BRENDA ASCOZ
Torrejón de Ardoz, Madrid (1974), pero aragonesa de adopción.
Ha escrito los libros de poemas En Ajeno (Chorrito de Plata, 2007) y Ecorché (Eclipsados, 2009), y la novela Morbo (Eclipsados, 2013), y participado en diversas antologías de poesía y relato como 23 Pandoras (Baile del sol, 2009), Viscerales (Ediciones del viento, 2010) o Tres heridas; Antología de la nueva poesía amorosa en España, (Armenia, 2011).
Claudia tiene las manos tan pequeñas
y la mirada tan triste
Una niña permanecida en el asombro.
Intuye, en su pequeña mano,
una línea que le habla de muerte.
Y se acerca la mano hasta la boca
y la lame como una caricia.
Y no lo sabe, pero ya la espera.
Sin miedo.
Si en la medianoche
parecen sus pechos más grandes,
si las areolas más oscuras
-como oscuras son
ciertas horas, ciertos misterios-
Si ella te habla con otra voz
o descubres en sus pupilas pardas
ribetes de tinta verde que te asustan
es que me colé en su cuerpo
para dormir a tu lado
(Pertenece al libro En Ajeno, de Chorrito de plata, ya para enero de 2007)
Lo peor no es cuando sube la fiebre
-tengo zumo de naranja en la nevera-
Ni cuando las sábanas sucias
por desidia. Lo peor
no es ni siquiera el silencio roto
de la televisión y la radio.
No, por supuesto,
la soledad que busca estar sola.
Lo peor, que una madre,
a miles de kilómetros de océanos atlánticos,
le diga a tu contestador: Eres lo mejor
que hice en esta vida. Con nadie
poder festejarlo.
Ático calle Corona de Aragón, 2002
Hundidos en el fondo
de aquel igloo de tabiques transparentes,
armándonos de valor para ir al baño,
armándonos de valor para sacar los brazos desnudos de la cama.
Pero nunca necesitamos valor
para pasear nuestros tacones de aguja
por las cornisas desahuciadas.
El alcohol y la desesperada juventud
lo hicieron todo - casi todo --.
Nos reventaron las vejigas
y terminamos sangrando orina
por los conductos lacrimales.
Eso, y una fama decadente y provinciana,
lo que nos ha mantenido con vida
hasta la fecha.
Tendrías que haber muerto entonces
atravesada por la lluvia.
NOSTALGIAS DE LO QUE NO PUDO SER...
PERO TAMBIÉN, Y, POR QUÉ NO,
DE LAS VOCES PRIMERAS
Hace meses que no me tiro por el balcón
ni me corto las venas,
pero hace tiempo también que no leo una página
que me persiga en sueños,
ni escucho una voz, tu voz,
aunque tú varíes
y me estremezcas desde otros cuerpos que no son ya el tuyo.
Hace tiempo que las lágrimas -¿por fin?-
parecen haberse serenado.
La máquina está satisfecha.
(todo esfuerzo ha redundado en beneficios)
Pero las orquídeas ya no más
son el cruce de la flor y la serpiente
y el alma se aburre;
acostumbrada como estaba a los infiernos,
tras un breve descanso
¿ya no es posible el retorno?
Si se han apagado las brasas...
da terror pensarlo sólo.
Me asusta un saltamontes en mi sueño,
erguido en las cenizas, frotando su silueta al infinito
(en una tarde tan en calma)
RENCOR
Puedo enamorarme de un alguien equivocado
y regresar las madrugadas del sábado noche
ebria de siluetas confundidas.
Puedo amar un olor agrio y enfebrecido
y enredar las sábanas y doblarme de angustia,
andar las calles de Zaragoza buscando puñaladas.
Puedo, a causa de un amor tierno y obsceno,
suicidarme los domingos,
y ahondar en un estómago lleno de vértigos malsanos.
Puedo amar a unos ojos que devuelvan tibia neutralidad
y aspirar bocanadas de nada para mantenerme con vida.
Puedo amar, sentir que muero.
Pero tú.
POEMAS (*)
La mujer del sombrero, oblicua sobre la tierra,
mastica las hojas de un libro.
Busca un adjetivo
que cubra con otra piel
su desnudez de asfaltos y gris.
La mujer del sombrero levanta una piedra
y allí,
la vida:
suaves al tacto,
brotan de la tierra y se retuercen los gusanos,
se doblan sobre sus propios cuerpos cegados por la luz
pálida
de un amanecer estancado en abril.
Habla la mujer del sombrero
y sus palabras caen,
se hunden,
se anestesian:
lacer, ernura, mblor.
Las letras se retuercen en el fango.
Suaves al tacto, se doblan sus cuerpos,
y calla la mujer del sombrero.
Y lentamente
se pudre.
Habla de la realidad
desde la cuenca vacía de un ojo cubierto
por la gruesa tela de un parche.
Negro.
Y el parche se inflama y se diluye en los recovecos
de una piel muy fina
respirando el humo y las sombras de un bar que nunca cierra.
Habla y surgen de la noche cadáveres y es
la realidad que se dobla e inflama
mientras el alcohol nos acerca y aleja del terror
a descubrir lo que se oculta
tras las puertas batientes del olvido.
Habla de la realidad,
y yo, la mujer del sombrero,
comprendo que habré de escapar de esta quietud,
del aliento inodoro de las ficciones que pueblan mis noches,
de una juventud que parece no acabar nunca y se prolonga
y se burla de mi incapacidad para enfrentarme a la vida.
La misma ventana en cualquier otra pared de un hogar
que por llamarse así
nos acoge con su rumor de objetos desolados
cuando aprieta la nostalgia.
En cualquier otra pared,
esta misma ventana a través de la cual
habla el largo cauce del Ebro como arruga en el tiempo,
sería horizonte
virgen a mis ojos cansados.
Lo mismo hubiera sido
cambiarle de marco,
orientarla hacia el punto cardinal contrario,
títulos distintos
para el mismo poema.
Lo que me atrajo y de lo que huí
ya no están sentados a esta mesa.
Te busco en las palabras.
Sin embargo, las palabras sólo te explican
desde un instante.
Incluso mientras las pronuncias,
cambias;
te escuchas a ti mismo y no estás conforme con lo dicho.
Y cambias.
Y yo,
me quedo como una idiota
analizando el discurso
de un hombre muerto.
(*) Son poemas pertenecientes a Ecorché (Eclipsados, 2009): La mujer del sombrero, oblicua sobre la tierra..., Habla de la realidad ..., La misma ventana en cualquier otra pared de un hogar..., Lo que me atrajo y de lo que huí... y Te busco en las palabras.. Son poemas inéditos los demás: SARA, Ella es agua , Se adentraría en la página y En la sala de los espejos
CUMPLEAÑOS
Cumpliré treinta y cinco años en septiembre y empezaré
a alimentarme de recuerdos y objetos.
En realidad, ya lo hago. Y puedo interpretarlos
como interpreto los silencios
o leo en las pupilas historias
-no siempre ciertas-
de sueños alcanzados
o pérdida o renuncia.
Traedme pues a mi jaula de tiempo esta noche
algunos objetos,
apagad por una vez
la realidad alternativa de las pantallas
y alejémonos de la ciudad, pero de otro modo;
dejándola afuera con sus ruidos y su aliento neumático.
Traedme algunos objetos; traédmelos.
Son ellos quienes llegan desde el pasado
con esos largos monólogos
que sostienen la historia de una vida.
Llegan con niebla en sus manecillas
los relojes que heredamos.
Traédmelos pues.
Sólo ellos poseen ahora
el don de ofrecernos respuestas
donde pregunta ninguna
fue formulada.
…………………………………………………………………...
Dos horas de sueño y los ojos ardiendo.
Sólo me trajisteis un lápiz –este lápiz-
y un cuaderno –este cuaderno-.
Aunque no soy zurda, escribo siempre con la mano izquierda.
Por una vez lo hago
sin ángeles ni espejos.
Sí estatuas,
estatuas erigidas a los hombres equivocados
-nunca a las mujeres:
no se equivocaron con nosotras-.
En septiembre, treinta y cinco. Incluso en el recuerdo,
esperamos.
Pero la esperanza no es suficiente y una copa de ginebra no basta
para cambiar la percepción de las cosas.
Sí la tristeza;
la tristeza, todo lo cambia. También la memoria.
Sólo me trajisteis un lápiz y un cuaderno
y, aunque no soy zurda, escribo siempre con la mano izquierda:
Las palabras son objetos. Las palabras no se olvidan.
Las palabras
traen.
…………………………………………………………………
No hemos olvidado ni una sola
de todas las oraciones
aprendidas en la infancia.
Aunque siempre sabremos cómo rezar a los dioses
hemos perdido por fin
la costumbre del ruego y la rodilla en el suelo.
El cáncer es una fiesta de las células.
M. A. Velasco
LAS FLORES DEL MAL
Pero así lo siento,
sin fundamento, sin lógica aparente:
un diminuto ramo de flores silvestres
creciendo en mi interior
como una guirnalda violeta. Células
que mutan y multiplican su número y conquistan
territorios umbríos, cálidos, secretos.
Lo siento así:
un ramito no deseado, molesto,
y sin embargo hermoso a su manera letal
-después de todo
no es sino vida
abriéndose camino
a costa de otra vida-.
HAMBRE DE BUEY
Por una vez sola
os hablaré de colmillos
frágiles como el cristal,
de colmillos que se quiebran
tras el nada poético proceso
de desgaste por ácido clorhídrico.
Hablaré de nuestras blancas y abiertas sonrisas
-a los doce, a los quince, a los veinte-,
aquéllas que ya entonces ocultaban
racimos de dientes carcomidos,
pequeñas tumbas de marfil
en tétrico desfile.
No tenemos que dar
explicaciones a nadie, no tenemos
que hacernos comprender por el resto del mundo:
cuanto pudimos hicimos con todo
lo que cabía en nuestras manos,
con todo lo que cabía en nuestras bocas:
todo
lo metimos en ellas –el vacío inmenso-,
cuanto podáis imaginar.
DEL PENSAMIENTO
detener el flujo porque estás cansada de observar
los miles de rostros que te circundan y tú
perteneces a la raza
de los que no se despiden y aterrizan solos
en mitad del océano.
Luchar contra el impulso de abandonar la maleta
y partir corriendo hasta que el cuerpo reviente
_reviente el pensamiento_
o fijar tu atención en cómo los aviones despegan y nunca
sabrás de nadie
que no haya mirado alguno sin preguntarse hacia dónde.
CONSUELO
Mi tía ha regresado.
De nuevo tiene ochenta y cuatro años
y vuelve a estar viva:
Sé que son mentira las gitanas
que pasean sus carritos de bebé por el jardín,
mentira los hombres escondidos
tras las cortinas de mi cuarto.
Me explicáis que son efecto
de mis pastillas contra el avance del Parkinson.
Y os creo. ¿Por qué ibais a mentirme si me amáis?
Pero a vosotros, ¿no os aterraría,
aún sabiéndolo ilusión,
que, noche tras noche, la niña muerta del vestido azul
se metiera en vuestra cama, os abrazara
pidiéndoos perdón por algo que os hizo?
¿Por qué la niña? ¿Por qué ese vestido?
¿Y el abrazo?
REMEDIOS –VARO-
Pues bien, entonces
permitamos que se ablanden nuestros huesos. Quiero
-¿no es acaso adaptación?- un coxis
ligero y unas falanges capaces de fundirse en el agua,
de viajar en ella. Quiero un rincón donde piedra y alma
puedan abrazarse y el color cobrizo
de la copa de un árbol.
Qué mejor regalo que este deshacerse
en un flashmob multitudinario las tablas de Moisés
y todos
los mandamientos escritos por todas
las religiones del mundo, todos los poemas
sustanciados en uno solo y solo poema
inmune
a la rotura y al sueño,
al verso, al encabalgamiento y al sueño,
los huesos
en disposición aleatoria, los colores
cálidos, la magia
sobre el lienzo en blanco.
I´m really not crying.
It´s only blood, little brother.
Only blood. .
Neil Gaiman
UNA FLOR
I
Solo esto te fue dado:
ocho semanas de un invierno suave
en aquel lugar donde en su día
anidaron las flores violeta.
El bebé de los vecinos llora
y la voz de un hombre
se suaviza en canciones.
Te imagino
a ti, pequeñito, preguntando: ¿Esto era todo?
Añadiendo: La vida, qué decepción.
Preguntamos nosotros
si llegó a latir tu corazón, si niña o niño.
Yo, en silencio, si mi angustia fue
lo que agostó ese latido.
Es nombrarte
apurar un poco de ese amor
que sembraste en esta casa que te llora ahora
con el vientre vacío.
II
Lleva muerto casi un mes
y sin embargo, nuestro hijo, nuestra hija,
sigue sangrando.
Sangra en hebras,
sangra
a pequeñas puñaladas, diminutos puñetazos en los riñones.
Creíamos que estaba creciendo en mi interior,
formándose en su nuez de líquido amniótico,
y estaba seco, consumido.
Pero sigue sangrando, sigue
aferrándose a su cáscara,
dando
señales de vida.
ZARAGOZA
Que me duele Zaragoza a cada paso.
Sus puentes,
la belleza de sus noches de luna en San Pablo,
las plazas y los parques
donde duermen su ausencia de sueños
ancianos e indigentes.
Que me sigue doliendo a cada paso.
Cada calle que atravieso me atraviesa
con las pocas ilusiones de entonces;
murieron sobre el asfalto o entre ladrillos
pero siguen doliendo en las brechas y marjales de mis huesos.
Cada esquina que doblo una esquirla
para la que solo el tiempo.
Ya otras ciudades me expulsaron antes. Y otros pueblos.
Y una o dos veces trató de expulsarme Zaragoza
prohibiéndome la entrada al paraíso diminuto en el que fui
Venus y –aunque débil- fui palabra.
Pero ya no me iré.
Aunque parezca en las noches de niebla
que no existe en la ciudad de la sal
la hora
en que despunta la luz. Seguiré
contando los meses
desde la misma ventana y por lunas y amores
_como lo hacen los viejos marinos
cuando pesan demasiado
los fantasmas y el ron_.
.
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