Óscar de Pablo
Cuernavaca, Morelos; 1979, es un escritor mexicano especialmente conocido por su poesía y su militancia política trotskista.
Nació en la Cuernavaca el 22 de mayo de 1979, pero ha radicado siempre en la ciudad de México. Comenzó a militar en 1996. En 2003 empezó a dedicarse a la literatura al obtener la beca de la Fundación para las Letras Mexicanas. En los siguientes años, tres de sus libros obtuvieron sendos premios nacionales de poesía joven: el "Elias Nandino", el "Jaime Reyes" y el "Francisco Cervantes". En 2011 publicó su poemario más representativo hasta ahora, El baile de las condiciones. También ha incursionado en la novela, el ensayo y el guión cinematográfico.
Obras
Poesía
La otra mitad del mundo (2000)
Los endemoniados (2004)
Sonata para manos sucias (2005)
Debiste haber contado otras historias (2006)
El baile de las condiciones (2011)
Dioses del México antiguo. Coreografía cívica (2013)
Sobre la luz. Poesía militante (2014)
Novela
El hábito de la noche (2011)
Reconocimientos
Premio Elías Nandino por Los endemoniados (2004)
Premio Jaime Reyes por Sonata para manos sucias (2006)
Premio Francisco Cervantes por Debiste haber contado otras historias (2006)
Premio Alejandro Galindo de Guión Cinematográfico Alejandro Galindo por Soldados de Guadalupe (en coautoría con Marcos Villaseñor)
Etiópicas
Qué implacable verdad este conjunto
Arbitrario de células que mi nombre unifica,
esta cambiante suma de fragmentos: éste que abrió los ojos al recibir el día,
el que sale del baño rascándose la nunca…
pero cedo ante el tópico de las esencias
y me proclamo uno: desde el verso primero conjugo fatalmente primera persona,
aprovecho el instante para fingir que pienso, me incorporo distinto,
denuncio la mentira de los pájaros, frente a ellos afirmo mi silencio
y así me reconozco:
El mundo ocurre, ocurre la materia dorada y crepitante,
la materia se yergue, se desordena en órdenes complejos bellezas fragmentarias, marabunta, ciega puesta en escena de lirismo autistas,
universos privados, diminutos, siempre orgullosos de su misterio interno,
sus mínimas Verdades Trascedentes, sus purezas que forman, consteladas,
esta mierda de mundo: la asquerosa entropía del universo,
decido pese a todo abrir mi puerta.
Salgo. Respondo a la retórica vacía
del viento entre las hojas: escudriñar sucesos como un lenguaje arcano,
detenerme a trazar constelaciones verdes
basta para probar mi cobardía, mi persona secuencia de marasmo,
inmóvil y ridícula ante el tiempo que curre: Pánico de no ser,
terror que se disipa ante una sed cualquiera
o frente a la idea misma del deseo: Recompongo en la práctica mi esencia
y así me reconozco:
como el poeta que baja del Parnaso para encontrarse en medio de Avenida Cuauhtémoc, puro y estúpido como recién nacido, sordo de infinitud, lúcido, quieto,
empezando a entender, en su torpe ternura,
el mensaje furioso de algún claxon:
Hacerse a un lado, claro, llegar a la banqueta,
fecundar la cuidad y habitar en el día
ser un punto del día,
descifrar el oxígeno esmaltado de roca, sobrevivir sin preguntarse nada,
aceptar la cuidad, la colonia Narvarte, como quien corta un higo verde y se lo come, darle a la calle una existencia plena
al llevarla de pasos
y entender que La calle me ocurre como el mundo,
que la calle no existe hasta que yo lo cruzo, que yo tampoco existo,
que la calle no es sino mis pasos, y yo peatón no soy sino la calle. Cuando llegue a la esquina seré otro.
Mas la calle no es medio sino fin, un movimiento
rumbo al movimiento, un flujo rumbo al flujo, una búsqueda ciega
cuyo solo destino es prolongarse,
camino que no lleva sino al camino mismo.
Hay el ruido de lucha de un rio que desemboca, y la cuidad es eso.
Mis pasos son la meta
De mis pasos: hambre de nuevas hambres de mañana.
Miro el reloj, busco reconciliar el griterío
de ceniza dispersa:
ya son las nueve y veinte, y la esquina de Xola con Cuauhtémoc
reclama su existencia,
se constituye en términos concretos, erizada de ángulos
donde un conjunto de materia orgánica
se torna en ser humano por saberse sediento;
miro el reloj: antes de entrar al metro
me compro un boing de mango.
Una ventana abierta para Mumia
Vivo frente a una plaza. Son las cinco y al cuarto
lo atraviesa de pronto el amarillo, la diagonal de luz
que los árboles filtran,
la pulcra trama por la que el polvo sube
decidiendo su rumbo,
dibujando.
Una ventana es eso:
la simple decisión de no arrojarse afuera,
cinco pisos abajo,
o de arrojarse, si uno así lo quisiese,
un estar simultáneo en una plaza
y en un cuarto alfombrado de desorden y humo.
El polvo sube igual, bailando, en una celda
que no tiene ventanas, pero en cambio no hay forma
de decidir cerrar
una ventana abierta y no ceder por ahora
al impulso de echarse cinco pisos abajo:
un condenado a muerte
no puede ni siquiera suicidarse,
no tiene una ventana que cerrar,
una ventana para seguir con vida.
Con mi pequeña voz, con mi pequeña firma,
con mi pequeña parte en la lucha de todos,
poeta sin ventana,
yo te mando la mía.
Animal planet
(te atrapa)
Para Antonio Deltoro
Reina la oscuridad del Serengeti, pero tenemos
suerte.
He aquí un representante de la especie
más singular del feudo de las aves: la Vocabulum
rei, sí: una palabra.
Éste: sin duda, un ejemplar hermoso.
Observémoslo estar,
significa fastuoso magnitudes diversas.
Para cuidarla de los depredadores,
la sabia evolución ha dotado a este especie
de una táctica extraña: apenas pasan tres,
siete segundos
tras el fallecimiento de un individuo dado,
su cadáver se puede por completo
(por eso no hay salones de trofeos
que puedan ostentar
una palabra muerta disecada).
Observemos a este
depredador hambriento que se acerca:
es un poeta joven de género bucólico
que apenas ha aprendido a cazar por sí solo.
Es evidente que no ha desayunando.
Dotado de un olfato treinta veces
superior al del cactus, ya percibió a su presa.
La reserva calórica de una sola palabra
polisémica y gorda como ésta
podría mantenerlo bien becado por meses;
pero el bardo conoce
desde lo milenario de su instinto
que no debe matar a la palabra; si lo hace, la carne
se volverá carroña
y ya sólo valdrá para el banquete
de las hienas, la crítica,
los buitres.
No.
El cazador ha optado por un método alterno,
más violento y más cruel, si ustedes quieren,
y bastante más lento,
pero en cambio efectivo:
opta por seducirla.
Veamos cómo el bardo se aproxima,
cómo va conduciendo a la palabra,
cómo la va rodeando sin apenas tocarla,
sin demostrar su apremiante apetito,
como quien le sugiere el curso a una burbuja,
como quien pele con ternura un cítrico,
despacio,
y la deja temblando de silencio y de frío
Ante el acoso de estos cazadores
el gobierno local ha declardo
a la palabra especie protegida
y en veda permanente.
Premisa
usted existe/sí/lo dice el pasaporte:
su ridícula infancia provinciana/
su discreto terror al infinito
y cómo no/ sus glorias/sus derrotas:
si todo sale bien pronto serán las nueve
ustedes existe sin lugar a dudas/
confírmelo buscando su sombra entre las sombras/
verifique el dolor siempre en su sitio/
mire ese cielo inmensamente ajeno/
pásele lista a todas sus miserias:
ustedes existe/sí/pierda cuidado
Marcha
Dejen juntarse las respiraciones, dejen
que se oscurezca el cielo detrás de la parvada,
oigan como el latir del pavimento,
la sucesión de pasos
y de pasos en este término insumiso,
en esta mismas grieta
menor
de la calle Madero,
hace fluir la grieta con los pasos,
se la lleva consigo hasta llegar al centro
bajo el cielo en común de pasos anegado.
Los pasos y los pasos: ellos
buscan su tacto en el temblor del polvo de torrente?,
y lo siento avanzar: nada tiene de absurdo.
Dejen andar la calle revuelta entre los pasos,
déjenla entrar al Zócalo
6:05 El eco de tus pasos envejece,
envejecen tus miedos, tus silencios,
tu aburrida nostalgia de hombre solo.
Has estado de pie por tantos años,
hoy eres viejo y otra vez es lunes,
frente a la fresadora como siempre.
Lentos los años crecen como el musgo
y tú sigues ahí bajo su sombra.
Hasta la fresadora es más fluida:
la han cambiado tres veces en treinta años
y tú la ves crecer como a una planta.
Has estado de pie por tantos años,
que has perdido tu cualidad de río,
te has vuelto más objeto que el objeto,
te has convertido en una cosa fija,
en una piedra antigua en su paciencia.
VII
(2 de octubre de 1999, unam)
exijo una asamblea para los muertos
rumorosa voraz interminable
una asamblea que llene varias noches
nuestro enorme auditorio conquistado
donde los muertos vayan y regresen
en lentos y felices intervalos
que juegan al futbol que se desnuden
que reclamen sus baños y sus parques
que se toquen a solas o en parejas
y que luego regresen a sus sillas
a seguir discutiendo a voz en cuello
exijo una asamblea para los muertos
donde reine el disenso el griterío
donde resueltamente se resuelva
cómo y en quién habremos de vengarlo.
Porra y romería
Mayo de 2006
Oh verdugos, oh dueños del hombre y su destino
monopólicos dioses de los medios masivos:
tenemos una gracia que pedirles.
Altísimos señores, hados omnipotentes,
venimos a entregarles lo poco que nos queda:
la memoria, la rubia. Venimos a comprarles
lo que quieran vendernos, por ejemplo:
nunca nacieron esos dos obreros
que el régimen mató a balazos en la planta;
el estudiante asesinado a golpes,
bien que lo merecía; tiene razón el juez:
las mujeres violadas durante los arrestos
como siempre exageran. Venimos a comprarles
lo que quieran vendernos. Pedimos poco a cambio.
(No desesperen bravos.
Hemos cerrado un trato con los dioses:
Esta vez llegaremos a octavos de final)
DE INTEMPERIE
Se precipita un denso tejido de palabras, de metal y de arena,
para cubrir sudariamente el rostro
que emerge de un retrato humano desde muerto.
Rostro casi concreto, concreto casi
carne, que se vive a sí mismo como muerto imposible,
y no: se sobrevive. Fuiste un muerto sencillo,
fuiste un muerto de tantos cuyo nombre
sucede que conozco.
Viniste con el viento de naranjas y reses:
ruta de los centauros. Eras un niño, eras
esos ojos morenos de veinticinco años
que viste ametrallar de luz en su negrura,
de luz lineal y blanca, multiplicada y sucia, sólida en su destiempo,
ojos moreno mora que se van aguilando, que se van combatiendo,
que se fueron
a ese país antiguo y vegetal que nace
de la precaria eternidad en la que dormitaba,
que despierta al desorden selvático del mundo,
al olor de la pólvora y el cardamomo,
y de pronto se ve lleno de historia:
Leyéndote las huellas, hoy, parece que llevabas
tatuado sobre el pecho un mapa de laceraciones, parece que sabías
que el océano es un surco arado por la sal,
una inviable vastedad de bosques
y un modo permanente de morir de sed; América Central,
una serpiente trágica que se alimenta y muere
tragándose a sí misma cada día. País lleno de historia
recién inaugurada.
Arden de pensamiento Las Orquídeas. La Sierra de las Minas
es toda de nosotros, es toda suya hermano, teniente de lo indócil,
toda suya esta selva de botas fatigada,
comandante Yon Sosa. La ciudad
es una tarde grana de tacto y estrategia, es una tumba toda
de nosotros.
En cambio hoy, ahora, la añoranza posible
cobra el sabor ridículo del tizne: queda sólo el papel que la lluvia despeina,
queda sólo la sangre vuelta contra sí misma, debajo de la cal
que pone a arder los muros, la superficie áspera del mundo. Queda
solamente la piel de la frontera férvida,
alambradas mostrándote los dientes, soldados de ambos lados
esperando
que te atrevas siquiera a salir un segundo. Quedan las líneas vueltas cicatrices,
los trazos del café y del alto hierro, en los que descifró tu suerte mala,
la tumba de tus líneas, las líneas de tu mano,
Guatemala. Dicen que el trece trae
la mala muerte.
Y sin embargo mienten, qué jodidos, como dicen ustedes, compañero Loarca:
mientras dure noviembre, con su alimento áspero de ideas y de intemperie,
ocurrirá en nosotros, caminando, el futuro; mientras no se resuelva
en un secreto abierto
diciembre inexorable.
Compañero Granados, no te vayas, aguarda. Van a caer veintiocho,
muchas veces veintiocho, e incluso tal vez más allá en Zacapa,
y un capital confusamente armónico
de cuarenta quetzales
responderá, remontando la noche,
que la vida está abierta y que la muerte,
que la muerte está echada. Queda sólo el zumbido
lejano de los tímpanos, queda sólo el rumor de los motores
de un avión que despega, el griterío de espuma
en común sepultura convertido,
en multitudinario abismo líquido,
en tumba gigantesca que no callará nunca
su denuncia salada…pero marzo está lejos
todavía: Anda a decirle a Eunice
que se rinda, hermosa desde muerta y más hermosa
que la palabra siempre, anda a decirle ahora
que cierre la devota casa de su familia,
que el 13 no es su número de buena muerte,
aunque lo sea de veras, aunque la esté esperando desde ahora,
debajo de la lluvia para decir su nombre, el nombre de su duelo personal,
de su guerra y su suerte. Se precipita un denso
tejido de silencios, músicas disonantes de humedad y diciembre
sobre un océano mudo para enterrar tu cuerpo:
un mar casi concreto, concreto casi
agua, que se anega a sí mismo sin un puerto posible
y no: no sobrevives. Fuiste un muerto sencillo, otro más cuyo nombre
sucede que conozco, el nombre que nació de tus heridas
de veinticinco años.
Termina en ti la muerte para multiplicarse, para ser en la vida toda de nosotros
y desbordar sus términos acuosos. Ahora estás cumpliendo
sesenta y seis destinos de caminar al sur, ruta de los centauros,
sesenta y seis abismos de nacer en Chihuahua,
muerto de sed y de deseo, de ganas
de atragantarte a tiros de turbiones,
sesenta y seis derrumbes
de estar vivo. Sí:
En el último verso escribí: “de estar vivo”, como si no supiera
que hace ya cuarenta despedidas a gritos
un huracán de botas te negó la vejez
y te detuvo en esto: Año 66, Ciudad
de Guatemala, fotografía de un joven ya desaparecido
de veinticinco años. Fuiste un muerto de tantos,
nada más, nada menos, otra semilla nuestra casi anónima,
para llenar de selva el fondo de los piélagos,
la vastedad estéril del mar siempre sonante, otro cartel
cuyo nombre sucede, otro retrato muerto
todavía:
David Aguilar Mora, qué vida fue la tuya,
tan de todos.
Diciembre de 2005
[Debiste haber contado otras historias, FETA, México 2006]
OBERTURA SOBRE TEMAS HEBREOS
DE SERGEI PROKOFIEV
Acercándose lentas, avanzando:
Arañas en sexteto, quiero oírlas.
Trazos de patas largas, deshilachadas, puras,
pura suntuosidad, pura paciencia: quiero.
Quiero patas larguísimas. La danza:
puro aceite de patas, de humo condensado: los hilos,
los hilos de la danza. La danza
es, está siendo un sexteto de arañas. Quiero oírlas aquí,
acercándose lentas,
avanzando.
Avanzando: una combinación poco convencional
de arañas lánguidas que van y bailan
con clarinete y piano,
y avanzando,
y cuarteto de cuerdas.
Una historia de historias que atravesó el desierto,
caravana de frases, rollo devuelto en rollos,
sangre y corderos para un dios sin nombre,
y atravesó el desierto.
Y atravesó el desierto una vez más,
una vez más, acercándose, y otra,
hasta llegar a un bar del East Side de Mannhattan
oloroso a tabaco y gesticulaciones
que quiero oír, quiero oír,
justo en 1919, pura suntuosidad, pura,
pura suntuosidad.
Acercándose lenta: una escena olfativa cifrada en cinco líneas.
Huele a supervivencia de pogromos, huele,
huele a conspiraciones
bundistas, bolcheviques,
chistes de los que nadie ha de reírse,
una opertura a qué. No hay ópera, no hay pieza,
eso no quiero oírlo, no hay pieza que le siga salvo la propia historia:
la lluvia de regreso,
quiero oler, avanzando: el final de exilio y el inicio,
muy Prokofiev adentro,
de otro exilio más largo,
sin arañas.
Acercándose lentas,
arañas entrañables, avanzando,
entrañables y cómicas deliberadamente,
flojas de desencanto y patas largas.
Una vez más, untuosas, quiero olerlas bailar,
quiero reírme así, labios adentro, quiero
su desencanto todo para mí, sus bromas silenciosas,
de pura untuosidad, su desencanto todo,
suntuosidad de aceite, para mí,
y avanzando.
[Inédito, 2007]
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