RAÚL SEGNINI.
Maracay (Venezuela), nació un 27 de octubre y se fue un 01 de febrero de 1998. Nació en Maracay, a las puertas del Barrio El Carmen, pero un buen día la aventura lo llevó desde los valles de caña dulce hasta los páramos merideños, a desgajar su pasión pòr ser maestro, educador , fiel a la fuerza de la palabra como forjadora de conciencia, voluntades, compromisos con la vida y la sociedad. Corrían los años del enfrentamiento violento de la década de los sesenta. El poeta se graduó en 1966 y los rituales académicos lo llevaron a hacer estudios de postgrado en los Estados Unidos. Su corazón de niño le vino a estallar en esas tierras para ser conducido a los corredores blancos de un hospital ascéptico, que le rasgó el pecho para injertarle plásticos y catéteres.
Regresó armado de una ciencia sobre la que cada vez se preguntaba más y un título de doctor que jamás utilizó. Volvió a sus predios andinos a hacer residencia en San Cristóbal. En el nucleo de la ULA prosigue su andar como docente, investigador y poeta de la vida que no de libros. Llegó a ocupar el vice-rectorado academico, empeñado como estaba en hacer del espacio universitario un lugar para la creación de ideas y la formación del individuo.
Su vivir fue de un silencio de palabra, pero no de los signos que siguieron deletreando versos en todos los instantes de su difícil vivir. Por eso el trabajo para reunir su poesía fue laborioso. Más una respuesta a la insistencia que otra cosa. Nos empeñamos en esta tarea porque queríamos que antes que su corazón fatigado dejara de saludar el silencio, pudiera tener en sus manos y exhibir a la vida su mensaje de y la magnífica existencia.
De tiempo en tiempo nos entregaba ‘otro papel’, como llamaba a sus poemas. Un día dijo, terminantemente que ya estaba cansado de buscar y que con eso era suficiente. Sabíamos que habían quedado prendidas de anaqueles, olvidadas palabras del silencio que no podríamos rescatar. Por eso aceptamos su decisión y procedimos a publicar el libro.
El otro silencio salió de la imprenta en julio de 1996. Un poeta de un solo libro, que deja para la trascendencia abordajes asombrosos, enlaces inéditos, composiciones de sustantivos con tenacidad y fuerza de verbos. Para ese tiempo, Raúl, por paradojas de la vida, estaba de senador de la república por el Estado Táchira. Unos amigos de la Causa R le pidieron que les permitieran ponerlo en la lista de candidatos con el objeto de llenar una formalidad. Para sorpresa de todos, el silencioso poeta se convirtió en silencioso senador. Fue a aquel circo a vivir una experiencia única. A observar –nos decía- la miseria política en su más alta expresión. Un día dejó la bancada para recluirse en su casa de San Cristóbal. Su corazón no daba más y abría cauces hacia el silencio definitivo.
El 31 de enero se refugió en los territorios donde no llegan las señales de sonidos ni de signos. Se marchó de la misma manera silenciosa como había vivido. Pero quedaron sembradas sus palabras en el interior de los sentimientos que no se extinguen y cuyas expresiones escritas se recogieron en su único libro: El otro silencio. Caracas, CPT/UCV, 1996.
Dice Raúl: “¿El sacrificio valoró la pena para ritual de cantos? No sé. Estoy hecho para las noches, para la soledad de mis cosas y para seguir rompiendo mi nuevo ritual descendiendo en el calendario oficial de mis trampas. ¿Habrá cálculos en los 20 años fabricando mis ritos con sus nombres no llamados? Posiblemente: cuatro ritos mágicos están amarrados a la furia y a un sueño ligado a mis palabras como santuarios. Toda palabra tiene la muerte en la vida, toda fuga y contrafuga esconde la historia. En mis palabras está zozobrando la vida.” Y allí está la razón de su silencio que él convirtió, a través del santuario de sus ritos, en un canto donde zozobra la muerte.
Ese día de febrero en que nos tocó sembrarlo en los confines de su silencio mayor, dijimos: “Vinimos a enhebrarnos en tu ternura de niño para viajar contigo a los parajes donde un imán de rosas tiñe el crepúsculo de telarañas de oro, donde se dibuja la franja de duraznos en amarillo, y la luz trigal de una mañana eterna se abre como un pétalo de amor para recibirte. Vinimos a nutrirnos del río vital de tu silencio, para reconstruir las palabras donde vivirás para siempre, asomado al paisaje de un tablero hecho de hierbas, por donde galopan caballos sin jaque ni rey. Vinimos a sorber como gajitos de mandarina, esa estela de sueños que dejaste esparcidos por los corredores del alma, como una ofrenda a la vida. Vinimos a contar tu historia como una fábula que se queda grabada en la sonrisa de un niño, donde no hubo episodios heroicos, ni grandes batallas, sino el trayecto de una hazaña poética que, como una pirámide invertida, trazó la pauta del sufrimiento como un pozo sin rocío, un pozo sin silencio, un pozo de corazón reventado, para luego dispararse como una saeta en dirección a la luz.
Estamos en deuda con Raúl. Pero no para reconocimientos oficiales, sino con la lección de ternura, el alborozo de adverbios, el hondo sentido de ese silencio, que se desliza entre los versos, como fraguando cada palabra, para que se instale en el corazón del hombre, como un alfabeto para atrapar arcoiris en las tardes.
Mery Sananes
FRAGMENTO 7
A mi entender, siempre ocupamos el mismo espacio. Rebajado cuando los otros quieren y cuando todo lo posible para el humano maltrata la quietud de lo prescindible.
Veo que todo se presta. Se confabula. Se desorganiza.
Que a la esperanza la tratan como un desdén maltrecho.
Que todo lo nuestro, ha permanecido no entre todos.
Que hay desliz impertinente entre la vocación del joven y del adulto sin que se diga la mortalidad que desgarra el sentimiento.
Que no hay perdón para el amor y el dolor juega a la muerte con garrote. Pero no aquí no muere el entusiasmo ni el provincial deseo del comediante.
Todos poseemos una fábula y con ella nos entretenemos.
El otro silencio. Caracas, CPT-CEHA-UCV, Colección Recados del Sol, 1996, pp. 38.
LOS DÍAS SON IGUALES
Los días son iguales a sí mismos:
por sus formas matemáticas,
por su estructura angular
de la materia ardiendo bajo el brazo.
Todos los días son salados,
con olor a sudor de obreros,
firme como un rayo de luz
y la delgadez del pétalo generado de las hojas.
Yo quiero un día
que se parezca a mí mismo.
Que se desmaye en el sueño del niño
sentado en el afán materno
con la pestaña abierta en el camino.
Un día volteado con la cabeza de mi pluma
escribiendo lineas que se detienen
en la búsqueda tenaz de las palabras.
Yo quiero un día con alguien adentro
que grite:
!Soy el júbilo de la nueva esencia!
Días traídos para mí y para todos,
seguro y firme
sin el temblor de enfrente.
El otro silencio. Caracas, CPT-UCV, 1996, p. 25
HAY TANTAS COSAS
Hay tantas cosas imposibles
envueltas con posibilidad-remota.
El hombre las tiene en su mirada
de lejana verdad
y las guarda misteriosas
en su cofre-afán para vivir de ellas.
Las cosas imposibles
se alimentan del aire.
Juegan con cabezas de cabellos dogmáticos
y salen galopando palabras
con motores orgánicos de inusitadas formas.
Dicen que de las cosas imposibles
se transpira esencia, existencia;
y también la verdad
como una forma única de origen funcional.
¿Pero la Vida?
Al alcance de una hebra
hundida en el cabello del aire.
Mas la existencia y la verdad
están al alcance del suelo
tropezando los dedos desnudos,
revolcándose en las esquinas del viento.
Y ahí, en ese mismo sitio,
están las cosas imposibles;
ahí, está la Vida misma;
la esencia misma del pensar naciente
y todas las cosas posibles
se tornan un jirón muerto
envueltos de posibilidad-remota.
El otro silencio. Caracas, CPT-CEHA-UCV, 1996, p. 20.
LEVÁNTATE Y MIREMOS
Levántate y miremos el dragado interno
mostrando la filosofía
de cada elemento vital de subsistencia.
Nada nos ocultará en su origen
el por qué de las varillas doradas
que irradian fibrillas hidrógenos
calcinando hasta el último hoyuelo
grabado alrededor de todo extremo interminable.
Miremos la abertura herida de la tierra:
ella no tiene aún una base que suspenda
los huesos despegados de la tróclea,
ni las cajas vacías en el ápice
de una tumba proletaria.
Nada nos avasallará,
ni el humo esparcido por las venas
para estrechar con paliativos de musgo
las articulaciones recias del tejido
esponjado de la carne.
Levántate y miremos
que no ha mudado las escamas el viento.
Aquí, atisbando
hasta el último ojo ennegrecido
los alvéolos de arcillas derretidas;
contágianse de vértice a vértice
la pobreza regada en el humus
de las columnas geográficas.
No ha pasado del todo el invierno.
No han mudado del todo las hormigas corales
las arterias en los facsímiles
del contiguo pensamiento.
Se han mostradp para sí
los encarpados parajes,
escindidos en los agujeros
de las voces e complementadas peñas.
de falseadas dimensiones.
No ha pasado aún el por qué de los rostros seniles.
No han llegado todavía las arterias del humo.
Levántate y miremos
el dragado interno de los brazos
caminando hacia el limítrofe esquema del país.
“¿El sacrificio valoró la pena para ritual de cantos?
No sé.
Estoy hecho para las noches, para la soledad de mis cosas
y para seguir rompiendo mi nuevo ritual
descendiendo en el calendario oficial de mis trampas.
¿Habrá cálculos en los 20 años fabricando mis ritos
con sus nombres no llamados?
Posiblemente:
cuatro ritos mágicos están amarrados a la furia
y a un sueño ligado a mis palabras como santuarios.
Toda palabra tiene la muerte en la vida,
toda fuga y contrafuga esconde la historia.
En mis palabras está zozobrando la vida.”
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