Carmen Gaete Nieto
Carmen Gaete Nieto del Río (Valparaíso, CHILE 1938). Poeta. Publicó siete libros de poesía, entre los cuales están: “Resultado de brumas” (1958), “Valparaíso y otras almas” (1972), “En estado de gracia” (1966), “Hojas de acanto” (1982), “Voz reunida” (1998).
Fuentes: “Carmen Gaete Nieto del Río y la Poesía”. Por María Teresa Pérez; “Testimonio lírico”. Por A.M.F. (“Hoy”, N°255, 9 junio 1982).
POEMAS DE CARMEN GAETE
El
Reto
del
Beatnik
En mi melena toma otro largo el tiempo
Señorita secretaria
Taquígrafa
Dactilógrafa
En mi vestimenta se diseña otro rostro del alma
No el valor de los peinados prefabricados
No el valor de los escotes
Señor Ministro
En las suelas de mis zapatos existen otros recorridos
-¿Saben lo que es un ángel esotérico?-
Los sueños dejan llagas en las plantas de los pies
La mujer que yo amo es sencilla como mis propios pantalones
La mujer que yo amo no usa por casualidad un vestido
Llega a mi propia simplicidad y atesora sus piernas blancas en sus
Bluejeans
En mi camisón de sarga pesa más el símbolo de la justicia que en un traje de seda natural
Señor padre de familia
Señor Pavo Real
Señor Jefe de Impuestos Internos
No se escandalice de mi barba
Yo no sé hacer nada
En mi barba pesa la condena de los dioses
A ella no se acercan los que temen el hambre
A ella llegan los irreverentes ladrones de aire puro
Los que son congénitos exploradores del alma
No se asusten de mi facha
Niña, cuide que el tiburón de su muslo no se le salga hasta la superficie de la enagua .-
El
Ideal
El hombre que yo amo
Punto de interrogación en campo abierto
Luz y mímica en el éter más sensible de mi sueño
El hombre que yo amo lleva el siglo xx envuelto al cuello
Tiene microbios de luna llena en el cerebro
Sus manos van detectando defectos de astronautas histéricos
Mastica alambres de púa delicadamente al almuerzo
En sus pupilas se asoman ojos de palomo dormido en el destierro
El hombre que yo amo
Gajo muy tierno de universo
De pronto como si el futuro se desangrara en sus silencios
Él encuentra en el mutismo extrañas bujías y dioses ciegos
Él sabe que se hacen líquidos los espejos
Es un hermoso juguete de azogue cuando escucha mis cuentos
Me dice palabras que prendo en mis cabellos como flores de almendros
El hombre que yo amo
Fantástico reloj de sangre
Al estrecharme la mano se acumula existencia entre mis dedos
Sonríe lentamente... desde más allá del tiempo...
A veces su rostro es robot glorioso
A veces sus miradas son medidas de abismos
A veces dudas...
Aromas...
Sed...
¡Encuentros!
El hombre que yo amo
Torre de música sin término
Se somete a la batalla sincopada
El saxofón excita las aspas del sexo
Tiene éxitos distribuidos en el alma
E interminables persecuciones de melodías en los miembros
Algo semejante a la arquitectura barroca
Suspenso
Vigilia
Duelo
Compactos collares de nubes
Consecuencias del cielo y el infierno
Como el jazz
Como Bach
Garito y templo
Pero el hombre que yo amo de la rosa negra tiene miedo
Vive obsesionado de la espiga eléctrica que no respeta ensueños
Protege su estructura y desnudez de estatua adolorida de la época
Siente temor del ángel colérico que al hablar por teléfono provoca
El hombre que yo amo
Bello debutante sintético
A los bailes de gala va descalzo
Va con frac y sin corbata al cementerio
Oculta su colección de lágrimas de marfiles nuevos
Y como recordando lo nunca antes dice:
-Cuidado con el balcón del Limbo y el espectro del beso-
El hombre que yo amo no me quiere
Me piensa...
Acaricia la consistencia de mi letra
Anda delirando por las Lenguas Muertas
No desea la experiencia de mi piel
Me piensa...
Hasta el eco de mis palabras escarmena...
Música
Antigua
He aquí el lirio
Flor que Dios olvidó instalar entre los astros
Es heraldo y párpado desprendido de la gloria
Aliado al rocío posó sus alas en el Campo de la Nobleza
El Lirio permanece eternamente en vigilia
Esas lágrimas del Lirio quedáronse suspendidas en el rostro del alba
Lágrimas del Lirio aquel hermanadas a ciertas otras
Decoradoras perfumando silencio de sábanas nupciales
lirio es aquella lámpara que ilumina hacia dentro
va enmielando a la suavidez y languidez de dos formas en fuga
tiene la avidez de un instrumento de Cámara
difunde sus arpegios en ámbitos inmemoriales
escapa a los oídos del hombre común
penetra suave
hondamente en la maestría del amor
Amamos
Al que sorpresivamente entre las manos se nos torna antojadizo
Ansiosa criatura trazándose camino en la oscuridad
Avanzando por ojo mágico de húmedas paredes
Siente la vida sin verla
Conociéndolo todo
Ábrense los labios al Lirio
Entonces transformada en cápsula es ave dispuesta a besar el infinito
Conocemos la señal del Lirio
El cansancio del Lirio
La angustia del Lirio
La humillación del Lirio
La cruel arrogancia del Lirio
Sin embargo hemos palpado el delirio del Lirio
Así mismo instuímos su tristeza
Debemos nombrarle
Lirio
Deseamos saber si nos veremos obligados a renunciar a él
A su Solo fino en Mí mayor
Aceptando esa apasionante promiscuidad con Beethoven
No estamos dispuestas a dejarnos seducir por virtuales especies digitales
No nos habituaremos a caricias electrodomésticas
Lirio mágico lo más decisivo que recibimos
Nos pena el Lirio
Nos pena aquel que nos habita y deshabita
Nos conquista y abandona
Nos pena el Lirio
El que toma posesión de tan pequeño espacio
Y de todo un Universo
Uni
Verso
Nos pena el Lirio
Lirio
Flauta dulce tocando lo más hondo de nuestro continente
Llegando a donde sólo el amor logra anidar
Flauta dulce continúa desparramando tus arpegios
Socavando mi prisión
Impulsando libertad
Instalando la verdad
Flauta Dulce
Suene la Viola
Suene la flauta
Lirio-Delirio
Vuelen párpados y pétalos por los aires
Vuelen plumas y labios justicieros
Vuelen lágrimas y notas
Besos e imprecaciones
Vuele mi Lira
Mi beso hasta la punta de tu espada.
(Inédito)
Limpio de petróleo
reposa tu cuello
Sumerges palabras rubias
entre suaves peces azules
atrapados en un rostro
Al fondo
gusanos estridentes
vidriosos de lunas.-
(de Voz Reunida)
En estado de gracia
Autor: Carmen Gaete Nieto
1966
CRÍTICA APARECIDA EN LA NACIÓN EL DÍA 1968-01-17. AUTOR: FIDEL ARANEDA BRAVO
Maurois dijo: “La Literatura es siempre –para remedar una frase famosa- una larga paciencia. Sin ella no se consigue nada”. En este último tiempo recibí varios libros de poemas. Mi primera intención fue comentarlos todos; pero algunos eran insufribles, inaguantables, pesados, y los dejé a medio camino; no por falta de paciencia, porque muchos de ellos los leía con harta dificultad: entre algunos poetas y el lector se establece un muro más cerrado que el de Berlín. Quizás esté en lo cierto Mario Ferrero al honrarme con el calificativo de crítico “apolíneo”. Apolo, como el poeta, “aploos”, es sencillo y verídico; mas como guerrero, “apoballei”, lanza dardos.
Tal posición del crítico no significa que exija al autor una obra distinta a la concebida por él, sino, sencillamente, le pide belleza, armonía y, sobre todo, vitalidad, aun dentro de las tendencias poéticas más audaces. ¿Acaso no está vigente el precepto de Horacio? “El verso, nacido e inventado para contentamiento del espíritu, solo que se aparte un punto de la cima, se precipita en el abismo”. En poesía no hay término medio.
Entre la numerosa producción lírica actual se destacan las obras de las mujeres; ya me ocupé de alguna en otra crónica, ahora de nuevo comencemos con las poetisas.
Carmen Gaete Nieto. “En Estado de Gracia”. 1966. Santiago.
La poemática de Carmen Gaete estremece y sobresalta; la angustia y el grito conmovedor llegan “con voz de la Biblia”, como diría Rubén Darío. La terrible incógnita del hombre, “La gran angustia del vacío”, “La eterna persecución de la golondrina y el cuervo”, aparece cantando, con emoción y estremecimiento, pero sin desesperación; la poetisa sabe que “somos aves errantes del antiguo Paraíso” y “partículas de perdón y de pecado”.
La lírica de Carmen Gaete, no se arrastra, se eleva, asciende, para hacer honor a su hombre, que significa verso o poesía:
“Esta madera que pudo arder como una sola llama
Y… en esta mesa
Después de tanto
Encuentro mi hogar, dijo el bohemio.
-Mi patria y también todo lo tuyo-
Me parece que este elemento en el cual apoyo mi brazo fuese un árbol solo para mí
Pienso que muchos vendrán a poseerlo
Y a palparlo
A venderlo
Y a tatuarlo
A buscar un poco de Gracia Santificante
A acariciar el rastro de una gota de sangre
El nombre de Dios repitiéndose en cada cosa
En cada criatura fecunda o estéril
En cada fruto cerrado o abierto.” (Pág. 28 y 29).
Admiradora de Nicanor Parra, en algunos de sus poemas, Carmen sigue, aunque en forma muy personal, al mentor de la antipoesía.
Carmen Gaete Nieto del Río y la Poesía
Un Compromiso Inevitable
por María Teresa Pérez
Carmen Gaete Nieto del Río nace en Valparaíso en el año 1938 según comienza su relato. Su abuelo, funcionario de aduanas, cuando regresa de Europa a Chile, establece una residencia en Playa Ancha. Ahí, en una inmensa casa que la recuerda por las cosas antiguas y un ambiente muy tradicionalista, vivió sus primeros años al amparo de sus abuelos y sus padres.
Desde niña, sintiendo tan cerca el mar, los temporales de Valparaíso azotando las ventanas y la lluvia que caía sobre la claraboya en el portal de su casa, se inquietaba enormemente. La naturaleza le despertaba los sentidos, sometiéndola con cierta familiaridad, al encanto substancial de las costas chilenas.
Recuerda a "La Pantoja", una limosnera de quien se decía, amenazaba a los niños con un palo.
Entonces, si se portaban mal, no era el viejo del saco ni el cuco, sino "la Pantoja" que vendría en busca de los más desobedientes. Su abuela, sentada en un balancín, se dormía repetidas veces advirtiendo el sueño de la muerte inevitable, entendida sólo años después, aunque no haya sido fácil concebir de pronto, esa extraña desaparición que la marcaría para siempre.
Su madre era una gran dibujante, talentosa creadora. Pertenecía a la alianza de intelectuales fundada antes que la Sociedad de Escritores. Su padre, en tanto, escribía poesía sin publicar libros. Fue quizás una vez, que uno de sus poemas apareció publicado en una revista.
Entre los amigos que frecuentaban a sus padres, no deja de mencionar a Augusto Dalmar, Gustavo Labarca Garat y otros tantos intelectuales. Su proximidad con las letras y el arte, en general, fue su mayor legado. Desde pequeña su abuelo le enseñó el idioma francés. Estudió danza clásica y tuvo clases de piano, donde la particularidad de su profesora, estaba en ser la hermana de Claudio Arrau, por parte de padre, Isabelita Arrau. Los Arrau-Gaete eran primos de su papá y primos del gran pianista.
Su primer poema a un perrito muerto en Viña del Mar, se sustenta fácil en los cimientos de un proceso evolutivo favorable para ella, por cuanto, no podía ser de otro modo. La presencia de Gustavo Labarca Garat, escritor, y un aliado casual en estas materias, la instruían sin siquiera habérselo propuesto. Para él, era tan sólo una niña de colegio interesada en la poesía.
Continuando con los traslados y viviendo ya en otro sector del gran Santiago, en una casa a pasitos de Vicuña Mackenna, se instala la librería Antártica.
Su mención cobra notoriedad porque a este lugar llegaba un prestigioso grupo de escritores. Nombres como, Francisco Coloane, Eugenio Rigo Vicuña, Augusto Dalmar, Enrique Bunster y su conocido Gustavo Labarca Garat, solían reunirse a menudo, conforme a su rol de destacados intelectuales en el país.
Ella leía Los Miserables de Víctor Hugo. Ahí descubrió la realidad de las injusticias sociales y las desigualdades ampliando sus visiones en todo aspecto, asumiendo una voz, cada vez más fortalecida a los versos. Nada hacía suponer, que tomando este rumbo se casaría mucho después con Enrique Bunster, de quien, por alguna razón, poco hablamos en esta entrevista.
En el año 1952, durante la exhibición de un documental sobre el mineral El Teniente se encuentra con Gustavo Labarca, quien le presenta a Ismael Edwards Matte, fundador y editor de la Revista Ercilla. Importante hombre de letras que, luego de leer unos manuscritos suyos, le publica su primer poema en una columna de la misma revista: Sonámbula, era el poema urbano, inspirado en las calles de Santiago.
Así comienza su historia y un recorrido obligatorio de datos ocasionales que resume una vida rica en acontecimientos. Eso nada más, para acercarnos al reflejo de una mujer encantada con los recuerdos. Sobreviviente a la voracidad del tiempo y la nostalgia de lo que nos duele perder y de otras tantas que abandonamos.
Carmen Gaete a publicado siete libros de poesía, entre los cuales están: Resultado de Brumas, 1958 en Buenos Aires; Valparaíso y Otras Almas, 1972; En Estado de Gracia, 1966; y Voz Reunida, 1998. Última publicación; son los libros que se asoman entre fotografías con famosos, la rememoranza de su marido muerto, un hijo enfermo y el mosaico rescatado de las ruinas, cuando se demolía la casa de Vicente Huidobro.
Y por decirlo en términos sencillos, su personalidad a ratos rupturista, contrasta claramente con la administración pública donde trabajó hasta jubilarse. Algunos, por ejemplo: El Ministerio de Obras Públicas, Ministerio de Transporte, Ministerio de Educación, La Cancillería, La Embajada de Chile en Argentina, etc.; realizando, por cierto, distintas tareas, más de alguna acaso, asociada a cargos culturales dentro de los mismos ministerios, acusan el cansancio, la marginalidad que ha buscado. Y si bien las fechas son poco exactas, estando en la Dirección de Bibliotecas y Museos, inicia los trámites de su jubilación en el año 1989, dedicando gran parte de su tiempo a la poesía, la prosa, la narrativa y muchos proyectos inconclusos, en su departamento de Paseo Bulnes, donde me recibe confiada y entregada al diálogo que no puedo concretar a no ser de este modo.
¿A qué generación pertenece?
el ‘50. Recuerdo totalmente a Mila Oyarzún, María Urzua, Zulema León, Fernando Lamber, Juvencio Valle. A ellos los conocí en el sindicato de escritores donde también se aceptaban poetas inéditos. Yo entré al sindicato en el ‘53 ó ‘54 porque me impulsó Erwin Bascuñan, un poeta de Talca, funcionario del Ministerio de Obras Públicas donde yo igualmente trabajaba. Era un día de lluvia, de invierno que recuerdo, cuando fuimos a un recital en la sala de operaciones de la morgue. Todos entrando al Cementerio General un día tétrico, macabro, a lo Charles Baudelaire. Recitamos toda la tarde y luego nos encaminamos al Quita Pena. Ahí, hablaba de poesía del sur, Juvencio, el hijo de guardabosques.
¿Qué circunstancias marcaron esos años y como se reflejó en su poesía?
En el sindicato aprendí a conocer muchas realidades, sobretodo de los escritores. En esos años había mucha efervescencia y comenzaron a decir que algunos estaban en un conato revolucionario y que eran como terroristas de esa época.
El sindicato funcionaba en La Biblioteca Nacional. En el subterráneo donde ahora existe un archivo fantástico; nos juntábamos en invierno. Ahí no había calefacción, incluso nos cortaban la luz para echarnos. El Director de la biblioteca hostilizaba a Juvencio –entonces presidente del sindicato- porque eran de izquierda .
Así fue que tomaron preso a Gustavo Mujica (siquiatra) porque decían que tenía armas en su casa. Ahí entendí lo que significaba la opresión, la represión con La Ley Mordaza durante el gobierno de Gabriel Gonzáles Videla. Yo salí a las calles y quería perderme en los desfiles y manifestaciones de estudiantes, pero como era funcionaria de la administración pública, por supuesto no lo podía hacer.
Sí participé emitiendo una protesta y lo fui a ver cuando estaba detenido. Ese fue mi primer encuentro con la persecución a los escritores.
Sin embargo, yo tenía un hondo conflicto existencial lo que me llevaba a analizar muy a fondo al ser humano en todas sus circunstancias y eran más bien, poemas a las calles de Santiago lo que escribí. Mis dolores, mis angustias, mis frustraciones. Me interesaba lo que había pasado en Europa con el existencialismo. Y casi toda mi rebeldía en contra de la burocracia, en contra de la burguesía la vaciaba en las páginas de mi diario.
Su primer libro fue publicado en Argentina. ¿Tuvo eso una resonancia mayor a la que pudo ser en Chile?
Bueno… regular. En esa época conocí a Alejandra Pizarnik y nos hicimos muy amigas a raíz del libro. Lo que pasa es que este libro lo publiqué ya casi cuando me venía a Chile. Pero fue leído por notables poetas y tuvo muy buenas apreciaciones. Entre ellos, Jorge Luis Borges, Bernardo Coremblits, gran crítico literario. Ahí conocí también a Manuel del Cabral, que en ese momento era un personaje muy llamativo y de trascendencia en Buenos Aires porque él era el poeta dominicano que había dado asilo en la embajada a Juán Bosch, quien fuera más tarde presidente de Santo Domingo.
Tiempo después, Manuel del Cabral prologó mi segundo libro, En Estado de Gracia.
¿Cuáles fueron sus otros destinos?
Estuve en Brasil en el año 1978, en el congreso mundial de escritores del Pen Club. Fui como secretaria de la filial en Chile junto con otro escritor que ahora no recuerdo su nombre, a reclamar por la libertad de opinión y la libertad de prensa porque habían clausurado la revista HOY por esos días en nuestro país.
Los escritores africanos y sudafricanos hablaban de la persecución racial y de la discriminación que también se daba de los negros hacia los blancos. Y cuando un escritor “de color” o negro era amigo de un escritor blanco, lo castigaban. A algunos se los llevaban presos por esta causa y los metían en una mazmorra donde habían perros con hidrofobia. Saber eso, te digo, me impresionó mucho.
Ahí logramos que a la filial chilena del Pen Club, opositora al régimen de la dictadura, no la expulsaran de la cede internacional porque eso querían hacer.
Lo otro que me impresiono fue ir a Cuba. Pero te digo, cuando te enfrentas con esas palmeras delgadísimas ves la imagen, como una síntesis en el fondo de lo que es el país. El alma de la Habana está en esas palmeras de gente mal alimentada y sin embargo alegre, danzando. Además, yendo hacia Varadero, en una colina te encuentras con un monumento al Quijote sin Sancho Panza. Un quiebre entre el espíritu y la materia. Una disociación en el pensamiento, en los conceptos del pueblo mismo. Separar al caballero del escudero en ninguna otra parte se ha visto.
¿Cómo recuerda su relación con Chile y su cultura. Cuánto se hacía por resaltar nuestra riqueza artística?
Bueno. La mayoría de los escritores, entre todos los internacionales, al que más se distinguía era a Pablo Neruda y también a Gabriela Mistral; ellos eran los que tenían mayor proyección, mayor resonancia. Después, había otro grupo de escritores, algunos más amigos, que nos conocíamos, que habíamos mandado libros y se habían difundido en otros países. Entonces, había eco…
¿Hay alguna diferencia con el Chile actual?
Mucho, mucho!! Mucha diferencia. Mira, en realidad, en mi caso te confieso, nunca fui amante de lo costumbrista y lo descriptivo. Lo mío era más subjetivo, por eso estaba más dentro de la literatura francesa. Yo me sentía ahogada en Santiago, me proyectaba hacía afuera en todo lo que hacía.
En Argentina, por ejemplo, se hablaba de Marta Brunet, Antonio Undurraga, Juán Guzmán Cruchaga. Rafael Alberti hablaba de Neruda en los círculos. Y en Chile habían grupos asociados a un lenguaje más bien costumbrista; pero en resumen, había un reducido grupo de la generación del ’50 que nos conocíamos todos en el café Sao Paulo.
Ahora, claramente hay muchos grupos de escritores y no sé, a mi me pasa que me desconcierto. Son tantos! Y así como alguna vez me pasó en Argentina, siento que se hace muy difícil, al final, encontrar a quien realmente me deje satisfecha, eso creo.
En los ’80 quiero destacar sí, que a mí me gustó mucho un poeta de la Serena, Tristán Altagracia. Nos hicimos amigos y él me visitaba mucho en los años 1987 y 1988 hasta que nos perdimos de vista. Un gran poeta, no dejes de mencionarlo por favor.
Trabajó hasta jubilarse en la administración pública. Pasó por distintos ministerios, uno de ellos el de educación. ¿Cuál fue su aporte en lo personal y cuánto le era permitido hacer?
Sí, ahí estuve en la casa de la cultura del ministerio. Llegué como secretaria cuando se fundó y se organizó el encuentro latinoamericano de escritores, al cual vino Juan Rulfo y Vargas Llosa por 1ª vez a Chile.
Te digo que fue una muy rica experiencia. En la casa se organizaron concursos literarios para los colegios a nivel nacional. También se realizaban talleres y exposiciones de arte maravillosas.
Fue una hermosa época porque además coincidió con una visita de Juan Manuel Serrat y se repartían gratis las entradas para que los chicos fueran a su presentación.
Había libertad de acción. Uno podía respirar tranquilo. No tenías que andar marcando horarios nada más que en calidad de burócrata.
¿Qué cargo ocupaba cuando ocurrió el golpe de estado chileno en 1973?
Ay! Eso fue muy complicado. Te digo que yo pasé momentos bien difíciles antes del golpe. Yo estaba con la Democracia Cristiana y tenía un cargo, ahí, en un departamento de la subsecretaria de transportes.
Esperaba a mi primer hijo cuando me sacaron de la oficina y me dejaron en un pasillo entre ventanas abiertas, donde me ha dado un golpe de aire tremendo y como consecuencia de aquello lo aborté, perdí a mi hijo.
Después, a pocos días ya del golpe, me di cuenta que esperaba a mi segundo hijo, a Enriquito; entonces, yo reclamaba mucho, porque mira, el desorden era muy grande… no sé. Pero eso no vale la pena que lo grabes.
(En OFF me cuenta haber enfrentado dolorosas situaciones asociadas a que su marido Enrique Bunster era entonces cronista del diario El Mercurio. Y continúa).
Embarazada me sentía muy mal. Me obligaban a que fuera a la oficina y el caos que había me enfermaba. Incluso estaba alojando en la casa de mi mamá a ver si me recuperaba. Por suerte en el mismo edificio había un médico que confirmó mi estado y a la semana siguiente le pedí socorro a un amigo para que hablara con ese jefe que no me quería dar permiso. Entonces firmó el parte médico y me pude ir.
Luego de eso se viene la tragedia. Yo estaba a tres cuadras de la presidencia, en la calle que hoy es Tucapel Jiménez. Era muy angustioso, parecía que se venía abajo todo. Ahí supe que fue dramático. La voz de Allende pronunciando su último discurso… era muy impresionante.
Mi papá conoció a Allende en el colegio, en Valparaíso. Después se hicieron muy amigos, aunque estaban en bandos políticos distintos. Aún así, se respetaban mutuamente y en algunos puntos coincidían, sobretodo en la nacionalización del salitre…
Y fue atroz como te decía. Pude ver las llamas ardiendo en La Moneda y los tiroteos que aun se sentían. Cosa que no debió haber ocurrido nunca en este país. Pero fueron situaciones que se vinieron arrastrando por la falta de sensibilidad social y por la poca cultura que había en el país porque la gente tampoco sabía lo que realmente significaba estar dentro de un sistema socialista. Y con todos los horrores que se habían cometido en la Unión Soviética con las purgas de Stalin, entonces, imagínate tú, conociendo toda esta historia se pensaba que podía ocurrir, tal vez lo mismo en Chile. Te fijas?, no era nada agradable.
FOTOGRAFÍAS: ARCHIVO PERSONAL DE CARMEN GAETE.
Bajo el titulo de “Hojas de Acanto”, la poetisa Carmen Gaete Nieto del Río, reúne gran parte de su proceso lírico. La obra es una antología de los libros poéticos de la autora:
“Resultado de Brumas”, (1958)
“En Estado de Gracia”, (1968)
“El Pan Nuestro”, (1969)“Valparaíso y Otras Almas”, (1972).
De la observación de ellos surge la estrecha asociación con que la poetisa contempla las potencias del mundo,y la invocación del ser que quiere recobrar su universo extraviado y desocultar sus entramadas.
No se trata de un libro más en el panorama de la poesía femenina chilena. Por el contrario, representa una rica unidad poética que establece su existencia dentro de una realidad poco común en autoras nacionales. Pensamos que 10 claroscuros será necesario atender con mayor atención a esta poesía extraída de lo más íntimo de la vida. Su prologuista lo dice con mucho acierto en la presentación de la obra:
“No parece una poesía femenina como se ha entendido hasta hoy ese tipo
de poesía. Busca a cada paso el más allá terrestre o metafísico, o la metafísica de la física atómica. Creemos ver en su voz la intuición que ve un mundo destruido y otro creándose, de esencia cristiana”.
Si la poesía, como creen los que la escriben y los otros que la estudian, pretende hacer algo importante, ¿En qué consiste esta importancia? Hay veces en que breves trozos de algunos autores nos dan o están cerca de darla esta difícil respuesta, este acercamiento a la clave de una situación que siendo radical se presenta un tanto disociante. En el caso de la poesía de Carmen Gaete, se acerca con ella a la respuesta que pudiéramos pensar. Su obra pertenece a aquellas instancias de la poesía que de múltiples son abarcantes, es decir: pueblan su existencia de enlaces primordiales, de paisajes que se nos tornan indispensables, útiles a la realidad del existir. Se incorpora, pues, a las expresiones poéticas que son importantes al sentimiento al traducir estados o improntas que desnudan posibilidades imprevisibles.
Carmen Gaete pretende -y lo consigue- hacer un examen de ciertas aventuradas circunstancias que se empeñan en acercarnos a territorios jubilosos o vedados a nuestra conducta. Con ella vamos redescubriendo claves agudas que nos conducen por los caminos de la plenitud o que apuntan al desaliento.
En el poema “Salmos para los Navegantes” dice:
¿Cómo nos tejieron?
Cuántas ondas atraviesan los miembros y el espacio.
He comprendido que fui grito en la tormenta
El golpe del Pacífico fue mi primer golpe,
Recibí así el primer arañazo del Mundo.
Mi primer quejido fue simiente venida de tierras ignotas
Por eso mis ojos se fueron ahondando
Más allá de todas las orillas
¿En qué brisas me cogieron ansiosos
alguna tarde cuando ustedes remaban?
Esta temática en que queda implícita la poesía de Carmen Gaete, la conduce, inevitablemente, hacia un tristísimo sentir, aún en la más exaltada de sus exaltaciones. Es la auscultación de la preocupación Humana la que la conmueve, ese universo unamuniano, que quiere extirpar el caos de la angustia del ser, que pretende llevarlo hacia las estructuras fraternales en que también descansan las conductas humanas, su poesía no escinde, específicamente, enlaza. Pese a los materiales indóciles que resbalan, a las vallas del sendero que no hacen fácil llegar a las profundidades de la realidad aún con la cuerda e iluminación poética.
Hay versos en su poema “Cara y Sello” que son insistencias predilectas:
la expresión de mi padre es lo insondable, mañanas de selvas,
cielo raso, al borde de sus cejas, yo presiento el vacío del sueño que jamás nosotras alcanzamos.
Mi rostro se hincha, salta al mar, se vuelve libremente,
se revuelve y revela, continúa explorando. . . conquistando.
Nuestra poetisa que ha sabido sentir y escuchar los vértigos que acarrean las formas del pasado, que no retoca su fantasía y por el contrario, anuda estas esencias a sus testimonios, logra alcanzar esa misteriosidad humana que el hombre trasporta y acumula como el aguijón dolorido de su existencia. Es que la suya, por sobre cualquier otra condición, es una poesía ensayante, un arte que poéticamente, desmenuza los actos del ser, que obtura la realidad con pasión abierta. A ello se suma una intensidad expresiva que es necesario anotar como la que se suma en los versos de él:
En este día no sé cómo nombrarte,
sin embargo has cambiado hasta mi ceño,
entre sedas, pedrería o estandarte,
en Verano y en Invierno eres mi dueño
En este tiempo ya no sé cómo llamarte,
si beso, megatón o sortilegio
te enredas a la luna y al arado
y eres pobre y humilde como regio.
Persiste, como hemos visto, una amplia relación dentro de este mundo invisible pero presente de la poetisa. Es una visión plural de la existencia que saca sus ímpetu desde una fuerza que le permite desentrañar las materias que observa plegadas. Una fuerza que la lleva a unir las trasparencias con esos otros momentos que siempre se están creando o recreando dentro de su repertorio de formas y elementos. La necesidad de ver y sentir en su intimidad las relaciones que se mantienen ocultas entre los seres y las cosas carga las percepciones y riesgos que Carmen Gaete asume. Algo como si su lirismo mantuviera una provisión inagotable de sueños y audacias transformadas en armas para manejar lo incognoscible de la vida. En su flujo poético estos ingredientes táctiles, así como las ensoñaciones, surgen desde una comprensión casi inédita de la naturaleza, una identidad que se establece por el contacto con las cosas primeras, por la comprensión de un universo sensible que no siempre tenemos a la mano. Esto la lleva hacia acercamientos lúdicos con los monumentos que el tiempo nunca deja atrás en los hitos de la historia. Tales evocaciones las encontramos en gran parte de su poesía, como en estos
“Recados para Afrodita Difunta”:
Aquíno juega la experiencia
Y ni siquiera el verso Yo te invoco
desde el anverso de la medalla
Te llamo por el añoso teléfono
instalado en el manzano
Te hablo cobijada entre las barbas del Profeta
Y con acento de Primer Día
Me comunico por teléfono castrado
Por el pequeño sarcófago aferrado al dintel del Páramo
Te llamo más allá de las primaveras,
De los muros, de los troncos, De la celulosa, de la seda.
Habría que agregar muchas otras consideraciones sobre la poesía de Carmen Gaete, precisar más analíticamente las resonancias de una poesía que suele trascender importantes circunstancias de la vida, la dimensión de su alcance. Por ahora sólo llegaremos hasta aquí con estas interpretaciones..
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