurable. No es fácil capturar instantes: tomarlos por un lado, expandirlos e ir ralentizando las emociones para revelarnos su luminoso lado oscuro. Una impronta personal de un autor que merece ser ampliamente difundido y leído. Literatura de la buena que nos dejará más de un instante de verdadero placer estético", Pedro Crenes (El placer de la lectura).
Bibliografía
Novela
La sangre, la luz, el violoncelo (Bandini/T&B, Madrid, 2005)
El futbolista asesino (Lacaja Literaria, Ediciones La Palma, Madrid, 2000). (Ediciones Idea, Tenerife, 2006) (Casa de Cartón, Madrid, 2012). En digital en Musa a las 9 (2011)
[editar]Relatos
Pulsión del amigo (KRK ediciones, Oviedo, 2010)
Historia sin cariño de Remedios Quiero Besarte (Resma, Tenerife, 1999) (Baile del sol, Tenerife, 2005)
Cuaderno de mis mayores (Alternativas, La Palma, 2001) (Idea, Tenerife, 2006)
Poesía
Los chinos [2003-2004] (Vitruvio, Madrid, 2012)
Adonde marchaba [1990-2002] (Ministerio del Aire, ediciones La Palma, Madrid, 2004)
Cuadros de Hopper [1999] (Ministerio del Aire, ediciones La Palma, Madrid, 2002)
Antologías de su obra
"Jawlat al-armalá. Literatura Española del siglo XXI". Nicolás Melini y Antón Castro. Ediciones Marsam (ed. en árabe). Casablanca, Marruecos. 2008
[editar]Antologías en las que ha sido incluido
Generación 21, nuevos novelistas canarios (Ediciones Aguere, Tenerife, 2011)
Madrid en los poetas canarios (Ediciones Puentepalo, Las Palmas, 2010)
2050 km. de palabras, Antología de cuentos vasco-canaria (Baile del sol, Tenerife, 2008)
A la sombra de la jaracandá (Edición Bilingüe español-árabe, Instituto Cervantes de Argel, Argelia, 2008)
Inmenso estrecho II, Cuentos sobre inmigración (Kailas editorial, Madrid, 2006)
Narradores en La Palma por Amnistía Internacional (Amnistía Internacional, La Palma, 2006)
Siete Samuráis 2 (Poesía, La isleta del moro, Granada, 2005)
Cuentos de la Atlántida, Antología del cuento canario actual (Bandini/T&B, Madrid, 2004)
Cortos de cine (Guiones de cortometraje, Alfaguara, Madrid, 2003).
de su poemario “Cuadros de Hopper”
COSAS QUE REALMENTE IMPORTAN
Estamos todos y nada
marcha bien pero aún así seguimos
sin decirnos las cosas que realmente importan.
En la cocina. Mirándonos los unos a los otros,
mirándonos y hablándonos como si nada, diciéndonos
esto y lo otro como si nada. Como si nada.
Se trata de una incapacidad o del miedo a nombrar
aquello que nos asusta. Todo parece irremediable
y nada se arreglará por hablar de ello. El equilibrio
es demasiado precario para andar tentando
a la suerte. Hablamos de los famosos
y de los conocidos. De nuestros familiares
y de nuestras amistades. Bromeamos sobre nuestra
desgracia. De un modo que resulta ofensivo. Pero
no hablamos de nosotros. Ni de nuestros
sentimientos. Estamos aterrados.
BORRACHA
Es mucho más joven
de lo que parece. Al principio,
cuando E. y yo llegamos
a Madrid, la veía
todos los días cerca de casa,
en la acera frente a los bares,
con otros borrachos.
Se bajaba los pantalones
y las bragas entre dos coches
y meaba, sus genitales
arrugados y escocidos y
sonrosados al aire, riendo
riendo riendo…
Luego nosotros fuimos
cambiando de casa y de barrio,
pero ella también. Y
últimamente —seis años
más tarde— duerme
en el cajero automático
del banco que hay en la esquina.
De continuo me hago esa clase
de preguntas: Cómo y por qué y
qué ha de sentir para querer
vivir así. A veces se sienta
en un banco, cruza una pierna
por encima de la otra
y se queda pensativa, fumando.
Al cabo de un rato está
completamente borracha.
Un día, no hace mucho,
la vimos en un parque cerca
de casa. Estaba sentada
junto a un hombre mayor
que ella. Un hombre
que podía ser, y
seguramente era,
su padre. Un hombre
de campo, pequeño, tocado
con una boina negra. Un
hombre que no vivía
en esta ciudad, que había venido
de lejos para verla.
Ambos guardaban silencio.
Parecían conformarse
con estar allí sentados
un poco más. Ella
parecía una niña. Y,
mirándolos, uno podía
adivinar que tenían
un montón de cosas que decirse,
pero que, de algún modo,
preferían dejarlo estar.
TRES POEMAS DE "LOS CHINOS"
TRAVESÍA
Lo veo
a
veces.
En mi
calle,
en
la
calle de
más allá, en algún bar
o
restaurante...
el
hombre mayor y
solo.
Cada paso que
da
es
todo
un maratón
para
él,
con
su bastón,
se
detiene
en
cada
metro que recorre
y
resuella fatigado.
Luego, mila-
grosamente,
continúa
ayudándose
de
las
paredes
de
las
casas;
su
boina,
su
chaleco,
el
aire
artístico,
la
dignidad
de
su
talante...
resulta épico
verlo
ahí,
detenido
en medio
de
la acera
mientras todos
pasan
de
prisa
a su lado.
(Debió
de ser un
hombre muy guapo;
es un
espíritu
libre).
Esta
mañana —volvía
de
comprar
algo
de fruta—
se
topó
con la larga
cola
de jóvenes
frente
al teatro (el público
del
programa
de
televisión que
se graba
en
la
esquina),
y,
no
pudiendo
aferrarse a las paredes, emprendió
la costosa travesía
por
el
medio
de
la
acera.
LOS CHINOS
Los chinos son unos tíos
muy hacendosos
que te venden
un bocata de jamón serrano
a las cuatro de la mañana.
En cualquier esquina...
Se ponen
ahí
adorables,
sobre todo cuando vuelves
a casa
con una copa
de más o de menos y
les dices
que quieres uno, pero
con tomate, y
ellos
no te entienden y tú
repites
tomate, tomate
hasta
que por alguna razón
(nada
que ver con
la palabra que dices
y tu insistencia)
sacan
un
bonito
tomate rojo de
una bolsa
de plástico y
empiezan
a cortarlo en rodajitas
casi perfectas.
En Sol
hay una china
de unos treinta y
pico
que está
muy bien
y tiene
unos ojos rasgados
increíbles que
lo saben todo
de ti y
de la vida.
HEREDAR
Mi abuela
vive
de
una
mísera pensión, no
tiene
otra cosa, y
recien-
te-
mente anda
un
poco
preocupada con
lo de
que
no
nos
va
a poder dejar nada
a
sus nietos,
lo
deja
entrever
sin
ser
demasiado
explícita,
lo
mucho
que ella nos quiere y
lo
poco
que tiene y
nos va a poder dejar
llegado el
mo-
men-
to.
(Así que nos hace
toallas de
cro-
ché y
centros de
me-
sa o
jerseys de
la-
na)
El otro día
se
me
acercó
con una fotografía
en
sus
manos,
como quien porta
un
tesoro,
y
se trataba de
una foto de cuando
yo era pequeño,
de pie en
el campo de
fútbol
con
el balón (una
pelota)
debajo
del
brazo.
Abuela
y
yo
nos
reímos mucho
mirando
la
foto,
sobre todo al
darnos cuenta de
la posición de
los dedos
de
una de mis manos,
algo que sigo
haciendo —cascarme
las
uñas
entre sí— y
me sorprendió tanto
descubrir
que
ya
entonces hacía.
Luego ella me
dijo:
Quédatela.
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