Dudu Fdez.
Nacido en Cantabria en 1977, aunque reside actualmente en Calabazanos, Palencia.
De su mano han brotado versos, desde que cursaba 6º de EGB, cuando por imitación a Homero, después de haber leído la Ilíada por elección propia, se embarcó en esta odisea de escribir. Es posible que fuese ese mismo año cuando comenzó a componer poemas de carácter amoroso en un malogrado intento de ligarse a una niña de 8º curso. Por suerte para todos nosotros, su fallido intento de enamorar con la lírica no cejó en su empeño por ahondar en el arte poética y con 14 años continuó escribiendo hasta hoy, en una búsqueda constante hacia el autoconocimiento.
Ha desarrollado multitud de oficios a lo largo de su vida, como camarero, agente inmobiliario, vendedor de círculo de lectores, peón de obra, pintor de brocha gorda, y actualmente conductor de carretilla eléctrica, los cuales ha sabido compaginar con su dedicación a las palabras. Y muestra de ello son los premios obtenidos, como el 1º premio en el Certamen “Val de San Vicente” en 2015 con el poema “Herencia”, o el 2º premio en el concurso internacional de haikus “Grau-Miró”, en el mismo año, con una composición de tres estrofas titulada “Lo natural”:
“Se agota la luz.
En las adormideras
pájaros muertos.
En los cerezos
la primavera nace.
Gotas de sangre.
El río canta
la canción del invierno.
Lluvia de agosto.”
Ha sido también finalista en 2014 en el certamen Jaime Gil de Biedma con su poemario “Piel muerta”. Asimismo consigue ese magnífico resultado en los premios “Villa del libro” en 2012 y el “Fray Luis de León” de la diputación de Valladolid en 2015, con el poemario “Geografía experimental”.
Ha publicado: A favor de inventario. Edición de autor, 2016.
Sin título.
Deambular por calles inexactas
esperando hallar la chispa que provoque
el comienzo del ciclo,
la amnesia parcial,
la burbuja de felicidad
que esconde la trampa.
Llamar a postigos cerrados hace tiempo,
intentar forzar cerraduras oxidadas.
Apelar al pasado de los jardines
y la memoria de los árboles.
Todo en vano.
Es tarde para volver a lo que
dejó de existir.
Pero uno se siente especial
luchando por una utopía.
Por una mentira.
Llamar de nuevo a tu puerta
para dejar en tu felpudo
las sombras de aquellos poemas
que una vez tuvieron sentido.
Pro.
Soy pro vida, pro muerte
promesa, protesta
prosaico, procastinación,
prolegómeno, propósito,
protagonista, prófugo,
prohibición, probatura...
Pero, sobre todo,
soy lo que decía mi abuela:
un probín que no sabe lo que quiere...
En la bañera.
La lleno hasta arriba
y leo un libro
o escribo algún poema insustancial.
Imagino, a veces,
que soy Marat
(asesinado en la bañera
a los 50 años);
porque cuando tocaba
no tuve los cojones
de ser
Jim Morrison.
Sin título
“He escrito tanta inútil cosa
sin descubrirme
sin dar conmigo”.
S.Rodríguez
He escrito tan sólo los silencios,
la basura oculta bajo mi cama.
He escrito los pasteles,
los clichés.
Pero no he dicho nada
sobre la verdad desnuda
que me escupe el espejo
cada mañana.
He escrito las palabras de otros,
las palabras que otros
querían escuchar.
He escrito los poemas robados,
los versos sueltos,
huérfanos de veracidad.
Pero no he escrito nada
sobre el folio en blanco
y su necesidad de ser
mancillado.
He escrito tanta inútil cosa,
parapetado tras la poesía,
que no he podido descubrirme.
Tan sólo me he maquillado
y he salido a la calle
a contar esquinas,
farolas,
baldosas…
mentiras.
La cuerda.
“Dura la libertad
lo que la longitud de la cuerda”
Rodrigo Garrido Paniagua.
Tira con fiereza.
Hacia ti.
Hacia nosotros.
Aunque no pienso en escapar,
me gusta saberte al otro lado
de la cuerda.
Inventario.
Una sucesión de piernas:
Las inocentes y gordezuelas de los bebés,
las tersas y emergentes en caricias de las adolescentes,
las de las veinteañeras,
ese milagro cuando tienes veinte años;
ese fracaso cuando tienes cuarenta,
las piernas de mi mujer y el rastro de desgaste
que han dejado tres partos y cientos de caricias.
Y las más tristes,
las piernas de mi madre
con las grandes autopistas azules
hacia la muerte.
sin título
Aprendí pronto
a no levantar la mano cuando
sabía la respuesta.
No pesaba tanto
la satisfacción del profesor
como la soledad
del recreo.
Dudu Fdez. A favor de inventario. Edición de autor, 2016.
AUTORRETRATO
Soy como esas esquinas
con farola fundida:
tan proclive al beso
como al navajazo.
LÍMITES DE LA POESÍA
Hay lugares
en los que la palabra
resulta superflua e innecesaria.
En lugares como esos
sólo es necesaria la lengua.
PREMISA 2
El cuaderno donde escribo
cuesta un euro y ochenta y cinco
céntimos.
El bolígrafo apenas sesenta.
Está claro.
Mi poesía
es poesía de bajo presupuesto.
.
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