lunes, 14 de julio de 2014

ANTONIO OTERO GARCÍA-TORNEL [12.311]



Antonio Otero García-Tornel

Escritor español (Barcelona, 1952). Cursó estudios de derecho. Fue uno de los padres fundadores de Ajo Blanco. Cercano a Carlos Barral, desempeñó varios trabajos relacionados con el mundo del libro. Vivió siete años en Venezuela. Ganó en el País Vasco, lugar en el que ahora reside, el primer premio del VI Certamen Geoda de Narrativa (1991). Ha publicado artículos y poemas en revistas de España y América. Ejerce de columnista en el suplemento cultural de un periódico de Bilbao.




SIN ÁNIMO

¿Por qué no puedo ser pragmática, corriente?
Sylvia Plath


No habrá tarde pulida, paso cómodo
el equilibrio
                     nunca
perfección de unos días vislumbrados
en tumbonas de teca o en la nieve.
Y no habrá claridad sin lastre
humor agudo en villa con estatuas
soltura de vocablos
frente a un viento atiplado e impreciso
ni firmeza —esos lentos ademanes
de la fuerza interior—
sino vergüenza muda y más afrentas
que apuntan al orgullo
la vida que se parte
                                  y el sentido
de lo que no se puede reparar.

Aflorarán recuerdos obstinados
del faux pas, cierto hervor de antipatías
mejor conocimiento
de lo que es ser vencido, aniquilado
para gran regocijo de rivales
bajo una compasión de estrellas frías.






MIENTRAS COBRAS ALIENTO

Donde hay mucha sabiduría, hay mucha pena, y quien
añade ciencia, añade dolor.
Eclesiastés


Mientras cobras aliento y ves la piel marchita,
ojeras en un cuarto cerrado con pestillo,
después de recibir ya todas las noticias
con el determinismo sombrío acostumbrado
y en la luctuosa tarde vuelves a preguntarte
qué sabio sedimento la vida te ha dejado,
qué poso la lectura de Svevo o Leopardi,
los otros, sin pasado,
                                    con sólo tres palabras
compiten en el juego de la seducción, compran
mansiones excesivas, navegan con aplomo,
se ríen con el dálmata o con los sucesores
que calculan los días restantes, suspirando
por mirar desde arriba y por mover los hilos.





LOS POSTIGOS CERRADOS

Cuando atardece siempre necesitamos a alguien.
Scott Fitzgerald


Nada puede turbar
la muerte del momento
salvo un eco de pasos fatalista
o el latido de aquel que se ha quedado.

No hay luz en las ventanas
porque se fueron todos los compinches
sin una lagrimita,
con crujidos de grava que escocían.

Se acabaron las bromas:
vuelve el tiempo sin hojas, macilento,
el orden solitario.

Rechinan las ideas.
Igual que en un sinnúmero de ocasos
la vieja sensación de realidad
atenaza sus huesos.

Lo sabe: ahí continuará, enquistado
como un error que no se reconoce
hasta que le abandone incluso el aire
y una labor baldía se deshaga.







NEGRO SOBRE NEGRO

Hay un fracaso en cada intención.
Anne Michaels


Lo peor es que no parezca cierta
la cifra del desorden o el sosiego
perdido sobre podio indeclinable,
el precio del afecto a criaturas
propensas a extraviarse en trampantojos;
que parezca simpleza innecesaria
la imagen de sujeto desahuciado,
como hijastro de Dios que no se libra
de ningún topetazo contra lienzo,
que parezcan superfluos los matices
que sugieren ardor de envenenado
por un millón de esperas tortuosas
y resbale sobre una piel de esfinge
todo nombre que quiera recrear
incursiones al fondo del oprobio
que dejan, repetidas, sin vigor.

Lo peor es que sea tan difícil
mostrar la hondura de lo humano en ti.







FÓRMULA DE DESPEDIDA

To die and know it.
R. Lowell


Desistir, despedirse de la rosa,
la mejilla fragante y el jersey,
bajar por fin los brazos,
dejar de estar en guardia.

Notar que se transforman las perfidias
que no pudieron reducirse a pulpa
en un murmullo casi indiferente;
que se apaga la sed,
los ojos no gravitan hacia estrofas,
luciérnagas o muslos:
los imanes carecen de poder.

No buscar ya el hilo
para tirar de él y poner orden
en la madeja gruesa, nunca más.

Despedirse de llaves imperfectas,
de un augusto final, el concertante
que llenó de volátil alegría
agujeros de angustia.

Abandonar guirnaldas navideñas,
el arcano presente, la esperanza
del todo agusanada
y que se aproxime Átropos contenta
para traer la afasia del final.












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