Gregorio Muelas Bermúdez
Nació en Sagunto (Valencia) en agosto de 1977. Es licenciado en Historia por la Universidad de Valencia, titulación que completó con los cursos de Doctorado en el Departamento de Historia Contemporánea. A temprana edad manifestó su inquietud por las letras, convirtiéndose en un ávido lector. Desde entonces no ha parado de escribir, con algunos intervalos de silencio dedicados a la reflexión, dejándose ganar por la causa poética. Ha incursionado en el cine como guionista y ayudante de dirección. También se dedica ocasionalmente a la crítica literaria y cinematográfica, actividad que desarrolla en Internet y que le permitió una experiencia radiofónica en una cadena de ámbito local.
Aunque me borre el tiempo (Editorial Círculo Rojo, Junio de 2010), fue su primer poemario. Su nuevo libro, Un fragmento de eternidad, ha sido publicado por la editorial Germania Comunicació.
No contemplar
ante el espejo el rostro
sino el vacío.
Qué vértigo mirar
al fondo de uno mismo.
Gregorio Muelas Bermúdez
AUNQUE ME BORRE EL TIEMPO
Aunque me borre el tiempo,
aunque sea ceniza mi cuerpo
y se lo lleve el viento
hacia lejanos páramos desiertos,
mi voz no sucumbirá al sueño.
Aunque me borre el tiempo,
aunque me otorgue el cielo
adioses sin consuelo,
mi voz, como el ave fénix,
alzará de nuevo el vuelo.
Aunque me borre el tiempo,
aunque de mí no queden
más que estos pocos versos,
mientras siga vivo un recuerdo
mi voz dará música al silencio.
CUANDO LA AURORA LE HABLE AL TIEMPO
Cuando la aurora le hable al tiempo
y emerja el sol entre las olas.
Cuando la luz invada la sombra,
como una herida luminosa.
Cuando canten el mirlo y la alondra
con sus laringes melodiosas.
Cuando el viento aúlle entre las copas
de tísicos árboles sin hojas.
Cuando el río esculpa en la roca
un sinfín de formas caprichosas.
Cuando la aurora le hable al tiempo
renacerán las rosas rojas,
la memoria salvará del olvido
instantes que tuvieron su gloria,
mas ahogará en el silencio
los momentos de soledad sonora.
Cuando la aurora le hable al tiempo
la vida y la muerte, la noche y el día
serán al fin la misma cosa.
Poemas
La enfermedad
(Rima Jotabé)
I
Me quejo de esta dulce enfermedad
que me llena la boca de verdad
porque desde hace tiempo me saluda
un gran sentimiento que me desnuda
el alma ante ti y por más que se escuda
el corazón se te entrega sin duda.
Esta enfermedad que llaman amor
avanza día a día con fervor
y rinde mis defensas sin piedad.
¿Acaso puede estar mi boca muda
si a tu lado me arde el pecho cantor?
II
Este amor es como una enfermedad
que ataca a la temible soledad
que amenaza en noches de luna ciega.
Bésame sin anestesia y sosiega
a esta alma que te anhela y a la que siega
el tiempo y su guadaña solariega.
Pero esta enfermedad no resta vida
sino que la alimenta sin medida
cuando es aquejada de gravedad.
Sólo el amor que se conquista riega
de luz la oscuridad desprevenida.
III
La enfermedad nos hace más humanos,
más empáticos y menos ufanos.
Por la herida se manifiesta el alma
contra aquello que remueve su calma:
la injustica de la carne, la palma
de la mano enemiga que desalma
las serenas virtudes capitales,
la tez rosada de los lagrimales.
La enfermedad nos hace tan profanos,
tan mortales, porque al final el alma
se corta en noches de rotos cristales.
IV
La enfermedad nos revela quién somos,
entonces vemos los ángulos romos,
todo cobra una nueva dimensión,
como el ave que entona su canción
en la penumbra y canta con pasión
aunque muy pronto muden de estación
las rosas del jardín de la memoria.
Cómo nos aferramos a la gloria
vanidosa y con qué nervios y aplomos
marchamos al hueco sin remisión.
La enfermedad purifica la escoria.
V
La enfermedad restaura los afectos
que el orgullo había tornado abyectos.
Porque el dolor imprime su sentencia
en la carne y en los huesos, con paciencia,
hasta que al fin nos condena a la ausencia.
Muy tarde aprendemos de la experiencia.
Sin embargo aún es tiempo si es leve
la herida, pero la tregua es tan breve…
Porque nos sabemos tan imperfectos
porfiamos para dejar una herencia
antes de que un viento frío nos lleve.
(Poema ganador del Noveno Accésit del,
III Certamen Poético, Rima Jotabé)
Mi amor
(Rima Jotabé)
Mi manera de amarte es bien sencilla:
te miro como una luna amarilla
que me arroba en la noche penitente.
Beso tu boca grana, pan caliente,
que es mi sustento, pasado y presente,
que se engasta en mi corazón candente.
Este amor no conoce más frontera
que el blanco de esta página sincera.
Así es mi amor, vasto mar sin orilla,
esmeralda planicie arborescente,
ansia abolida, cumplida quimera.
(Poema ganador del Sexto Accésit del,
II Certamen Poético, Rima Jotabé)
Ardiente oscuridad
(Rima Jotabé)
Bajo un cielo inmóvil no cantaría
pues necesito la luz que varía,
las nubes pasajeras y la alada
estela de las aves en bandada.
Y en las noches de luna anaranjada
invoco a la estrella más descarada
para rimar la tristeza y la beldad
con la ilimitada y ardiente oscuridad.
Cielo hondo que se ofrece noche y día
a mi voz en forma de denodada
canción que se alza contra la soledad.
Aunque me borre el Tiempo
Editorial: Círculo Rojo Número de páginas: 107 Autor: Gregorio Muelas Bermúdez Género: Poesía Fecha de publicación: Junio de 2010 Lugar: Valencia (España)
“Aunque me borre el Tiempo” es una obra poética que engloba dos poemarios de su mismo autor: “Con las palabras, con el Tiempo” y “No hay vado en el fuego”. Gregorio Muelas Bermúdez, escritor emergente en la literatura valenciana, nos presenta su obra dividida en dos partes tan complementarias como diferenciables. Por un lado su versificación en el primer poemario, está declaradamente unida al metro clásico, mayoritariamente el endecasílabo cuya máxima representación está contenida en catorce sonetos que perviven en sus hojas. Sin embargo, en el segundo poemario nos ofrece concesiones al verso libre así como una mayor utilización del eneasílabo, lo que demuestra que además de conocer los cánones, amarlos y respetarlos nos da buena cuenta de su versatilidad como literato. Rima consonante, asonante, inclusión de haikus, son evidencias de la gran variedad que Gregorio nos ofrece con su riqueza estructural, riqueza que su talento sabe extender al ámbito gramatical utilizando un léxico tan implícito con las imágenes que describe como acertado por su simplicidad. Esa simplicidad patente, es una desnudez en sus versos que sobrecoge, su testigo es un presente en pos de la breve sinceridad. No hay artificio, no hay retórica, sólo Poesía en su hondo calado argumental. Al leer la primera parte del libro “Con las palabras, con el Tiempo” uno siente la desazón del que vive en la duda y lanza preguntas metafísicas que nadie responde, pero Gregorio, no sólo dramatiza esa angustia del ser humano como lamento, sino que nos ofrece además un hilo de esperanza. El tono solemne y evocador de la obra se resuelve por los dos poemarios como si un mismo velo los envolviera, un velo de hondura y transfiguración tan agreste como espiritual, tan humano como divino. En “No hay vado en el fuego” los versos circunscriben un mosaico de versos neorrománticos, una alborada de poemas de amplia gama cromática llenos de intensidad y sentimiento. Un buen ejemplo de ello es el poema “Canto” dedicado a Rafael Puerto, amigo del autor, o “Perderás la luz”. No es casualidad encontrar en esta obra, referencias a Tarkovski o Bergman, brillantes cineastas admirados por Gregorio, pues de la misma manera que éstos invadieron sus obras con intensos mensajes metafísicos y atractivas puestas en escena, Gregorio hace lo propio quizá en homenaje a ellos, por tanto talento ofrecido. Con su poema “Bella de día” que tal vez y dada su formación audiovisual haga alusión a la mítica cinta de Buñuel, alcanza cotas de un lirismo barroco que no deja indiferente al lector e invita a degustación una y otra vez. Pero si hay una constante en la poética de Gregorio Muelas, además de su visual pasión por lo que hace, es una omnipotente e inexorable sombra del Tiempo. El Tiempo en los versos de Bermúdez, discurre líquido ejerciendo todo su poder como centinela, intenta macerar una voz que se rebela y como resultado está el triunfo poético de esa experiencia vital. He de confesar que el hecho de que Gregorio conciba entre otras formas, la Poesía de forma melódica por la consonancia de su rima así como antropológica y telúrica por la profundidad de sus temáticos matices, hacen de “Aunque me borre el Tiempo” no sólo una obra interesante para el que suscribe estas palabras, sino brillante y absolutamente recomendable, además de presumirse como el punto de apoyo de una extraordinaria obra posterior ya vaticinada en la belleza de estos versos.
Fdo: José Antonio Olmedo López-Am
Un fragmento de eternidad
Autor: Gregorio Muelas Bermúdez
Género: Poesía
ISBN: 978-84-16044-33-7
Nº Páginas: 63
Encuadernación: Tapa blanda
Año: 2014
Un fragmento de eternidad es el nuevo poemario de Gregorio Muelas. Un trabajo poético de altura, con ecos clasicistas, publicado en el número 10 de la colección “Viaje al Parnaso” de la editorial Germanía. Reseña: Por: José Antonio Olmedo López-Amor La carrera literaria de Gregorio Muelas Bermúdez (Sagunto, 1977), ha pasado de ser prometedora a constatarse como un valor seguro. Su escritura, como trasunto de la vida, engloba sus debilidades, su pensamiento, pero sobre todo, la honda preocupación por ese estigma que sobre todos nosotros esculpe el Tiempo, la condición en fuga de estar vivo y saber que la Muerte se aproxima. Gregorio Muelas, vehicula este poemario con el criterio y orden musical de una sinfonía; la concepción de su poética está suscrita a un germen musical, germen que durante el poemario se escenifica minoritariamente en rimas consonantes y mayoritariamente en rimas asonantes. El poeta valenciano Rafael Coloma, redacta un prólogo notable en el que disecciona la estructura del poemario y a la vez confiesa encontrar un existencialismo latente que hilvana los diferentes bloques que conforman esta obra, un existencialismo que siempre subyace, vigoroso y reflexivo, en los tres temas principales del poemario: la Música, el Tiempo y la Naturaleza; no por nada, Coloma titula su prólogo de la siguiente manera: Música y paisaje. En el año 2002, el escritor argentino Héctor A. Piccoli, publica un libro titulado Manifiesto fractal, en el cual propone a la comunidad literaria mundial, rescatar el ritmo y la musicalidad en la poesía para contrarrestar esa prosificación o versolibrismo prevalente, que tanto daño ha hecho a los contemporáneos amantes de la poesía clásica desde finales del siglo XX hasta la actualidad. Gregorio Muelas se suma a ese llamamiento abanderado por Piccoli y cultiva, entre otros formatos de su repertorio: la métrica en forma de soneto blanco o clásico, la rima jotabé, el heptasílabo, el verso libre y la asonancia. El poemario comienza con un poema titulado Preludio que inaugura el discurso poético con la palabra “nada”, curiosamente, podría considerarse a este poema una bisagra que ensambla todo su simbolismo con el último poema del libro, titulado Nada, formando un final-principio recursivo y eviterno, constituyendo un viaje desde la Nada al Todo, localizaciones donde la mirada del poeta revela su enamoramiento por la Vida y su fascinación por su efímero milagro: Pero sé que todo es final, / que todo acaba, / que sólo existen los instantes, / y que cada instante, / cíngulo del tiempo, / es un fragmento de eternidad• El primer bloque, titulado Aurora y agonía, se compone de dos sonetos -blanco y clásico respectivamente- que narran, casi en tono bíblico, la “aurora” de la formación del Universo, cuna y morada de la Música; y la “agonía” de la auto-coronación de Luzbel, siniestro Ángel Caído, como Señor de la Nada. Ambos momentos, tienen una importancia capital en la memoria del poeta, ya que, de esa culminación, nace su percepción de la Vida como un curso dual y binario de fuerzas complementarias, visión que vertebra el segundo bloque del poemario, Música en la oscuridad, pasaje que comienza con estos esclarecedores versos: Toda nota tiene su silencio. / También toda luz tiene su sombra. El yo lírico de Gregorio Muelas, se ubica en diferentes tribunas para pronunciar su alocución. En los sonetos: Música callada y Olas al fondo, utiliza la primera persona como ente presente y exclamativo, mientras que en los poemas: Adagio, Bruckner y Schubert Park, el foco emisor de su poesía es un narrador omnipresente. Los magmas de su mundo interior buscan, en todo momento, la forma más propicia para manifestarse. Ese ejercicio de adecuación, aderezado con el poder magnético de algunos arcaísmos que revelan un culturalismo, o relativismo posmoderno, denota una vasta formación y vocación en un autor que ama, respeta y cree en el valor de la palabra. El cuarto bloque lleva por título El peso de los días, una alusión a la obra poética del poeta Blas Muñoz Pizarro, referente y amigo del autor, poeta al que además va dedicado uno de los poemas del bloque, Otro cielo. Pero también el título alude a ese agónico proceso de erosión que sufre el habitante citadino de las grandes y caóticas urbes, la soledad, la deshumanización, la prisa, una desazón reflejada perfectamente en poemas como Hoy: …entonces entonan vítores los televisores / y vuelan altivos los sueños / de los vivos murientes, / aquellos para los que el ayer no es más / que una borrosa instantánea, / una sonrisa congelada, / y el día a día un futuro sin presente. En el cuarto bloque, además de la sombra del tiempo, incide argumentalmente una preocupación humanista, las descripciones del mundo y sus pobladores dibujan un panorama descorazonador, donde los seres humanos viven hastiados y llenos de carencias en un mundo desgastado y posmodernista. El poeta encuentra únicamente en las alturas de la poesía, pero no de una poesía cualquiera, sino de una poesía verdadera, auténtica, porque es forma de vida; una escalera hacia la belleza, ese axis mundi desde el que puede disertar sin ser juzgado, un lugar donde su alma de artista y su conciencia de hombre pueden dialogar armónicamente y de esa eufonía mística emerge su poemario, un poemario al que podríamos llamar exegético. En el poema Refutación a Adorno, la palabra poética es para Gregorio Muelas un arma para luchar contra la injusticia y el olvido, un acto de civilización contra la sumisión y la barbarie, un elemento clave para defender, legar, constatar, vivir. En el poema Pessoana, el amor nos dice que siempre ha estado ahí y se revela como otra luz que conquistar, otra arma que defender. Ya en el quinto bloque, Apuntes de paisaje, como su propio nombre indica, es la Naturaleza quien inspira unos versos contemplativos, evocadores, que describen la belleza de un paisaje, el vuelo de un pájaro o un atardecer, al tiempo que inunda su poesía de pensamiento, de dolor, de nostalgia. En estos breves poemas el autor imprime siempre un ápice de esperanza; sus agrestes pinceladas dibujan una posible primavera en pleno otoño, un camino alternativo que podemos transitar sin pesadumbre. En definitiva, Un fragmento de eternidad es un poemario atípico por su pluralidad de formatos poéticos, valiente por su apuesta literaria -tan formal como conciliadora- y un ensayo rico e ilustrador sobre el ser humano moderno y sus preocupaciones. Una excusa perfecta para reflexionar sobre nosotros mismos y nuestro entorno en este efímero lapso que es la vida. Su mensaje es un proyectil lanzado en dos direcciones, al conocimiento y al corazón, un mensaje que sin duda encontrará su destino en el amor y comprensión de los lectores.
"Nada/ me hiere más que una mirada indolente,/ que un silencio, que un adiós. Pero sé que todo es final,/ que todo se acaba,/ que sólo existen los instantes/ y que cada instante,/ cíngulo del tiempo,/ es un fragmento de eternidad" (pág. 15).
"Arcángel negro que haces del olvido/ tu vil arma para tiranizar/ al hombre, que azorado y disciplente/ clama a la eternidad enfebrecido/ ante una torre erguida para izar/ tu enseña con crespón, onmipotente". (pág. 20).
"El ayer que parecía olvidado/ retorna con cada nota apenada, qué lenta y serena melancolía" (pág. 28).
"Después de Auschwitz/ se escribe poesía/ para decir con eco inextinguible/ que la muerte no es la única salida" (pág. 42).
"Nada, salvo el tiempo, me da miedo/ y desde el desasosiego/ de los días que se marchan sin remedio/ quiero soñar con amor,/ aunque mis manos se queden frías/ y vacías/ después de tanto esperar/ a que la vida desentristezca/ los ridículos recuerdos/ que el corazón no supo olvidar". (pág. 43).
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