Luis Eduardo Gutiérrez Lozano
(Ibagué, Colombia 1954) Premio Nacional de poesía Eduardo Cote Lamus (2007). Única Mención de Honor del Concurso Nacional de Poesía del Ministerio de cultura (2010). Mención del Concurso Nacional de poesía Antonio Llanos (1997). Aparece en la Selección de poetas colombianos y peruanos – realizada por J.M. Roca-; Poesía colombiana –Antología de Fabio Jurado-; Poetas hispanoamericanos –Antonio Miranda-, entre otras.
Ha publicado los libros de poesía Perseguidos por el Cielo (1995), Los Espejos de la Hidra (2001), Los cuadernos de Franz (2009); con la cual obtuvo el XI Premio Nacional de Poesía “Eduardo Cote Lamus” de la ciudad de Cúcuta y En la posada de J. Babel (2011).
TOMADO DEL DIARIO DE BERENICE
-SANATORIO DE SAN LÁZARO-
APUNTES PARA QUE INICIE EL CREPÚSCULO
A.
Es la noche en que el guardián de este retiro para enfermos toca su silbato, en una de las almenas del edificio, bajo el cielo mugriento de estrellas. ¿A qué jardines oscurecidos por el horror, practica ese guardián la ronda, en este momento en que todo se convierte en ruinas? ¿A qué ahogados cuida ese vigía en las lagunas apartadas de este refugio de salud?
Yo, Berenice Salman, estoy en esta habitación que rota hacia el desamor.
¿Me seguirá ese guardia en el momento en que deba ascender por las escaleras del crepúsculo?
B.
A veces el guardián se me aparece en la parte más oscura del poema que leo para ahuyentar a la muerte. No sé qué hace él tras el gato que deambula por mis pasillos nocturnos.
No sé qué hace persiguiendo los pájaros del lenguaje en los jardines del insomnio.
C.
A ratos ese guardián viene desde el fondo del espejo a esta habitación y empieza a robar las migajas de pan que he recogido en el gran comedor del mundo y que guardo bajo estas cobijas enfermas.
¿Quién me protegerá de él, del viento y de la noche, hoy que es jueves, el día de las berenizadas de tanto amar?
DÍA DE VISITAS
Acaso nadie arriesgue una visita a los sanatorios de estas regiones de bruma, salvo los murciélagos. Uno de ellos ha peregrinado desde su estrella oscura, hacia esta habitación –la 304- donde yace Berenice, tendida en su lecho de azucenas en el pabellón de los enfermos del desamor.
El murciélago ha ensayado el fervor de su vuelo por el cuarto de esta mujer, en compañía del viento, los únicos peregrinos entre las ruinas del invierno. El resto, es el gris del miedo; la sobra de los que decidieron venir hasta aquí y no han llegado, además de la inscripción que ha quedado en el libro de guardia: “La señora Berenice ha recibido dos visitas al atardecer hoy, 5, del mes de los afligidos. Favor no molestarla”.
REFUGIO DE ENFERMOS – AVISO
“Joseph Joseph, reparador de navíos que viajan con su remesa de novias ahogadas, rumbo a los océanos del insomnio. J. Joseph, residente en este refugio de enfermos, rodeado de cardos que peregrinan hacia los territorios del frio. J. Joseph, rica experiencia en organización de astilleros”.
¿Por qué no ha de anunciarse un remendador de navíos, en estas regiones que colindan con la muerte, asediadas solo por un horizonte de bruma? ¿Por qué el habitante de una casa de llagados por la soledad, cuelga este aviso a un lado de las cifras del miedo, en la puerta de entrada de la habitación 307, de esta morada de desahuciados? ¿Por qué solo la luna de invierno parece preguntar –ahora- por este inquilino entre las tumbas del crepúsculo?
“Joseph Joseph, reparador de navíos, organizador de astilleros”.
TOMADO DE EN LA POSADA DE J. BABEL
I.
ADVERTENCIA
Mejor no pases al atardecer en busca de este hostal. Desconfía de sus voces. De la tersa amabilidad de su servidumbre. Ellos, al igual que los nuevos huéspedes, fueron engañados por el anillo y la mano enguantada de la Señora que rige la casa de paso. Ellos descendieron a las bodegas de la casa y fueron coronados con astromelias por la Señora y ahora no pueden ver sino la tiniebla de estas habitaciones bajas.
ll-.
El hostal barroco aparece entre un párrafo y otro del texto atribuido a J. Babel .Cada vez que alguien lo encuentra , un conserje abre las puertas de ese lugar de paso al caminante y asciende con él por las escaleras en dirección al humo de la chimenea . Nada raro que el huésped se aloje en una habitación donde se escucha el murmullo de las palomas. Ninguna advertencia hace el autor a los visitantes que acostumbran a pasearse por los jardines de estos sitios de tránsito. Ya han sido muchos los que al conocer el aroma de una flor, sucumbieron a un delirio extraño y se han sometido -durante años - a servir de vasallos en estos lugares-.
Extraña flor alucinada ésta,
misteriosos vapores los que de ella emanan.
XLI.
Las mazmorras de esta mansión están habitadas por músicos desastrados. Muchos de ellos han sucumbido en los torneos que el Señor realiza para conocer a los virtuosos del clavecín.
Tocar ese instrumento con poca fortuna, propicia la elevación de los pendones rojos en las almenas en señal de reprobación contra el músico infortunado.
Así responde esta casa frente a los reveses del artista: con días de sombra en sus ya poblados subterráneos.
TOMADO DE LOS CUADERNOS DE FRANZ
ARQUITECTURA
Yo, Bedrich Smetana, músico de Praga no dejo planos de esta casa, sino un pentagrama para el que quiera reconstruirla, para quien sepa elevar con un rumor de pájaros los tejados, con un bullicio de polillas los muros. Un coro de voces serán las habitaciones de esta casa. Un solo canto, los jardines. Un comienzo y un final la harán elevarse y derrumbarse entre las ruinas.
CARTA DEL ESCRITOR FRANZ A FELICE EN UN DÍA DE RUINA
Uno tiene, Felice, siete días de esplendor y otros tantos de ruina. Sirven los primeros a los personajes de mis novelas para pisar la hojarasca del lenguaje en un día luminoso e ingresar a la primavera del castillo Kinsky. Durante los segundos, mis personajes son echados a palos de los traspatios y adoptan, con aire oscuro, la noche de miserables hostales. A veces ellos se resienten ante ese destino, pero yo, Franz, novelista de Praga, soy un Dios fatigado: los determino a la obediencia.
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