Ada Pantoja
Nació en México, D. F., en 1983. Escritora, traductora (portugués) y asistente editorial. Formó parte del equipo editorial de la revista electrónica Aguja al norte. Ha realizado talleres de fomento a la lectura en el D.F., dentro de los cursos de verano impartidos por la compañía teatral Escénica 4, y en Chiapas, dentro del proyecto Cosechando sabiduría, de la UAM–I. En el 2012, se presentó en el metro Pino Suárez, como parte del ciclo de lecturas Con M de Mujer, y en la explanada de Bellas Artes, en el Festival Internacional de Poesía. También, ganó el tercer lugar de poesía en el Boyng Literario, organizado por la UACM, la Fundación Cultural de Trabajadores Pascual y del Arte, AC, y Crayola Literaria. Ha colaborado con artículos en medios impresos y digitales, como la revista Algarabía y El citadino, entre otras.
El café se enfría sobre la mesa
Miro las grietas del pan y presiento
el estallido del horno que lo ha formado.
Los autos avanzan por la avenida,
adentro va gente a la que también
se le enfría el café sobre la mesa
y mira las grietas del pan,
pero ¿cuántos de ellos intuirán el estallido?
Me detengo. El mundo se ha contraído: un fractal.
¿Qué pieza seré de entre todas las combinaciones?
Continúo. Olvido que existe el color y la forma,
la multitud me contagia su hermetismo,
hombro con hombro somos el mismo.
I
Los verbos del hombre nacen pobres.
Caen a la tierra, no germinan.
El lenguaje ofende
todo lo que habita la tierra.
II
Mi boca tiene un gusto ocre.
Algo en la cavidad se transforma.
¿Irán a convertirse
mis palabras en mariposas?
Despierten,
circula por nosotros la sangre de la muerte,
del hambre y del abandono.
Algo nos trajo a este mundo,
hermanos.
¿Acaso no sienten la atadura?
¿No escuchan la voz que nos invita
a morar entre los astros?
Clamemos,
pidamos volver al paraíso del que fuimos expulsados
-¿Qué motivo fue tan grave?-
Levantemos las manos,
sé que hay algo divino esperando.
1
Mis faltas no alcanzan
para ganar misericordia,
los traidores tienen
Su propio círculo.
2
Escribo cartas para los muertos,
sus callados ojos juzgarán mis actos
y saldré libre de culpa
a vivir de nuevo bajo el sol del mediodía.
3
No podrás meter tu dedo
en ninguna llaga.
Viajé tres horas en autobús para cortar unos limones,
oh Dios, no permitas que se alejen más los árboles
o moriremos antes de que cualquier carretera nos lleve.
Una vena luminosa cubre el asfalto,
arteria estridente de autos y bocinas,
gesticulaciones que se disuelven
entre cambios de luz,
una fila interminable de pulso citadino.
Ansiedad, cansancio, enojo.
La vena luminosa avanza
la ciudad se alimenta de nosotros.
Pequeño,
yo no te parí pero me desgarras,
Mirada perdida.
Muñeco amaestrado para causar lástima.
Malditos los que te roban
el polvo de hadas de la cama tibia
Yo, entre ellos,
que no corrí a salvarte.
El pudor me ató de miedo
y no te ofrecí una cuna
ni pude darte de mamar el llanto
que me provoca la anemia de tu infancia.
Ocho horas de tareas absurdas,
la finalidad -dicen- es el pan,
como si la tierra no diera frutos.
No me duele que las flores
después de extender sus colores al día, se marchiten;
me duelen las semillas que no brotan, los tallos que se quiebran,
la tierra seca, los botones que se arrancan.
Me duelen los versos que no escribirá el mendigo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario