martes, 19 de mayo de 2015

CARL SNOILSKY [16.026] Poeta de Suecia


Carl Snoilsky

Carl Johan Gustaf Snoilsky (Estocolmo, 8 de septiembre de 1841 - Estocolmo, 19 de mayo de 1903) fue un poeta sueco, conocido por su poesía realista.

Snoilsky nació en Estocolmo. Fue educado en Clara School, y en 1860 se matriculó en la Universidad de Upsala. Fue formado para la diplomacia, la cual abandonó para trabajar en la Oficina de Asuntos Exteriores de Suecia. En 1861, y bajo el pseudónimo de "Sven Tröst", comenzó a escribir poemas, y pronto se convirtió en el centro de la brillante sociedad literaria de la capital. Un año más tarde publicó una colección de poemas a la que tituló Orchideer. Durante 1864 y 1865 marchó a Madrid y París en misión diplomática.

Fue en 1869 cuando su obra Dikter vio la luz firmada con el verdadero nombre del autor, convirtiéndose de esa manera en uno de los poetas contemporáneos más eminentes. La publicación en 1871 de Sonetter incrementó su reputación. Después de aquello, Snoilsky abandonó la poesía, centrándose por completo en su trabajo en la Oficina de Asuntos Exteriores y en el estudio de la numismática.

Sin embargo, en 1876, publicó una traducción de las baladas de Goethe. En 1876 fue designado administrador de los archivos (expeditionssekreterare) de la Oficina, y sucedió al obispo Paul Genberg como uno de los dieciocho miembros de la Academia Sueca. Pero en 1879 renunció a todos sus cargos, abandonando Suecia para trasladarse a Florencia con la condesa Ebba Piper, con quien contrajo matrimonio en 1880. En 1881 el conde Snoilsky envió a casa un volumen de Nya Dikter ("Nuevos Poemas"). Dos volúmenes más de su obra Dikter aparecieron en 1883 y 1887, además del poema Savonarola en 1883 y Hvita Frun ("La Dama Blanca") en 1885. En 1886 recopiló sus poemas que trataban sobre temas nacionales en Svenska bilder (2ª ed., 1895), que se convertiría en todo un clásico en Suecia. En 1891 regresó a Estocolmo y ejerció de bibliotecario principal en la Biblioteca Nacional de Suecia. Murió en Estocolmo el 19 de mayo de 1903.

Su obra Samlade dikter (Estocolmo, 5 volúmenes) fue recopilada en 1903-1904.




El poeta y diplomático sueco Carl Snoilsky (1841-1903), miembro de la Academia Sueca y bibliotecario de la Biblioteca Nacional Sueca, viaja a Madrid en 1865 (a finales del reinado de Isabel II) en funciones diplomáticas. Durante su estancia en la capital escribió varios poemas, uno de los cuales lo dedicó a Guadarrama, siendo traducido y publicado por Antonio de Zayas en 1905 en el libro "Noches Blancas". La revista Peñalara lo incluyó en el nº 2 de noviembre de 1913, donde dicen algunos de sus versos:


"Desnudos montes de matiz sombrio,
Valles umbral del desolante yermo,
Adormideras rojas en el río
Seco cual boca de febril enfermo;

Cielo azul en monótona bonanza,
Verdugo á veces de la espiga rubia,
Aire estéril que aleja la esperanza
Consoladora de la fértil lluvia;..."




ESTAMPAS SUECAS


Por Carl Snoilsky



Traducidas del sueco por Sandra Dermark



INTRODUCCIÓN


4 de noviembre de 2013

Grao de Castellón

(Poema original de la traductora, dedicado al conde Carl de Snoilsky)


Al igual

yo que tú,
un alma errante perdida
entre el Norte y el Sur…
de la belleza amiga…

La pasión

por la Historia,
entre Suecia y España,
la sangre y la gloria,
mas también la compasión…
tú retratas...

Al pasado

yo me evado
igual que lo hacías tú…
Yo os miro
y os admiro,
y pregunto: Qu’est-ce que pensez-vous?

Soy sencilla

y atrevida,
y a Su memoria pido perdón.
¡Ten presente
que me duele
atreverme a hacer tal traducción!

Su Excelencia,

ten clemencia,
si acaso os pudiera traicionar.
No es en ello
en lo que pienso,
mi intención es lograros honrar.




LA BATALLA DE LÜTZEN


6 de noviembre de 1632


Lützen, Sajonia


(A Juan Carlos Ruiz, de la UJI, por apoyarme.

Äras den som äras bör! )


1


 Se han enfrentado al amanecer

del día otoñal que raya.
Se oye tronar desde las trincheras,
rayos en la niebla grisácea.

En vencer, en vencer y en nada más

es en lo que cada uno piensa,
hasta el jinete más modesto, aunque
del corcel derribado sea,

y, mientras de su montura cae,

se lanza a por él el piquero
a quien los cascos iban a aplastar:
los dos yacen ahora en el suelo.

El soldado raso no decide, no,

vive por morir y dar muerte;
el caudillo ve a los suyos ceder
y echa su fatídica suerte.

¡Allí está! ¡Ondea el penacho azul!

¡Cabalga a galope tendido!
Su augusto porte y coleto de satén
atraen a amigos y enemigos.
____________________________________________
1 ¡Que se honre a quien lo merece!, en sueco


Se pone al mando del ala que cede,

se expone en primera fila.
Arriesga su vida como un hombre más,
y su vaina está vacía.

Le llevan las alas de la tempestad

adelante. Densa es la niebla.
Las balas resuenan al dar en corazas,
y otros disparos contestan.

“¡Adelante, jinetes del septentrión!

¡Adelante, hijos de Alemania!”
En vano, en vano: quedan atrás.
De pronto, alguien grita: “¡El rey sangra!”

Nadie de los suyos consiguió seguir

entre enemigos al herido.
La ola de coraceros y oscuridad
se tragó el coleto amarillo.

Un clamor que llega hasta el corazón:

“¡Gustavo, nuestro rey y padre!”
Unidas, rugiendo, avanzan sus dos
brigadas, pues hay que vengarle.

Ya huye el croata, ya cede el valón,

se entierra en caídos y escoria
del fridlandés el enfriado cañón:
el mártir tendrá su victoria.

Faltaba en su canción el verso final,

aquel que las gestas ensalce;
los que le lloran cumplen con su deber,
pues ellos lo escriben con sangre.

Han vencido y con muy bella procesión

honran a su amado caudillo,
mas los caídos brillan por su ausencia:
una minoría son los vivos.






No lejos de Lützen, al atardecer,

con lágrimas en las mejillas,
vi en la niebla aparecer esta visión sangrienta,
que ahora se disipa.





CRISTINA


Primavera de 1633

Nyköping, Suecia
(A mi parentela sueca)

Sobre el terciopelo negro

un haz de luz cae de la cortina,
en él bailan motas de polvo
una danza ligera y fina.

Noche y día hay una señora

aquí, encadenada al dolor.
Guarda, en una cajita de oro,
de su marido el corazón.

Una niñita hay postrada

ante su falda, al escabel,
con dos grandes y azules ojos
en que un raro brillo se ve.

Pasa las páginas del libro

que por Navidad recibió,
y a Gustavo Adolfo sigue
en una y otra ilustración.

Contadas veces ella alza

una fugaz, precoz mirada
que reposa, curiosa, sobre
la plañidera enlutada.

De pronto, llaman a la puerta,

y ésta es lentamente hecha abrir.
Un hombre, en el umbral, observa
a las dos sin entrar allí.

Sobre el cuello de encaje,

resalta una perilla ancha y canosa.
Las medias negras le van justas
sobre unas piernas musculosas.

 Saluda como un cortesano

a la señora, con fineza,
pero algo nos deja entrever
que es él quien aquí gobierna.

Lágrimas halla por respuesta;

a la niña, que leyendo está,
se dirige agachándose
y la llama Su Majestad.







AURORA VON KÖNIGSMARCK


Verano-otoño de 1694 Pillnitz, Sajonia


(A “Carlitos Docena ”, por quien Aurora traicionó

a los suyos y cayó en desgracia)


2


Augusto, elector de Sajonia
y rey de Polonia,
es conocido por su suerte
de ser más que fuerte.

En Dresde, capital de Estado

del electorado,
se muestra como una herradura
rompió, la muy dura.

Para pagar el lujo barroco,

que no era poco,
a sus súbditos oprimía:
no se conmovía.

Aunque él marchara a la guerra

en lejanas tierras,
volvía a la corte del frente,
del todo impaciente.

Igual que las ciervas más bellas,

caían las doncellas
ya que la inocencia era vana
como porcelana.

No sólo amó a pastorcillas

y a granjerillas,
sino a jóvenes de alta estirpe
quitó lo de “virgen”.

Destaca en su lista de amantes

(las más elegantes)
Aurora von Königsmarck: ella
era la más bella.
_________________________________
2 Carlos XII de Suecia.


La linda señorita Aurora,

toda encantadora,
vio, cuando ella adulta se hacía,
que pobre sería.

En Dresde buscar su fortuna

pensó, oportuna:
“Allons donc, Aurore!”, aunque fuera
una idea fiera.

No quería en su feudo quedarse

y allí marchitarse,
porque a los venenos más suaves
adicta era grave.

Si ella lo hubiera decidido

y tomado partido,
sería una desconocida
de anodina vida.

No cayó de forma imprudente:

Augusto, consciente
de que ella daría buenos lazos,
descendió a sus brazos.

Sencilla, aunque orgullosa,

y nada fastuosa,
le lanzaron miradas frías
otras a porfía.

Los guardias estaban de firmes

y sin poder irse.
Las pelucas enharinadas
allí se asentaban.

Y las damas, con reverencias

y gran complacencia;
tal era el poder de Sajonia
e ídem de Polonia.

El elector hizo a sabiendas

que ellos lo entendieran:
a cuadros frecuente motivo
dio su atractivo.

Pero ella entendía de primados

y asuntos de Estado,
y él la hizo su consejera
de tan sabia que era.

Así, saltó a la fama Aurora,

la gran seductora,
pero ¡qué desprecio y tristeza
tras esa belleza!






EL CORREO DE STENBOCK 


Principios de primavera de 1710 Suecia 

(de parajes prístinos a la corte real) 
(A Henrik Hammarberg 3 , el auténtico correo de Stenbock)




Una tarde de marzo, 
un cuento popular 
en la choza del bosque 
se empieza a desvelar. 
“Ahora, de cacería 
van los elfos y Odín…
” Fuera pasa un jinete: 
¿quién será y qué hará allí? 

Se ve que tiene prisa, 

no se va a detener. 
Ya pasó la batalla 
contra el gran rey danés. 
La guerrera cobalto 
ya ve el anciano Lars, 
pistolas, botas altas: 
un joven oficial. 

Ya le pierden de vista 

como una exhalación. 
Esta noche, el teniente 
seguirá con valor. 
Sin descanso ni tregua, 
no se ha de detener. 
Ya, durante el trayecto,
perdió más de un corcel.
________________________________
Henrik Hammarberg: oficial de caballería nacido en la casa señorial de Viredaholm en 1686 y muerto en el mismo lugar en 1768. Después de la batalla de Helsingborg, siendo un joven teniente, llevó una carta redactada por su general, el conde Magnus Stenbock, con las nuevas de la victoria del frente de batalla, a la corte de los jóvenes reyes Ulrica Eleonora y Federico I. Según la leyenda aquí reescrita en verso por Snoilsky, realizó el trayecto sin descansar ni un segundo.



Se soltó la coleta, 

se tuvo que ensuciar. 
De rocas de granito 
chispas hizo saltar. 
Sobre lagos helados 
la vida él arriesgó, 
cuando, audaz, sobre el hielo 
a caballo cruzó. 

Y su enésima yegua 

comparte la pasión 
con que el joven jinete 
sigue un curso de honor. 
También luchó en la guerra, 
dispuesta hasta morir. 
Todo por que los reyes 
tengan nuevas al fin. 

Delante de palacio 

se desploma el corcel. 
El teniente prosigue 
la última etapa a pie.
Lleva cartas selladas 
a la Casa Real. 
Las escribió, en el frente, 
el mismo general. 

En la corte de Suecia, 

un barroco salón 
acomoda tres sillas: 
tronos de Drottningholm. 
Hedwige Eleonora, 
la gran matriarca real 
desde generaciones, 
triste y muy inquieta está.

Noches de guerra en vela 
llenas de inquietud... 
¡Su consorte en Varsovia, 
su único hijo en Lund! 
Y su nieto en Poltava… 
nunca más regresó. 
La noticia del frente, 
¿será a todo el adiós? 

En los otros dos tronos, 

la actual pareja real. 
La anciana Reina Abuela  
junto a su nieta está. 
Y a la joven Ulrica 
todos oyen callar, 
al Rey, lores y damas… 
sólo se oye un tic-tac.

¡Rumor en la escalera! 

La puerta se va a abrir. 
De peluca en peluca 
se oye un susurro al fin. 
“¡El correo de Stenbock!”, 
se oye. “¡Su Majestad!” 
Le anuncia un joven paje. 
Todos se echan atrás. 

Dos guardias le sostienen: 

medio inconsciente está. 
Las botas aún le pesan: 
no puede casi andar. 
Rastros de tierra sueca 
dejan en el salón. 
Va a empezar el discurso… 
cae inconsciente y sin voz.

Pálida como un lirio, 

mas serena, accalmie
la noble Reina Abuela 
se alza del trono al fin. 
“¡Sentaos, mi teniente!” 
No lo pueden creer:
él ocupa el asiento 
ella está de pie. 

La anciana hace una seña, 

y un escanciador trae 
una taza de plata 
con tapa de cristal. 
Está llena hasta el tope 
de buen vino del Rin. 
La entregan al teniente 
para que beba al fin. 

“Cumplís con el deber, sí, 

como buen militar. 
La Corona y la Patria 
gracias os han de dar. 
Recordadlo. ¡Ahora, un brindis 
por la Reina y el Rey,
y, después de ello, oiremos 
qué nuevas nos traéis!” 

Unas gotas de Riesling 

entran, pues, en su ser, 
sus lampiñas mejillas 
se ven algo encender.
Se despierta, alza, cuadra. 
Que Suecia, en general, 
preste atención y entienda 
al modesto oficial:


“Veintiocho de febrero. 
Cerca de Helsingborg 
hemos al enemigo 
vencido con honor. 
Tenemos prisioneros, 
banderas, un millar, 
como escribe sincero 
nuestro audaz general.” 

La anciana Reina Abuela 

no deja de llorar 
de euforia: “Servidora 
descansará ahora en paz.” 
Todo es pura alegría 
y a Ulrica ven sonreír. 
Se parece a su hermano 
la joven Reina así. 

“¡Victoria! ¡Magnus Stenbock! 

¡No volverá el danés! 
¡La paz vuelve a nosotros! 
¡Y que dure años cien!” 
Rodean al teniente 
que de correo sirvió 
y le alzan por los aires 
cerca de Drottningholm. 

Hay más de una pregunta 

que él ha de responder: 
bien por seres queridos 
que no vuelvan tal vez, 
o bien por el combate 
que todo decidió: 
por Burensköld o Dücker, 
un corcel o un cañón.


Y, entre damas coquetas, 

se le ve sonreír. 
Quieren besar sus manos 
y su azul faldellín. 
La batalla ganada 
no es a alguna otra igual, 
y la gesta del joven 
leyenda un día será





LA PLUMA Y LA ESPADA  

Años 1730 

En alguna casa señorial sueca 

(A Ana “Comerranas” Garcés Cara, con quien tanto he discutido pero a quien siempre he querido) 

Sucedió todo en la fiesta 
del anciano general, 
cuando quitaron la tarta 
y los dulces al final. 
Los sirvientes de quitar 
la mesa ya han acabado, 
salen ya los veteranos, 
¡los jóvenes, a bailar! 

¡Mas no suena ningún vals! 

¡Dos señoritas discuten 
sin rendirse y no disfrutan! 
Di, ¿por qué se han de enfrentar? 
Hablan de guerra y de paz, 
entrechocan los tacones, 
y, al desatar las pasiones, 
polvo de arroz volará. 

La de ojos de azabache, 

la bella morena Gloria, 
dice que sólo la historia 
se escribe con fuego y sangre. 
Su amiga y ahora rival, 
Irene, ojiazul y rubia, 
la violencia a condenar 
se pone: ama la cultura.

Dos jóvenes oficiales 
se unen a la discusión,
más bien porque en cada uno 
despierta una la pasión. 
La sangre les hierve ya: 
achispados de aguardiente, 
nuestros lampiños tenientes 
van pronto a desenvainar.

Mademoiselle Gloria, 

enojada, se ensaña con su rival: 
- ¡No eres sueca, afrancesada! 
¡Se acabó nuestra amistad! 
¡Vete a hilar, so pacifista! 
¡Con espada y con fusil, 
aunque haga a otros sufrir, 
seguiremos las conquistas! 

Mientras tanto, el veterano 

les ha oído en el balcón.
Ergo, en el salón ha entrado, 
con su pipa, el anfitrión. 
Él, con su guerrera azul, 
venerable e imponente,
demoiselles y tenientes 
pregunta: -Qu’est ce que faites-vous?

Llora Irene en el regazo 
del anciano general: 
- Gloria por mí se ha enfadado, 
me ha insultado sin piedad. 
Que le trate de “valienta”, 
si ella no haga que yo llore 
por preferir las labores 
a las artes de la guerra.

-¡Vaya, Gloria! ¡Voto a bríos!
¡Nunca vi un fervor así! 
En el frente yo he ascendido, 
pero allí también sufrí. 
Dios bendiga a quien llegó 
a curarme las heridas, 
y a dar sentido a mi vida 
estando solo en prisión. 

Dulce Irene, palomita, 

cercana a mi corazón, 
si llevas suave gorrita 
antes que duro chacó: 
recuerda a una chica que hubo 
de tu edad, llamada Juana. 
Trocó su huso por la lanza 
y la rueca, por escudo. 

¡Ay de aquellos extremistas 

que se entregan con fervor!
¡A todos fusilaría 
por causar tanto rencor! 
¡La tolerancia sería, 
sin llegar a los extremos, 
el punto de vista medio 
que a todos bien les caería!




“Bellman i Madrid” 

(“Bellman en Madrid” es un soneto del poeta sueco Carl Snoilsky (Estocolmo, 1841-1903).

Trata sobre el la estancia en Madrid del conocido poeta popular sueco Carl Michael Bellamn (Estocolmo, 1740-1795), que tenía un familiar cónsul.

Al lado del Círculo de Bellas Artes, en Madrid, hay actualmente un restaurante de comida sueca que se llama Bellman.



Med glädjetårar fick jag dig i handen,
Du, som bland skalder helst jag lyssnar på!
På Prados horisont, den pinsamt blå,
Jag såg min hvita svan från Mälarstranden.

Då skuggan krymper på den heta sanden,
Och rödbrun botten syns i sinad å,
Skall nordens sångmö vid min gräsbänk stå,
Där korkträdsgrenar mildra middagsbranden.

Jag låter vimlet draga mig förbi;
Mantillor fladdra, mörka ögon smäkta,
Solfjädrarne kring hvita skuldror fläkta.

Fast mörka ögon smäkta, går jag fri!
Jag tror de sköna saken så förklara:
Han läser Don Quixote, låt honom vara!



Esta es la traducción de Antonio de Zayas, de 1904:

Con lágrimas de júbilo en mi mano
tomo el volumen por la tuya escrito.
!Cuán puras auras del hogar lejano
me traes en él, oh vate favorito!

Y bajo el cielo abrumador del Prado,
sin que mis ojos en su azul reparen,
siento cantar endechas a mi lado
Al Cisne de la playa de Malaren.

Y cuando invade el arenal ardiente
La sombra, y corre un velo ceniciento
Sobre el fonso purpúreo del poniente
El río exhausto al respirar sediento,

De césped pienso que en tapiz reposo
la musa oyendo de la Patria mía
a la sombra del plátano frondoso,
consuelo del ardor del Mediodía.

Y ni siento crujir sedosas faldas
Ni miro damas con tocados ricos,
Ni mantillas flotar en las espaldas
Al vaivén de pintados abanicos;

Ni ojos contemplo provocando amores
Con sus miradas lánguidas y ardientes,
Ni me inflaman contrastes tentadores
De negros rizos sobre blancas frentes.

Tampoco intentan al pasar las bellas
Que pierda yo de mi lectura el hilo;
!Y me parece que murmuran ellas:
"Lee el Quijote; dejémosle tranquilo!"


Carl Sam Åsberg alude a este poema en su libro Spanska nöjen. Bilden och stämningar från Spanien (Stockholm, 1926), en el que cuenta su estancia en Málaga a mediados de los años 20.

http://www.emilioquintana.com/xenografias/category/sin-categoria/page/7/





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