Miguel Fajardo Korea, (Costa Rica, 5 de abril de 1956). Licenciado en Literatura y Lingüística, con énfasis en Literatura, Académico propietario en la Universidad Nacional de Costa Rica. Profesor titular de español en el Liceo Laboratorio de Liberia, Costa Rica. Ha publicado en Costa Rica, República Dominicana, España y Colombia.
Obra editada: “Urgente búsqueda” (1981); “Estación del asedio” (1981); “Extensión del agua” (1981); “Realidad, mito y dolor” (1986); “Sólo la noche” (1989); “Las puertas del sol” (1992); “Héctor Zúñiga: palabra y canto” (1993); “Sacramento Villegas: canción en el tiempo”; “Otras lunas: presencia femenina en la literatura de Guanacaste” (1996); “Medardo Guido: cantares de la pampa” (1997); “Margen del sueño” (2000); “Todos los días” (2004); “Ausencias” (2005), “TRAVESIAS”, Costa Rica, 2008; “AUSENCIAS”, (2ª ed.) Bogotá, 2008 y la Antología Casa Guanacaste (1980-2010).
Ha obtenido las distinciones siguientes: Premio Joven Creación, poesía de Costa Rica. Premio Alfonsina Storni, Buenos Aires. Premio Jorge Volio, Costa Rica. Premio Nacional de Promoción y Difusión Cultural de Costa Rica.
Tierra investida de misterio
A Mauricio González Velásquez,
con fraternidad latinoamericanista
Pienso en Centoil, dios
chorotega del maíz,
en Agilomen, elote
en el abrazo del corazón
Chorotega: el hombre que corre,
que huye.
Nicoatl, nicho de culebra;
Nicoa, cacique contra
el tiempo, siempre vivo,
en el gran templo de Nacaome.
Pienso en los cuatro mundos
chorotegas, en los puntos cardinales,
su memoria, papaturro morado,
en el pachamama, su tierra investida
de misterio, su lugar del sueño,
su fuente de vida,
sus ritos de luz y oscuridad.
Me pienso chorotega,
invoco su sangre
Nonan –madre-; Babu –padre-.
El arpón chorotega de la herida,
cántico en el sol,
la Gran Nicoya emplumada…
Libertad del sueño
En la libertad del
sueño,
la sombra luz
protege su belleza.
Laberinto de voces
en el destierro
de todos los silencios.
Furia suicida
en la memoria anónima.
La sombra de la cólera
enciende su párpado
contra la injusticia.
Sigue la guerra.
¿Alguna vez hubo razón?
Labio desnudo
La muerte embiste
el deseo.
Lámpara profunda
que siempre espía.
Los soldados recorren
las fronteras
como labios desnudos.
Hay un diminuto perdón
después de la tortura.
La puerta en celo
acumula
tristezas
ante la cámara de gas.
La globalización exige
sombras.
Trazan su sino en los TLC,
en el euro o el dólar,
en la caída anónima…
Sigue muriendo la vida.
Martirio de la vergüenza
Amenazan con borrar
las palabras,
los pecados generales
de todos los deicidas.
Venden graffitis:
el nombre de los desaparecidos
sin la mínima
piedad,
el escarnio
en sus costados.
La culpa convertida
en vergüenza.
Combatís
para no ser cómplice
del genocidio.
Siempre habrá verdades a medias.
Es la insania en el tercer milenio.
¡Cuesta sobrevivir!
¿Es la historia de los pueblos su deuda externa?
El silencio es un cuerpo
El silencio es el pecho
Un cuerpo roto que suspira
con los desposeídos,
un cielo desnudo en la certeza
de la prisión.
El poema es camino.
El suplicio ante
los números en rojo, la deuda
externa que nadie condona
enceguece
la alegría de los niños.
La hora necesaria del amor.
El auxilio de la limosna o la piedad.
Las calles se pueblan:
¿Somos nosotros?
¿Serán los lisiados en huida?
¿Los sátrapas dándose al olvido?
Ante la amenaza de los genocidas
el pueblo
no se rinde,
no se ha rendido nunca.
La gran verdad
Los cuerpos como mañanas
encallecidas… “La caravana de la muerte”.
El suspiro de la sombra,
Los torturadores de todos los signos.
Las velas encendidas se llevan el arpa,
los exilios interiores de Ninfa Santos o Eunice Odio.
A Fujimori lo persigue el olvido.
La raza del Inti es eterna.
Perú siente los caminos de Nazca,
el sendero
contra el saqueo
de los malvados que empobrecieron
la dignidad
Túpac Amaru,
la voz de “Amauta”.
El corazón de América
Memorial de la condena
El horror domina, es la palabra
contra el silencio:
los desaparecidos de Plaza de Mayo,
la tortura en Las Malvinas,
la indiferencia del encierro.
La seguridad del Estado
arresta
y espía la mentira.
La tortura, su infierno, vastísimos espacios
para exterminar las dudas.
La oscuridad es un rincón sin nombre,
el juego de los torturadores.
El recinto del llanto los denuncia.
Los soliloquios son cautiverios sin noche;
tal vez la ternura sea el ojo del amor.
La memoria Tlatelolco
se revive a contraluz.
Derribamos las trincheras
en la conciencia Tiananmen.
El dolor de cada día
Aúlla el gemido de las
arpilleras. La calle
de luna sin peregrinaciones.
Tu país, archivo doliente
en las vergüenzas.
La tortura traza
su maldad
contra los gritos y la resistencia
de los encarcelados:
“El olvido está lleno de memoria” (Benedetti).
Se habla de muerte en
vida: la burka Talibán,
el silencio del escarnio,
donde ondean los pañuelos
para maldecir dictaduras.
El largo oprobio ha ido cayendo.
Las palomas son heroínas
para guardar el dolor.
A pesar de los asedios,
la clandestinidad es un paso incierto.
¿Quién se los ha llevado?
¿Quién pide calma donde está la represión?
Los desaparecidos son una estadística
en el espurio código del sistema.
Ejerzamos la voz como un desafío para que
no triunfe la derrota.
La conciencia es misil
Las jaulas
no han dejado de sonar. Es el aullido.
Llevan pancartas. Agentes secretos
estratifican a los victimados.
Shoah es un solo dolor.
Espacio oscuro. Casa de opresión.
Ojos vendados para borrar
el camino de la dignidad
y palabra.
La conciencia es misil
en la casa del incendio,
rostro indómito en el
aprendizaje del gemido.
Cualquier día del cielo
es tiempo para la defensa
-sin el quejido de la kena-.
Soy sangre
de la verdad,
doy vuelta a la lectura terrorista:
11 de setiembre…
11 de marzo…
7 de julio…
Los mismos malditos.
Las guerras familiares.
Los caídos
en la inocencia
de todos los días.
Lo visible, lo invisible,
espíritu de bondad,
alegría del asombro.
El milagro del silencio,
jamás derrotará
a tu conciencia.
Gemidos sin agenda
La lluvia es sombra
en el olvido de tus lágrimas.
El Canal pertenece a Panamá,
renace la soberanía.
El alba legisla en la nieve,
la alegría nace
en los mares desafiantes, arena
sola con los Scud del Golfo Pérsico.
Nadie acudirá. Se cierran olas,
la trenza de fuego,
gemidos sin agenda.
Nostalgia de posesión
cuando me bebiste sin salida.
Principio de giraluna:
no declaremos amnistía.
Hagamos el amor,
Incansablemente,
contra las guerras.
La otra memoria
Nunca con el verdugo.
La violencia no tiene nombre
en el dolor de las mujeres asesinadas.
Abrazo de cielo, camelia dormida en otras vidas.
Ellos lamiendo
sus crímenes, el barro como ruta
de escarnio,
la espalda de la tiniebla.
La desesperanza como maldición,
un puñal desangrándose,
pesadilla en la conciencia,
ceguera del sueño,
el mediodía oxidándose
en los retratos de los soldados.
Después del aplastamiento
se construye otra memoria
sin el rostro de los invasores.
No culpes solo a Malinche…
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