Alfonso Martínez Galilea
Alfonso Martínez Galilea (Logroño, 1959) es poeta, editor, traductor y librero. Entre 2000 y 2010 dirigió las Jornadas de Poesía en Español, cita ineludible para conocer de primera mano la obra de muchos de los poetas más importantes del último medio siglo, a este y el otro lado del Atlántico. Ha publicado Teatro en llamas (Serie B, 1981) y 5 Poemas para dibujos de Tito Inchaurralde (Creator, 2004); las antologías Poetas hispanoamericanos en las Jornadas de Poesía en Español (Cultural Rioja, 2011) y 14 Poetas Riojanos (Cultural Rioja, 2012) y una edición de la poesía erótica de Samaniego, Veintidós cuentos picantes (Pepitas de Calabaza, 2012). Asimismo, suyas son las ediciones del poemario Por una mata de Pascua de Rafael Alcides (Fulgencio Pimentel, 2011) y el relato autobiográfico Días felices en el infierno de György Faludy (Fulgencio Pimentel/ Pepitas de calabaza, 2014), del que fue también traductor. En el intervalo de 1991 a 2011, como AMG Editor, publicó medio centenar de libros, entre los que se cuentan obras de Manuel de las Rivas, José Ramo, Carlos Mastronardi, Fernando Quiñones, Lorenzo Martín del Burgo, José Ignacio Foronda, Raúl Rivero, Manuel Díaz Martínez, Rafael Alcides, Paulino Lorenzo, Alejandro Bekes, Pablo Anadón, Eduardo Halfon y otros.
Edad de oro
Hubo una vida para mí dorada
en un reino arrasado;
un sucederse calmo y caprichoso
de la fiebre y la nada.(Viajes a las comarcas inclementes
de mi imaginación: reír de fuentes,
extrañas flores cercenadas
por la fértil guadaña de la lengua,
ritos de estío, escucha y escapada.)
Una sombra siniestra
parece que me canta:
"Feliz sin tacha o mengua
aquél que vanamente viaja
y repetidamente a su querencia
retorna."
(Por la plaza
pasean jubilados sesteantes,
por la ligera, aérea plaza,
feraz cuando lo fue de bullanguera
mocedad asombrada.)
Hubo una vida al fondo de mi vida,
una vida granada,
venero inagotable de prodigios,
oro engastado en fábulas.
La ventana
La ventana es un cuadro que no ha sido pintado
todavía: unas lomas, unos riscos al fondo,
las nubes divagando por los cielos más hondos,
cuatro buitres lejanos girando endomingados
y la luz... Esa luz que se instala en las cosas,
en sus perfiles graves, dotándolas de gracia:
cambiante y poderosa por los tejados, lacia
cuando el sol se disipa, floja y muriente rosa.
Temprano he decidido anotar estas cosas,
estas cosas inciertas, que morirán conmigo
sin remisión posible, de las que soy testigo
humilde. Muy adentro, por la densa maleza
del miniado horizonte, pondero en la mañana
el boceto imposible que enmarca la ventana:
cuatro lomas oscuras, luz, olvido y belleza.
Paisaje ojos adentro
Pienso en mi loco amor de juventud, pienso en mi patria:
una oscura heredad en lo profundo
de una tierra perdida.
En sus muros de piedras aplicadas,
en sus calmos, primaverales días,
verdes como el presagio primerizo
de la feracidad del alma amiga.
(Tentar allí la fruta de las tardes
olvidado de Dios, entre los perros
y las cabras amables,
cercenando de modo concluyente
y "en forma incontrastable"
—como suelen decir los catedráticos—
mi memoria bastarda con los sables
de las primeras puras apariciones:
pedregales y rubicundos árboles,
barrancas que dejé, sedientas y hondas,
antes de todas las edades
y que estarán allí, seguramente,
con nidos en sus grietas esperándome).
Pienso en las ralas eras, y en el río
seco que tanto de muchacho amaba.
El apacible (y raro)
concurso de sus aguas
suena en mi oído y en mi corazón
como una misteriosa llamada.
Para nadie más suena, de tan cauta.
La formación profesional de Pako Ibernia
Juro que me he acordado de su nombre
esta tarde de farra con Alfonso,
mi colega, y con Pepe Ramo, mientras
un buen litro de cava me instruía
sobre aspectos oscuros de la historia
sentimental que todos arrastramos
como el cadáver de un pariente próximo,
muy próximo a pudrirse.
"Generosa"... ¡La leche que me dieron!
¡Si es que es un nombre que parece hecho
a mi justa medida! ¡Y yo olvidado
de aquella generosidad andante
que hoy será -por lo menos- directora
de museo euscaldún o de ikastola!
Pues eso, que en la época que digo,
época en todo aspecto promisoria,
algunas tardes de verano tórrido
cuando apretaba el sol y parecía
que iba uno aceitado como un turco
de esos que ponen calentorro a Jon
Goytisolo (otro amigo), me iba yo
a dar un voltio por el Bocho infecto
y llamaba a un colega para echar
un txikito de fanta o de mirinda
(bebía poco entonces yo, ¡qué tiempos!)
y que, como quien no quiere la cosa,
nos íbamos dejando ir los dos
(alguna fuerza sobrenatural
nos empujaba, sin lugar a dudas)
por callejas, en fin, reconocibles
hacia aquel piso musical y triste
que compartía Generosa con
su amiga Desprendida, que estudiaba
Lenguas, creo, y que era especialista
-según mi amigo- en lemosín y griego.
Al timbre no llamábamos, llamaba
una mano invisible y ectoplásmica,
la genérica mano de la especie
o de la raza... (No lo tengo claro...
De hecho, ¿somos los vascos subespecie
diferenciada en el humano tronco?...
Ahí queda la pregunta...)
Y que una voz
algo atiplada nos decía: "¿Qué,
subís un rato...?" "Bueno", respondíamos,
no nosotros, quiero decir, nosotros
no respondíamos, respondía el Ello,
nosotros simplemente nos dejábamos
subir, como en volandas, al altillo,
desmadejados, sudorosos y
algo dubitativos ("¿Habrá plan
esta tarde?", decía mi colega...
"¿Habrá jabón?", decía yo, que he sido
siempre algo tiquismiquis con la higiene...)
Y en estas nos plantábamos arriba
como dos pensionistas coronando
la cima del Artxanda.
Abría Generosa
con petito vaquero y de sandalias
y entrábamos, repito que empujados,
impelidos al trance, al rapto, al caso,
iluminados, órficos, pneumáticos,
trascendentales, adventistas, serbios,
entrábamos con ojos como platos,
como estadios de fútbol brasileños,
ojos devoradores en la escura
turbiedad, oteando por doquier:
cestas de macramé, estanterías
de ladrillos y tablas, estampitas
lujuriosas de un Cristo jipi, libros
con títulos como ¿Qué es el anarquismo?,
Diario del Che en Bolivia, Sexus, El amante
de Lady Chaterley, y uno que a mí en concreto
me gustaba bastante, Sodomitas,
de don Mauricio Carlavilla, un lince.
A la primera vez que penetramos
(en el altillo digo, por supuesto)
había un poster de Camilo Sesto
que al poco tiempo fue sustituido
por otro de la Orquesta Platería.
(¡Qué lamentable cambio, dicho sea entre paréntesis!)
"Cada día que pasa estás más Cáncer,
Javi", me comentaba Generosa,
que había transmutado en Escorpión
-tras ser Virgo desde su nacimiento-
al poco de que fuimos presentados.
Yo hacía en general por defenderme
de las lucubraciones horoscópicas
que solían al cabo derivar
en sangrantes palizas con la Virgen de Umbe
como protagonista principal.
"Este... ¿Has leído el libro que te traje,
ése sobre los metafísicos ingleses
donde está aquel poema que describe
los éxtasis sublimes de Teresa de Ávila?..."
-preguntaba con intención mi menda.
"Sí, joder... ¡Qué coñazo!... ¿Cómo puedes
ponerte tú cachondo con tal bodrio?",
respondía mi generosa Gene.
"Pues porque yo, cariño, me emociono
hasta contando piedras". "Eso, Javi,
es normal", añadía Desprendida,
"porque eres vasco y desde siempre al vasco
le han gustado las piedras, oyes..." "Sí,
pero, ¿y por qué me gustan los gusanos,
las cochinillas y los cortapichas?..."
"Buena pregunta, y vete tú a saber",
concluia mi Gene.
"Ven un poco",
añadía después, "ven a mi cuarto,
que te voy a enseñar un corazón..."
Y después de la esgrima verbal ésta,
esgrima que nos daba algo de grima,
pasábamos adentro, a un cuchitril
abuhardillado de uno treinta al fono,
sobre la cabecera de la cama.
Creo haber dicho en algún otro lado
que aquel cuarto era en verdad del todo
una cama, o que me lo parecía
a mí, que era miope. Lo que es cierto
es que no se cabía en posición
erecta, y Generosa se tumbaba
desparramadamente generosa
y encendía un cigarro... ¿He dicho "erecta"
hace dos o tres versos? ¿Sí? Pues eso.
...y enchufaba un casete algo ruin...
por el que inmediatamente aparecían
Urko, Imanol, Itoiz y Patxi Andión.
¡Qué sudores me entraban! ¡Yo que apenas
sabía en euscaldún decir "bokata"!
Lo que más me ha quedado en la memoria
de aquellas tardes es un cierto aroma
a sudor o a humedad, no sé muy bien,
un cierto olor a almeja del Cantábrico
y a cabrito de Gredos en fresquera.
¡Juventud, juventud, tesoro fino!
¡Qué no descubriríamos los dos
mano a mano, y a muslo y a entrepierna!
Pues, un montón de cosas, amiguitos:
dinámica de émbolos, lubricación de piezas,
atornillado, enrosque, cuencas de deyección,
espeleología, culturas aborígenes...
¡Una academia alternativa (y gratis)
de sana formación profesional!
¿He dicho "gratis"?... Bueno, gratis total no,
pero casi, porque esta Generosa
no me pidió jamás un duro, en serio.
Solamente una vez, cuando en la ducha
nos desprendíamos los dos del polvo
de la dehesa, aún entre mordiscos
y arrumacos, un segundo antes
de que a mí me invadiera inevitable
la sangrante idiotez agustiniana
ésa del homo post coitum tristis,
me dijo: "Javi, majo, cuando seas
poeta, y lo serás, no tengas duda,
escríbeme un poema, corazón..."
"¿Poeta yo?", repuse algo aturdido,
"antes peón de albañil... Pero si llega
el caso, Generosa, no lo dudes,
te escribiré un poema de la hostia,
algo así como el Prufrock eliotiano
pero algo más marrano..."
Y esto dicho
salí de allí dejando a mi colega
enredado con ambas en un diálogo
(tenue, evasivo, gris, languideciente)
sobre Oteiza y Chillida
salpicado de citas de Heidegger
e interrumpido a veces
por el revoloteo de las moscas.
De Amigos y otros animales
Data incierta
Noche oscura
(2004)
Qué tibia placidez
navegar bajo la espesa y rara luz
del otro lado del espejo.
Enhiestas sombras
naufragamos
en los hirvientes estuarios de lo oscuro.
La opacidad desvela
lo impreciso de nuestros límites
y el tumulto soñoliento de los bultos
nos saluda, invitándonos al goce.
Tocamos ávidos
el rastro fluido y cálido
de sombras pasajeras que nos hablan
en el extraño idioma de los sueños
y sentimos gotear nuestra sangre
sobre el bruñido cauce de la noche.
Estamos y no estamos, no sabemos,
nos dejamos llevar por el confuso océano
de sopor y de furia
donde somos tan sólo
una ola agónica, un flujo retenido.
De La otra vida
(1999-200...)
Fingimientos
(1991)
En un confuso estilo octubrescente
yo comencé a escribir sin mucho tino
y, aunque el invierno me escupió dañino
alguna vez, no salgo de ese cante.
Un tartamudo especialista en plantos
pateando la linde del camino,
esquivando ora sierpes ora espinos
y náufrago en un mar de espeso tinto.
No enmudecí jamas, como insolente,
ni tuve a mal al tiempo coruscante,
ni abandoné, cobarde, ningún plinto.
Más bien me fui dejando lentamente
perder entre aligustres, entre acantos,
adúltero, pendón, rico y boyante.
El tiempo en vano
(1999)
El tiempo en vano pasa: soy el mismo
de hace casi treinta años, el muchacho
que empedraba las calles de su abismo
con presunción patética de macho.
El joven que con Dios comunicaba
a los catorce años va conmigo.
Tengo su misma cara y soy testigo
de sus alardes de tonto de baba.
Me conmueven las mismas pesadillas,
me acompañan idénticos presagios.
es verdad que no entono ya trisagios
por remotas ermitas de Castilla...
Pero yo soy el mismo: aquí lo advierto,
un muerto que conversa con sus muertos.
De Vaga estrofa
(1990-1999)
UNA MUJER
Reparad un momento en esta adolescente
Que roza los cincuenta. Es hermosa. Sus formas
Se han ido acentuando, sin recurso ni estrago.
Vive ausente en el pozo claro de su belleza.
Sueña con días jubilosos
En paraísos clausurados.
En paraísos tibios de hoteles de una noche.
Reparad en el timbre de su voz cantarina.
En su perfil amable.
En su gracia risueña.
En sus gestos, bordados
Como trazos bordados en un tejido rígido,
En el tejido de la muerte.
La muerte la acompaña. Va con ella a la plaza.
Juntamente con ella se distrae y se admira.
Y las dos pasan juntas, mientras hombres atónitos
Las piropean, tontos.
Que no os deslumbre su belleza intacta,
Tontos hombres que andáis piropeándola,
Su belleza, que crece como una flor, al lado
-Reparad, por favor-
De la flor deslumbrante de la muerte.
ABBA
Padre ¿qué tal estás? ¿Nada quieres decirme?
¿No hay cosa que lo valga, no hay nada que te traiga
A decirme esas cosas que no dirías nunca
A nadie? Padre, escúchame: ¿Nada quieres decirme?
¿No te vendría bien contarme de esas cosas
Que no dirías nunca a nadie?… Padre, atiéndeme.
También yo te contara, si pudiera, esas cosas
Que a nadie contaría que pudiera escucharlas.
Háblame, Padre, escúchame: yo también voy a hablarte.
Vamos a hablar los dos como dos contertulios
Y que el sueño nos venza mientras hablamos quedo
Como a dos contertulios a los que el sueño vence.
Hablamos… por hablar. Hablamos porque se habla.
Conjuramos la muerte hablando quedamente.
Y la muerte se sienta a charlar con nosotros
Y nosotros hablamos y hablamos quedamente
Y la muerte nos habla en una lengua oscura
Que no acabamos de entender.
KALEL
Adolescente errante, tu vida es sólo un sueño
vanidoso y feliz del que nunca despiertas.
Ante ti van abriéndose las silenciosas puertas
y los hondos recintos que conoces pequeños.
Tus pasos son ligeros, audaces sin empeño.
Cruzas por vagas sendas carreteras desiertas,
páramos soñolientos, abandonadas huertas,
pedregales estériles y regatos risueños.
Paras buscando albergue, bullicioso o sombrío.
Mides con buen sentido el rastro de tus pasos.
Te alejas solitario por la orilla del río.
Nadie te sigue en esos rumorosos ocasos.
También el horizonte se te antoja pequeño.
Tras este largo sueño te espera el otro sueño.
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