Foto: Fabricio Estrada.
NOÉ LIMA
Noé Lima, nace el 21 de noviembre de 1971, en Ahuachapán, El Salvador. Sus inicios dentro de la poesía y las artes plásticas se dan a la temprana edad de 10 años. Incursiona por igual en la música rock. Tallerista. Ha publicado Erosión, Editorial x, Guatemala 2015, Un insecto empalado en tu seno, Proyecto editorial la chifurnia, San Salvador 2015, Efecto residual, Ediciones mundo bizarro/el barco ebrio, Guatemala 2004, TECPÁN lugar donde duerme la campana del amor (antología grupo literario Tecpán, Universidad Dr. José Matías Delgado), Ediciones Delgado, 2001.
Noé Lima, nace el 21 de noviembre de 1971, en Ahuachapán, El Salvador. Sus inicios dentro de la poesía y las artes plásticas se dan a la temprana edad de 10 años. Incursiona por igual en la música rock. Tallerista. Ha publicado Erosión, Editorial x, Guatemala 2015, Un insecto empalado en tu seno, Proyecto editorial la chifurnia, San Salvador 2015, Efecto residual, Ediciones mundo bizarro/el barco ebrio, Guatemala 2004, TECPÁN lugar donde duerme la campana del amor (antología grupo literario Tecpán, Universidad Dr. José Matías Delgado), Ediciones Delgado, 2001.
1.
EL ÚLTIMO POEMA
“Todos los gestos de mi cuerpo y de mi voz para hacer de mí la ofrenda,
el ramo que abandona
el viento en el umbral.”
Alejandra Pizarnik.
El último poema compone su cuerpo
con los pesados baúles
donde habitaron las enaguas de algún bosque
se esconde en el asmático bolso
donde guardamos nuestra pequeña sonrisa
la pluma bordada de frío
el libro castrado de albas
el angosto murmullo de las puertas
el insomne reflejo de los campanarios
que anuncian la muerte de las madrugadas
compone sus palabras
en la incertidumbre de los mordidos pañuelos
que nos quedan vacíos
como estatuas de aire
como rosas saladas
en las despedidas
que pesan en su invertebrado discurso
es el que guiña un ojo al pasado
al amor roto en las esquinas del invierno
en la telaraña mecida con la dulce amapola de un beso
el último poema se escribe
en el tiempo que firma su angustia al final de la noche
se escribe con todo el silencio de la lluvia
con el zumo adoptado de la hierba en cada labio para mentirnos
con el clandestino rocío que mutila el desvelo de las velas
que hace temblar la sed de las sombras
del sexo con el cerrojo del mundo
en las paredes petrificadas con los gemidos del viento
2.
LAS HUELLAS QUE AMAMOS
El reloj de arena
tiene su osamenta de polvo
las manecillas caducando nuestros desvelos solariegos
tiene los péndulos durmientes de esa arena
que nos vigila en nuestra cama
en el arrebato del placer desnudo
el rio de una vagina reposando en la pilastra celeste
de esa luna que se ahoga en el lúcido vidrio de cada mirada
en el hosco jardín que huye de nuestros dedos
en el castísimo charco donde se refleja el insomnio
ese reloj tiene tatuado el pulso de nuestras huellas
las pasajeras huéspedes del sexo
del hotel donde dejamos cada herida
a descansar en la mesa de noche
en el cigarrillo tosiendo sus letanías sobre las sabanas
en el gemido hecho pez altivo
en el fondo de ese lago que visitábamos
los bares de San Pedro que huele tu infancia
o en la sedienta botella de vino
que anocheció en nuestras venas
las huellas son eso
el canto tenue de tu nombre que reposa en cada roca
el camino deshecho por la luz después de la tormenta.
3.
LOS BARES
el peso del crepúsculo tiene esmaltados los dientes
habla por sí solo
del velo que se escapa de los bares
del dialogo en las grietas de sus muros
de sus abismos en las retinas de las sirenas en más de una ambulancia
del karaoke rompeolas que canta invicto sobre los gritos unánimes
de ese humo vociferando nuestra breve existencia
el peso de su hoguera hiere los cabellos con el aire
el sudoroso aliento de todos los idiomas
en la bocanada de los cigarrillos
que muerden cada tempestad con el hielo
esos fríos girasoles que se mueven en la boca
EN LA TUYA ES UN DILUVIO QUE HUYE DESPACIO
HASTA DESAPARECER EN CADA ARTERIA
nunca alumbró tus piernas con su lento parpadeo
solo elaboró esa guillotina de luz para mis cansados ojos
ese pulso de hiedra que cuelga sobre tus senos
de madrugada tensa
sobre esas catedrales de hierba
las marchitas almas en el grabado que jamás concluí
solo imaginas
la eterna angustia gélida de esas cremalleras
que tocan a tu puerta
para abrir el bautismal perfume de todos tus desvelos
el crepúsculo parece una foto antigua
con el decoro lubricado del sexo en un poema.
4.
El NIÑO LANZA LLAMAS
Cruzo una avenida
se abre como amapola dormida en unos ojos de ceniza
apenas veo como tropiezan los años
derramados en una alcantarilla
la luna cae lentamente
en el espejo nocturno de las cantinas
la cruzo y ya los pétalos del sueño se van sintiendo en cada hueso
en el naufragio de algún barco de papel
que ya no nos cabe en el pecho
el niño lanza llamas bosteza
en el inútil despertar del sol
en la caja durmiente latiendo bajo una estrella tuerta
en ese exilio donde caben las letanías del incendio de las mañanas
en la vacía sombra deletreando nuestros miedos
la calle es una serpiente húmeda
que tiembla de pavor ante el pasado
sigo caminando
y veo al niño perezoso
quemándose los parpados
con las invocaciones del viento de marzo
mientras la madrugada pierde la voz
la vergüenza
la enamorada herida en cada abuso
la hundida puñalada de los trenes de San José
ese humor negro en cada bocanada de los buses
sigo caminando
y aun no encuentro la luz de un puñal perfecto.
5.
LOS AMANTES
Los amantes
abrazan el ruido
de los santos en los andamios rudos de la carne
el pecado es una sumisa dentadura que choca en el sexo
extraído de los mares
abrazan el cansancio de los faroles como ciegas colmenas
el fervor de los pesebres que reciben sus latidos en las iglesias
lo hacen para no olvidar sus heridas de hierba abierta
los amantes abrazan el liquido fuego de cada arteria
el tímido pudor de los girasoles en celo cuando amanece
el canto muerto de algún ruiseñor en las esquinas de la cama
el deseado oleaje de la mariposa bullente por los poros
en que rueda la vida misma
lo hacen para acercarse a la muerte
a la inhalada ausencia de esa piel de bandada
la que buscamos en la oscura palabra de un poema
en la botella que tiembla con la espesa lumbre de las mañanas
que sudan cada nombre
en el arpegio cotidiano de las ganas
los amantes se abrazan
se besan las delgadas lagrimas en cada temporal
se follan como diamantes crinudos en cada golpe de ola
hasta parar el pálido sortilegio de cada muerte.
los amantes se abrazan
para sepultar sus invernales polillas
las del afecto cotidiano en la cocina
las del baño mientras se duchan
abriendo sus pechos de ventana insomne
No
No me afecta trescientos cincuenta y ocho arañazos en la ceniza de la noche
no querida
solo son gritos que se alzan en el culo de la luna de cera en alguna funeraria
en el borroso tormento de cada nube tóxica que me nombra
no me afecta créamelo
son como moscas atiborradas de tatuajes en un escenario
en una ventana queriendo colarse en la memoria de algún fantasma
no
en verdad le digo
no me duele como la muela de mi infancia podrida
la que aun palpita cada vez que la nombro
ay por Dios si son hijos del espíritu santo no tienen que dolerse ellos por cada grito
allá serán benditos con la cremallera abierta de tanta violación
del pan que se robaron en la esquina donde el silencio se duele así mismo
se dobla la espina dorsal solo para recordarles
se halan los parpados con la cintura de las lagrimas que jamás olvidan
no
no me afecta que se quemen hasta el último de los cabellos como agujas
no me afecta que se quemen hasta el último de los cabellos como agujas
coaguladas por tanta llama
no son hombres querida
son bestias iluminadas por la nostalgia de alguna vela
son malos como el clima de este pueblo que debemos de quemar por completo
le digo que no me afecta verles en bolsas negras
que tanta pena da botarlas con lo que pudo ser bueno en esta tierra
para hacer una pira nuevamente en cada pupila derramada
con el incienso bendito de monseñor en cada homilía
no
de verdad le digo que son polvo ahora querida
como seremos todos al bordarse nuestros temblores de agua en cada invierno
como cuando partamos con nuestra nieve afilada en nuestros pechos querida
y deje de sentirme Dios para seguir asesinando
así como cuando deje de llamarme Porfirio querida.
Clítoris
El poeta puede compararlo a un balazo
-yo mismo lo haría sin ser poeta-
a un ruiseñor cansado
ardiendo en la cabina de papel
que encierra un poema
Podría
serlo
también puede ser un helecho
una duna hiriente
con piel de primavera eterna
puede comparársele a la misma muerte
a la medida de la nevada mordida del sueño
podría serlo
además si le medimos los latidos
al tamaño del mar
de los crines del sol
en cada tormenta
yo lo comparo
a la cintura estrecha de los espejos
todos
donde puede reflejarse mejor un grito
a una campana menguante
para humedecer las palabras
en su corazón de agua.
El chulo
La mujer en la barra
fuma un cigarrillo
pisa mi nombre con su boca
en cada calada
deshace duros cuerpos con el humo
con la mirada rompe el áspero canto de las sirenas
el claxon roto de los escaparates
ordena alfabéticamente cada latido lunar
en los charcos
después de la tormenta
viola sin pensarlo mi libreta de notas
mis poemas piensan
en su coño de resplandor menguante
como plegaria de piedra en el fondo de los mares
con la mirada pide que muramos
bajo algún puente
río abajo del agua turbia de la capital
con la mirada
la mujer en la barra
seca sus lágrimas con el labial de papel
que guarda en sus senos
parpadeando con la canción de moda
las seca
haciendo el ademán a su chulo
para alistar el puñal
ese luminoso sonar
para entrar por las costillas
después del beso de la muerte.
Bipolar
I
La noche tiene una metamorfosis
Apenas se asoman aves
jadeando en el fondo de los vasos
la sombra
apenas cuelga
de un poema
cuando apagas las manos trapecistas
en la clara campana de tu culo
II
Se necesita una voz urgente
en el espejo:
la edad
y la muerte
La oscuridad astilla su dentadura fresca
y muerde mis poemas
Yo apenas enciendo la radio
para besar
por un instante a los muertos que habitan en él.
III
Pulverizada la noche
se niega a morir entre mis dientes
Siente nostalgia
la amordazada lluvia en la ventana
esa clarividente sangre salpicada
en los noticieros
pulverizada
va encaneciendo junto a mi
junto a esa tiza
de tus pezones inolvidables
de vez en cuando escriben
sobre mi piel tartamuda
que los años
son apenas cristales rotos
en el salino poniente del espejo
IV
Mis párpados hablan de vez en cuando
Abren un recuerdo
lo hacen
para hablarle a tu cintura petrificada
al glacial de piedra en que se convierte tu sueño
a tu ombligo corriente abajo
al astro desplomado de tu sexo por mi lengua
la nostalgia no entiende de erecciones
no podés imaginarlo
mis párpados
mujer
son diques donde se detienen tus manos
tus dedos de humo caliente
cuando se asoman los amaneceres
de agujas lamidas por mis uñas
hablan solos
con la sombra tragada por la brisa
la ubre tibia de la luna
que va rodando en tu latido
mis párpados son pesados ladrillos
tienen el fulgor de la noche
quemada
en tus piernas de cerilla rumiante
son el lechoso silencio de tus gemidos.
El joven de los ojos tristemente oscuros
A Celan
Buscabas en la pupila oscura
ondulante del Sena
Paul
los filamentos del sol
los tibios remansos de tu madre
el último llamado
con la canción de cuna triturada
después del balazo en la nuca
Paul
el oscuro ojo de dios
en las púas líquidas del fondo
Paul
el grito
insepultable del agua
aun busca el reflejo de tu voz
al fondo del río
Paul
en los anillos de la tarde sollozando
corriente abajo
en las hebillas de los huesos
que tiemblan
en la onda eterna de la palabra.
Cría cuervos
Para Antonin Artaud.
Artaud
sigue gritando
Su camisa de fuerza
aun nos enseña su lengua azul
en cada poema
en el muro
con escaleras dibujadas
en el techo
ese dado cargado con estrellas
a fuerza de golpes de martillo
grita
y cría cuervos en el filo de sus uñas
y los helechos de las paredes
son burdas agujas
dormidos galeotes
amaestrando el viril leopardo
de las madrugadas sobre su aorta
las nubes son solamente manchas
afiladas donde escalan sueños
las mujeres
y los ancianos rotos
con su risa de enjambre en los asilos
Van Gogh fue asesinado por la sociedad
se dice Artaud
el de los párpados desollados
mientras su estatua favorita orina los geranios
en ese jardín
donde apenas el sol lanza su atarraya
para congregar los gemidos de los locos
ahora me asesinan a mi
se dice
mientras sus dedos buscan alacranes
en la nieve gentil
colgando del rostro de las enfermeras
el opio
el opio
apenas recuerdo una fumada
y se apresuran a asesinarme
se dice
sobre el pleamar bovino de mi cama
se dice
y el opio es una sombra de pájaro
en la ventana de saliva
exiliada
que grita
constantemente
con la luminosa danza del invierno
sobre los vidrios
empañando el infinito
Artaud
sigue gritando
y quién soy yo
sin el aguardiente para gritar con él
“Equivocar el camino
es llegar a la mujer,
la mujer que no teme a la luz,
la mujer que mata dos gallos en un segundo”
– Federico García Lorca.
El poeta puede compararlo a un balazo
-yo mismo lo haría sin ser poeta-
a un ruiseñor cansado
ardiendo en la cabina de papel
que encierra un poema
Podría
serlo
también puede ser un helecho
una duna hiriente
con piel de primavera eterna
puede comparársele a la misma muerte
a la medida de la nevada mordida del sueño
podría serlo
además si le medimos los latidos
al tamaño del mar
de los crines del sol
en cada tormenta
yo lo comparo
a la cintura estrecha de los espejos
todos
donde puede reflejarse mejor un grito
a una campana menguante
para humedecer las palabras
en su corazón de agua.
El chulo
La mujer en la barra
fuma un cigarrillo
pisa mi nombre con su boca
en cada calada
deshace duros cuerpos con el humo
con la mirada rompe el áspero canto de las sirenas
el claxon roto de los escaparates
ordena alfabéticamente cada latido lunar
en los charcos
después de la tormenta
viola sin pensarlo mi libreta de notas
mis poemas piensan
en su coño de resplandor menguante
como plegaria de piedra en el fondo de los mares
con la mirada pide que muramos
bajo algún puente
río abajo del agua turbia de la capital
con la mirada
la mujer en la barra
seca sus lágrimas con el labial de papel
que guarda en sus senos
parpadeando con la canción de moda
las seca
haciendo el ademán a su chulo
para alistar el puñal
ese luminoso sonar
para entrar por las costillas
después del beso de la muerte.
Bipolar
“El poema que no digo,
el que no merezco.
Miedo de ser dos
camino del espejo:
alguien en mí dormido
me come y me bebe”.
-Alejandra Pizarnik.
I
La noche tiene una metamorfosis
Apenas se asoman aves
jadeando en el fondo de los vasos
la sombra
apenas cuelga
de un poema
cuando apagas las manos trapecistas
en la clara campana de tu culo
II
Se necesita una voz urgente
en el espejo:
la edad
y la muerte
La oscuridad astilla su dentadura fresca
y muerde mis poemas
Yo apenas enciendo la radio
para besar
por un instante a los muertos que habitan en él.
III
Pulverizada la noche
se niega a morir entre mis dientes
Siente nostalgia
la amordazada lluvia en la ventana
esa clarividente sangre salpicada
en los noticieros
pulverizada
va encaneciendo junto a mi
junto a esa tiza
de tus pezones inolvidables
de vez en cuando escriben
sobre mi piel tartamuda
que los años
son apenas cristales rotos
en el salino poniente del espejo
IV
Mis párpados hablan de vez en cuando
Abren un recuerdo
lo hacen
para hablarle a tu cintura petrificada
al glacial de piedra en que se convierte tu sueño
a tu ombligo corriente abajo
al astro desplomado de tu sexo por mi lengua
la nostalgia no entiende de erecciones
no podés imaginarlo
mis párpados
mujer
son diques donde se detienen tus manos
tus dedos de humo caliente
cuando se asoman los amaneceres
de agujas lamidas por mis uñas
hablan solos
con la sombra tragada por la brisa
la ubre tibia de la luna
que va rodando en tu latido
mis párpados son pesados ladrillos
tienen el fulgor de la noche
quemada
en tus piernas de cerilla rumiante
son el lechoso silencio de tus gemidos.
El joven de los ojos tristemente oscuros
A Celan
Buscabas en la pupila oscura
ondulante del Sena
Paul
los filamentos del sol
los tibios remansos de tu madre
el último llamado
con la canción de cuna triturada
después del balazo en la nuca
Paul
el oscuro ojo de dios
en las púas líquidas del fondo
Paul
el grito
insepultable del agua
aun busca el reflejo de tu voz
al fondo del río
Paul
en los anillos de la tarde sollozando
corriente abajo
en las hebillas de los huesos
que tiemblan
en la onda eterna de la palabra.
Cría cuervos
Para Antonin Artaud.
Artaud
sigue gritando
Su camisa de fuerza
aun nos enseña su lengua azul
en cada poema
en el muro
con escaleras dibujadas
en el techo
ese dado cargado con estrellas
a fuerza de golpes de martillo
grita
y cría cuervos en el filo de sus uñas
y los helechos de las paredes
son burdas agujas
dormidos galeotes
amaestrando el viril leopardo
de las madrugadas sobre su aorta
las nubes son solamente manchas
afiladas donde escalan sueños
las mujeres
y los ancianos rotos
con su risa de enjambre en los asilos
Van Gogh fue asesinado por la sociedad
se dice Artaud
el de los párpados desollados
mientras su estatua favorita orina los geranios
en ese jardín
donde apenas el sol lanza su atarraya
para congregar los gemidos de los locos
ahora me asesinan a mi
se dice
mientras sus dedos buscan alacranes
en la nieve gentil
colgando del rostro de las enfermeras
el opio
el opio
apenas recuerdo una fumada
y se apresuran a asesinarme
se dice
sobre el pleamar bovino de mi cama
se dice
y el opio es una sombra de pájaro
en la ventana de saliva
exiliada
que grita
constantemente
con la luminosa danza del invierno
sobre los vidrios
empañando el infinito
Artaud
sigue gritando
y quién soy yo
sin el aguardiente para gritar con él
Del libro “Alta Frecuencia”
Dedicado a Yolanda Fernández Mayan.
1.
POEMA DE AMOR EN UNA SERVILLETA
MIENTRAS ELLA VISITA UNA SEX SHOP.
Ella poseía ojos de pez insolente
no me ve
no mira mi mano moverse por su cintura de nervio líquido
su ombligo crujiente al adivinar el peso del cielo
solamente mira los falos de goma en la vitrina de enfrente
los mira como a batracios azules
en los que puede pensar
soñar más bien
poniéndole abrazos colgando del más terrible insomnio
madrugadas sin máscaras en las alcantarillas
cigarrillos palpando el pulmón de la noche
besos tendidos a lo largo de alguna botella
no mira la tinta de mis dedos derramados
por sus pupilas de ostra inquieta
solo ve sus arcángeles diminutos
sus crucificados gemidos
el desolado cansancio castrando su sábana
la aspiradora suspirando por algún recuerdo
un blando espasmo de pájaro
como hebra en la víspera de la libertad
ella cree ver el paraíso fundirse en la amapola celeste
recorriendo sus venas al salir de la oficina
corre para no perder
le duele la sombra
la sex shop tiene la esperanza abotonada
en las frases “no finjas”
“quiero que mueras por mi”
“júrame que nunca me vas a dejar”
el te quiero en sus calzoncitos blancos
sus nalguitas incomodas para el silencio
sus muslos de tobogán donde corren tres corazones tatuados
sus senos de redoble para calmar el hambre
el paso firme para tocar el cristal como una caverna
en la espera de la hora para penetrar un nombre
una letra al menos
una sílaba perversa
que la hunda en el café frondoso del desvelo
no mira mi mano mientras escribe
sobre el sepelio de la rosa
el roído espacio de su aliento
preguntando por el precio de la felicidad.
2.
LA PRIMERA VEZ.
“Tinta de luz
Sonido lunar
Ocultándose en la oquedad de las piedras”
Alejandro Mos Riera.
La primera vez olía a whisky barato
a golpe gitano en las rodillas
a insolente roca despertando con el sol herido por la lluvia
olía a destierro
a migaja en el estómago
a nómada eterno por la altura de tus senos
la casa de cartón era la cueva de un sonámbulo
con el suspiro en la proa incierta del beso
fue uno de esos días rudos
de hojas cansadas
en el crucifijo de los pelos furiosos
de media luz
de las mentiras
la inocencia cabizbaja
el cometa incendiario de algún hueso
apoderándose del deseo
había un disco de Thin Lizzy
leyéndonos la romería del pecado
había una letanía entre seno y seno
las habitantes palpitaciones de un cenicero
oscuro como tu sexo de avenida abierta
había un precipicio en la parte trasera de un coche
vomitando a Silvio
con el respaldo azul
un mes de octubre de escayola rompiéndole la luz
a tus piernas
a las mías fumándose la angosta piel
las horas irreductibles en la coraza de algún corazón
la posición fetal deletrea la inocencia de los párpados
doce años no son nada
ni veinte
ni cuarenta
la abreviación de las frutas en la mano
la pelvis rota de golpe
entreabierto
para recibir a la cordura después de las tormentas
la primera vez es un juego infantil
un tranvía azul que abre sarcófagos
la naciente ojera en medio del ombligo suicida
el enjaulado canto de las flores
la primera vez jugamos a ser ciegos
la cama dócil
la fermentada erección de los huracanes
el coño rígido copiando las lecciones de mami
la medalla sin esfuerzo alguno matando la tristeza
el placer de la ropa danzando en el suelo
como huéspedes deshojados
viendo pasar al mundo en un instante.
3.
MAR ADENTRO.
"..Ondea la penumbra. No hay suspiro
flotante."
Jorge Guillén.
arroja mi nombre hacia una playa que no existe
comprueba tu reloj de arena cuando vayas a la mitad del invierno.
cuando me encuentres nuevamente
has un circulo con tus dedos de enjambre
para detener al tiempo
la mansedumbre hostil de las olas
un olor envejece
con la marea cada vez que la tocas.
Los siguientes textos forman parte de su poemario Erosión:
Poema de amor III
Mujer
tus ojos tienen el tamaño de los peces muertos
tu herencia de tintero dentado
a la hora de escribir sobre tu piel ahogada
estás muerta
tus pies tienen el peso del barro
esa hilera de penumbra cuando caminas
estás muerta desde aquel poema
con muñones de cristal
rodando por el laberinto carnoso de tu voz
lo estás cuando cierras tus pestañas
de escama tibia
al derribar mi nombre con tus gestos
lo estás desde el día
en que te volviste una con mi carne.
Erosión I.
De las mejillas descienden nuestras heridas
nótalo
cada marca es un espejismo.
El aspirador.
La asfixio terapia le llaman
Consiste
en apretar el cinturón sobre el cuello
esa delgada navaja de la muerte
cortando el aire de algún cisne
como cuando te torturan con una bolsa
llena de polvo en tu interior
cubriéndote la cabeza
las palabras
apenas digitan la condensación
en el plástico para hablarle a la muerte
las hace flexibles
como a unas piernas
al momento del coito
entornando las islas sueltas
de los muros con la mirada perdida
nunca he aprendido a sujetar bien
esos sueños descalzos
de mi amante
la primera vez mis manos eran pañuelos
mordidos por este sudor necio
que me acompaña cuando me exalto
la asfixio aspiradora de ángeles
desembocando la distancia
entre dos puntos
la vida
y la tierra
siempre que la uses
resbala como un pez
afuera del espejo que te sonríe
no vaya a ser que la espesura del agua
deje de tensar ese tatuaje
que olvidaste acabar
antes de matarte.
Roque Dalton.
Este día
antes de dormirme pensaba en él
en Roque
pensaba en cómo pudo ver la muerte
el peso de la bala en forma de lágrima
tatuada en la pared
es imposible
-lo juro-
domar las ojeras de las velas
al leer sus poemas
cuando se está solo
y la tinta se traga el latido del café
no dejo de pensar en la bala que lo mató
una bala con erecciones
una bala muerta de tedio a la hora de cegar
la mirada
pesada como un aullido
todo el día pasé pensando
lo que pudo escribir
en ese poema tullido por el frío
por el hueco eterno en el estómago
-miedo le llaman algunos-
otros le llamarán silencio
como cuando la mirada cae dispersa
sobre la noche
como rocío flácido
en los senos de la mujer amada
cuando vas a penetrarla por primera vez
antes de acostarme
he pensado más en su poesía
y en lo mucho que mis amigos quieren volver a matarlo
como un parpadeo en la neblina
pegada sobre los muros
que llega y se evapora
es difícil no pensar en él
cuando en el barrio escucho un balazo.
Poema de amor IV.
Tus ojos son dos ampollas de morfina
me invitan a dormir
a perderme en esa bandada de aves negras
en que se convierten tus pestañas
son mis somníferos de lujo
los que abrazan mi cadáver
que ronca violines volantes
tus ojos son bebibles
el arcano lacrimógeno del agua
para usarse en una manifestación
son agitadores
perversos
voltaicos
cuando deciden abrirse
para que vea la luz en tu cuerpo desnudo
convertido en tintero
para limpiar las llagas solares de mis dedos
con tus tatuajes
tus ojos pueden drogarme
hasta la muerte.
Indicio.
La medida de tu cuerpo
Cabe en los poros del papel
Te preguntas
Tocándote el ombligo
Desatando toda la arena de los mares
Las axilas transparentes como una cárcel
La medida de tu cuerpo
Meditas
A la deriva de las palabras
En una pálida vena
La jodida vena de todos los poemas
Regados en la cama
Debajo de ella
Esparcidas en lo cotidiano
En el guardarropa
En los anticonceptivos
En el bolso
En los escaparates
Chorreados por la guillotinada azul
De los inviernos
La medida de tu cuerpo
Te preguntas
En la vegetal semilla de los parques
El oído dormido de algún astro
La ronca pupila que no duerme
En el oscuro pizarrón del silencio
Apenas duermas entenderás
Que siempre fue la extensión de algún poema
Que no terminaste de escribir.
Un hijo de puta especial.
Una página en blanco es un tigre
te dices cuando la tormenta se asoma
viéndote de reojo en el esqueleto tibio de la ventana
mientras escribes sobre el odio
en tus retinas
te tomas el pulso
ingrávido de tanto odiar a los demás
odiás el periódico con sus clasificados
de putas baratas en la colonia Escalón
la muerte del chico con síndrome de Down
asesinado por los pandilleros
odiaban su sonrisa de cuchara brillante
odiás
y sos un hombre que ama los niños
que se comen las uñas en cada frontera
como la espuma de los mares
que viste al insomnio
a la hora de beber la ira desde el poro del papel
convertido en tren
calle
latido
a la hora de esconderte de una balacera
el odio es una vértebra antiséptica
distinta cada día
sos un hijo de puta especial
las mujeres doblan sus párpados
como persianas viejas
a la hora de llamarte a cada rezo
en cada pedazo de muerte bajo la sábana
cuando bajas al péndulo de su vagina
para medirle el tamaño a todos los astros
un hijo de puta especial te llaman
y aun así
no aprendes a mudar de piel cada mañana.
.
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