jueves, 3 de noviembre de 2016

SOFÍA RODRÍGUEZ GARCÍA [19.450]


SOFÍA RODRÍGUEZ GARCÍA

Bucaramanga, Colombia, 1976.
Escritora, editora y artista colombiana.

Se desempeñó como coordinadora de espacios organizativos como el POECP (Proyecto Organizativo de Educación y Cultura popular), Defensora de Derechos Humanos y de Género, educadora popular, tallerista de literatura y activista en  comunidades desplazadas por la Violencia e indígenas. Ex detenida política, años 2003- 2009 donde se desempeñó como presidenta mesa de trabajo, DDHH y docente.
Su obra se encuentra publicada en varias antologías colombianas y de otros países y revistas, principalmente de Rumania (de  la asociación de escritores rumanos y en la editorial de la biblioteca metropolitana de Bucarest) Colombia, España, Argentina, Portugal, El Salvador, Chile e Italia.

Publicó “Cada vez que cobija el fuego” de ambivalente editorial y actualmente edita el libro de poemas “El bar de la avenida 33”, una novela, un libro de relatos eróticos (parte de una investigación que viene desarrollando desde el año 2007), producciones audiovisuales y de fotografía enmarcados en lo que ha denominado como “proceso poético, un licor de meu: expresiones sin texto”.
Ha sido invitada a diferentes festivales internacionales de poesía en Argentina y Colombia. Su obra como artista visual y escritora ha sido referenciada en diferentes periódicos del mundo. Su obra ha sido traducida al italiano, rumano, catalán y portugués.


"Quiero hacerte un hijo silencioso
de colores tan oscuros como este sol que se ha vuelto llanto
cuando me grito las puertas cerradas"



MIRADA

Más allá de las lógicas y aventuras
me puedes agarrar del cuello y respirarme.
Huir de mí en un triángulo de manos
y osar de especulador de trinos

Tu vista es igual desde la luz
y aquí: lugar de los espejos,
donde el repudio te cubre parte del rostro




LLAMADA

Se despiden transparentes
con crema de manos para despedazar el cuerpo
(Para esa limpieza no está de más el trapito)

Cada quien se viste con mantas recientes:
pareciera algunas veces que el tiempo
retomara las caricias y los cueros en la ceguera.

Él , acostumbrado a los escampaderos,
vibra los textos con gritos de fugas.
Ella arranca las paredes que sin ventanas observan.

Se abandonan en el caminar de cuerdas invisibles,
lazos que la tierra escupe con motivos

Ella arma ríos y cascadas de párpados.
Él, como escapista de las sienes, se los bebe:
etílico lápiz acordona en sus pesares

No son buenos para los nudos aquellos
que enroscan concentrados y lavan sus cortinas de piel.

de Cada Vez que cobija el fuego




CACTUS

Te veo a través de la pintura que recrean mis ojos,
el estómago domina mi espalda que se encorva
con un dolor creciente y piernas en escala.

Revientan lapiceros con desechos
¿Y qué más queda?
Esa luz me enferma.

Están tus brazos y la patita blanca de un gato
cactus interruptus en un tobogán de carnes,
un encanto de funerales que otros advierten
(virgen de narices y párrafos infectados)
Mis zapatos aletas nadan cerquita de tus barcos
permanecen alertas de sombreros y un armario abierto
(solo en uve se visualizan, cantan su desahogo)

En el pasillo de fotos que reviven los sitios fantásticos
vuelan arrastrados los honores por esa tierra que yace.

Mejor durar parte del tiempo entre los pájaros y el paraíso,
los plátanos son vestidos como muñecos de historieta
y es ahí donde su temible cuello no permanece tendido.

Ya veré cómo se van lejos de mí los fantasmas de la sangre
ya advertiré sus mojados sueños ir detrás de otros
socorriendo los suicidios que tiñen los carbones secos.




CANTO

Corazón pecaminoso,
¿Qué haré sin vos cuando me entre el arrepentimiento
con las cobijas de la culpa agobiadas en sus puños?
bárbaros llantos de trenes
pecho arrancado a mordiscos

¿Qué haré cuando ya no resista tus gritos y la hipocresía?
bálsamos de semen que cincelan tus arterias y tu andar
bonito
un tun tun que desprecio en mi angustia

¿Para qué me esperas?
Reventadas las lenguas en tu hielo
soñaré otra vez contigo,
agrio corazón de rabias

Entrégame la histeria de un regalo,
sueños tragados y colillas arañadas,
haré una almohada de plumas
y hojas crujientes de otoños.
Corazón pecaminoso,
quiero lunas en ventarrones
y fastidiosos cráteres del odio.

Corazón pecaminoso,
arróllate que irritas
de la prisa
la línea
y la blanca mano.



CUEVA DE FUEGO

Todo sábado es esperma
de lamentos y recuentos
Todo sábado es el martirio de obsequios
con residuos de sorpresas
aventajadas

Limito recogerme en tres pasos
viéndose los índices corriendo
como hacendosos sudorosos
No abordan ni el nivel asesino
de llagas puestas en equívocos

Mal día para trotar: llueve
y mis medias se han ido en los charcos
y días recorridos saltando

No renacen cuevas
ni otros dolientes
se objetan nimiedades
próximas.

Como ramas en sucesión
con besos de sol
van de helechos cruzados
en un jardín bonito

Retumbando peleas de gavilleros
revelando memorias
mirando rostro estallando de ardor

El tiempo y su desplome
en un abismo lento,
como vicio amando
su extremada delgadez,
sus rocas de rabia,
sus lacayos prometedores

Ahorro soberbia respondiendo relatos
recogidos en una cueva de fuego
que limpia tu nombre,
llama un segundo el camino rebotado
con sus nubes frotando mejillas
de terror con parlantes,
cortejando en su horizonte
sandez que referencio




TRANSEÚNTES ELECTOS

Amanecen extraños nadando
como si su piel
fuera una cortina de barcos

De noche todo se exhibe
en un santiamén de oráculos
por una corrida de exóticos

Reinician redundancias
en correos insulsos
y un asco premonitorio

Concupiscencia en texto
que oprime pechos
y espaldas magulladas

Se amanece con un grabado,
un rostro perfecto de luces
sonrisas, sudor,
noticias fascistas,
rabia de un país incierto

El cansancio que escarban
permanece inmóvil
en una lamentación de huesos,
hospitales de inyecciones
contundentes y abrazados

Se les amerita
como siempre y sin disculpa
abono,
tierra,
cal de huesos

Se duchan
con cuchilla de estiércol
y una pomada de callos




LETAL

Descárgame de risas absurdas
dulces besos y textos mordaces.
Ven y hurta
las mordeduras del aliento

Cuando puedas grítame los demonios
que con afanes abrazamos.
Ven y tira las ropas de segunda mano,
agóbiame para verte
ayúdame como enferma terminal
a este buen morir que quiere contar tu piel.

Haz del mundo
el resto del vacío
el poro de brasas
el desperdicio que nos cubre
todo eso a lo que recurrentemente llegamos.




LOCA

Me han llamado loca
la loca de la luciérnaga en la lengua

Me tiran lluvia en tejados transparentes
piedras de pintados suplicios

Lavan mi rostro con sables
me arrojan los trapos, la mierda
mis piernas se recogen
las voces ahogan mis pulmones

La loca de la luciérnaga en la lengua
tiene algo que contarles:
Se han pronunciado los remiendos de los callos
parapetos de las uñas cortadas por la mitad

Los Puños en las tráqueas
son los amantes de mi morfina
pero ni los codos del odio
vacilan en mi garganta
lejanos están ellos
con sus decanas máscaras
que se oxidan en los venenos del día




ABRAZO

Ellos se abrazan en un surco de líneas entrecruzadas,
con su mochila de perdigones acarician el pecho de heridas.
Se lapidan, lamen y desvanecen como si la noche sanara
la ceniza que habita en el desdoblamiento de las rosas.

A la vuelta se les ocurre mutar en un desencuentro,
vacilantes observan los edificios que trituran sus cabezas,
huelen el cuello de olores de sábanas, el espejo y la raja,
se escuchan atropellados lejanos con síntomas en los dedos.

Nuevamente las espigas del aliento existen bajo ellos,
la lluvia de los ojos -intrusa de las mejillas- es piel de calle.
Se laceran los forros, acarician de sí la vida del recuerdo,
los sueños ya no los visten, orugas del alba,
las desapariciones de llagas parten en las venas




SILENCIO

El amor que me brota en las pupilas
hace alianzas con mi muerte
se aferra a las uñas
al alcohol
a la sinfonía de las voces
a los estiramientos del otro día

Se llenan de escamas
las piezas del tiempo
lamen las carencias de las córneas
las ausencias
los disparos de despedidas
y sus atrevidas entregas
del amor escapista

Tu música de pecho
permanece en mi pómulos
escupe sus ahogos
en los ángulos de mi boca

Los brindis ya están exhaustos
se han quedado entrelazados
con lenguas parcas





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