Luz Stella Mejía
Luz Stella Mejia nació en Manizales, sobre la falda de la montaña en la zona cafetera de Colombia. Creció en el altiplano Cundiboyacense, a 2,700 metros sobre el nivel del mar y vivió y trabajó como bióloga marina en Santa Marta, en la costa Caribe de su país. Vive hace ocho años en Estados Unidos, dedicada a los libros –lee como loca y trabaja en una biblioteca-, la familia y sus cuentos. Su oficio de escritora ha sido constante, pero apenas ahora está empezando a darse a conocer en su blog elsuresamerica.weebly.com
TEMPLARIA GRIEGA
Moro y hereje:
seré la cruzada
que te convierta
a espada y fuego,
y luego,
en la oscura noche
de tu piel
encontraré mi luna.
Dulce, inocente,
seré la Cloe
de tu despertar,
la pastora
de tus instintos,
y luego,
en el suave abrigo
de tu piel
me tenderé desnuda.
INVOCACIÓN
Vuelve a mí
Inocencia hermosa,
Perdido Ángel de mi infancia.
Déjame ver de nuevo
a través de tus alas,
el mundo fresco y dulce
que no logro encontrar.
Inocencia sutil,
cierra mis párpados
con tus dedos balsámicos
y hazme soñar la vida
otra vez.
Regia ilusionista,
déjame pretender
que tengo las respuestas.
Hazme creer que algo es posible,
permíteme olvidar que todo es nada
y regálame tu néctar de candor.
Misericordiosa nigromante,
muéstrame el vislumbre
de un camino virtual
que no lleve al infierno.
Sonriente encantadora,
miénteme en la cara
sin vergüenza.
Escúdame de nuevo
entre lisonjas.
¡Oh! Prestidigitadora,
bella poderosa,
dame de nuevo la ilusión,
piedra filosofal, espejo en el espejo.
Maga, bruja, hechicera añorada,
toca mis ojos con la vara de Aarón
y deja que el torrente de llanto
me inunde de esperanzas.
PRECISIÓN
Cuando el grito ¡Tierra!
rasgó los aires tibios del Caribe,
los ojos de Rodrigo de Triana
no miraban al Norte.
Cuando Cristóbal Colón
se hincó en las nuevas playas,
la arena de Guanahaní
besó sus labios.
Cuando Américo Vespucio
describió el Mundus Novus,
sus cartas hablaban
de las costas del Sur.
Cuando Waldseemüller
y los geógrafos de Saint Dié
bautizaron el continente del sur,
América lo llamaron.
América:
Dolorosa Babel,
pródiga Ítaca,
manto tejido
de caña y lino
que se extiende
desde el Horno del Sur
hasta la tierra Verde.
Cuando usted me pregunta
si soy americana
yo respondo: Sí,
soy americana
y he nacido en el Sur.
LA VIDA UN CICLO
Somos los granos del reloj de arena
que a veces la vida decanta en el fondo,
quietos acumulando años encima,
dejando que el tiempo nos golpee al caer,
año a año, día a día, grano a grano.
Pero hay momentos en que no hay más inercia
y la vida nos mueve, nos sacude, nos llama
a girar incansables tras un sueño ciclónico,
en la veloz vorágine en que estamos inmersos.
Es la cima del mundo.
De pronto el remolino nos atrapa en su vórtice
La emoción nos inunda y la vida es hermosa.
Somos parte del sueño, somos arena viva.
El tiempo se acelera, se acelera el impulso
y corremos de prisa en busca del destino.
Por un fugaz instante vislumbramos el centro,
se ilumina el camino, se esclarece el motivo.
Somos protagonistas de nuestra propia vida,
artesanos de sueños, soñadores de arcilla.
Y en esos segundos de caída libre,
somos invencibles, somos eternos.
AFUERA
Viven todos.
Viven, aman.
Vives tú,
cada vez más vivo...
¿Qué te hizo encontrar
el camino de vuelta?
¿Qué te hizo tomar
el hilo de la red?
Yo, pez solo,
nado mar adentro,
sin redes
ni roces,
sin trampas
ni urdimbres.
Nado en caída libre,
libre.
LIMITACIÓN
Evanaam: el viaje está listo
Ya está Anak con sus guerreros,
fieros guerreros de todos los tiempos.
Vienen los efebos adorándose
Se miran mutuamente
sus cuerpos relucientes,
sus torsos cuadrados:
¡Se admiran!
Solo cuenta la fiereza,
el arrojo, la maldad.
Se tocan con disimulo
sus músculos duros
se rozan, se sienten:
Se aman.
No pueden apreciar la belleza
de este atardecer rojizo sobre la llanura
No pueden deleitarse
con los visos dorados de los cabellos
de las doncellas ansiosas,
ni las suaves curvas
de sus cuerpos desnudos.
Van hacia la guerra,
hacia la muerte,
y solo pueden mirar
hacia sí mismos.
NATURALEZA HUMANA
¡No todo está perdido!
Estamos hechos de arena y oro,
de sangre y fuego estamos hechos.
No todo es carne y huesos.
En lo más profundo crece la semilla,
el vástago de la divinidad.
Ángeles somos,
hermosos y terribles.
Podemos disparar al cervatillo
y llorar ante la flor tronchada.
Somos sirenas y ninfas
faunos y centauros.
Somos barro y estrellas,
océanos y lluvia.
El universo habita
en la mirada
Contenemos el
el río impetuoso,
la corriente subterránea.
El vendaval destructor,
la suave brisa y la hoja que cae.
La tierra fértil,
el desierto ondulante.
Y tu,
¿No ves las alas
que asoman de tu piel?
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