Zahylis Ferro
Zahylis Ferro, nacida en Pinar del Rio, Cuba en 1983. Reside en Estados Unidos desde el 2002. Graduada de Periodismo y Comunicación Social de Emerson College, universidad especializada en temas de comunicación con sede en Boston, Massachussets. Autora del blog Media Snapshots by Z (www.mediasnapshots.wordpress.com), y co-autora del blog kontARTE (www.kontARTE.wordpress.com). Colabora con artículos para el periódico online NeoClub Press, y como editora para Latin Heritage Foundation. Ganadora de una mención en el I Concurso Internacional de Poesía Lincoln-Marti con la obra “Con el recuerdo a cuestas.” Los invito a que lean sus poemas porque Zahylis Ferro es testigo tangible y misterioso/ de aquel infinito despertar en que los poetas descubren que el turbio destino cantado por poetas con antorchas de ideas/ no bastaba para dar de comer a su lumbre.
Con el recuerdo a cuestas
Ahora estoy segura que fue buena idea
haber plantado las fotografías.
La lluvia ha caído desde la mañana
sobre el huerto seco,
y sé que muy pronto comenzaran
a retoñar los lirios, y la hierba trepadora,
y las fotografías que hace solo unos días
plantamos en el centro del cantero.
Nadie supo decirme qué clase de planta
saldría de semejante semilla,
pero anoche soné que seria un árbol.
Tan grande será y con tantas ramas y hojas,
que si el árbol genealógico fuese en verdad un árbol
con seguridad sería éste.
Tendrá cuerpos y caras y sonrisas,
y un manojo de voces y palabras que nos lloverán encima
cuando cada tarde vayamos a contarle nuestras nostalgias.
Cada foto será más que una vida,
más que un pedazo inmóvil que acorraló el papel.
Cada foto será lo que hubiera seguido siendo
si quedase atrapado el momento infinito
donde siempre se empieza a soñar
y dejamos de ser eternos.
No nos librará del cansancio, ni de la tristeza,
y mucho menos del afán impetuoso
de ocultar nuestras canas en cuanto sopla el viento.
Pero bastará con salir al huerto para que el ave cambie su destino
y la memoria nos arranque sonrisas
al llorar a nuestro hermano muerto.
Y si algún día viniera la tormenta,
y se ahogara la hierba, los lirios y el cantero,
sé que bajo del agua el árbol dará frutos
porque en su alma lleva los recuerdos más viejos.
Y no quiero pensarlo,
pero si un día cambiásemos de casa,
cambiásemos de clima, de claridad, de suelo,
y el árbol fuese demasiado grande para llevarlo a cuestas,
arrancaremos unas fotografías de sus hojas
y nos iremos, con los ojos cerrados,
a plantarnos recuerdos en cualquier otra tierra.
A precio de imposible
Esa luz de tu pelo puede ser una estrella,
o quizás las estrellas son pedazos de luz que aprisiona tu pelo.
Parecería que todo el cielo se ha reducido a tu cabeza
y ya nada ilumina como tú,
en esta noche en que todo oscureció más temprano
y amenazó con venirse abajo el cataclismo.
Muchos han venido para ver tu luz
y se han quedado dormidos sobre el piso, en posición de espera.
Ahora ya nadie entiende el juego de la gallina ciega,
porque hasta las vendas tienen ojos,
Y aun así no hemos podido despejar la tiniebla que nos enreda el paso.
Alguien me ha ofrecido tres veces en oro
lo que pesa tu cabeza y le he dicho que es muy poco.
Estoy pagando a crédito lo que cuesta esta noche,
de otra manera no sé, no hubiera podido comprarla.
Y es que nadie supo al venderla que esta noche sería eterna,
como lo fue aquella otra, hace más de medio siglo cuando te conocí.
de alguna forma extraña pude ver la luz de tu cabeza
en la mañana, a plena luz de sol, a pleno sol de día.
No hay nada bajo el cielo que pueda compararse con mi noche,
ni dinero alguno capaz de comprarla.
Esta noche, tu cabeza y tu luz,
creo que siempre han sido míos.
Delirio
Pon la mano en el fuego que no quema la lumbre.
En el humo se mece un aliento ancestral,
y la flor en la rama que echó por tierra el viento
es sólo un esqueleto de olor y vanidad.
El camino que sube habrá de bajar pronto.
El destino que andamos no nos puede arrastrar:
Aquí tengo la risa.
Aquí rompo el silencio.
Aquí guardo el suspiro que me hace respirar.
Y al final de la hoguera que incendia los recuerdos
una nube de polvo se quiebra sin cesar.
No es culpa de la muerte, ni tampoco del viento.
Escucha su susurro.
Hace tiempo no está.
Revelaciones
Súpose que el silencio agigantaba los pasos
y súpose también que no eran pocas las horas de espera
ni las marcas oscuras debajo de los ojos
de tanto dormir sin sueño.
Púsose en la balanza la existencia
y solo se logró el equilibrio con un buen puñado de lágrimas.
túvose la certeza de que los pies dolían,
de que ya era casi de noche
de que con la luz del farol no parecía llegarse muy lejos,
Mas, riose en la clara penumbra de los cuerpos
porque el turbio destino cantado por poetas con antorchas de ideas
no bastaba para dar de comer a su lumbre.
Y entonces vínose el mundo todo
en su lenguaje sempiterno a decir lo sabido,
a mitigar los miedos
a dislocar las ansias del repentino encuentro,
Y proclamose, una vez y por siempre,
testigo tangible y misterioso
de aquel infinito despertar.
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