FRANCIS CARCO
Noumea (Nueva Caledonia) Francia, 1886-París, 1958
Nace en Nueva Caledonia en 1886. Tras el regreso de su familia a Francia y el paso por diversas ciudades de provincia, llega finalmente a París a los 24 años. Frecuenta Montmartre y en especial el cabaré Le Lapin Agile, donde conoce a Picasso, Mac Orlan y Dorgelès. Funda la escuela fantaisiste (1911) y publica la recopilación de poemas La Bohême et mon cœur (1912). Colabora en las revistas L’Homme libre y Gil Blas. En 1914, con la ayuda de Rachilde, se edita su primera novela Jesús el Palomo, será la primera vez que, en la novela francesa, se trate abiertamente la homosexualidad masculina, fuente precursora, que influirá más tarde en la narrativa de Jean Genet. El París de Carco es el París-crápula, el que genera en su entorno una fauna nada convencional, un París de cabarés en los que el comercio del sexo circula en todas direcciones. Allí acude con Colette, pasea a Rachilde o pasa la noche con Katherine Mansfield. Crítico de arte, autor de novelas, relatos cortos, reportajes, biografías y respetado autor de canciones, Carco, el «escritor de los Apaches», fue uno de los más leídos del periodo de entreguerras. Miembro de la la Academia Goncourt desde 1937. Muere en París en 1958.
ARRULLO
Suave la lluvia entre las hojas
es un rumor amado y lento,
y tú en mi pecho te abandonas
con silencioso encantamiento.
Se trenza el viento con la lluvia...
vibras... ¡Oh que blando momento
para morir con la dulzura
del agua que evapora el viento!
-¿Oyes la lluvia que solloza?
-¿Oyes el viento plañidero?
Herida mía dulce y honda,
sólo tú ignoras de qué muero.
Versión de: Carlos López Narváez
IL PLEUT
Il pleut — c’est merveilleux. Je t’aime.
Nous resterons à la maison :
Rien ne nous plaît plus que nous-mêmes
Par ce temps d’arrière-saison.
Il pleut. Les taxis vont et viennent.
On voit rouler les autobus
Et les remorqueurs sur la Seine
Font un bruit... qu’on ne s’entend plus !
C’est merveilleux : il pleut. J’écoute
La pluie dont le crépitement
Heurte la vitre goutte à goutte...
Et tu me souris tendrement.
Je t’aime. Oh ! ce bruit d’eau qui pleure,
Qui sanglote comme un adieu.
Tu vas me quitter tout à l’heure :
On dirait qu’il pleut dans tes yeux.
LLUEVE
Está lloviendo - que es maravilloso. Te amo.
Nos quedaremos en casa:
Nada nos complace más que nosotros mismos
Por esta época del otoño.
Está lloviendo. Los taxis van y vienen.
Vemos autobuses rodando
Y los remolcadores en el Sena
Hacer un ruido ... significa que no más!
Esto es maravilloso: está lloviendo. escucho
Lluvia con chicharrones
Golpea el goteo de cristal ...
Y me sonríes con ternura.
Te amo. ¡Oh! el sonido del llanto de agua,
Llorando como una despedida.
Francis Carco: el poeta del callejón oscuro
POR editorialalmuzara.com
Poeta, periodista y crítico de arte, fue también el chansonnier del París más cabrón, el de los padrotes, putas, artistas y drogadictos, donde el alcohol y el sexo todo lo inundan
Francis Carco (François Carcopino-Tusoli, Numea-Nueva Caledonia, 1886 – París, 1958) fue escritor, poeta, periodista, crítico de arte, compositor y cantante de cabaré. De origen corso, nació en el ambiente de una prisión colonial francesa, donde su severo padre ejercía de inspector. Posiblemente sus primeros nueve años allí empezaron a forjar su impenitente querencia por la vida golfa, el mundo del hampa y los bajos fondos.
Con una vida escolar trufada de rebeldías, también abandonó pronto su destino como funcionario administrativo para frecuentar en profundidad el ambiente cabaretero y prostibulario de Niza y París, donde empieza a ganarse un sitio central como chansonnier.
Sobre 1910 se decide a publicar sus primeros poemas, integrado en el ambiente bohemio y artístico de los célebres locales del Lapin Agile y del Zut, donde milita con la escuela fantaisiste (una especie de naïf de la vida canalla cargado de humanistarismo, humor, aventura y desencanto), cultiva el gusto por Villon y Verlaine y comparte mesa y amistad con Picasso, Mac Orlan, el pintor Maurice Utrillo, el escultor Manolo… y algo más que amistad con las escritoras Colette y Katherine Mansfield.
Desde ese momento se convierte en cantor del París más crápula, lleno de macarras, putas y chaperos, artistas y drogadictos y donde el alcohol y el sexo todo lo inundan y entrega sus obras más señaladas de una producción muy extensa: Jesus la Caille (1914), L’homme traqué (1922). Con estas novelas quiso cumplir su promesa pública y literal de “meterles en plena boca a los burgueses novelas musculares y putrefactas con las que se lamerán los labios”.
También escribió libros biográficos y de reportajes. En marzo de 1929 publicó simultáneamente sus dos libros sobre España, Huit jours a Séville y Printemps d’Espagne, el primero íntegramente incluido en el segundo. Su bohemia fue una vez más antesala de la academia y desde 1937 fue miembro de la Academia Goncourt. Murió aquejado de Parkinson en mayo de 1958 recordado como el “novelista de los Apaches” y el “poeta del callejón oscuro”.
La semana non santa de Francis Carco
Escrito por FERNANDO IWASAKI
Cada vez que escucho hablar del dualismo sevillano y de sus múltips expresiones, me viene a la memoria Huit jours a Séville (Éditions Émile-Paul Fr_res, París, 1929) del francés Francis Carco (1886-1958).
Es un libro dedicado a la dualidad de la Semana Santa sevillana y que no tiene nada que ver con la rivalidad entre la Macarena y la Esperanza de Triana, sino más bien con el descubrimiento del lado profano de una fiesta supuestamente sagrada.
Francis Carco tenía un ojo privilegiado para calar los arrabales y los bajos fondos de cualquier ciudad, pues su infancia había transcurrido en los peores barrios de Niza, Rodez, Lyon y Grenoble. Hacia 1911 Francis Carco se instaló en París y desde Monmartre se zambulló en la promiscua bohemia multicultural parisina, iniciando así en el cubismo a la escritora neozelandesa Katherine Mansfield, quien a su vez le pegó la gonorrea que le había contagiado el poeta polaco Floryan Sobiernowsky.
Francis Carco llamó la atención de la crítica con su primera novela Jésus la Caille (1914) --donde narra las correrías de un proxeneta homosexual- y se consagró del todo con L´homme traqué (1922), otra ficción sicalíptica con la que ganó el premio de novela de la Academia Francesa. Sin embargo, la debilidad de Francis Carco por el lumpen literario era tan grande, que seguramente por eso votó en contra de À l´ombre des jeunes filles en fleurs de Marcel Proust, cuando le tocó ser jurado del Goncourt en 1919. ¿Será que Carco vino a Sevilla atraído por el prestigio de la canalla de sus barrios bajos?
Para un francés como Carco, interesado en lo peorcito de la ciudad Hispalense, no bastaban las estampas cervantinas del Patio de Monipodio, porque para entonces ya existía la gitanería que recorría los libros de Gautier y -sobre todo- el obsceno capítulo de Histoire de Poeil (1928), que transcurre en un confesionario del Hospital de la Caridad. En realidad, Georges Bataille había vivido en Sevilla entre enero y junio de 1922, y no habría sido nada raro que Francis Carco hubiera planeado visitar la pecaminosa Sevilla mientras escuchaba los delirios sofaldantes de Bataille.
Huit jours a Séville comienza con las procesiones del Domingo de Ramos y concluye con un viaje hacia Granada que Carco tenía previsto realizar después de la corrida del Domingo de Resurrección. Ocho días de toros, flamenquito, cafés cantantes y casas de putas por la Sevilla profana, mientras la Sevilla sagrada se entregaba a la devoción y la penitencia. Así, lo primero que uno descubre perplejo es que las profesionales sevillanas cobraban diez pesetas la noche durante la Semana Santa, completísimo servicio que en Bilbao apenas llegaba a las dos pesetas:
-«A Bilbao, prétexta timidement l´un de ces messieurs, j´ai seulement payé deux pesetas».-«Je me fous des putains de Bilbao, dit une femme sur le mode aigu. Moi, tu ne m´auras pas à ce prix-là. J´aimerais mieux...»
- «Voyons: six pesetas?»
-«Non, dix!»
- «He, c´est un prix, fit Antonio. C´est même un prix de Semaine Sainte».
Como cualquier visitante, Francis Carco quiso disfrutar de los bailes flamencos, pero por más que los buscó en salones como el «Olympo» y el «Variedades», no encontró más que fox-trot, charlestón y tangos argentinos.¿Dónde podía ver bailar flamenco entonces? Su guía -otro francés, Antonio- dio con la tecla: en la Academia del célebre maestro Otero («El señor don José Otero, professeur de danses à Séville, proclama mon aimable guide, prononçant à l´espagnole Don Hosé. Je le connais fort bien et puis lui demander de vous faire assister à ses cours. Cela vous amusera»).
La academia que visitó Francis Carco en la calle San Vicente no sólo era la misma escuela donde estudiaron Pastora Imperio, Amalia Molina y Carmen Domínguez, sino el último refugio del baile flamenco. Carco describe minucioso el patinillo cuajado de flores, los retratos y diplomas de la oficina, pero sobre todo el cartel que coronaba la entrada del salón de baile: «No se permite la entrada a ningún hombre en la Academia, lus-je à l´entrée de cette salle». Dentro de las clases, el maestro Otero abría el tarro de sus esencias flamencas, aunque a menudo tenía que lidiar con las madres de las alumnas patosas («Vous pensez: elles ne croient pas qu´elles sont mauvaises. Et la madre encore moins») y especialmente contra el charlestón. En un divertidísimo pasaje, Carco cuenta cómo se las ingeniaba el maestro Otero para prohibir el charlestón en su academia sin arriesgarse a perder a sus alumnas:
-«Que faisiez-vous dans la cour?»
-«Nous attrapions le pas, répondit effrontément Conchita».
-«Quel pas? De la sevillana?»
-«No, señor Otero».
-«Je vous ai aperçues. Eh bien! Quel pas?»
-«Le pas de Joséphine Baker, avoua timidement Carmen».
El maestro Otero fingía una cólera terrible y las conminaba a imitar a Joséphine Baker para que sintieran vergüenza, pero en realidad se tronchaba de risa y admitía que consentirles una «pataíta por charlestón» era la única manera de conservar a sus mejores alumnas («Si je ne leur faisais pas la guerre, ce serait fini. Elles m´enverraient promener. Et alors, je pourrais mettre la clé dessous ma porte comme un pauvre homme ou rester seul à la maison, en face de mes diplômes et soupirer: «Adieu, Séville! Adieu, le noble art de la danse!»»).
Golfo hasta las últimas consecuencias, Francis Carco le tiró los tejos a una joven sevillana que también viajaba hacia Granada en la misma cabina del tren. «Habla usted español con buen acento», le dijo ella. «Habla usted francés con buenas piernas», respondió Carco galante («Mademoiselle, vous parlez français avec de bien jolies jambes»). Y en esos viajes antiguos que duraban casi ocho horas, daba tiempo para todo
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