REG SANER
Nació en Jacksonville, Illinois, EE.UU., en 1931. Después de su servicio militar durante la guerra de Korea, estudió Filosofía y Cultura Renacentista en la Universidad de Illinois y en Italia.
PREMIOS:
1975 Walt Whitman Award
1981 National Poetry Series open competition
1983 Governor’s Award for Excellence in the Arts
1998 Wallace Stegner award
1999 Boulder, Colorado city's first poet laureate
OBRA
POESÍA:
Climbing into the roots: poems. Harper & Row. 1976. ISBN 978-0-06-013762-5.
So This Is the Map. Random House. 1981. ISBN 978-0-394-51668-4.
Essay On Air. Ohio Review. 1984. ISBN 978-0-942148-03-9.
Red Letters (1981)
NO FICCIÓN:
"Soldier Poets, a Gadfly, and the Long-Haired Persian" (PDF). WLA Journal. Fall–Winter 2000. Archived from the original (PDF) on November 12, 2006.
The Four-Cornered Falcon: Essays on the Interior West and the Natural Scene. Johns Hopkins. 1993. ISBN 978-0-8018-4449-2. (Kodansha paperback, 1994)
Reaching Keet Seel: Ruin’s Echo & the Anasazi (University Press of Utah, 1998)
The Dawn Collector: On My Way to the Natural World Center for American Places 2005
ANTOLOGÍAS:
Lorrie Goldensohn, ed. (2006). American war poetry: an anthology. Columbia University Press. ISBN 978-0-231-13310-4.
Short Takes (Norton, 2005)
Old Glory: American War Poems from the Revolutionary War to the War on Terrorism (Persea, 2004)
Poetry Comes Up Where It Can (University of Utah Press, 2000)
Orpheus & Company (University Press of New England, 1999)
Generations. Penguin. 1998. ISBN 978-0-14-058784-5.
La traducción de los poemas al español es de Tania Márquez Aragón.
http://circulodepoesia.com/2016/04/american-poetry-reg-saner/
Eve & After
No sooner had the apple tasted Eve
than the whole garden fell in love
with her frailties,
improvising faults of its own
as if hoping thereby to grow
that mortally beautiful.
And Adam? From the low simplicity
of sleep he entered Eden for real
only as he woke to light
and was told her name, whose touch
became his favorite surrender.
Though the garden’s been dust
such a long while now
that none of it’s true any more,
Adam still loves daydreaming back
to his every imagined perfection
last seen alive in her smile.
Eva & después
Apenas Eva había probado la manzana
cuando el jardín entero se enamoró
de sus fragilidades,
improvisando fallas hacia sí mismo
como si esperara de ese modo que
creciera mortalmente bello.
Y ¿Adán? Desde la simplicidad
del sueño entró al Edén de verdad
tan pronto como despertó a la luz
y fue dicho el nombre de cuyo tacto
se convirtió en su entrega favorita.
Aunque el jardín se ha hecho polvo
desde hace tanto
que ya nada de esto es verdad
Adán todavía sueña despierto
volviendo a cada perfección imaginada
última vez vista en la viva sonrisa de Eva.
Sod Huts on the Plains near Aurora, Colorado
In our eyes a workhorse wind
blurs the winter sun, makes the far
slope one mousey spillway of weeds.
The ashen growth curls thin
as whittlings underfoot. What’ll we plant?
Talking up crops we pay no mind
to the loud air of Stapleton Field
or the unraveled atmosphere
heavy with brief machines. Like good
movie extras we’re lost in our parts
behind clodhopper Bible names
and high rawbone cheeks. Calling out
to Rebecca, Abel, Ephraim,
Zebadiah, we let our Adam’s apples bob.
But inside? What’ll we do
about wall dirt crumbling off sod
stacked up like a closed book?
We hold it with whitewash we’ve learnt
to stroke broom-thick. We ignore
3 fighter jets fresh up
from their Buckley strip, hustling
the horizon lean level and fast.
We’ve grown steady as this weather
riding the land, and barely flinch
at hearing the sky get blown
in half. How lumber’s skimpy!
We’ll have to wagon-haul
each plank two weeks
from the mountains west. Without bushes
or trees we find ourselves stooped
to gathering buffalo dung
that’ll heat and bake.
Before driving away
we cramp into a final hut, go through
scarlet fever, childbirth in a mud box.
On the turnpike we can’t get over
how recently life out here
was like that, and worse. And how
gain means loss. And how
none of it is us.
Chozas de tierra en las llanuras
cerca de Aurora, Colorado
En nuestros ojos un viento bestia de carga
difumina el sol invernal, hace de la lejana
cuesta un pardusco canal de hierbas.
El cenizo crecimiento se enrosca finamente
como tallado bajo el pie. ¿Qué plantaremos?
Hablando a la cosecha sin prestar atención
al ruidoso aire del campo de Stapleton
o a la pesada atmósfera deshilachada
con máquinas breves. Como
buenos extras de película estamos perdidos en nuestra parte
detrás de nombres de patanes en la biblia
y pómulos huesudos. Llamando a
Rebeca, Abel, Efraín,
Zebadiah, dejamos que nuestras manzanas de Adán se muevan
pero ¿Por dentro? ¿Qué haremos con la suciedad de la pared que se desmorona,
apilándose como un libro cerrado?
La cubrimos con cal que aprendimos
a aplicar con una escobilla. Ignoramos
tres aviones de combate restaurados
de su banda Buckley, ladeándose
rápidamente en el horizonte.
Hemos crecido resistentes a este clima
montando la tierra, y apenas estremeciéndonos
al escuchar que el cielo se troza
a la mitad. ¡Qué raquítico leño!
Tendremos que acarrear en el vagón
una viga cada dos semana
desde las montañas del poniente. Sin arbustos
o árboles, nos detenemos
a reunir estiércol de búfalo
para calentarnos y cocinar.
Antes de marcharnos
nos acalambramos dentro de la última choza,
a través de la fiebre púrpura hacia un parto de barro.
En la autopista, no podemos comprender
cómo recién la vida aquí
era como allá y aún peor. Y cómo
ganar significa perder. Y cómo
nada de esto es nosotros.
.
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