Antonio Álvarez Bürguer
Periodista y poeta chileno nacido en 1954.
Álvarez es finalista de la III Maratón Electrónica de Poesía 2000, organizada por la Fundación de Poetas de Mar del Plata (Argentina). Sus poemas han sido publicados en la revista en papel de la Asociación Cultural Tántalo, de la que es actualmente socio. También han sido leídos en el programa "Rincón Literario" de Radio Nacional de España (emisora 3 FM).
Hoy es colaborador permanente de prestigiosas revistas y páginas digitales de Europa y América Latina como Amnesia, Athenea, Adamar, Tántalo, Mondo Kronhela, Revista Libre, Alphalibros, Zona de Tolerancia, México Volitivo, Los Lobos de Omaña, Margen Cero, El Ebro, Ariadna, Poetas 2000, Tertulia Literaria, EOM, etcétera.
Por otra parte, Álvarez es columnista regular de uno de los diarios de su ciudad de origen, Concepción, donde aborda temas de la cotidianeidad.
TE LO DIJE
Te va a llover a cántaros
sobre los ojos
y te traicionarán
los brazos y los pies
y se te va a quebrar
el cuerpo en dos,
te lo dije.
Mejor abre la boca
hasta sentir náuseas
y del cáliz bebe y bebe el olvido.
Todo en un santiamén.
De otro modo,
no sé cómo vivirás
aspirando la inmundicia
del estremecimiento.
Te lo dije,
aunque no quieras
tendrás que mirar al cielo
y danzar con las estrellas
al paso de su titilar.
Vendrá la lobreguez,
vendrá el llamado a claudicar,
y aguzados estiletes llegarán
con desamparos de solemnidad
a imponer el silencio.
Te va a llover a cántaros
sobre los ojos,
te lo dije.
FUI POR LUNA
Fui fulmíneo por luna en la cumbrera
revestido de cálamos
dispuesto
Quise dejar gesto tangible en su mirada
para que todos lo vieran
y apunté generoso mis vivencias
mis amores y mis penas
en las ramas del espejo.
No tendría que haberlo hecho,
si del árbol ahora penden en el cielo
los íntimos enseres de mi casa
y las llagas de mi cuerpo
y las huellas de mi alma.
VENGO DE ASALTAR TU CUERPO
Ando aún de trotar vesánico
a lomo de estrella
Vengo de asaltar tu cuerpo
en algodones blancos
por el éter
y de volar sin alas
sobre jardines jadeantes
Ando ruin de ladronear en tus sentidos
entre tus brazos
y tus piernas desvestidas
atezadas por fiebres
incendiarias,
descreído en ruta ahora
en el recuerdo de tu cuerpo,
por la línea gruesa de tu sombra
en el hálito inconexo
del orgasmo más cercano.
Ando aún de tí en travesía
por los mares del incienso
con estrellas refulgentes en el rostro
e islas no pobladas en las manos.
Devoto del recuerdo
en madrugada
con lámparas argénteas en los ojos
y una mueca de euforia
dibujada,
vengo de asaltar tu cuerpo.
NOSOTROS
Afuera llueve noches frías
como los muertos,
acongojadas en los rincones;
y nosotros con los pies tibios,
perpendiculares sobre otros cuerpos,
los ojos entreabiertos de culpa
y ávidos de menesteres.
Afuera caen profundamente heridos
los incorruptos y mujeres
que marchitas se prometen;
hay beodos dormidos en la opacidad
de los muros y de las nubes que viajan
muy lejos de las tragedias,
y nosotros en las azoteas,
inexistentes,
reparando en nuestras confesas
almas perdidas.
Afuera hurtan a los niños su inocencia
y les abren los ocultos secretos en las callejuelas
y nosotros apareándonos, sin querer llorar,
desnudos de piedad sobre el tálamo.
PECADO DEL HOMBRE
De qué decir
mañana
diáfana intocada
De qué soñar
quimera,
si el mismo hombre
se ha ensañado
ante el pavor de las bestias
De qué decir
mañana
redención
con serpientes en el cinto
y de qué silencio
reclamar las injustas muertes
He aquí al Padre
abismado del hijo
arrogante
Heme aquí hijo
abonando a las culpas de todos
como maldecido
por lluvias de fuego.
De qué decir
salvo
entonces
hijo eterno
si el hombre mata al hombre
y no hay mañana
para siempre.
YA NO
Ya no quise oír al grillo
y le escondí el canto,
pero en el canto
se vinieron trenes furiosos
cada hora;
en la ventana,
un mantel blanco eterno,
muchas lámparas temblando
con las lluvias escorzadas
en las calles
y las flores -¡ah, las flores!-
oscilando en las alturas,
embriagadas de beber la brisa.
Se vinieron plegarias
y pasiones autumnales,
se vinieron viajes astrales
a los territorios más extremos
de mi memoria.
Entonces,
ya no quise oír al grillo
y le devolví el canto.
LOS DOS LLORAMOS
Desde el estómago, ebrio,
atisbando hacia abajo
y la mirada que vomita
improperios, con la carne
colgada de los huesos
de mi cráneo.
Las imágenes que huyen
fugaces hacia atrás, exactas;
la música que serpentea
entre los asientos del autobús
y tú en la inquietud
de que te duelo con mi ausencia
de bohemio despiadado.
El viaje hacia tí, embriagado,
para brindar ya
con licor de amaneceres;
la vida que se hace trizas
y los dos que lloramos
desde todos los rincones.
PARECE
Parece que no tengo ya cristales en los ojos.
Parece que transito sin desplazarme en cuerpo,
ya vencido, ya huidizo, como niño regañado.
La pestilencia de los espíritus diminutos
me provoca repugnancia.
Sólo quiero la mordedura rápida de la víbora,
sólo quiero alejarme del retorno y no ver
máscaras ni osamentas caminando sin rumbo.
Parece que no tengo ya las manos
para blasfemar fuerte
ni una lengua sórdida ni pies ni aura
Parece que no tengo ya cristales en los ojos.
Y sería tan hermoso acribillar a insultos
a una enana maldita o incrustarle espinas
venenosas en el rostro a un gobernante.
Qué placer lanzar un piano
a cualquier calle sombrosa
y viajar dentro para oír la dulce melodía
del estrépito fatal.
Sin embargo, ya me canso
Sólo quiero ser aire en el aire
ser lirón empedernido, extenuado
de construir árboles y ríos inconfesables.
Sólo quiero piedras encajadas en los muros,
un lecho blando de agua tibia por los huesos,
un invierno renegado
y miles, miles de silencios.
Parece que no tengo ya cristales en los ojos.
Parece que escribo el canto y me lo guardo.
Parece que me da vueltas el mundo
en el estómago, sobre mi cabeza,
bajo mis pies, dentro y fuera de todo.
MEMORIA
Aquí estoy otra vez
-brazos cruzados-
con una brizna de silencio,
con dolor de evocación
de aromas de maderos y de trenes.
Estoy de ojo parpadeando
recuerdos, pena a pena,
sin claudicar ni un instante.
No soy yo el del conjuro,
eres tú, alma, que para coger
peces dulces en la orilla me dueles
en lo más profundo.
MADRE
Primero tú, mujer;
después esas estrellas
ocultas por paladas
de hurgada tierra,
bajo cruces de llanto implicadas
como huesos con la carne.
Primero, yermo, con el cuerpo
atorado, mujer, en tu nido
Luego dormido,
aquejado de silencio y bruma
irrogando en paradojas
claridad eterna.
Primero Dios de enigmas
todo, adentro;
afuera el sufrimiento,
la espera, la fe pendular,
la certidumbre.
Mujer, madre, tú primero;
después yo sumergido
en una lágrima,
en una lágrima inmensa.
OFRENDÁRTELO TODO
Morir de pie descalzo tirado sobre la hierba no
doblegada
por el huracán más iracundo. Descansar horizontalmente
erguido.
En fin, correr dormido en línea entre tus sábanas
albas
en las noches más frías del invierno.
Arrancarte los cabellos de raíz y quemarlos en una
hoguera
de rosas rojas perfumadas malolientes.
Ofrendártelo todo.
Imprimir velocidad metafísica a los sentidos para
odiarte
y amarte siempre, como nadie, más allá, más allá aún
del vaho untuoso de la habitud.
Más lejos todavía de mis mayores fuerzas infrahumanas
y sobrehumanas.
Ofrendártelo todo.
Todo es todo: vísceras, células, corazón, pulmones,
estómago, cerebro,
huesos
mis miedos
mis utopías
mi cesta de reciclaje.
Por el azul del arcoiris ascender a lo más alto
vestido de nácar y descender
oblícuo, aceleradamente, para ofrendártelo todo.
Llorar con desconsuelo de alegría. Reir sin mover un
músculo.
Vivir de pie arrodillado blasfemando y orando,
glorificando y maldiciendo.
Ofrendártelo todo.
Todo es todo: serenidad, ira, complacencia, odio,
amor, pecado, paz,
desconsuelo
tus miedos
tus utopías
tu cesta de reciclaje.
En los túneles arcanos de tu alma, gritarte enmudecido
hasta que la paloma
blanca emprenda el vuelo más abyecto. Delirar con
cordura ejemplar
y devorarte los ojos en la noche más triste de amor
abatido y despiadado.
Ofrendártelo todo.
Todo es todo: imaginación, pesadilla, paradoja,
pensamiento, ilusión,
demencia
nuestros miedos
nuestras utopías
nuestra cesta de reciclaje.
COTIDIANAMENTE MUERO
Cotidianamente muero, pero mis muertes
son más negras y deleznables.
Yo las aplasto con el rabillo del ojo
las espanto con el grito y la amenaza.
Atado no huyo, aunque ¡cómo, Dios!
quisiera hacerlo.
Lluvia del alma sin el isócrono golpe
de la lágrima azotada contra el huello.
sin vientos huracanados
sin miramientos
Sólo minando y minando
en mi cuerpo.
Y cotidianamente muero.
Reptan en mi hoguera
las serpientes furiosas azolvadas.
Y
yo
cotidianamente muero.
El tiempo me reprime cauteloso,
pero mis muertes escapan hacia la levedad
del delirio incontenible.
Y
entonces
yo
cotidianamente muero.
Y mis muertes son más negras
y deleznables.
No hay comentarios:
Publicar un comentario