miércoles, 23 de julio de 2014

ALEIDA BELEM SALAZAR [12.455]


Aleida Belem Salazar 

(Torreón, Coahuila, México, 1989). Escritora y correctora. Ha publicado en diversas revistas electrónicas e impresas de México y otros países. Autora de poesía: Miedo cerval (89plus y LUMA Foundation, Zurich 2014) y Al viento lo que es del pájaro (La Tolvanera Ediciones, 2013); de relatos biográficos: Ramón Shade, Tercera llamada (Dirección Municipal de Cultura, Colección Trayectorias, 2013). Algunos de sus textos fueron incluidos en Antología compartida (Amanuense Editorial, 2011). Es becaria de PECDA (Programa al Estímulo de la Creación y Desarrollo Artístico) 2013-2014 en la categoría de Jóvenes Creadores en la disciplina de Poesía. Correctora en Amanuense Editorial e integrante del equipo del fanzín literario Palabracadabra y miembro del equipo editorial en La Tolvanera Ediciones. Graduada de la Lic. en Administración por el Instituto Tecnológico de la Laguna y diplomada en Creación Literaria por la Escuela de Escritores de la Laguna.



Uno

A veces mi cuerpo representa el pasado quebrado
la sombra jugando a que el tiempo la alcance
una estela de palabras infinitas
desorbitadas
enclaustradas
en el paraje que habita detrás de mi nombre
el viento quemado haciendo mella
en la incertidumbre de una vieja casa sin puertas
el hambre de ansiedad que consume
hasta los huesos
se llenan de canas mis pestañas
se me cae el cabello como el otoño;
no envejezco.
Y a veces, casi todo el tiempo, no sé quien escribe,
ni quien habla, ni maneja mi cuerpo.





De cierta

Mujer de caderas redondas,
ojos engendrados de paisaje desértico
que contonea su paso y arrastra
la nostalgia en un pausado “hasta luego”.
Y es que la mujer que está hecha de
sequías sabe contener en un beso
las historias antiguas de esta tierra llana;
sabe ser laguna cuando está escasa.
Voz de tolvanera adherida a la garganta
ajena, a los huesos aterrados.
Que moja con el tacto;
que sus palabras le han comido la boca.
Piel de Noa casi extinta
Mujer cierta, mujer desierto que
se lanza al viento cual chanate
sin miedo.





Sábado

Urges
en este hogar
mutilado
de sombras,
en esta cavidad
donde ha de vivir
tu lengua.




4:05 am

Partir de noche.
No decir palabra.
No despertar al silencio.
Irse y no dejar un hasta pronto.
Irse y abandonar los zapatos
en la entrada.
Volver sólo para mirar desde afuera
cómo todo es consumido
por la indiferencia.




Noviembre

No hay palabra que sirva
para esta lengua herida.
Tampoco sutura para
el camino lleno de fauces.
Sólo hay espacio. Y silencio.
Un largo espacio donde
refugiar al grito cuando
esté cansado de vivir
a la intemperie. Cuando
esté cansado de mí.






Desde

Escribir desde la herida
siempre desde la herida
y hasta la herida
porque no hay otro
sustento más
que el dolor
propio y ajeno
más que
la fractura,
el rasgamiento
que se provoca
dentro
y fuera
y en otros
Escribir desde la herida
y hasta la herida
o después de ella
Siempre




No pedí ser mujer

No pedí nacer mujer,
tampoco pedí tener
el período cada tanto,
mucho menos sentir
que el peso de todas
las mujeres que soy
lloran en mis hombros
cada veintiocho días.
Ni necesitar a alguien
a quien nunca le diré que lo
necesito para recargar mi cabeza
en su pecho cuando la presión
del mío me asfixie,
ni discutir con ese alguien
sólo porque el mal humor
no cesa. Ni cede el
enojo ni la rabia con
quién sabe qué o quién.
No pedir nacer mujer,
de verdad que no,
no pedí ser vulnerable
ni vulnerada.
No pedí sentir un dolor
en mi vientre que me parte
la cintura, la espalda, las piernas
y las caderas.
Yo no quería ser mujer,
pero dicen "eres mujer,
y después tendrás hijos,
y agradecerás por tenerlos"
pero a mí nadie me preguntó
si quería serlo, "las mujeres
son el vientre de este mundo",
pero nadie piensa
que también la presión
provoca perder la cordura,
porque las voces nunca
se callan, porque uno mismo
no se entiende.
Yo no pedí ser mujer,
o quizás no quería ser nadie.





Pájara.
Pájara herida. 
Hueco. 
Musgo. 
Ardor.
Ojos.
Tiempo. 
Pájara abierta.
Túnel. 
Árbol caído.
Geosmina.
Despedida. 
Pájara pesadumbre.
Encrucijada.
Grieta.
Un vuelve pronto.
Pared.
Pájara frágil.
Líquido.
Coladera.
Saudade.
Techo.
Pájara que añora.
Camino.
Voluntad.
Sombra.
Una habitación.
Pájara ida.
Espera.
No espera.
Se queda.
Suelo frío.
Adiós no es un final.





Miedo Cerval
Aleida Belem Salazar

Por Nadia Contreras




La piel humana separa el mundo en dos espacios.
El lado del color y el lado del dolor.
Paul Valery

El hombre inclina el corazón al sufrimiento. Su naturaleza, es sufrir, aún cuando el paisaje está frente a la vida. La felicidad es momentánea. El hombre experimenta el dolor que lentamente lo va cambiando; algunos, a través de éste trascienden, otros parten, como quien cierra una puerta. En esto pienso, cuando leo los poemas de Aleida Belem Salazar contenidos en su libro Miedo Cerval (Poetry will be made by all!, 89plus and LUMA Foundation, 2014).

Se divide en cinco capítulos: 1) Síntoma, enfermedad; 2) Corazón, pecho; 3) Infancia, cicatriz; 4) Tropiezos, soledad; 5) Futuro, anterioridad. Vuelvo, también, sobre aquellos autores que además del sufrimiento, tratan los temas de la ausencia, del dolor y la muerte. De la lista interminable, menciono a unos cuantos: Sylvia Plath, Alejandra Pizarnik, Gonzalo Millán, Anne Sexton, Paul Celan, Jorge Cuesta, Cesare Pavese, Enrique Lihn.

Aleida Belem Salazar (Torreón, Coahuila, 1989), nos coloca en medio de un territorio minado, más que por el sufrimiento, por la muerte:



todos los asmáticos conocemos la luz
al final del pasillo:
una inyección para abrir el canal
una inyección para reanimar los pulmones
una inyección para sortear la muerte



Quiero pensar que Miedo cerval fue escrito con la intensión de trascender el yo personal para enfocarse en el yo colectivo. La enfermedad del cuerpo, propia e íntima, cede paso a la enfermedad que quiebra por en medio la rotación del mundo. No importa, claro está, que la pregunta colectiva esté “llena de la soledad de uno”:



siempre se pregunta en singular
la pregunta colectiva está llena de la soledad de uno
se raja la pregunta en singular
una madre
una hija
siempre cosidas a la misma pregunta
del alumbramiento



Una madre y una hija cosidas al alumbramiento. Es decir, a las palabras. A la enfermedad se le da sonido, voz, ritmo; se pierde la fe en el cuerpo menguado pero no en las palabras.

Los versos de los capítulos primero y segundo, principalmente, dan cuenta de una voz que en la antesala de la edad adulta se enfrenta cara a cara con la muerte y el desamor. Los amores, ya se murieron en los ojos, dice Aleida, y en esta muerte: la fe, la solidaridad, el amor, la tolerancia, el respeto. ¿A dónde se han ido, por ejemplo, los paseos familiares, el asombro en los ojos limpios de los niños?



Es más fácil decir:
cadáver
lienzo
muerto por accidente
muerto por pérdida de voluntad



Miedo cerval, ese miedo atroz, excesivo, es metáfora de la asfixia. Veamos:



existe una costura llena de restos de piel polvorienta
uñas masticadas por la asfixia
y un ruido que lame
su propio costado



En el cuerpo o dentro del cuerpo, la enfermedad, es una alteración leve o grave del funcionamiento normal del organismo o de alguna de sus partes debida a una causa interna o externa. No obstante, ninguna enfermedad es tan cruel como la del hombre dentro de una sociedad que sin corazón se desplaza hacia el abismo. La relación paciente-doctor se repliega en el fondo minúsculo de la existencia.

La enfermedad de la sociedad aniquila pueblos, ciudades, países enteros. La poeta entonces abordará la poesía desde su propio nigredo para dar cuenta de temas urgentes: la pobreza, la violencia de género, la discriminación, la corrupción, la prostitución, la pereza espiritual, la injusticia, etc.

Refiriéndonos al epígrafe de Paul Valery, los poemas de este libro corresponden al espacio del dolor. Cerradas las páginas, los ojos se abren hacia una dimensión que supera el interés propio.

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Nadia Contreras (Quesería, Colima, 1976). Escritora y maestra. Sus últimos libros publicados son: Cuando el cielo se derrumbe, Pulso de la memoria, Presencias, El andar sin ventanas, Caleidoscopio y Visiones de la patria muerta

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