sábado, 7 de agosto de 2010

RIGOBERTO PAREDES [338]


RIGOBERTO PAREDES

Nació en Honduras, el 26 Abril de 1948 - Falleció en Tegucigalpa, 9 de marzo de 2015. 
Poeta y ensayista. Perteneció a los grupos literarios: Tauanka de Tegucigalpa y Punto Rojo de Colombia. Es premio It-zamná de Literatura, otorgado en 1983 por la escuela Nacional de Bellas Artes. Finalista en los Certámenes internacionales de poesía de Casa de Las Américas, EDUCA y Plural.

Ha sido fundador de los proyectos editoriales: Editorial Guaymuras, Editores Unidos y Ediciones Librería Paradiso, así como de las revistas Alcaraván e Imaginaria.

Obras publicadas: En el Lugar de los hechos (1974); Las cosas por su nombre (1978); Materia prima (1985); Fuego lento (1989); La estación perdida (2001). Es coautor, junto con Roberto Armijo, de la antología Poesía contemporánea de Centroamérica, publicada en Barcelona en 1983.

Lección de amor 

Si te ves al espejo 
y no pareces como te viste ayer (mejor que nunca), 
si te ve con desdén, como si a nadie viera, 
el que por ti vivía 
viéndose en el espejo, encendido de amor, 
no te quejes del tiempo, no te duela tu cuerpo. 
Ahora es cuando eres. 
Sabiduría / belleza se juntan en tu nombre. 
A punto están las dotes mejores de tu huerta. 
Lo que ayer diste tierno, falto de calidad, 
urgida por los tontos, 
pasó sin hacer mella, pasó sin darte cuenta. 
Entrégate a la vida, a pecho descubierto, 
hoy que sabes blandir, como pocas, el alma. 
Descubre lo que tienes debajo de los años, 
lo que está a medio andar en mitad de tu vida. 
Si te ves al espejo 
estás mejor que nunca. 



Vieja canción

En mi pecho tenía un corazón. 
Y para mí tensaba sus cuerdas, el teclado 
a una señal tuya, 
al acorde más leve de los dos. 
Era un haz de sonidos, 
una grana gozosa y trepidante, 
como un astro, al comienzo, 
que estallara a la vida al mando de tu verbo. 
Tenía un corazón. 
Y yo lo oí cantar cuando tú estabas. 



Como una elegía

Mamá ya tiene canas, mal humor y biznietos, 
se levanta más tarde, 
confunde días y fechas, 
habla sola, 
oye menos, 
se le quema el arroz, 
no ve sin los anteojos, 
se sabe de memoria las telenovelas, 
camina a duras penas 
y sólo sale a misa. 

Señora 
(piedra viva 
en mitad 
del camino de la muerte) 
yo la quiero como a una quinceañera. 



Monte de venus

Tierra fértil 
bañada por la miel 
de un lago legendario 

buena 
para el cultivo 
del gusto / del tacto / del olfato 

rica 
en secretos yacimientos 
de donde ciertos héroes 
extraen el metal de su armadura 

(campo de juego y de retozo) 

orilla del oleaje 
que estalla 
bajo sábanas 

este es el monte 
lugar donde todos los caminos llevan 



Memoria del solo

¿En qué ajeno paraíso abandonaron 
mi humeante corazón, quemado vivo, las mujeres que amé? 
¿Bajo que cielorraso se desnudan 
y muestran victoriosas el reino que perdí? 
Yo, en cambio, nada guardo: ni dicha ni rencor. 
Una a una me dieron la gloria merecida 
y derrotado fui con sus mejores armas. 
El amor es la única batalla 
que se libra en igualdad de condiciones. 
yo no pude escudarme, devolver las palabras 
con la misma osadía, sin cuidar mis entrañas, 
y los más leves golpes 
me alcanzaron de lleno, a la altura del pecho. 
Dado ahora a morir en cama extraña 
(orgulloso de mí, en paz conmigo), 
cierta gloria atesoro, ciertos nombres, 
como el viejo guerrero que alivia sus heridas. 



Entre nos

Debajo de tu falda 
se oyen ruidos extraños 

algo se mueve allí / entre tus piernas 
como sombra en el monte 

Se ven ciertas señales de vida en tus adentros 
(conchas algas espuma y mensajes de náufragos a salvo) 

toda esa tierna herencia de las altas mareas 

un viento favorable 
desordena el secreto follaje de tu cuerpo 
y a veces pareciera 
que hace buen tiempo 
en los alrededores de tu cama 

tengo la sana intención 
de aclarar esas dudas 
una noche de estas 



Arcano

Algo en pie quedará 
de este reino de furia: seres, brasas, semillas 
guardan fresca memoria de otro tiempo 
que hoy se estanca entre ruinas. 
Sangre fértil 
estalla 
en algún lugar de Centroamérica. 
No tardará en llegar el verde de los días.


Mester de huerfanía

¿A quién espero aún, a quien espero 
cuando vuelvo mis ojos al claror de otros días? 
En vano me deleita este sueño de abril, 
el lúbrico artificio de sus nimbos. 
A una beldad yo busco, 
a una beldad perdida en otro tiempo, lejos, 
dueña y señora de mi orfandad y de mis llagas. 
A ella espero aún, a ella espero 
como a la vida espera un condenado. 



Fábula

Sus alas 
como brazos 
su plumaje 
como ancha cabellera 
su canto 
como un nombre 
su vuelo 
como el gesto nervioso de tus piernas 
cuando voy yo por ti 
de cacería 

mi ave 
o María 



Elogio de la gordura

Loada sea la gordura, su grasa 
llena de gracia, la curva 
tensa y relumbrante de sus contornos. 
Dichosos sean los seres de ancho follaje, 
donde todo el que quiera 
halle puesto seguro para pasar la noche. 
Gocen de buena fama 
esos seres flamantes, exagerados, 
vivos retratos de la abundancia. 
Ábranles campo por donde vayan; 
no los hagan perder 
el tiempo, el peso, la vida. 
Convídenlos a la mesa, a la cama 
(sin mayores recatos ni privaciones) 
y celebren en público, a sus anchas, 
los deliciosos fastos de la gordura. 



Mar adentro

A Rafael Rivera 

Ya los barcos doblaron 
la esquina de las aguas 
que miramos unirse 
el cielo arqueado y hondo. 
Apenas unas manchas se divisan, 
pero aquí, entre nosotros, 
presas del abandono, 
manos y voces se alzan todavía amorosas. 
Los viajeros, en proa, no verán hacia atrás. 
Otro mundo despunta, otro mundo alto y fresco 
en la cabeza de todos los viajeros. 
Noche y día ojearemos las crestas del aguaje. 
Talvez el viento arrastre un olor, un silbido, 
algo de cuanto asimos fuertemente a los pechos 
que hoy vibran apartados. 
Cómo áspera maleza crece el mar en nosotros. 
Su falso azul revienta en los peñascos 
y sólo nos devuelve restos de lo perdido. 
Igual, 
la vida nos envía 
sus rápidas señales, 
a su paso, 
muy lejos de esta orilla. 



Prez del irredento

¿Mi hora, 
última hora, 
ha de llegar 
inesperada, impía? 
Funesta, inmerecida 
no la espero. 
Hora feliz y tabernaria 
en la que un ángel de verdad 
ha de velarme 
en los pliegues jugosos de su sexo, 
quiero. 



Causa Común

Dormiremos
amor con los ojos abiertos 
hábiles
sin sosiego
arderán nuestros cuerpos
como una fresca llama
(como una fresca llama en la espesura) 
arderá igual la tierra
laboriosa 
despierta
inacabable
y el vasto resplandor
de seres y deberes
nos hará ver más claro
que la vida no es un sue



del Libro Segunda Mano:

BELLEZA

Quién eres tú, belleza,
incierta, impura belleza.
Qué buscas dentro de mí, belleza.
O sólo quieres que te nombre, belleza,
como a toda belleza
impostora de mí, de ti, belleza.
Digo, quiénes seremos tú y yo, belleza
cuando ya no exista la belleza.


VUELTA

Mañana llegaré a tus ojos.
Mañana, dije, sin mirar tu rostro,
sin mirarnos de frente.
Pero viéndote, viéndonos
como antes nos mirábamos.
A ciegas llegaré,
como un Odiseo tejido y destejido
por tu desamor,
falsa Penélope,
Circe de mis cerdos.
lestrigona de este pecho enamorado.


CANSANCIO

Ya no quiero, no puedo
dar más de lo que tengo.
Mi corazón boquea como pez
en una nasa abandonada.
Así me veo frente a ti:
animal sudoroso, rendido
o poeta echado en sus laureles.
Y estoy cansado, muy cansado
de que no sea cierto.


POÉTIQUE

Lo adjetivo, Huidobro, es lo que mata,
así como la rosa florecida en el poema.
Yel poema no es llave;
cerrojo, cerradura, sí,
de la única puerta que lleva a la poesía.
¿Pequeño Dios?, si acaso tú, Vicente,
pese a tu pecado de originalidad.

Fuente: http://paradisoblog.wordpress.com/poesia-segunda-mano-rigoberto-paredes/
Segunda Mano, libro inédito



ALEGRETO

Oh, cor, cuore mío, canta
mi caída, canta.
¡Ni Troya, ni Bizancio, ni Bagdad
cayeron, como yo,
en manos más impías!
Pero canta, corazón, canta, canta.
Dolor cuesta decirlo: fui vencido.
En cierta lid perdí
ese reino de gloria y de poesía
que algún pequeño dios
me hubo deparado.
Miré, como Seferis, escurrirse
un mar entre mis manos;
y silencio y olvido
hielan ahora mi afamada lengua.
Pero canta, cuore mío, canta.
De todo esto queden, no más,
ciertas palabras
con música del mar
de Samotracia, la encantada.


CONJURO

Poesía,
no me dejes decir
lo que después yo tenga
que borrar, arrepentido.
Que nunca ponga en boca
de metal indeleble
lo que el más leve viento
dispersar podría a ras de página.
Que pueda yo nombrarte
sin esa amarga tinta del remordimiento,
dura, vieja condena de poetas penantes.
Y hazme reír, poesía, de mi mismo y de ti,
de todo cuanto luzca recato y compostura.
Sálvame de las frentes lustrosas y altaneras,
y descreído vuélveme
del que a tu puerta toca
desesperadamente,  lunático de sí, poesía,
candorosa  divisa de los faltos de ti.
Canta, poesía,  canta, en mi pecho grita
y por tu gracia vuélvase mi verbo
invicto puño y letra invicta ante el espanto;
no aullante, no inocente, nunca en fuga.
En tu nombre, poesía,
has de verme resistir por la herida.

El poeta Rigoberto Paredes nos ha legado dos poemarios inéditos Nada que valga pena  y Obra Póstuma



De Nada que Valga la pena:


MUDANZAS

Qué se pierde cuando pierdes el tren
que tanto esperaste
en la estación equivocada.
Si acaso, ese ramo de lilas que llevabas
a la tumba de tu madre.
Mañana será otra lila, bella durmiente,
la que habrás de lucir en tu chalina roja.
Y temprano vendré a despertarte
para juntos cortar florecillas de abril.
Hace tiempo lloraste por un muerto
y no olvido esa vez.
¿Quién se muere cuando uno muere?
Mejor canta, señora, canta,
yo alumbraré tu voz con mi sonaja maya.
Ahora que no ves, que duermes día y noche
y no hablas, no oyes,
conmigo, madre mía, escucha,
el silencio escucha y su música insepulta.
Y cante yo, te cante tu ángel
de Jericó, la cananea.


RISAS

Por objeto de risa te tomaron
sin saber vos por qué
y en tus narices burla y agravio
repartían los pendejos
mientras te señalaban como a bicho insano.
Y de tal manera se doblaban,
las manos tamboreando en sus barrigas
como orangutanes en celo,
que de bruces caían sin cesar de reir.
Distinguida es la risa en boca de algún loco
prestigiosa se vuelve, sin par
cuando razón nos da de vivir como nos dé la gana.
Qué diera el triste
por salvar esa caída a carcajadas.
Y el condenado a muerte
en quién hallar podría una sonrisa en fuga
como la del diablillo Achís
bajo el ojo en volandas del cabalista Bâhr.
Risas hay muchas,
unas de buena y otras de mala leche,
la del tonto, la del clown, la del loco
la risa del dormido y la del trasnochado.
Muchas, muchas,
pero ninguna
como la risa chillona de una calavera.


PEOR QUE TODOS

Yo traicioné ese sacro lugar que me fuera fijado,
pero gané, yo el peor de todos,
yo, vencedor de tirios y troyanos
que juntaron poder y maledicencia en contra mía.
Impío fui esas veces como los dioses del mal
y di a beber pócimas letales al sediento
y sobras de vieja hiena a quien pedía bocado.
Cobardes todos, que puertas al campo levantaron
para dejarme a solas, a mí solo, ciego de amor,
vuelto un demente
abandonado en las orillas del río de Heráclito.
Lejos, apartado ahora de ese tiempo de matanzas,
veo empozada la sangre en los ojos de mis muertos
y crece mi dolor, crece por ellos.
¿Quién, por qué querrían ser
peor que yo,
el infame, el maligno, el peor que todos?



EL AMIGO POETA

El amigo poeta
llegó a Paradiso a preguntar por mí.
Me dejó en buenas manos
un ramo de sus versos
frescos y olorosos a ese mar donde vive;
destellos de ira eran con nombres y apellidos
de este país confuso, ambiguo hasta en sus alcobas.
Viaje de ida y vuelta el mismo día
fue como siempre el suyo
y manera no hay de apartarlo más tiempo
del ojo al Cristo de Zoila.
Quien no lo vio esa vez
no lo verá por largos meses,
porque el amigo poeta
cuida de pacientes y sirenas, seres muy dados
a morirse de amor en las madrugadas.
Yo fui a verlo un domingo
a bordo de un tractor del poeta Quesada
y allí estaba el nacido en Coyoles Central,
cantando, a voz en cuello, Oh sole mío
bajo aquel solazo de abril
que hacía reverberar la piel de las ceibeñas.
Tiempo sin vernos, años, lo suficiente, digo,
para que la amistad se vuelva
llama imborrable, prendida en la memoria.




Tras el sentido fallecimiento de Rigoberto Paredes, el poeta Rolando Kattan escribió :

¿Por qué no murió un astro?

Rolando Kattan

El pasado trece de febrero, en Café Paradiso, el poeta Rigoberto Paredes presentaba su último poemario: “Irreverencias y reverencias” supe del poeta, que este libro era uno de los tres libros de poesía inéditos, y que los otros dos los titularía: “Nada que valga pena” y “Obra Póstuma” (riéndose, me decía: “Obra Póstuma” es un título para muertos, pero yo lo quiero titular así.

Hoy, unos días después de ese encuentro y de luchar una semana, tan ardua y tan larga, como la primera del Génesis, Rigoberto expiró. Y por él, de quien aprendí a rezar con los poemas, ¡Dios!: ¿Por qué no murió un astro?como lo escribió Molina, es porque acaso, como lo reveló Vallejo ¡tú no tienes Marías que se van!

La causa de su muerte, la misma de los santos, sentarse a conversar en el monte, y como un río interminable, conversar, sí, conversar a corriente tendida, nadie había leído tanta poesía en este país y si me equivoco (que no creo), nadie tan memorioso como él, y si me equivoco (que no lo creo), nadie tan generoso, nadie más hizo de su sabiduría un árbol de frutas, ramificado siempre a la casa vecina.

Publicó la mitad de su obra en los últimos diez años, estaba tan lleno de poesía, de vida. Ignoro (porque me duele decir “sé”) que Honduras no sabe cuánto ha perdido. Hoy no ha muerto un poeta consagrado, sentado en sus laureles, no, murió nuestro poeta y murió escribiendo. El discurso no es ese, “que nos quedan sus libros” no, perdimos al poeta, y nuestro futuro queda maltrecho, siempre maltrecho, lo que no dijo Molina, lo que no dijo Domínguez, lo que no dijo Merren, lo que no dijo Bulnes, lo que ya no dijo Rigoberto, no lo dirá nadie y lo necesitábamos.



ULTIMA ESCENA

Los señores
comieron y bebieron
hasta más no querer.
Ni una miga rodó fuera del plato,
ni una gota de más llegó a otra boca.
Sus vientres
relumbran tentadores
ante los ávidos cuchillos de la multitud.

 “Materia Prima”





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