Ángel del Arco y Molinero
Ángel del Arco y Molinero (Granada, 1862 - 1925), poeta, historiador, arqueólogo y escritor español.
Era funcionario del Cuerpo de Archiveros y fue trasladado al Museo Arqueológico de Tarragona. Palau anota más de veinte obras de todo género escritas por este autor. Narrativas son La algarada de Lucena, leyenda histórica (Málaga, 1886), Andrea (Granada, 1886) y Juana la Violetera (Granada, 1892). Como arqueólogo e historiador se consagró principalmente a las ciudades y provincias de Granada, Málaga y Tarragona, y publicó informes en el Boletín de la Real Academia de la Historia sobre epigrafía romana y el teatro romano de Tarragona, entre otros. También estudió la universidad, la introducción de la imprenta y la bibliografía de esta ciudad y participó en la confección del Catálogo del Museo Arqueológico de Tarragona (1894). Participó en el Primer Congreso Español de Africanistas, celebrado en Granada en 1894. Sus poemas están reunidos en Laureles: obras poéticas (2008).
Obras
Ediciones
Romancero de la conquista de Granada, (1889).
Estudios
Estudios de Arqueología. Disertaciones sobre las principales colecciones de objetos del Museo arqueológico de Tarragona. Tarragona, 1894.
La imprenta en Tarragona: apuntes para su historia y bibliografía, Impr. de J. Pijoán, 1916.
Siluetas Granadinas, Granada: imp. de M. Alonso, 1892.
La antigua Universidad de Tarragona: apuntes y documentos para su historia (Tarragona: Tip. de F. Sugrañes, 1918.
Glorias de la nobleza española: reseña histórica acerca de los caballeros principales que concurrieron a la conquista de Granada, bienes y honores que recibieron de los Reyes Católicos y casas ilustres españolas que descienden de aquellos conquistadores, Tarragona: Arís, 1899.
La reconquista de Málaga, 1888.
Estudio biográfico del Eminentísimo Señor Cardenal D. Luis Belluga, 1891.
Restos Artísticos e Inscripciones Sepulcrales del Monasterio de Poblet, (Barcelona, 1897).
Teatro
Sólo para hombres, juguete cómico. 1891.
Poemas
Hojas y flores. Poesías originales, 1884.
Dos poesías, 1896.
Laureles: obras poéticas, 2008.
Narrativa
La algarada de Lucena, leyenda histórica (Málaga, 1886)
Andrea (Granada, 1886)
Juana la Violetera (Granada, 1892).
ÁNGEL DEL ARCO Y MOLINERO.
LA RECONQUISTA DE MÁLAGA
CANTO ÉPICO
GRANADA
TÍP. DE «LA PUBLICIDAD»
AÑO 1888
I -
En el nombre de Dios, el soberano,
El grande, el fuerte, el sabio, el justiciero;
En el nombre de Dios, que dió al cristiano
La fé bendita que esgrimió el acero
Para humillar al pueblo mahometano
De siete siglos vencedor artero;
En el nombre de Dios canto la hazaña
Quo honra los fastos de la noble España.
Y tú, Estrella del mar, reina del cielo,
Dulce patrona de la patria mia:
Para tan alto remontar el vuelo
Préstame inspiración, mis pasos guia.
Infúndeme la Fe y el santo anhelo
Que al guerrero cristiano enardecía,
Y yo con ansia beberé en la Historia
Claro raudal de inmarcesible gloria.
¡Venid á mí: Fernando, gran Fernando,
Noble Isabel, guerreros sin mancilla;
Raza de Cides que aún estáis flotando
En la enseña brillante de Castilla:
A todos en mi mente retornando,
Os contemplo, postrada la rodilla.
Ante aquella Ciudad tan deseada
Que duerme por las olas arrullada.
Reina cautiva de la raza mora,
Cristiana por amor, hoy agarena;
Perla nacida al beso de la aurora
Dejada por el mar sobre la arena;
Málaga, la Damasco encantadora
De cielo de cristal, de playa amena:
También el vate con el alma muda
Descubierta la frente, te saluda.
A tí llegan los héroes castellanos;
A tí llega Isabel, que por tí sueña;
Ellos ván á vencer á tus tiranos
La hermosa Cruz llevando por enseña.
Con ellos vá Pulgar en cuyas manos
Flota el pendón que al árabe domeña;
Ellos mermaron porque al cielo plugo
Palmo á palmo la tierra á tu verdugo.
Mira á Fernando que se humilla y reza,
Mira á Isabel que se arrodilla y llora;
Míralos, destocada la cabeza.
Jurando tu conquista seductora.
Noble es la hazaña, grande la proeza,
Mas no cejan; su espada vencedora
Es aquella forjada con un rayo
En las rocas de Asturias por Pelayo.
Su indómito valor no encontró vayas
Ante el placer de conquistarse glorias;
Si libraron por cientos las batallas.
Contaron las batallas por victorias:
Ellos, sufriendo nubes de metrallas,
Realizaron empresas meritorias.
Señalando con sangre castellana
Cada palmo de tierra musulmana.
Ellos fueron los héroes del Salado,
De las Navas los bravos campeones;
Para humillar del árabe un reinado
Bastó con un puñado de leones.
Ellos, llevando su pendón alzado.
Fueron admiración de las naciones,
Y dignos siempre á el árabe postraron
Y por su patria y por su Fé triunfaron.
Jamás fué su valor escarnecido;
Luchan hasta morir con ardimiento,
Y por cada cristiano que es vencido
Para vengarlo se adelantan ciento.
De los combates el fragor temido,
Antes qne anonadarles, les dá aliento;
Los enardece, anima y arrebata,
Y acomete su acero, rinde y mata.
Estos, los héroes de la patria fueron:
Atletas de la fé, rayos de Marte,
Que, ebrios de gloria, recobrar supieron
Del moro hasta el postrero baluarte.
Raza leal de bravos que siguieron
Con ciego fanatismo el estandarte
De aquella Santa Reina sin segundo.
Pasmo de España, admiración del mundo.
II .
Duerme Isabel: la noche está serena;
Nada turba la paz del campamento.
Las mansas olas al besar la arena
Fingen rumores que repite el viento.
Blanco destello de la luna llena
Llegando de Isabel al aposento,
¡Se acerca á acariciarla dulcemente
Realzando más la nácar de su frente.
Mórbido el brazo sobre el blanco lino,
Suelto sobre los hombros el cabello,
Parece más gentil y alabastrino
Al rayo de la luz su ebúrneo cuello.
Sus labios, entreabiertos de contino,
Semejan de un clavel el cáliz bello,
Dibujando suavísima sonrisa
Al sentir los halagos de la brisa.
Duerme y sueña: su rítmico latido
El seno agita con impulso leve,
Modulando suavísimo gemido
Que el albo cútis de su cuello embebe.
Y su rostro animando, poseído
Del éxtasis vital que la conmueve.
Vé desfilar cien formas peregrinas
Impalpables, quiméricas, divinas.
Rico en virtudes, grande en bizarría.
El cetro firme en la robusta mano.
En corcel que los vientos desafia
Cruza el primer Alfonso castellano.
La Fé cristiana sus empresas guia
En contra el poderoso mahometano,
Y dando al cabo á sus victorias fama
La Religión católico lo aclama.
Síguenle Alfonso el Casto, á quien rendidos
Ofrecen párias agarenos reyes,
Y el Grande Alfonso que los vio, vencidos,
En treinta lides acatar sus leyes.
¡Oh! pléyade de Alfonsos escogidos!
¡Si es de justicia que en honor descuelles,
Basta á probarlo la verdad notoria
Del ancho libro de la patria historia.
Su corcel, en pos déllos, refrenando,
Va el quinto Alfonso, aquel que derrotara
Al soberbio Almanzor y su impío bando
En noble lid que su poder declara.
Siguen sus huellas el primer Fernando
Que en su mano dos cetros recabara,
Y aquel Rey Santo que llevó á Sevilla
El glorioso estandarte de Castilla.
Católico y leal, piadoso y bravo,
La cruz alzando, enseña victoriosa.
Sobre todos descuella Alfonso octavo
El héroe de la Navas de Tolosa;
Aquel, que haciendo al agareno esclavo
En una sola lid grande y honrosa.
Trocó en fatal la próspera fortuna
Que diera alientos á la Media-luna.
Y luego, como mágicas visiones,
En larga procesión van discurriendo
Cien y cien invencibles campeones
Las aureolas del honor ciñendo,
Y estandartes y cruces y pendones
Que prelados y prestes van luciendo,
Héroes todos del solio castellano.
Raza noble, terror del africano,
Míralos Isabel, y en su alma brota
Envidia noble, generoso empeño;
Siente nacer emulación ignota
Y pugna en vano por dejar el sueño.
Divina imagen que entre nubes flota
Infúndele otra vez grato beleño,
Y oye una voz de célica armonía
Que de nuevo su espíritu extasía.
— «Las armas de la Fé que van contigo
Llevan el triunfo, siempre lo tuvieron:
Yo, tu entusiasmo y tu valor bendigo
Nieta de Reyes que por Mí vencieron.
Lucha y vence también; el enemigo
Pugna en vano; sus armas se rompieron;
Invoca en el combate mi memoria.
Yo estoy contigo, tuya es la victoria,
Dijo y calló. La Reina estremecida
Abre del sueño los cansados ojos,
Y vé á la hermosa imagen, circuida
Por el rayo de luz, que siente enojas.
Y de santo temor sobrecogida
En el lecho postrándose de hinojos.
No acierta á hablar, su labio balbucea,
Y en la Imagen divina se recrea.
Hiende los aires el clarín sonoro;
Aturde el Real confusa gritería;
La Iglesia entona religioso coro
Y el entusiasmo cunde y la alegría.
— ¡Al árma! al arma! y á humillar al moro;
La Virgen nos proteje, ella nos guia! —
Así exclaman fervientes los soldados
Y emprenden el ataque denodados.
III .
Cuatro veces las huestes castellanas
Batieron las murallas con coraje:
Cuatro veces las tropas musulmanas
Resistieron con ímpetu salvaje...
Con entereza y altivez troyanas?
Pagándonos ultraje con ultraje.
La muralla defienden, ya deshecha,
Cerrando con cadáveres la brecha!
Allí fué de Pulgar la valentía,
De Hamet Zegrí la indómita fiereza,
Del Conde de Cifuentes la osadía,
De Ibraím el Zenete la nobleza;
De Ramirez Madrid la bizarría.
De Dordúx la altivez y la entereza;
Todos fueron en uno y otro bando
Famélicos leones peleando.
Allí fué donde un moro traicionero
Puso en intento la menguada hazaña
De asesinar fanático y artero
A los Reyes Católicos de España.
Allí fué donde Hamet terrible y fiero
Juzgando ya perdida la campaña
Quiso imitar con fiero patriotismo
De antigua Troya el trágico heroísmo.
Irrita á los cansados sitiadores
Del sitiado la fiera altanería;
De ambas partes sucumben los mejores
¡Sin que ceda de entrambos la osadía.
Y decidiendo hacer los moradores
Un esfuerzo supremo en la agonía,
Cargan sobre la hueste sitiadora
Como enorme avalancha asoladora.
Tal chocan con hirviente remolino
En alta mar inmensas oleadas,
Cuando impelidas por ciclón marino
Van en opuesta dirección lanzadas.
Las huestes en revuelto torbellino
Cargan ó cejan ya desordenadas,
Y el árabe más pugna y más se aferra
Sembrando de cadáveres la tierra.
La lucha es imponente, porfiada:
De las bombardas el fragor retumba;
Quien intenta ganar una pulgada
Halla en el polvo necesaria tumba;
Y allá, desde la mar alborotada
De nuestras naves la metralla zumba,
Almenajes y cúpulas batiendo
Que se van derrumbando con estruendo.
Nuestros bravos se animan y recargan;
Ellos responden ya desesperados,
Y cada cañonazo que descargan
Nos merma centenares de soldados.
Con la lucha los ánimos se embargan,
Y los que quieren avanzar osados
Ruedan desfallecidos ó impotentes
Al pié de una muralla de valientes.
Entre el fragor de la espantosa lucha
Vese al Zegrí blandir la cimitarra;
Grita animoso, el árabe lo escucha
Y avanza un pelotón de la Alpujarra.
Nuestra vanguardia, en la defensa lucha,
Con ímpetu acomete y los desbarra,
Y al fin de miedo y de vergüenza llenas
Retroceden las hordas agarenas.
¡Santiago y cierra!! gritan los peones;
Repite el grito el eco de la sierra,
Y avanzando otra vez nuestros leones
Vuelve á temblar bajo sus pies la tierra.
Dejando atrás heridos y pendones
Huye el moro cobarde que se aterra;
Y no se cuenta fuerte ni seguro
Hasta que logra repasar el muro.
Nobles guerreros de la pátria mía:
Al viento dad los himnos de victoria;
Venció la Fé, que vuestros pasos guía;
Vuestro es el triunfo yá, vuestra la gloria.
Vuestro acero humilló la altanería
Del árabe procaz que era ilusoria;
Ya, por tantos reveses combatida.
Abre sus puertas la ciudad vencida.
¡Bendigamos á Dios: estaba escrito!
Dios solo es vencendor, él es el fuerte:
Su omnímodo poder es infinito;
Él los desastres y los triunfos vierte.
El premia la virtud y hunde el delito,
El alienta la vida y dá la muerte;
El puede, en sus altísimos misterios
Alzar reinados y abatir imperios.
Ya sobre los altivos torreones
Flota al viento la enseña de Castilla:
Al verla los cansados campeones
Doblan con entusiasmo la rodilla.
La Iglesia canta, rugen los cañones,
Y al acercarse á la anhelada orilla
Meciéndose al impulso de las olas
La saludan las naves españolas.
¡Cayó Málaga! ¡Ay de los vencidos!
¡Ay! de la raza de Mahomet cuitada!
Ya de sus baluartes más queridos
Solo les resta la gentil Granada.
Pronto nuestros monarcas aguerridos
Llevando allí su hueste denodada,
Pondrán la enseña de la cruz divina
Sobre la hermosa Alhambra granadina.
¡Cantemos al Señor! suya es la empresa:
El, armando potente nuestro brazo;
Libró á la pátria que lloraba opresa
Para tornarla de su Fé al regazo,
Por él triunfó la religión ilesa
Uniendo á España en cariñoso abrazo:
Unos serán los pueblos y los Reyes,
Una la religión, unas las leyes.
¡Cantemos al Señor! Su exelsa mano
Dió el supremo laurel de la victoria
A los héroes del trono castellano,
Flor de Reyes, asombro de la Historia
¡Claros monarcas del honor hispano:
Dormid en paz el sueño de la gloria;
Que, ébria de orgullo, grande, ennoblecida.
Os bendice la pátria agradecida!
FIN
.
No hay comentarios:
Publicar un comentario