Salvador Biedma
Nació en Buenos Aires en 1979.
Fundó con Alejandro Larre las revistas La mala palabra y Mil mamuts. Trabajó como periodista y corrector, fue asistente editorial del sello La Compañía y editor de Galerna. En la actualidad, colabora en el suplemento Radar, de Página 12, y en la revista Acción.
En 2013, publicó la novela "Además, el tiempo" (Ediciones La Yunta) y en 2017 el poemario "Quizá fuera volviendo", La Gran Nilson, Buenos Aires.
GRASA SAGRAda
Es obvio: no hay una historia que no sea parte de otras. Una historia, un suceso, por mínimo que sea, siempre abarca todas las cicatrices que cargamos. Cada experiencia hace que se ponga en duda el universo. Y si no, quizá, nada tendría sentido.
Después seguramente un recuerdo haya cambiado todo.
- I -
Un beso que hormiguea
1.
Frágil golpe de contacto,
júbilo rubio, sustancia devuelta.
¿De vuelta la risa como artificio?
2.
Apurados hicimos un rato
y nos vimos enormes.
3.
“ya no queda nada de la espera” (Spinetta)
4.
Júbilo rubio, sustancia devuelta:
la marca lisa de un país que inventamos.
5.
Sólo ojos sin dios / pueden guiarme / en fe tan ciega
6.
La paz pica en las rodillas.
7.
Lamida extrema.
8.
Los delgados beben sangre oscura,
derraman su olor en el canto.
9.
Parte del derroche es haber estado ahí.
- II -
Ancla kamikaze
1.
Una virgen te respira desde el piso
(su sexo le habla al oído),
va borracha con la torpeza de su amor,
“hace de su piel un suburbio” (p.f.)
2.
Gritar un hijo en un parate, como un ruido más.
3.
Llano el animal.
Bombardeado con cátodos
irrumpe en el grito,
lo agranda...
- III -
Pórtico del desesperanzador
La pesadilla que conviene:
rebuzne oriental, metálico,
para las horas muertas.
Quizá fuera volviendo, La Gran Nilson, Buenos Aires, 2017.
Hay tantos pájaros listos
dispuestos a ser
nido y hambre
elegís mi cuerpo
como si no estuviera roto
como si esta voz tuviera
algo para decir
ni una torpe promesa
y sin embargo los besos
hermanos
de nuestra sangre
despiertan animales
nuestra humanidad.
El mundo quema
no dios
el cuerpo será
un mundo también
preparamos la despedida
porque ya estamos
en el lugar
adonde fuimos
iremos
aunque sin saber nada.
De veras
mi boca de piedra
no tiene más
que quietud
y aburrimiento
salvo que esté
tu boca de agua,
que sabe todo
lo que hace
falta.
En el viento se sostiene
una palabra
labrada por siglos
de trabajo humano.
Cruzó, de algún modo,
los dientes
de cada persona.
Y hoy puedo decir
tu palabra
es mi casa.
-
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