Ángela Molina
Escritora venezolana (Caracas, 1967). Es licenciada en comunicación social y abogada por la Universidad Central de Venezuela (UCV). Se dedicó al periodismo impreso y ha publicado en diversos periódicos y revistas venezolanas. Participó como miembro fundadora en calidad de vocal en la primera directiva de la Asociación de Bioética Jurídica. Ha publicado los poemarios Aclaratoria (Bid&Co., 2013) e Imprudencias (Diosa Blanca, 2015).
Aclaratoria (extractos)
Las hembras
Las hembras paren a sus hijos y entierran a sus maridos.
Después se mueren sin lamentarse,
con una comprensión que lo abarca todo.
No se rompen, se secan las lágrimas que saltan y siguen adelante.
Las impulsa la vida, no saben hacer más.
Las hembras desean, devoran, protegen,
lamen las heridas de los otros, nunca lamen las propias.
Desgarran la carne con las uñas, gritan con gemidos que atraviesan paredes,
atrapan con brazos y piernas, aspiran los aromas hasta el último aliento.
No abandonan: se desinteresan, genuinamente.
Quieren comerse el mundo en cada hombre,
echan un hombre al mundo en cada parto.
Viven, intensamente, y no esperan.
Escuchan las largas sinrazones de los que lo esperan todo.
Sonríen, a veces, con indulgencia.
Se exasperan, únicamente por sus hijos,
piensan que todavía hay algo por hacer, algo que pueden salvar.
No se creen fuertes (lo son, sin saberlo).
Lo esencial las diluye y las seduce.
Hacia allá se dirigen.
Desahuciada
A madre
Mientras estés en el Infierno
me quedaré contigo
Con mis dedos desnudos
te curaré las llagas
Te abrazaré con fuerza
sostendré tu espalda, inmóvil, en mi regazo
Mientras estés en el Infierno
me quedaré contigo
Me beberé tu angustia
en el cáliz profano
de nuestro inconfesado amor
Caminaré sobre mis miedos
para enfrentar los tuyos
Mientras estés en el Infierno
me quedaré contigo
Me morderé la lengua hasta tragar mi sangre
Te meceré despacio, respiraré tu aliento
Como cuando éramos una
respirábamos juntas
Mientras estés en el Infierno
me quedaré contigo
A tu impaciente queja princesa destronada
responderé con calma
Seré paciente y dulce
como nunca lo he sido
Mientras estés en el Infierno
me quedaré contigo
Seré tu fuerza tu luz y tu palabra
seré tus pasos
La esperanza que te han arrebatado
La testigo indigna de tu despedida
Mientras estés en el Infierno
me quedaré contigo
La rabia la venganza la justicia terrena
la impotencia
las guardo para mí
El grito en la garganta se quedará atrapado
mientras estés en el Infierno
Seré para ti la madre que no fuiste
desafiaré a tus demonios con mi risa
Adoraré tus piernas inmóviles
le daré a tu garganta la palabra
me quedaré contigo
Abandonaré a todos y a mí misma
suplicaré a mis dioses
Pediré para ti a la buena muerte
llévatela contigo
Pero mientras te quedes
me quedaré contigo
Lucharé las batallas que no puedes librar
Recordaré tan sólo aquello que me diste
Un corazón de oro con piedras de rubí
dieciocho diamantes
un jardín con mi nombre
Licencia para ser
desparpajada, loca, volátil
me quedaré contigo
Y este cuerpo pequeño, menudo, delicado
estas formas, redondas y fértiles
aguantarán con sorna
ese reclamo tuyo de la devoción
que no te debo y te prodigo
me quedaré contigo
Con la cabeza alta y los ojos abiertos
voy a mirar tu lento crepitar
hasta apagarte
No habrá, lo sé, una mano
que sostenga la mía junto a tu cuerpo inerte
Cuando acabe el Infierno
me quedaré contigo
Y guardaré silencio
A los que me reclaman les daré la razón,
asentiré con calma
cuando me acechen las horas no vividas
Y ahora sí, mi grito te convoque
y ya no tenga brazos, sólo espaldas.
Genética imprudente
Mi padre, el inmigrante,
descifraba problemas de química en su pizarra
Mi abuelo, el agricultor,
despedazaba plátanos a los ojos de sus hijos
Mi bisabuelo, el socialista,
daba a elegir entre abogado y soldado
Mi tatarabuelo, el indiano,
sólo quiso ver el campo
antes de morir
Yo, que no heredé valentía,
quiero bailar
sobre las piedras de sus tumbas
y conjurar la alegría
Amor agónico
Lastima este amor
Este amor distrófico
que apenas puede ver
con mirada nublada
Que no tiene tacto, que no siente piel
que mueve con tedio un dedo
Tan sólo el necesario
el urgente como una arcada
Lastima este amor
Que no conoce ni quiere conocer
Que presume de puertas afuera
Que se hace el valiente y ruge de miedo
Que vive de rutinas
Que se alimenta de insatisfacción
Que nació con la duda sembrada
Y una cicatriz de desprecio
Lastima este amor
Que nos apresa y se niega a morir
Que rehúsa ser desconectado
Moribundo desde el principio
Atado a los manuales de convivencia
Amor locura
Amor borrachera
Amor ansiolíticos
Amor evasión
Que pide muerte
Y no nos atrevemos a matarlo
Certidumbre
No estoy sola
Me acompañan los que me precedieron
en sus tumbas
La cascada
El agua canta
sobre el agua
hipnotiza los sentidos
Aquí hay paz
No hay deseo posible
Y sin embargo
somos todos extranjeros
en esta tierra sagrada
Ancestral
La ley sacra me ha dicho
la india junto a la almohada
India también yo
mestiza
parto sin gritos ni flamas
Puedo estar eternamente
mirando
agua sobre agua
los colosos invencibles
de madrugada
Llovió, los tepuyes me llaman
Quiero aquí pasar mis días
después de sortear la calma
Aprender a tejer, darles mi aliento
Y que por fin me visiten
los que alguna vez me amaron
Aclaratoria
Señor, perdone,
yo no soy poeta
Soy sólo una
a la que se le han secado
las palabras
Como se muere un hijo
dentro del vientre
Imprudencias (extractos)
Editorial Diosa Blanca
Caracas, 2015
Taller ocaso
Los otros hablan.
En el taller nombran a Heidegger, a Kant,
a Hannah Arendt, a Pessoa, a Octavio Paz.
Saboreas el café y escuchas.
Anotas en tu libreta:
llover, llover sobre el musgo de las palabras
hasta volverlas limpias, ásperas, esenciales
palabras-patrias, significados ambiguos y coherentes.
Aprendizaje
Quizá morimos solo porque nadie
quiere morirse con nosotros, nadie
quiere mirarnos a los ojos.
Octavio Paz
Me gustan las miradas largas y profundas
esas que no rehúyen.
Me gustan las miradas que no temen
mirar, devolverte el reflejo.
Esas miradas silenciosas
que son tacto.
Doy fe del poder curador de las miradas francas y sin ambages.
Me trepo a ellas como a una enredadera
para encontrar oxígeno. Cuando me faltan
cierro los ojos y las recreo.
Sé que existen y me mantendrán con vida.
O existieron. Eso basta.
Huesos
Los perros son sabios.
Cuando las poetas hablan callan sus ladridos.
Saben que el silencio es indispensable.
Ellos no sienten la premura de las gentes,
su desatinada ansia por llenar cada espacio
cada momento.
Su miedo no va más allá del castigo
de la sobrevivencia.
En la esfera celeste
todos los animales se dejan poseer
por la divinidad de su naturaleza.
Solo uno cierra la puerta a su instinto iluminante.
Solo uno vive en la oscuridad de la razón
y no se reconoce como bestia mansa.
Somos ese al que toda desnudez le causa espanto.
Hogar de Loba
No es que no existan amores para toda la vida
es solo que no nos tocaron en suerte.
Nos hace esto acaso más volubles
pero no nos define la desgracia
no nos ata al desamor.
Simplemente nos vuelve intermitentes.
Encontramos a ratos
el resto del tiempo, estamos al acecho.
Y creamos amores con palabras
e imágenes, de savia.
Abraza al árbol, mientras tanto.
Las siete tumbas
No es un dato estadístico
por cada mujer que muere
siete hombres mueren también
al mismo tiempo y lentamente.
Mueren sus hijos, bastante,
si la quisieron y ella los quiso.
Muere su esposo, su amante, su pareja
o el que quiso ser cualquiera de los tres.
Mueren sus hermanos,
y si son huérfanos de madre, mueren por segunda vez.
Muere el que fue su protegido,
y si fueron varios, mueren más.
Ella, en cambio,
aunque es la única en la urna,
sigue viviendo en los recuerdos de estos otros,
que se mueren con ella.
Aunque esto último no es cierto.
La muerte es siempre sola.
Lo que no tiene nombre
A veces no hay palabras
en los límites del deseo
o del quemante sufrimiento.
No hay palabras.
Lo incondicional no acepta nombres.
Intentamos describir acercarnos garabatear
ponerlo en blanco y negro
evitar que nos explote en la cara
o vísceras adentro
para decir ¿entiendes?
para no ser número primo
y es inútil.
¿Cómo te nombro amor, cómo te nombro?
Sosiego, paz, luz, alegría
entre mis muslos corazón que late y se desboca.
Calor que sube intenso por el cuerpo.
Incontenible indomesticable
delirante desquiciado insensato
pero es más
¿Cómo te digo, dolor?
Soledad acompañada, incomprensión,
pérdida infinita
palabra muda
abrazo que no fue
campo de zarzas
espina lacerante
ausencia.
No todo puede ser nombrado
acaso tampoco es necesario.
Profano
Dios bendiga la soledad de los amantes
y los haga entrar desnudos en el templo
porque solo ellos son el pan que se encarna.
Dios bendiga el secreto indecible que callan
ojos adentro cuando el cuerpo se hace fiesta
y la piel se engalana y la sangre se agolpa
en su rumor, el único y secreto verdadero.
Dios los bendiga despojados
porque solo ellos conocen
la inmortalidad del instante.
Dios bendiga la sonrisa que surge en el placer
la carcajada
el gemido
la caricia
el silencio
que se guardan.
Fe y religión del tacto.
Solo ellos renacen.
Dios los libre de todo mal y los oculte
—en el juicio final ya están absueltos
la prueba es que están juntos.
Dios los cubra y escuche su plegaria
de la palabra y del tedio los ampare
de las leyes humanas los esconda
porque solo ellos son los pies del Hijo que camina
sobre la Tierra.
Dios los salve de renunciar al sacrificio
que se hacen uno al otro,
de preguntarse los porqués
del abandono
de confesar como pecado su pasión
de entregar vanamente el don divino
de leer los mandamientos.
Dios los salve.
Y los mantenga puros en el lecho
y prudentes solo fuera de él.
Después de haberse hecho pan
y alimentarse
que se callen.
Que no renuncien
que no confiesen
que no teman.
Que lleven el silencio
y no intenten descifrarlo
con razones terrenas.
Gracias a Vicente Gerbasi por el primer verso de “Genética imprudente”
Dear Sir
ResponderEliminarit looks very interesting can you have some of the writes in English