Yasmín C. Moreno
(Madrid, 1993). Estudio Psicología en la Universidad Autónoma de Madrid.
Ha publicado la novela breve Los días verdes en formato digital (Plataforma Editorial, 2014) y los poemarios El beneficio de la enfermedad (Ártese quien pueda, 2014) y Trema, (Amargord Ediciones, 2016).
Ha participado en la antología Acaso esta atrocidad es el centro de todo (Stillness and Blood, 2015) y en las plaquettes Kérkira y No eres consciente, y en antologías digitales como Tenían veinte años y estaban locos, Animalario o Ciudades Esqueletos. Trema ha sido finalista del I Premio de Poesía Valparaíso.
PARÍS
II
Cuando mueras iré a París me llevaré a nuestros hijos los ahogaré en el Sena.
París olerá
a mantequilla
como siempre
comeré
o no comeré.
Luego declararé mi naufragio.
*
Serie 27
Todo empieza en los ojos
y acaba en
cuántas ruinas pequeñas los hicieron polvo
(El miope dice NO a sus gafas)
*
La profecía dice que ella nacerá vieja, morirá joven.
Evapórate, como en 1984,
ese ha de ser para vosotros el castigo.
*
La humanidad se reconoce a sí misma como en un espejo. Mientras
el cáncer corroe la sociedad como metáfora del desgaste.
*
Volver a la superficie del Mar Muerto.
Al contacto de las partículas sodio- potasio que nos dieron la vida.
- Ahora la tierra vieja es el producto de la erección social de la avaricia-
*
Una estampida de pequeñas locas hacia los baños.
Por qué
no aprendieron
en su día
a contener fluidos en la tráquea
*
Ellos naufragan en mí, como de vuelta al barro.
El barro, el barro.
Cama de tantos.
*
En la orgía de las rebajas de Oxford Street
los cuerpos callan y se buscan como nunca, conscientes de haberse devorado
27 de enero, 2013
Al principio no hay nada tras los ojos
Arritmias de palabra
Con un vacío de vulva
Luego brotó como una flor
todo corola y pistilos
O no brotó
Mi vientre
raíces resecas retorcidas.
*
Nacer
ese verbo luminoso que consiste en
engancharse y desgarrarse
de pececillos al útero
como anclas
El tajo necesario el terciopelo del moho unas
cuantas ramas en los pulmones
cómo se ahuecó mi pecho
la primera vez que oí decirlo,
madre.
*
Ahora
que no tengo miedo de la vejez
-aunque sí de los muertos-
igual que no se tiene miedo a ser
más viejo que el padre
igual que sabemos que llega el punto
en que no es posible envejecer más cuando
no hay espacio para más arrugas
Entonces uno crece para atrás y la edad no cuenta
*
en la humedad de dos esponjas crecen
dos gusanos
trepando raíces arrancadas
para poder
respirar me acorralaba
fuerte
la tráquea
*
Tenías la nostalgia de los cantos árabes en la garganta.
Decías
vas a ser una mujer muy desgraciada, hija.
Pero qué fue de mí
Padre
A tu muerte envejecí pronto y rápido.
*
Abrió los ojos negros por primera vez
como quien nace reptando del intestino
y dijo
Yo,
que tenía la capacidad de traspasar umbrales
y no romper
que te esperé con la paciencia erosiva del viento
así
así
ciega de luz
los ojos oscuramente claros los ojos
y la ternura primera del parto.
Ártese quien pueda publica El beneficio de la enfermedad, el primer poemario de la joven poeta Yasmín C. Moreno
Por María Mercromina
Escribir sobre la enfermedad y el propio cuerpo es algo que han hecho muchísimos autores. Escribir, estar enferma, ser consciente del cuerpo y de los cambios que irán aconteciendo en él y recrearse en ello a los veinte años, es diferente. Tener veinte años y saber que podemos usar nuestro cuerpo para hacer daño, dar origen y recrear el dolor desde el poema de manera intencionada, también es algo que han intentado pero no conseguido, a veces, muchos autores.
Yasmín C. Moreno tiene veinte años y un libro-cuerpo que duele y se desmenuza al pasar una a una sus páginas. Un cuerpo que la contiene pero que no le impide, desde la consciencia, hacer daño. Un cuerpo roto de animal y niña con útero de mujer vieja, como ella escribe, “nacer vieja chica de quince con útero de mujer mayor, como una mujer con leche en los pechos y el parto de aire”, al que le llega el cambio a mujer de golpe, como si la adolescencia llegara una vez dormidos y al despertar, frente al espejo, contempláramos el cuerpo saludable como un paisaje nuevo que podemos erosionar nosotros mismos: “¿es esto la salud, excitarse mirándose al espejo?”
En El beneficio de la enfermedad, descubrimos el anhelo de la infancia, la añoranza por el cuerpo que nos meció en su vientre y al que no volveremos nunca. La autora en más de una ocasión a lo largo del poemario insiste en la diferencia y separación entre el hogar y la casa, y lamenta su no-significado como sinónimos en su caso. Describe de principio a fin la elección de la escritura frente a la enfermedad y el cuerpo. A veces Yasmín parece una niña, y siente vergüenza cerrando los ojos al escribir, como en el sexo. Pero esa vergüenza desaparece y Yasmín también es mujer y confiesa, aquí la enfermedad tiene nombre propio.
Primero hay que llenarse
para vaciarse por dentro. El silencio
purifica la garganta, como el hambre lo hace
con los huesos.
Callar mucho tiempo es otra forma de ayuno,
no abrir la boca para vaciarse hasta el fondo.
En las últimas páginas del libro, la autora deja vislumbrar la relación con su padre, y esto, en mi opinión, es lo que rompe la línea continua y unidad con el resto de poemas. Una relación rota con un mar de por medio y con una huida contada en poemas como Matar al padre: “para poder sobrevivir he tenido que matarte”.
mi padre
decía que la luna de Madrid
no podía ser la misma que la de
Damasco.
¿Por eso entonces
yo habito el hogar
en el sentido antiguo?
¿Por eso huyó de mí,
por llevar el nombre de una tierra
bombardeada?
Este primer poemario de Yasmín C. Moreno bien podría ser un paseo por la genética de la enfermedad y del dolor. Una multitud de voces, aún, que con el paso de los años y de los poemas ganará fuerza y personalidad. Porque Yasmín, como ella escribe, quiere ser transparente y cruda como una lección de anatomía, y créanme, lo conseguirá.
Foto: Nadia Tosi– Fotocrónica
Yasmín C. Moreno. Trema. Amargord Ediciones, 2016.
Nací un domingo: dios no estaba allí ese día:
mi padre tampoco.
Habían cerrado los hospitales y yo salí pequeña
prematura
casi dos kilos de carne
y pellejo.
Por lo demás crecía sola
prematura
la blancura de mis huesos había conmovido al calcio.
*
Lo intenté y me embaracé
de mí misma;
luego morí
sólo para renacer:
un pequeñísimo coágulo.
Mi enfermedad es crónica como la vida
*
Pequeño holocausto
Llegará el día en que no sobreviva
y en ese tiempo mi cuerpo será
un orificio hueco una
caverna vaciada de vida.
Por eso es necesario escribir,
porque la memoria no fosiliza
Porque en el amor, como en la bulimia,
todo tiene que ser rápido.
*
Era hace poco tiempo poco
en realidad
fue sólo hace un año
Cuando aún era
toda futuro y podía decir
no importa
Yo soy la espera.
*
Nacer
ese verbo luminoso que consiste en
engancharse y desgarrarse
de pececillos al útero
como anclas
El tajo necesario el terciopelo del moho unas
cuantas ramas en los pulmones
Cómo se ahuecó mi pecho
la primera vez que oí decirlo,
Madre.
*
Ahora
que no tengo miedo de la vejez
-aunque sí de los muertos-
igual que no se tiene miedo a ser
más viejo que el padre
igual que sabemos que llega el punto
en que no es posible envejecer más cuando
no hay espacio para más arrugas
Entonces uno crece para atrás y la edad no cuenta
“La doble imagen”: sobre la poesía de Yasmín C. Moreno
10 octubre, 2016 by Agnes' Journal
Tras la muerte de su madre, Anne Sexton le escribió a su amigo y maestro W. D. Snodgrass: “De, siento que me voy a perder, a no ser que los poemas puedan salvarme”. Pero poco después, su padre falleció y volvió a escribirle a su amigo: “… Todo es un caos emocional. Poemas y solo poemas me han salvado la vida”.
La poesía salva, pero también devora. Un círculo vicioso, el gato que se muerde la cola. Puedo leer a Plath y a Sexton y sentirme llena, henchida. Puedo leer fragmentos de diarios de escritores por los que he sentido admiración y hacer míos sus versos. Hasta los más profundos. Sentir el desasosiego por la vida y recurrir al refugio de las palabras que se abren y se cierran con cada pestañeo.
La poesía salva, pero también devora. El pasado miércoles me deshice de la carne y la palabra: escuché por segunda vez, aunque mi interior lo sintió como la primera, los versos que Yasmín C. Moreno leía de sus libros, El beneficio de la enfermedad (Ártese quien pueda, 2014) y Trema (Amargord ediciones, 2016). Escuché y engullí su poesía.
“Primero hay que llenarse para vaciarse/ [por dentro.
El silencio purifica la garganta, como el hambre hace/ [con los huesos”.
(El beneficio de la enfermedad, de Yasmín C. Moreno)
La poesía de Yasmín devora. En su primer libro, El beneficio de la enfermedad, escribe sobre el cuerpo que duele, el cuerpo que muere y después revive. Escribe sobre la pérdida del deseo y el reencuentro del mismo a través del cuerpo; sobre el tiempo, la madurez, la maternidad y la ausencia de la misma.
La poesía de Yasmín sangra y cuando lee en público hace que el oyente pueda saborear ese cuerpo-sangrante, esa enfermedad que brota y tiembla al pronunciarla.
“Es preciso que existan las bacterias/ como es/ preciso que nos deshagamos.
La vida contra la vida contra la vida/ lucha/ pero qué pronto se deshace la carne”.
(El beneficio de la enfermedad, de Yasmín C. Moreno)
Y así bailó hasta estar muerta escribe Sexton. La doble imagen, la doble intención que he encontrado en los poemas de mis escritores favoritos la encontré en Yasmín. Como una transgresión a la ética marcada, a la vida, a la muerte.
“Sabía que la visión de mi cuerpo hacía daño/ yo quería hacer daño”.
(El beneficio de la enfermedad, de Yasmín C. Moreno)
Es en Trema, su último poemario, donde siento que la escritora se deshace de sí misma, donde, palabra-por-palabra, trepa por un muro mientras sus manos tiemblan. Mientras sus palabras pesan.
Este último libro es un cordón umbilical que alimenta, que se rompe, que se desprende de su naturaleza para encontrar una nueva a la que adherirse.
“Tengo miedo de mí misma/ igual/ que el agua/ tiene miedo de ahogarse”.
(Trema, de Yasmín C. Moreno)
El poemario se divide en dos partes: Trema y Mater. La autora revela que Trema significa temblor, una vivencia de que algo va a pasar de forma inminente, el crecimiento de una fuerte tensión. Mater, atendiendo a su origen latino, significa literalmente madre nutricia, que alimenta.
Como en su libro anterior, Yasmín escribe sobre la vida después de la vida. Retoma los poemas sobre la maternidad, el deseo de dar vida y la preocupación por no lograrlo.
“La responsabilidad de la soledad/ es la responsabilidad con mi cuerpo/ ese bebé/ con heridas que no conozco”.
(Trema, de Yasmín C. Moreno)
Dicen que hablar de uno mismo y hacerlo público significa que eres valiente o que no tienes miedo. Que los versos de Yasmín son dolorosos, duros y demasiado prematuros para su edad (tan solo 23 años).
La literatura de la autora es concisa. Las palabras brotan en su cabeza continuamente. Tan llenas de vida, tan cargadas de muerte. Yasmín plasma en sus poemas, como un rito bajo la luna, un minucioso rezo, un canto a un futuro inmediato que asola como el paso del tiempo.
Entrevista a Yasmín en Km.0 críticas
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