Fernando Espejo
Fernando Espejo Méndez (1929 - 2007) fue un poeta, filólogo, cineasta y publicista mexicano, nacido en Mérida, Yucatán y muerto en la Ciudad de México. A los 21 años, en 1950, fundó con un grupo de poetas de su generación, la revista Voces Verdes. Fue secretario de redacción del Diario del Sureste periódico de Yucatán y director de su suplemento cultural Artes y Letras.
Emigró a los 23 años hacia la ciudad capital y ahí empezó su carrera como cineasta al obtener la ayudantía de la dirección de la película Raíces producida por Manuel Barbachano Ponce y dirigida por Benito Alazraki, film que fue un éxito cultural y de taquilla a finales de los años cincuenta y que obtuvo el premio de la Crítica Cinematográfica en el Festival Internacional de Cine de Cannes.
Fue jefe de redacción del noticiero semanal Cine Verdad, en la rama de arte y ciencia. En 1960 dirige un documental con guion de Salvador Novo sobre la historia de la cocina mexicana desde la época precolombina. A partir de entonces y a lo largo de 35 años, se dedica a la dirección cinematográfica produciendo cortos publicitarios y también documentales. Por estas tareas es varias veces premiado en México y el extranjero: gana el Annual Award de Hollywood al cortometraje; el famoso premio Clío en Nueva York y el León de Plata en el Festival de Publicidad de Cannes en 1971, por el mismo género de producción cinematográfica.
En 1975 fundó en la colonia Cuauhtémoc de la Ciudad de México su propia compañía productora, bajo el nombre de Cine Creativo, la cual posteriormente se llamó Espejo Cinegrafía, y ha producido más de mil comerciales publicitarios hasta la fecha.
Obra poética
De Fernando Espejo, Rosario Castellanos dijo:
"Le ha sido concedido el don de la palabra y la voluntad de que esa palabra sea pronunciada"
La Flauta de la Caña es su primer libro de poesía, publicado en la tierra natal con magníficas ilustraciones del renombrado pintor yucateco Fernando Castro Pacheco. Más tarde, en una publicación del Instituto Nacional de Bellas Artes ven la luz sus Sonetos de la sal en cuadernos del viento, incluidos en el anuario de 1961 de la poesía mexicana del INBAL. Viene después, en 1979, Como un antiguo caracol y más tarde La Flauta y el Caracol, en 1984, prologado éste por el escritor colombiano Álvaro Mutis e ilustrado por el pintor Gabriel Ramírez Aznar.
Más recientemente, en 1992, publicó Mérida. Poro por poro, volumen dedicado a loar poéticamente a su ciudad natal. He aquí uno de sus sonetos:
Mérida, por la rosa de los vientos
y por los cuatro puntos cardinales,
por mis cinco sentidos, los cabales,
y por los cuatro, antiguos, elementos.
Mérida siempre, en todos los momentos:
se sube a mis presiones arteriales
y viaja con mis cartas credenciales
en el golpe de voz de mis acentos.
Mérida huele a todo lo que huelo,
me sabe a vino cuando pruebo el vino
y es una nube blanca en cualquier cielo.
Su súbita memoria me desgarra
y hacia ella salgo por cualquier camino
a la primera cuerda de guitarra.
Llega al fin, en 2006, su Inventario, antología que sería su última publicación de poesías a manera de "catálogo de aquello que queda guardado y resguardado como en bodega bajo siete llaves", como él mismo diría de su último libro de poesía:
"Este Inventario... es como rica teneduría de libros y como una contaduría de cuentos -contados y recontados-, como se cuentan los cuentos en la trastienda de un almacén..."
Otras obras
Charlista ameno y solicitado por su público vernáculo, escribió sobre la peculiar forma de hablar de los yucatecos: El habla de Yucatán4 y discurrió sobre el tema ante pluralidad de foros. También escribió sobre otros temas de carácter local que le hicieron ser autor preferido del público yucateco. Del mismo modo dictaba con frecuencia conferencias sobre " El orgullo de ser Yucateco", tema que le permitía proyectar su profundo cariño hacia su patria chica.
Cal y Canto es otro de sus libros en prosa en el que recopiló artículos periodísticos y conferencias que dictó a lo largo de veinte años. Más tarde, poco antes de morir, escribió acompañado del astrónomo Arcadio Poveda El Cráter de Chicxulub y la extinción de los dinosaurios en el que los autores, desplegando una elocuencia rara en libros de corte científico, describen el fenómeno ocurrido hace 65 millones de años, como consecuencia del cual -dice la hipótesis- desaparecieron los dinosaurios del planeta.
Fernando Espejo se dio a conocer también como letrista de canciones populares en Yucatán, en coautoría con músicos como Sergio Esquivel, Pepe Arellano (El Sánchez), Pastor Cervera, Maricarmen Pérez y Enrique Núñez.
Reconocimientos
La Medalla Yucatán, Mérida en 1987
La Medalla Eligio Ancona Mérida en 1993.
El Clío, Nueva York.
El León de Plata, del Festival de Cannes en 1971, por el comercial Hormiguitas de camiones Ford, producido para la agencia JWT México (James Walter Thompson). Este fue el primer León de Plata ganado para México.
El Premio Volcán del Festival Pantalla de Cristal, de la Cineteca Nacional.
La sala de exposiciones del Centro Cultural de Mérida Olimpo, en la ciudad de Mérida (Yucatán), lleva su nombre como homenaje póstumo.
Forma parte de la historiografía de la trova yucateca y su nombre e imagen están inscritos, a manera de reconocimiento, en el Museo de la canción yucateca.
El azúcar
Hacia tu corazón y a mis colmenas
ansiosas de tu miel, voy y regreso
y me revuelvo y zumbo por tus venas
para libar tus flores en un beso.
Apenas si tú puedes con el peso
del racimo de néctares, apenas…
y entre tus labios voy viviendo, preso
de la miel que atesoras y almacenas…
Porque en tu cuerpo nace la dulzura
y a donde va lo dulce, vas y dejas
un sabor de alfeñique y confitura…
Oh, dulcísima dueña de mis quejas,
se va a morir de azúcar tu cintura
como la flor que sueñan las abejas.
La lluvia
Por el postigo, hacia el jardín de enfrente
te estoy mirando, hermano limonero.
Unos cuantos limones en tu frente
beben el agua azul del aguacero.
Desploma el cielo gris su monedero
sobre el tinglado, dispendiosamente
y escandaliza un árbol pajarero
que se ha vuelto una jaula de repente.
Y mientras salgo de mis vestiduras
y me visto de lluvia, con un traje
que me desviste el alma y las honduras,
giro y bailo de amor, vuelto ramaje
y a pie y desnudo, ya sin ataduras,
me voy, me doy, me soy… puro paisaje.
La tarde
Caminas por la playa.
Te va peinando el viento
como una ola que en el mar se peina.
Cae tu pelo
y la noche va cayendo por tu espalda.
Miro al cielo,
casi lo toco de tan encendido
y un regazo
de estrellas es tu falda.
Sólo queda
un pedazo
de sol
se va, se ha ido…
se puede oír el respirar del alma
y todo se quedó como dormido.
Fuera de mi ansiedad
todo está en calma.
El silencio
Yo soy, aquí
un párvulo del sueño
ornado con el mínimo llanto de los niños,
con la efímera voz de las mujeres
que hablan construyendo una casa de pan,
de azúcar y sillones…
Tocaron a la puerta
las personas, las voces, las esquinas y las calles abiertas…
¿Nada aún para mí?
…Nada más la costumbre de luz que hay en los pájaros,
un regreso sin nadie,
y el ser nativo de este país de lánguida tristeza…
Ahora, diminuta paloma sustraída,
afinando el oído
he de buscar tu voz
en la íntima boca de las flores…
¿Cómo entender la hermética frase de los lirios?
Me voy junto a la tarde,
hasta el fondo del día
y donde cae
con un poco de arena diluida, grano a grano,
y juegan en el parque las palabras de siempre…
Ahí me estoy, mirando…
En la destituida altura de las nubes.
¿Qué es lo que hace tu rostro?
Humo y luz…
Luego, siempre, la noche
al final de las calles,
deshojando de amor, pétalo a pétalo,
una estrella que muere entre mis manos.
La flor
Si te parece
puedes llevarte todo esto que me estorba
e irte…
Recogiendo las hojas de la niebla,
la ventana cerrada
y la luz encendida…
Llévate, si las quieres,
la mesa puesta,
la pluma destapada y la tarde de otoño.
Todo eso.
Yo tengo todavía el libro abierto
la fecha carcomida
y las palabras.
Ahí están,
además, son cosas tuyas.
Si te gusta el violín, te lo regalo
lo mismo que la flor
y los recuerdos.
Para cuando regreses ven sin nada.
La creación
Tú y yo
inauguramos con nuestros pies la tierra.
Hubo de ser durante el sueño:
el despertar, estabas tú, la esposa,
entre los brazos, nada más…
Me acuerdo del principio…
Todo era como el humo
y sucedía que solamente había frío.
Algunos se atrevían a decir en voz muy baja
¿Por qué no traéis pájaros?
Fue entonces
cuando tú ayudaste a las estrellas
y a las palomas, entre otras cosas,
a nacer.
Oh, tú, la vigilante de las flores,
jardinera del mundo…
por el cuidado de tus manos
todo fue entonces agradable a los ojos.
Y comenzó a amanecer.
Entonces, simplemente, el corazón se regocijó.
Siempre
Mérida, poro por poro, 1992.
Mérida, por la rosa de los vientos
y por los cuatro puntos cardinales,
por mis cinco sentidos, los cabales,
y por los cuatro, antiguos, elementos.
Mérida siempre, en todos los momentos:
se sube a mis presiones arteriales
y viaja con mis cartas credenciales
en el golpe de voz de mis acentos.
Mérida huele a todo lo que huelo,
me sabe a vino cuando pruebo el vino
y es una nube blanca en cualquier cielo.
Su súbita memoria me desgarra
y hacia ella salgo por cualquier camino
a la primera cuerda de guitarra.
El mar
Quiero ahora tener la noche larga,
la tarde lenta, la mañana en tedio
y amar junto a la mar, la mar amarga,
con el tiempo a mitad como intermedio.
Quiero tener por solo haber, la carga
de mi hambre y mi sed, y hallar remedio
como el ave que, en vuelo, el ala alarga
sobre la ola, por caer en medio.
Mi misma novia por la misma esquina,
el mismo amor, para cuando me halle
por aquella tristeza vespertina…
y un perro que me ladre y que se calle
cuando sienta mi olor de alga marina
y un pedazo de mar por bocacalle.
Cenote Zací
Un salitre lejano, 1993.
Bañar el corazón, cenote hermano,
-estalactita del desasosiego-
bañar desnuda el alma, a ver si luego
el agua ya está al tanto del verano.
Bajar, del sol tomado de la mano,
hasta tu verde-azul en fiebre y fuego,
hasta tu oscuridad donde el pez ciego
es sólo el habitante más cercano…
Náufrago, como yo, su luz a flote,
el sol va navegando en la frescura
sobre otro sol que va por el cenote,
y el agua, tan redonda y tan poliedra,
danza y en la emoción se transfigura
la estalactita en lágrima de piedra.
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