Zeuxis Vargas
(Quetame, Colombia, 1981)
Licenciado en Psicología y Pedagogía de la Universidad Pedagógica Nacional de Colombia. Sus trabajos han sido publicados en varias revistas culturales tanto fuera como dentro del país. Algunas de esas publicaciones son las siguientes: Las cosas que aprendí; libro de poemas, editorial Seshat 2016. Fabulistas de la intimidad; Revista Quimera de España. Raúl Gómez Jattin, La poesía como necesidad; Ensayo. Revista Rara-Avis de la Universidad Pedagógica Nacional. Mitológicas; Revista Asterión de Barranquilla. Diatriba contra Rilke; Portal Renata del Ministerio de Cultura. Fue participante del taller de poesía y cuento “Ciudad de Bogotá” 2010. Además, fue Colaborador y escritor en la antología “Primera visión de autores cundinamarqueses”. Secretaría de cultura de Cundinamarca. Diciembre de 2001. Autor de las cartillas: Los mártires también son héroes (módulos maestro y estudiante), ofrecidas e implementadas en los 8 colegios de la localidad de Mártires- Alcaldía mayor de Bogotá D.C. 2011, Colombia. Creador del Ambiente de aprendizaje Idipron para la planeación del 2014 en la Unidad de protección integral La Rioja – Idipron. Otros trabajos suyos han figurado en diversos portales de poesía y cultura tales como: Los fabulistas de la intimidad: los auténticos extraviados; About poesía en español, Estados Unidos, 2013. Selección de poemas Aridez; Entremares Magazine, Alemania 2014. Selección de poemas; revista virtual Crear para leer; dirigida por la escritora argentina Marta Roldán. Artículos de reflexión pedagógica; página del movimiento humanista: paz, fuerza y alegría dirigida por Enrique Amigo, Chile.Por último, el poeta ha sido catalogado en el centro virtual de la biblioteca University Harvard y en la OEI. Actualmente se encuentra realizando difusión de su primer poemario “Las cosas que aprendí”, publicado por la editorial Seshat.
DESOLLANDO EL LLANTO
Yo que tengo por costumbre esta manía,
esta verborrea pegada
como cuero roto entre los labios,
yo que grito y berreo
hasta ponerme hinchado el corazón
y los puños morados
de tanto darle a nada y resentido.
Yo que me levanto a veces
con cierta repugnancia
arrinconada y susurrando,
tengo que decir,
que no es veneno lo que pasa
sino un sabor originario
que a veces nos pone a todos
de luto hasta los sueños.
Esto de tener que vivir como saliendo a escena
(como porfiando viento,
muecas de fastidio entre los ojos),
es apenas un motivo
para echarle fuego hasta la sombra.
La vaina sencilla de levantarme con fastidio,
de saber que vuelvo al ruedo aniquilando quejas
tiene cierta insistencia de aguja
punzado la carne
o cualquier cosa que posibilite un grito.
Es que crecer, de pronto,
con el olor de la sangre a ras de aliento
es como ponerse a recordar
lo echado a perder entre los sueños.
Que lo serio es esto;
ponerse a vivir como si fuera cierto.
Llevar del pescuezo y a rastras,
la sonrisa de hipócrita al trabajo,
ponerse a hacer familia;
abultar con cansancio las rutinas,
llegar como despierto hasta un domingo;
ponerse a mirar los días
como si fueran diplomas colgados en el pecho
y llorar, hasta reventar la sombra
como pompa de jabón entre los dedos.
Es que gritar así no lleva a cuento
sino a meras certezas de cuchillo.
Es esa rasquiña,
esa esquirla poniendo rojo el desespero.
Yo tengo esta manía,
este desagrado hacia el reloj de las esquinas,
esta gana de bajarme del mundo para siempre
de ponerle tarjeta de vencido
a la mueca de amor que me vendieron.
Es que cargar de pronto
con tanto lío de silencios
perpetrando ciertas decepciones,
con el capricho de saludar amigos
y encontrar sorpresas como si fueran rostros,
le vuelve arisca el alma a uno,
le carga con fastidio las cobijas.
Yo tengo desgarrado algo
que se me sale, a veces, a maldecir los días;
la sensación de no hallarme,
la negación del tiempo
haciendo estragos en mis huesos.
Es que uno, a veces,
se levanta muerto
rajado a la mitad,
apenas floreciendo monotonías
y bostezando hastíos.
Es que uno, a veces,
se echa a podrirse
encima de contritos desalientos,
se nos eriza el compungido
o una gana de rompernos las entrañas
nos pone a mirar cualquier soledad Con odio
hasta estallar lamentos.
Es que a veces, yo, como cualquiera,
enervado con ciertas cosas
que le sacan filo a la tristeza
me pongo en el oficio
de desollar el llanto.
OASIS
Hay en su piel menuda
Astrágalos alfombrando el fondo
Y donde la arena se humilla
El alga se arrastra como un náufrago
Dicen que todos los años se ahoga un hombre
Que toda la laguna es una abominación
Y entonces las palmeras
Parecen seres extraviados en el fango
El agua perdura
Insiste
Mientras
Con miedo
La rodea el olvido…
Muere un hombre,
Todos los años,
De sed
INTERVENCIÓN
Y yo te buscaba
Te cazaba,
Tu sombra huía.
No fue accidental este rumor
Esta historia creciendo hasta ser una sola palabra.
Denominé a mi forma de saber que existías
Un milagro.
El color de la cosas, la liberación de la realidad
Eran intolerables cuando sólo pensaba en ti.
Había mucho de común entre nosotros
-Digo-
El momento preciso para derrumbarse
Y sentir que algo valía…
De antemano, teníamos la infancia
El lugar hollado por la voz
Y la canícula.
Allí
Calcinamos todas las insignias.
Perpetramos una liturgia triste
Que ahora
Es nuestra señal entre las cosas
Y el mismo dolor
y hasta el mismo rostro estupefacto
y el mismo resto del amor tan devastado.
Eso bastaba para muchas cosas.
Constantemente
Codifiqué
Compensé con designios
Lo que no entendía.
Pero tú,
No existías,
Estaba en otra parte,
Inadmisible.
Sin embargo
Yo te buscaba
Imposible.
Uno termina
Uno empieza.
SINÉCDOQUE
Esta vena arrinconada
De hombre,
Alejada por la ausencia
También extraña.
Altera
Angustia
Como si buscara el tiempo
Pero estás tan lejos
Que ya no sé qué es la distancia.
Allá es de día
Aquí, casi todo,
Parece fermentar,
Se ulcera
Y entonces,
Tengo que inventar ciclos
Llamamientos
Espasmos con huella
O con señal de urgencia
Como alas emigrando
Como cornamentas huyendo.
En la noche te imagino:
Devorando,
Ocupándolo todo.
Más allá de la liturgia
El hombre y la mujer
Tienen el mismo deseo
La misma emergencia
Y los sentidos.
No te culpo:
No era la hora
No era el lugar
No era este universo
Pero…
El silencio te insiste.
Simplemente,
Es la sangre,
Esa cosa que sufre,
Que gotea,
Y se seca,
Árida.
ORFANDAD
Dónde la catedral
Con sus pasión por el abandono.
Dónde
La viacrucis señalando la desidia.
A veces espeja en la reverberación
Ese lugar,
Un pórtico
La terminación del desierto…
Pero es el aire y la canícula
Solamente.
Esas cosas
Esas perversas cosas que no mienten
Podrían ser un ícono de su reino
Pero
Dónde las naves con su solemne olvido
Dónde
El atrio con sus quejas.
Cuál es el terreno preciso para hollar
Para establecer esta enferma eucaristía
Y la desaparición
Y la ausencia.
Qué Dios olvidar
O Empezar a odiar
La mirada perdida sabe de estas cosas
Donde no hay silencio
Miro mi cuerpo
La posesión más cercana
Al desamparo
POEMA DE LA HERRUMBRE
Los hierros intentando el amor de los manglares
Y las rejas
Como palafitos donde se alza el viento
Resguardan.
Todo es impenetrable.
Allí donde se pierde el vacío
El sol custodia.
Guardián de Hesperia
Aguarda
Celoso
Que la arena se arrebole
Para dar inicio al laberinto.
Una partícula de roca
Escapa
Rueda hasta los pies de la viajera,
Desaparece el espejismo.
LOS TUAREGS
El aprisco bala,
Sin cesar,
Hacia la irisación de la noche.
Hay rocas afirmando,
Sosteniendo la arena.
A veces
Yo huyo,
Sombrío,
Arreo mesnadas de cosas que no fueron,
Y me desvanezco,
Es necesario.
Hay una escritura, en el desierto, muy hostil:
Se basa en la media luna del alfanje
Y en el serpenteante hecho de estar solo.
Oficia con las palabras hasta arderlas en olas
Le pone silencio a los rostros.
Sobre la duna
Una horda
Forma el cenit
Esa otra apariencia
De ponerme de frente
Ante tus huestes.
No son alucinaciones
Estos tuaregs,
Furiosos,
Embistiendo
Ya encima.
La luz refractada por el aire,
Inquieta,
Es el único artilugio:
Espeja
Mi distancia.
GRANOS DE ARENA
Yo oficio la distancia
La queja queda
El túmulo de espacios sin nombre
Las horadadas faltas del silencio
Esta arquitectura es la del olvido
Y sin embargo
En los granos de arena
Nace el cuarzo
ESCRIBIR
Registrar el universo por el respaldo,
acumular todos los datos posibles
de la harija y la pátina,
preparar el informe
de las imágenes que nunca existieron
y pensar que se inventa.
Sortear la pena de no crear,
producir siluetas enteramente echadas a perder,
dejar que un texto muera sin lector inventado
y soñar que el viento puede descifrar el amor.
Dejar versos en la espalda de un muerto,
dejar caer una letra como si fuera una porcelana
y sentir en un cuerpo dormido
el calor de la ternura.
Vivir los días creciendo o casi consumiendo,
acumularlos para la fecha festiva de las márgenes
y oír que tienen nombre,
que se van llenando de fantasmas.
Construir un propósito al levantarse
para poder caminar seguro del suelo.
Sospechar que hace falta algo
para que sea completo el humano
que dejamos de acicalar en el baño.
Concentrar entre los ojos una promesa,
dar por sentada toda la experiencia
y saber que está vacío, todavía,
el gesto para sonreírle algún día a los recuerdos.
Escribir,
escribir hasta que comencemos
a aparecer entre las cosas.
ODISEA
Hablar desde lejos
como si ya fuéramos ausencia.
Declarar con las palabras
el abandono
que dejarán las cosas en nosotros.
Destejer este poema
como si de verdad fuéramos Penélope.
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