Rodulfo Figueroa Esquinca
Rodulfo Figueroa Esquinca (Hacienda del Valle de Cintalapa, Chiapas, 4 de agosto de 1866 - Cintalapa, 7 de julio de 1899) fue un poeta mexicano.
Sus padres fueron Esteban Figueroa y Cecilia Esquinca, sus abuelos paternos Cristóbal Figueroa y María Selvas, y sus abuelos maternos José Gabriel Esquinca y María Loreto Calvo. Vivió de niño en la hacienda ganadera "«Santiago del Valle de Cintalapa»". Tuvo seis hermanos varones y cinco mujeres.
Sus primeras letras las aprendió en la escuela del maestro Juan Benavides en la Ciudad de Tuxtla Gutiérrez, concluyendo la primaria bajo la enseñanza del profesor Enrique Merchant. El Ciclo de preparatoria lo realizó en el Instituto Central de Guatemala y con magníficas calificaciones se graduó de bachiller en el año de 1885. Los hechos culminantes en estos primeros años se pueden condensar en sus magníficos estudios, ya que de veinticinco cursos recibidos en Guatemala, en veintitrés de ellos ganó menciones honoríficas y medallas de oro; al terminar la carrera de médico cirujano tenía más notas sobresalientes que años de edad.
Los primeros versos se publicaron en las columnas de la revista Juventud Literaria en el año de 1888, editada en la Ciudad de México, en donde se dio a conocer al lado de grandes literarios como Ignacio M. Altamirano, Justo Sierra, José Peón Contreras, Manuel José Othón, Juan de Dios Peza y Manuel Gutiérrez Nájera. En esa revista dio a conocer sus versos A mi padre en su cumpleaños y La Muerta.
Después se publicaron sus versos en la revista El Mundo Ilustrado que también se editaba en la capital de la República, entre otros El Toro Salvaje.
Solamente un año permaneció en la Ciudad de México; por motivos de salud, regresó al estado de Chiapas. Cuando mejoró, sus padres determinaron que sus estudios profesionales los hiciera en la Ciudad de Guatemala. Se embarcó por primera vez en Puerto Arista, municipio de Tonalá, con destino al puerto de San José de la república de Guatemala y de ahí a la capital para ingresar a la Escuela de Medicina, en donde efectuó brillantes estudios que culminaron el día 21 de octubre de 1893, fecha en que recibió el título de Médico Cirujano, de manos del general José María Reina Barrios, presidente de la República de Guatemala, quien en el mismo acto le impuso la Medalla del Mérito, con motivo del primer premio que obtuvo en el concurso nacional, por haber escrito la mejor tesis, sobre el modo de conservar indefinidamente el fruido vacuno y de la propagación de la vacuna en todo el país, especialmente entre la raza indígena. La Revista Literaria de Bogotá, que se editaba en la República de Colombia, imprimió en sus páginas y comentó favorablemente sus poemas, elogiando su composición poética El Número 339.
La Sandunga
Según una historia tradicional, en 1895 llegó a la finca Santiago, en busca de salud, Fernando Ramírez, juchiteco que tenía la habilidad de tocar la guitarra, y con mucha frecuencia ejecutaba La Sandunga, siendo él quien la popularizó por todo el valle. Seguramente esa música sirvió de inspiración al poeta para componer el texto del mismo nombre. Le gustó tanto al poeta Figueroa este ritmo cadencioso que logró que los hermanos Clemente, marimbistas famosos de aquella época, tocaran en la marimba la famosa “Sandunga”. Se cuenta que cierta noche estando el poeta en esta población de Cintalapa en reunión de varios amigos fueron de ventana en ventana con aquella marimba, llevando gallo a las novias, y cuando terminó la parranda, el poeta Figueroa y don Emilio Esponda se dirigieron a la casa de Francisco Guzmán, con objeto de descansar, y mientras Emilio Esponda dormitaba y don Panchito servía el café en la mesa del comedor, el doctor Figueroa escribía entre sorbo y sorbo su bello poema “La Sandunga”.
Vida amorosa
En 1882, contando ya con 20 años de edad, se enamoró de una mujer perteneciente a la servidumbre de la gran hacienda de Santiago, su madre siendo una conservadora, aferrada a una moral en donde lo que prevalece es el status social, rechaza tajantemente la relación y es secundada por don Esteban, que deciden enviar a Rodulfo a estudiar el bachillerato a la ciudad de México.Por problemas cardiacos, la altura de México daña severamente la salud del poeta, así que se traslada a Guatemala a terminar sus estudios bachilleratos y ahí comienza la empresa de estudiar medicina. En Guatemala su estadía se torna solitaria, pues aunque conoce mujeres que levemente mitigan el sentimiento, el recuerdo de la antigua amada lo agobia, así que recurre a los libros y la escritura para su consuelo. En la universidad de San Carlos de Guatemala, es editor de dos revistas médicas, “La Juventud Médica” y “La Escuela de Medicina” Posteriormente conoce a una hermosa hondureña llamada Luisa Martines, con la que por fin el dolor adquirido con su relación amorosa pasada llega a su fin. Pero la sombra de la muerte cae sobre Rodulfo, y en 1894, comienza a sentir fuertes dolores de cabeza, es cuando lamentablemente le detectan un tumor cerebral, tiene que dejar a Luisa y regresar a Cintalapa al seno materno, pues su estado declina en demasía.
Muerte
Falleció el 7 de julio de 1899, casi a los treinta y tres años. Sus restos descansaban en la ermita de la Finca Santiago y de este lugar fueron sacados para colocarlos en el pedestal del busto que en su memoria se encuentra en el parque de la ciudad de Cintalapa, y de ahí a su ubicación actual en la casa de la cultura de la ciudad de Cintalapa.
Obra
La primera edición de una obra del autor fue en 1890, con el poema Olvido, pequeño poema en tres cantos. En 1901 fue impresa en Ciudad Juárez por Escobar Hermanos Poesías, dos años después de su muerte. Más adelante se hicieron ediciones aisladas de ciertos poemas en periódicos de la entidad, hasta la publicación de Lira Chiapaneca en 1927, editada en la ciudad de Tuxtla Gutiérrez, por el Gobierno del Estado de Chiapas, bajo la dirección de don Vicente Liévano. Esta edición se agotó rápidamente y su sobrino Amadeo Figueroa realizó en 1958 una impresión más, con el título de Poesías Completas. En realidad el título no corresponde exactamente a toda su obra, pero sí se procuró insertar lo mejor de su producción, más un prólogo de Andrés Serra Rojas, doctor en Derecho de la Universidad Nacional Autónoma de México. Hasta el momento la obra carece de un aparato crítico y la atención de la academia, a diferencia de otros autores chiapanecos.
Clínica negra (I)
Sala de un hospital, amplia y sombría,
el doctor ordenaba con imperio,
y de una úlcera, al ver la rebeldía
al practicante le pidió el cauterio.
Enrojecido lo acercó al paciente
sin preocuparse de su suerte aciaga;
el miserable se agitó imponente,
lanzó un rugido, y se extirpó la llaga.
Clínica negra (II)
Los que cumplís la terrenal condena
de ser mirados con escarnio y mofa,
si halláis a vuestro paso la gangrena
sangrienta y ruda, formulad la estrofa.
Como el doctor, sin escuchar el grito
de rebelión y de dolor que estalla,
quemad con vuestros cantos al maldito
aunque ruja y blasfeme la canalla.
La zandunga
Cuando en la calma de la noche quieta
triste y doliente la zandunga gime,
un suspiro en mi pecho se reprime
y siento de llorar ansia secreta.
¡Cómo en notas sentidas interpreta
esta angustia infinita que me oprime!
¡El que escribió esa música sublime
fue un gran compositor y un gran poeta!
Cuando se llegue el suspirado día
en que con dedo compasivo y yerto
cierre por fin mis ojos la agonía,
la zandunga tocad, si no despierto
al quejoso rumor de la armonía,
¡dejadme descansar que estaré muerto!...
Por el arte
¡Cuán hermosa es la muerta! Exuberante
su desnudez sobre la losa brilla;
yo la contemplo pálido y jadeante
y tiembla entre mis manos la cuchilla.
El profesor, que la ocasión bendice
de poder explicar algo muy bueno,
a mí se acerca y con placer me dice:
-Hágale usted la amputación del seno.
Yo que siempre guardé por la belleza
fanatismos de pobre enamorado,
-Perdonadme le dije con tristeza,
pero esa operación se me ha olvidado.
Se burlaron de mí los compañeros;
ganó una falla mi lección concisa,
vi en la faz del maestro surcos fieros
y en la faz de la muerta una sonrisa.
El Colibrí
Yo soy el colibrí que al sol extiendo
mis alas de esmeralda y de topacio,
yo estoy en este instante construyendo
en el limbo de una hoja mi palacio.
Yo nací acariciado por las brumas
de un cocotero en el penacho de oro,
yo soy el ave que en mis tenues plumas
los cambiantes del iris atesoro.
Yo jamás con mis cantos importuno
del bosque umbroso la vibrante orquesta,
yo soy tan inocente que ninguno
me causa daños cuando estoy de fiesta.
Porque me encuentro de ilusiones rico.
Me miran todos revolar travieso;
yo vivo de esperanzas, y en el pico
la miel conservo que libero de un beso.
Soy amigo de todas las violetas
que a la sombra se ocultan pudorosas,
yo soy la inspiración de los poetas
y el amor imposible de las rosas.
En los instantes en que siento frío
me voy al nido que dejó desierto,
y cuando tengo sed, bebo el rocío
del cáliz perfumado y entreabierto.
Hoy que me está aguardando mi adorada
en un reclamo, manantial de arrullos,
no volverá a encontrarme la alborada
soñoliento y huraño en los capullos.
A MI AMIGO A......
(AL PARTIR PARA LA PATRIA)
Vas a partir! al fin de aquí te alejas
Y tornas al hogar donde naciste;
Vas a volar hasta tu nido y dejas
El suelo donde lágrimas vertiste.
El tormento maldito de la ausencia
Se va a trocar en calma venturosa
Y verás deslizarse tu existencia
Entre horizontes mil, color de rosa.
Al fín respirarás el puro ambiente
De la patria bendita y del hogar,
Y si sufres, aún pondrás la frente
En el materno seno reclinar.
Sé feliz!... sé feliz!... yo mientras tanto
Cruzando seguiré con paso incierto
Por la senda maldita del quebranto
El espantoso y árido desierto.
Esa dicha tan grande que te espera,
Tal vez hermano, nunca la tendré,
Y moribundo aquí, por vez postrera, ¡Patria!... ¡Patria!... quizá balbuciré.
Muy bien comprendes mi dolor profundo,
Pues ya sufriste lo que sufro ahora:
Sabes muy bien que es un desierto el mundo Lejos de todo lo que el alma adora.
Cuando tengas, hermano, por abrigo De la patria el azul y hermoso cielo, La saludas en nombre del mendigo, que vaga errante en extranjero suelo.
Parte pues!... en tus horas de alegría,
Acuérdate que vive abandonado,
El que mezcló sus lágrimas un día
Con las que tú, al sufrir, has derramado.
A MI AMIGO T. O.
¡Como ha pasado mi existencia errante en contínuo viajar!
tendí mi vuelo fatigado y lento
entre la tempestad,
pensando silencioso, en la familia,
en el perdido hogar......
Hoy vuelvo a los hermosos horizontes do mis dichas están, y que vagó un mendigo en estos climas nadie recordará.
Sólo tú pensarás en el viajero,
tú no lo olvidarás,
porque con él forjaste ilusiones
buscando un más allá;
con él hiciste versos y le diste
tu sincera amistad.
Yó siempre viviré con tu recuerdo
en mi suelo natal.
Se olvida el sufrimiento, la alegría,
los recuerdos se van
y hasta las ilusiones del poeta
se llegan a olvidar,
pero las almas que en su vida errante unió la adversidad, esas siempre recuerdan sus tristezas y ¡no se olvidan jamás!
A MI MADRE
Hubo un tiempo dichoso, madre mía,
De mil encantos y de flores llenos,
En que inocente junto a tí vivía
Al calor de tu seno.
Era yo niño entonces...... en mi frente Colocabas, oh madre, con ternura, Muchos besos de amor... aún mi alma siente Que vibran con dulzura.
Yo solo conocía los fulgores
De tu mirar tan tierno, tus sonrisas,
Un campo tapizado por las flores,
Y el rumor de las brisas.
Era feliz entonces... ignoraba
Que hubieran desgraciados en el mundo; dichas no más en mi horizonte hallaba Y bienestar profundo.
Nunca, madre, esperaba que mi cielo De negros nubarrones se cubriere, Que el dolor me enlutara con su velo, que mi placer muriere.
Era hombre al fín, y fatal mi destino
Me separó, inclemente, de tu lado
Y seguí, con dolor, otro camino
Y fuí muy desgraciado.
Con sentimiento ví que en soledad
Se trocaba del mundo la belleza,
Y desde entonces vivo en la orfandad Llorando de tristeza!
Cuando se cruza un árido desierto
Sin el oásis del hogar materno;
Cuando el placer por siempre queda muerto ¡La vida es un infierno!
Perdona mi blasfemia, madre amada, Pero el dolor que sin piedad me azota Me vuelvo loco, y la blasfemia airada De entre mis labios brota.
Quiera Dios que otra vez esté a tu lado, que de nuevo reciba tus caricias, que otra vez junto a tí viva abrigado Respirando delicias.
Dios no permita que mi negra suerte Destruya, para siempre, mi existir, Quiero antes que en los brazos de la muerte En los tuyos vivir.
Debo padre, decirte lo que siento,
Es rudo mi lenguaje y es sincero;
Tú sabes que a tu lado estoy contento, Sabes que te respeto y que te quiero.
¡Cómo no te ha de amar el alma mía Si todo lo que tengo me lo has dado!
Me diste un porvenir que no tenía,
Me enseñaste a vivir como hombre honrado.
Tú me enseñaste a amar, dando el ejemplo, Las virtudes que endulzan la existencia;
A venerar en sacrosanto templo
Todo lo que enaltece la conciencia.
Sé bueno, me dijiste, no mancilles El nombre que te dejo, esa es tu gloria, Siempre ten dignidad, jamás te humilles Y que sólo nobleza sea tu historia.
Ama a mis hijos como a tí te quiero Vela por ellos como buen hermano, Yo los cuido también.... si acaso muero Tú seguirás la obra en que me afano.
La santa caridad debe encontrarte, Proteje al desagraciado y al mendigo;
Piensa que tú también puedes quedarte Alguna vez sin pan y sin abrigo.
Que jamás te deslumbre la riqueza, Todo con el trabajo se ha alcanzado;
Preferible es mil veces la pobreza
Al oro que de infamias se ha manchado Recuerda que los nobles corazones Odiaron siempre la maldad y el vicio;
Si desbordas sin freno tus pasiones
Caerás en insondable precipicio.
No deshonres a nadie, que tus labios
Dejen para el infame esos alardes,
Perdona las ofensas, los agravios,
Porque sólo se vengan los cobardes.
Siempre debes decir lo que se siente Sin esbozo ninguno y con franqueza Y con respeto descubrir tu frente Donde quiera que encuentres la grandeza.
El hipócrita vive de congojas Y arrastra una existencia miserable;
No debes adular porque recojas De pan algún pedazo despreciable.
Debes creer en Dios, al que no cree Todos los miran con horror profundo, Dios en el fondo de las almas lee Y proteje a los buenos en el mundo
Ama el suelo bendito en que naciste,
El amor a la patria es el más santo,
Muere por ella si luchar la viste
Y de su pabellón forma tu manto
Y después de la patria... tú conoces quiénes te cuidan con afán prolijo, Quiénes cifran en tí todos sus goces... ¡Tú los debes amar si eres buen hijo
Esos santos consejos, ya lo viste
Que nunca están con mi conducta en guerra:
No cambio esos tesoros que me diste Por todas las grandezas de la tierra.
Jamás podré pagar lo que te debo, Me diste el corazón, me hiciste hombre;
Mas te conformas con saber que llevo Sin mancha alguna tu sagrado nombre.
Yo conozco muy bien lo que deseas, En donde tienes tus ideas fijos, Yo sé que te conformas con que veas Nobles y buenos tus amados hijos.
Y al fin verás tu afán recompensado, ¡Cómo ibas a vivir de desengaños!
Te respetan tus hijos, padre amado, Y quieren abrazarte en tu cumpleaños!
ADIOS!
1893
¡Se fué el vapor!... en sin igual batalla La hélice entró con las hirvientes olas;
Y te llevo gloriosa y en la playa
Me dejó con mis lágrimas a solas.
Se fué el vapor, y mi letal tristeza
Al despedirse, la insultó violento,
Arrojando a la orilla con fiereza
Las bocanadas de su negro aliento.
Y al celebrar la máquina potente
Esa victoria con triunfal rugido
Otro grito de amor, triste y doliente
Se alzó del fondo de mi pecho herido.
¿Lo escuchates? Tal vez!... sobre cubierta
Un blanco lienzo desplegó la brisa,
Y distinguí su agitación incierta
Como el ala de un ave que agoniza.
Después la barca su caudal de espuma Trazó en aquella inmensidad ignota, y Semejó al perderse entre la bruma La silueta gentil de una gaviota!
Oh! tú no sabes lo que entonces lleva Cuando así nos agobian los pesares, Una columna de humo que se eleva En el confín remoto de los mares!
Aquellas espirales para el cielo Llevaron mi esperanza y mi alegría, Pues para siempre entre su espeso velo Te envolvieron tal vez, amada mía!
Adios!... que nunca nuestro amor se vaya Como esa nube que tu barco arroja, Y que sepas guardar lo que en la playa Me dijiste, temblando de congoja!
EN MI CUMPLEAÑOS
Sacudiendo las flores su rocío,
Rezó mi madre con el sol naciente
Y me dijo, besándome la frente:
Sé bueno mientras vivas hijo mío.
Después muriendo de cansancio y frío Proseguí caminando eternamente, Y entre las dichas del hogar caliente Dejé olvidado mi lugar vacío.
Hoy que pisan mis plantas otra arena, Que miro por doquier seres extraños, Lejos, muy lejos de mi madre buena;
Enferma el alma por ocultos daños,
ah! cuánto alivio le daría mi pena
Si otra vez me besara en mi cumpleaños!
CONTRASTES
1890
Dolores hecha de tules,
Y Luz de celajes rojos;
Son de luz negros los ojos,
Los de Dolores azules.
Es Luz del boscaje umbrío
Cantora torcaz sentida,
Y Lola, garza dormida
entre los juncos del río.
Es Luz de ardientes amores
La encarnación voluptuosa,
Y es, transparente y hermosa
Muy espiritual Dolores.
Luz es fiebre que desvela,
Sed de un amor que consume,
y Lola, es sólo un perfume,
Copo de nieve que hiela.
Ornan a Luz con su corte
Gentilezas de morena,
Es Lola rubia y serena
Como una virgen del Norte.
Fueron formadas, en fin,
De celajes y de tul;
La morena en Estambul,
La rubia a orillas del Rhin.
Ninguna de ellas respeta De su alma pura el santuario:
Luz -Mi novio es millonario.
Lola - Mi novio poeta.
· Tiene amoroso y riente,
En los ojos mil destellos.
· ¡Qué negros son sus cabellos
Y que pálida su frente!
· Quién no lo adora al instante
Si es por lo bello un Apolo.
· Porque vive triste y solo
Siempre le seré constante.
· Hoy, dormitando en su coche,
Lo ví pasar por aquí.
· Qué frío sintió por mí
bajo mi balcón anoche!
· Con ramos de cinco duros
Diariamente me importuna.
· Dice que rayos de luna
Soy de sus versos obscuros.
· El a fuerza de millones
A amarlo mucho me incita.
· Tiene él rota la levita,
Raídos los pantalones.
· Audaz mi novio se atreve
Siempre a besarme en la boca.
Y mi novio apenas toca
Mis manos, para él, de nieve.
¡Qué bien sabe galantear
Cuando mis antojos mima!
· Ayer escribió una rima
Que me hizo mucho llorar.
· En paz y en gracia de Dios
Seré suya el otro invierno.
· ¡Ay! yo no sé, Dios eterno
Lo que será de los dos!
· Entra a casa, viene y vá
Y no es mi pasión secreta.
· Por ser pobre y ser poeta
Lo detesta mi mamá.
· Mi amor es senda de flores.
· Mi amor es calvario y cruz.
Y está muy radiosa Luz
y muy pálida Dolores.
Parece del bosque umbrío
Luz la torcaz tan sentida,
Y Lola, garza dormida
Entre los juncos del río.
Chispean los negros ojos
Mientras lloran los azules
¡Qué ha de ser: Lola es de tules
Y Luz de celajes rojos!
Los que buscáis en la mujer arrimo Oid contar de Guadalupe el chasco:
Cuando era niña la beso su primo, Ella hizo un gesto y escupió con asco. Y cuando al primo le creció el bigote Volvió a besar a Guadalupe bella, Y aunque fumaba un puro el monigote... ¡se quedó tan serena la doncella!
El Honor
Pobre Andrés! el ridículo espantoso Lo hirió con sus sarcásticos excesos, Acudió a una pistola, y valeroso Se levantó la tapa de los sesos.
Toda la sociedad clamó indignada.
El templo augusto le cerró sus puertas, Y hasta de los iguales la morada Guardar no quiso sus cenizas yertas.
Pero en cambio Don Bruno, ese provecto Que en el infierno de sus penas arde, Que llegó a la vejez triste y abyecto Porque adora su vida de cobarde;
Oh! preguntad a la opinión ajena
Y os dirán que es un santo, siendo un tuno, Y que en sus tiempos se portó muy buena La honorable señora de Don Bruno!
La Justicia
I
Con el puñal lo encontraron
Saciando su fiero instinto,
Y en humana sangre tinto
Los gendarmes lo llevaron.
La indignación, el tumulto,
Los debates en la acerca;
Fue segura la condena,
Pero más lo fue el indulto.
II
Lo tienen como a las fieras
En obscuro calabazo
Por el crimen espantoso
De echar al tirano “¡mueras!
· Vano es el grito que exhalas
La vida no es un derecho...
¡Fuego!... -Y, silbando, en su pecho Se alojaron cinco balas.
La Religión
I
Hace la abuela temblorosas cruces Porque no oye la niña sus consejos;
!Santo Dios, en el siglo de las luces Todo el mundo se burla de los viejos!
Si te casas con Juan, esa camisa
Que llevas hoy se tornará en andrajos, ¡Es un hereje que, sin ir a misa, Se entrega los domingos al trabajo
II
Juan, como todo el que en el campo suda, Pescó al fin de la historia un tabardillo, Dejó a su pobre Margarita viuda Y abandonado y huérfano un chiquillo.
Y porque llora repetidas veces
Margarita que nunca se consuela,
Todo, todo, mujer, te lo mereces- Murmura triste y pertinaz la abuela.
DESPEDIDA
¿Por qué tus ojos, al mirarme, lloran Y sus fulgores con el llanto matan?
¿No sabes que dos almas que se adoran Jamás los lazos de su amor desatan?
¿Ignoras que nos ligan hondos rastros De profunda e intensa simpatía;
Que, como ciertas flores con los astros, Frente a frente estaremos noche y día?
Que te deje un instante y parta solo No te debe causar negros tormentos;
Como la aguja que se abstina al polo Así van hacia tí mis pensamientos.
Tú serás en mi largo y triste viaje
Mi única y solitaria compañera,
Pues aunque el duelo nuestra vida ultraje Jamás se borra la pasión primera.
Pueden la adversidad y los dolores
Batir en torno sus funestas alas,
Marchitar una a una nuestras flores, Despojarnos el alma de sus galas.
Pueden con su furor vientos extraños Llevarse el árbol que a enflorar empieza, Y, en su curso fatal, pueden los años Cubrirnos de cenizas la cabeza.
Pero el recuerdo que jamás se agosta
De una vida de amores y cantares,
Brilla como los faros de la costa
Dominando las luchas de los mares.
Es la estrella lejana que vé el triste
A través de las negras tempestades;
Lo único duradero que resiste
Al embate del tiempo y las edades.
En el desierto una memoria amada Ahuyenta el cierzo de las tardes frías;
¡Cómo acarician nuestra frente helada Tibios efluvios de mejores días!
Allá, en noches de llanto y de vigilia
Nos ayuda a pasar el trance fiero
Al lado de la madre y la familia,
La imagen pura del amor primero.
No esperes que te olvide y que la pena Deje tu corazón herido y yerto, Y que vagues después como la arena que se lleva el Simoun por el desierto.
Nada temas, mi bien, oculta y sola Serás la virgen que mi pecho extraña, Te guardaré como el coral la ola Como al oro en sus senos la montaña.
Cual la urna que encierra en sus cristales Los perfumes que un tiempo ha contenido, Lleva mi alma las huellas inmortales De tu casta mansión y de tu nido.
Adios por darte el corazón me alejo Llevando ruda tempestad sin calma:
todas mis esperanzas te las dejo,
La mitad de mi vida y de mi alma.
Conserva esos tesoros que recibes
Fragmentos de pasadas alegrías;
Sabes que en cambio en mis recuerdos vives Tan ideal como los otros días.
Después, en horas para tí de ensueños, Y para mí de insomnios y martirios, Arrullarán tus apacibles sueños En forma de visiones mis delirios.
A cada instante en amoroso anhelo
Subirán a tu altar mis ilusiones,
Así como el incienso sube al cielo,
Como llegan a Dios las oraciones.
CARTA A UN AMIGO
1890
Mi inolvidable amigo: si supieras Lo que me cuesta hallar un consonante, De mis apuros compasión tuvieras;
Pero no hay esperanzas; insinuante
Vibra a mi lado un lenguaje fiero
que me pide tercetos al instante.
Yo que a tu enojo todo lo prefiero,
Obedezco sumiso tus mandatos
Y heme aquí con papel, pluma y tintero,
Trazando indescifrables garabatos
Que harán pasar, puesto que lo has querido, Al paciente lector muy malos ratos.
Si censuran mis versos, si un silbido
Resuena por ahí como en los toros
Rasgando el corazón más que el oído,
Busca de la paciencia los tesoros,
Y encontrarán tus invisibles vallas
Los criticastros y sus ruinas coros.
Yo el bulto escurriré, y allá te lo hayas, De lo que a mí me exiges en castigo, Con la turba de viles y canallas.
¿Aceptas? Pues mi epístola prosigo
que sólo tiene un mérito, y consiste
En que lleva el afecto de un amigo.
¿Cómo la paso aquí? Triste, muy triste, Sumido en horas de letal vigilia, Siempre en algo pensando que no existe.
Mis amores, mis versos, mi familia,
Mis sueños de grandeza, y desvaríos
que no sé cómo el corazón concilia,
Ay! esos son los compañeros míos Que pueblan de mi estancia los espacios Silenciosos, obscuros y vacíos!
Siempre a la dura realidad reacios Mis pensamientos, como mangas viejas Fabrican en el aire sus palacios.
Atravesando las caladas rejas ¡Cómo van penetrando en sus recintos Las historias de amor y las consejas!
Una vez en tan bellos laberintos
Bien sabe Dios que allí que me quedaría A no soplar después vientos distintos.
Me sacude invisible batería:
Con su chispazo a la razón despierto, Y allí está la lección de Anatomía...
con duro ceño y ademán incierto Abro el libro do está nuestra miseria, Y a conversar me pongo con un muerto.
No hay en verdad ocupación más seria Que seguir a través de un organismo, El tortuoso trayecto de una arteria.
¡Cómo olvido mis sueños! ¡cual me abismo Sorprendiendo del hombre los secretos, Es decir, los secretos de mí mismo!
Luego, herido por extraños retos, Me acerco al anfiteatro y a su plancha Para hacer mis estudios más concretos.
Me lavo allí la ignominiosa mancha, Ruedan mis fanatismos por el suelo Como en el monte altivo la avalancha.
Si me vieras blandir el escalpelo
Y cubierto de sangre y de sudores
Despanzurrar a quien olvida el cielo.
Y en medio de aquel cuadro de terrores hacer la disección firme y seguro, De un corazón que para tí es de amores;
Resolver sin congoja y sin apuro Los problemas más hondos y formales Llevando luz hasta su seno obscuro;
Hablarte de los centros cerebrales,
Buscar del alma la morada tosca
Y en el nervio buscar fluidos vitales;
Al contemplarme en actitud tan hosca, Ensangrentado y fiero, dudarías De mí que no he matado ni una mosca...
Después saludan las paredes frías De mi aposento, por demás estrecho, Al viejo amigo de pasados días;
Y otra vez dormitando sobre el lecho Escucho lo que dicen los latidos Del huérfano que llevo aquí en el pecho.
Pienso en aquellos seres tan queridos Que dejé con inmensa pesadumbre Ay! en la tierra en que nací, perdidos!
Salvo grandes distancias, y a la cumbre Do el hogar de mis padres se dormía Voy por las tardes a mirar su lumbre.
Miro subir la nube blanquecina
De humo, que alcanza los celajes rojos,
Llevando acaso una oración divina
Y olvidando mis íntimos enojos,
Al ver oculta mi casita huraña,
Las lágrimas se agolpan a mis ojos...
Sobre la falda azul de esa montaña
El nido está donde mi madre buena
Con su amor y sus rezos me acompaña,
Allí más puro mi cantar resuena,
Se abarca en esos horizontes tersos
De una mirada su extensión serena.
Y pensando en los días tan adversos que hoy enervan mi alma de tristeza, Otra vez soy poeta y hago versos.
En esta misma quejumbrosa mesa Escribo muchas noches sin descanso Hasta sentir dolores de cabeza.
A hermosos mundos de ficción me lanzo; abandonar sus limbos nunca quiero, Y a mayores fatigas más avanzo.
Más cuando al cabo con su dardo fiero
Los hondos duelos sin piedad me hieren,
Sacudo con la manga mi sombrero,
Y para ver si mis fastidios mueren, Salgo a la calle a contemplar hermosas, Ingratas todas porque no me quieren.
Acariciando tan diversas cosas Que no sé cómo el corazón concilia, Paso las lentas horas angustiosas;
Y mientras pueblan mi letal vigilia Con sus murmullos y su eterna fiesta Mis amores, mis versos, mi familia... ¡Qué vida llevas por allí? Contesta.
LA ÚLTIMA MORADA
Aquí -dije, parado ante el sepulcro-
Se reposa por una eternidad;
Aquí el alma extenuada y vacilante
Se acerca silenciosa a descansar.
Aquí las decepciones de la tierra No nos molestarán ni nos hieren ya, Y se apagan los ecos de la vida Del sepulcro en el mármol funeral.
Aquí se duerme en paz, nadie nos viene
Del sueño de la muerte a despertar;
Melancólico vela a nuestro lado
Un ciprés solitario y nada más.
al ver estas desiertas soleadas Donde los muertos reposando están, ¡Cuántas veces mi espíritu ha deseado Dormir allí sin despertar jamás!
Si aún no me he fatigado, si soporto Los dolores del viaje terrenal, Es porque abandonada y sin consuelo No te quiero dejar.
Imposible
1895
Qué mejor galardón, qué mejor gloria Que al siniestro adversario haber vencido Haciendo que no exista en la memoria La mancha negra que se llama olvido?
Desde que el vuelo triunfador tendiste De otro nido a buscar el grato asilo, Ya debes de saber que estoy muy triste, Pero sabe también que estoy tranquilo.
Tranquilo como el águila bravía
Que sube audaz sin que el turbión le importe, Como el nauta sereno que confía en una estrella que le marca el Norte.
Y tú misma la asustas porque mides El férreo pacto a que te ves unida, Porque vas a olvidarme cuando olvides El recuerdo más santo de tu vida.
Oh! cuántas veces por borrar en vano De tu memoria el indeleble rastro, Con febril inquietud tu blanca mano Pasarás por tu frente de alabastro!
Como el ave aterida por la lluvia
Que se acoje a la selva numerosa
Sacudirán tu cabecita rubia
Por dejar mi recuerdo que te acosa.
Pero no puede ser! Bajo tu abrigo
Pasaré mi existencia con orgullo,
Y porque siempre viviré contigo
Tengo la gloria de llamarme tuyo!
LA GLORIA
Allí el fantasma está que me persigue con implacable empeño;
en vano intentan resistir mis ojos
sus fulgores intensos
y he querido ahuyentar estas visiones que tengo en el cerebro.
En mis noches de angustias y de insomnios mira mi pensamiento brillar entre las sombras de la noche sus contornos de fuego.
Ese fantasma seguirá mis pasos
en mi camino incierto,
y vivirá conmigo eternamente
con su fulgor eterno......
¡La gloria! yo bien sé que con ella sueñan los grandes y los necios; que es imposible que a las puertas llegue de su sagrado templo;
que puedo caminar toda mi vida
y siempre estaré lejos
y que al calor de tantos desengaños
llegará el desaliento.
que nunca ganarán unos laureles
mis desgraciados versos;
que es quimera soñar... ¡ah! si pudiera desterrar estos sueños!
LA POESIA
(A ABELARDO DOMINGUEZ)
Espirales de incienso que se elevan Llevando, al traspasar las altas cimas, Efusiones inmensas de las almas Y perfumes y encantos y armonías;
Himno que de la tierra se levanta Raudo y sonoro a la extensión vacía, Y en los cóncavos senos del espacio Desparrama sus notas fugitivas Cual enjambre de inquietas mariposas O bandada de alegres golondrinas;
Meteoro fugaz que apenas arde
La intensa luz de su fulgor disipa,
Pero que deja los eternos rastros
De su marcha triunfal, por do camina;
Faro que siempre nos señala el puerto
Entre el fragor, de tempestad bravía,
Que con su luz esplendorosa y clara
Densas oscuridades ilumina
Y señala el escollo y el peligro
En el mar proceloso de la vida;
Dulce promesa que al mortal ofrece Otro mundo mejor que está allá arriba, Donde se encarna la ilusión incierta Que el pobre en sus delirios acaricia;
Que nos habla de fé cuando la duda En la conciencia invernal se infiltra, Como roedor veneno que sin tregua Lento y voraz el corazón nos mina;
Plegaria que balbute el labio ardiente
En la fiebre mortal y en la agonía,
Y que en el trance de morir, acerca
Una lágrima pura las pupilas;
Voz misteriosa que de amor nos habla Y a cuyo acento el corazón palpita, Que despierta en el alma del que sufre Esperanzas y anhelos y alegrías;
Bálsamo que al caer en nuestra frente Cura la honda y dolorosa herida, Las señales sangrientas que nos deja Este rudo combate que se libra Entre el pequeño que en subir se afana Sobre la cumbre escarpada que se empina;
Hálito bienhechor y refrescante
Que los yermos eriales fertiliza
Y lleno de rumores y de halagos
El corazón del peregrino alivia,
Y consuela al que llora en la jornada Y levanta al que cae y al que vacila;
Salmo que entonan sin cesar los fieles Y en las naves del templo se eternizan, Quedando las estrofas palpitantes Siglos y siglos sobre el muro escritas;
Vibraciones lejanas que nos llegan
Del hermoso concierto de la vida;
Invisibles escalas que se forman
Entre el hombre y su Dios. ¡Santa poesía!
Bien hayan los que saben comprenderte,
Los bardos que te ven y te cautivan,
Los que saben guardarte prisionera
En las cuerdas doradas de su lira;
Los que dan mil formas intangibles
En cadenciosas y brillantes rimas,
Los cantores del bien, los elegidos
Para llevarnos a la eterna dicha.
Bien hayan los que llevan en la frente El desprecio, la hiel y la saliva Emponzoñada con que el vulgo airado Manchar pretende lo que siempre brilla;
Los que llevan la planta destrozada Con tanto cardo y punzadora espina, Los que, a pesar de su congoja inmensa, Firmes y graves nuestro suelo pisan;
Y a pesar del insulto y del sarcasmo Que a sus espaldas sin cesar gravitan Como una carga abrumadora y grande, ¡Aún no saben decir lo que es fatiga!
Bien hayan los que saben comprenderte,
Los que, guardando su actitud tranquila,
Desprecian del cobarde y del pigmeo
Las impotentes y mordaces iras,
Y a pesar del dolor que los agobia
Al cielo siempre en su entusiasmo miran!
ILUSIÓN
Creación hermosa de mis delirios
blanca y esbelta como los lirios
De las orillas del lago azul;
Angel alado que me persigues,
Y a todas horas me llamás tú.
En las calladas noches oscuras
Hechas de luces y nieblas puras
ante mis ojos te ví flotar,
Y en largas horas de insomnio y duelo
Me has ofrecido cuanto yo anhelo;
goces eternos que aquí no están.
Eres fantasma que me importuna,
Quizá tranquilo fulgor de luna,
Radiosa estela de una visión;
Sé que has nacido de mis cantares,
Que has formado con mis pesares
Sé que afanoso te busco yó.
Y por doquiera que voy errante
Allí te miro blanca y flotante
Como los lirios del lago azul;
Sé que no existes y así te amo,
No tienes nombre pero te llamo
Y no sé donde te encuentras tú.
Fé, Esperanza y Amor
1894
Fé, mi bien, es lo mismo que alegría,
Que seguro refugio y que consuelo,
Tanta fe tengo en tí, paloma mía,
Que te hallo siempre que contemplo el cielo.
Esperanza... es la sola a quien se entrega Lejos de tí mi corazón cautivo;
Porque espero un instante que no llega Aquí me tienes en el mundo vivo.
Amor.... fuerzas me dá cuando lo imploro en mi dura existencia de combate;
Yo sé que nada más porque te adoro Dentro del pecho el corazón me late.
¡Cuanto esa hermosa trinidad encierra:
La fé me lleva de tu gloria al seno, Por la esperanza estoy sobre la tierra Y sólo por tu amor soy bueno!
¡LLÁMAME!
I
Cuando fijes la mirada
en las regiones del cielo
y llegue a tus pupilas
de aquella luz los reflejos;
si quieres saber qué llevan
las rojas nubes de fuego;
quiénes habitan los mundos
que miras brillar tan lejos,
y quienes baten sus alas
en aquel espacio inmenso;
Si quieres, amada mía,
ver las grandezas del cielo,
llámame a tu lado entonces,
pregúntame esos misterios
porque sé de muchas cosas
los escondidos secretos,
y te diré cuanto encierra
lo que tú miras tan lejos;
que mi espíritu incansable
buscando luz en su vuelo
ha extendido ya sus alas
en aquel espacio inmenso.
II
Cuando escuches por la tarde
quejas perdidas del viento
y lleguen a tus oidos
de extrañas notas los ecos,
palabras que no comprendas,
risas, suspiros, lamentos,
y te parece que se unen
del sol al postrer reflejo
los rumores de la tierra
con los rumores del cielo;
Si quieres saber qué dicen
esos cantares inciertos;
llámame a tu lado entonces,
pregúntame esos misterios,
porque sé de muchas cosas
los escondidos secretos,
y te enseñaré el lenguaje
de los invisibles genios;
que mi espíritu ha viajado
del sol al postrer reflejo,
y conozco cuanto lleva
entre sus alas el viento.
III
Cuando en largas noches huya
de tus párpados el sueño
y nublen tu frente hermosa
mil tenaces pensamientos;
si ves ángeles formados
de blancas nubes del cielo
y te despiertan los ruídos
de su constante aleteo;
Si te nombran y te llaman
si te besan sonriendo,
y te hablan en un idioma
que no puedas comprenderlo,
llámame a tu lado entonces,
y cuéntame esos misterios
porque sé de muchas cosas
los escondidos secretos,
y te diré porque vienen
a velarte de tan lejos;
que muchas veces mi espíritu
ha discurrido con ellos,
y sé porqué te acarician
y porque turban tus sueños.
IV
Cuando una sonrisa asome
entre tus labios inquietos
y sientas que te acarician
ocultos goces intensos;
cuando dos lágrimas puras
brillen tus ojos negros
y sientas dentro del alma
hondos y azarosos duelos;
Si no sabes por qué ríes
entre amargos sufrimientos
y no penetran tus ojos,
estas sombras y estos velos,
llámame a tu lado entonces,
pregúntame estos misterios
porque sé de muchas cosas
los escondidos secretos,
y te diré porque ´ríen
y lloran tus ojos negros;
que mi espíritu ha vivido
cerca de tí mucho tiempo
y ya conocen tu alma
llena de luz y misterios.
V
Y...... ¡escucha! cuando te mueras
en solitario desierto,
y sin reír lloren mucho
tus húmedos ojos negros;
cuando comprendas que todas
tus ilusiones se fueron
y habiten en tus hogares
la tristeza y el silencio;
Si quieres que se disipen
esas tinieblas de invierno
y otra vez quieres que vuelvan
las auroras a tu cielo;
llámame a tu lado y cuéntame
esos oscuros misterios
porque ´se de muchas cosas
los escondidos secretos,
y te daré luz y aromas
y muchos goces eternos;
que al ofrecerte mi espíritu
los tesoros que poseo
habitarás en los mundos
de las regiones del cielo.
NO ME OLVIDES
A MI AMIGO ANTONIO MÉNDEZ
Hastiada estás de pasión ardiente
y te vas...... ¡está bien!
buscas el mundo ideal en que deliras y no piensas volver; buscas nuevas pasiones que mitiguen tu inextinguible sed; quieres viajar cual golondrina errante... ¡tiende tu vuelo, pues!
Buscas algún corazón que te ame tanto como te amé una vez, y en ese afán eterno, lo que ansías...... ¡quién sabe dónde esté!
yo sé que volverán a tu memoria
los recuerdos de ayer,
que triste y silenciosa, alma de mi alma, tú llorarás después y en vano buscarás otros vergeles...... ¡así tiene que ser!
Pero acuérdate entonces que muy lejos dejaste en tu desdén, un pobre compañero abandonado...... ¡no dejes de volver!
guardo intacto el altar donde vivía
el ángel que se fué;
pienso en tí nada más, estoy enfermo
de tanto padecer
y sólo faltas tú para que vuelva
a cantarte otra vez.
Piensa en el pobre nido que has dejado, piensa en mi amor después, y entonces torna el vuelo a tus hogares, te espero aquí, mi bien; sabes que te amo mucho, ¡si padeces, no dejes de volver!
NOCHE BUENA
Llenando de voces
El cielo y la tierra
En la airosa hermita
Las campanas suenan;
Dentro de la nave
Las muchachas rezan
A las luces rojas
De cirios de cera;
Blancas espirales
De incienso se elevan
Y una voz de niña
Temblorosa y fresca
Aquellos recintos
Con sus ecos puebla.
¡Cuántas oleadas
Fugitivas llegan
Como las armonías
Que en aire tiemblan,
Con los mil perfumes
De las hojas secas,
Del incienso blanco,
De las flores yertas!
Y mientras adentro
La oración resuena,
¡Cómo con sus gritos
Aturden afuera
Los raudos cohetes
Que humeando vuelan
Por los altos cielos,
Por las nubes negras!
Cerca de la lumbre
Que chisporrotea,
Frente al nacimiento
Del Rey de la fiesta,
Allá en sus hogares
La familia entera
Pasa la velada
Alegre y sin penas
Refiriendo historias
Que al medroso aterran,
Escanciando el vino
De botellas viejas
Y a ricos manjares
Haciéndoles rueda.
¡Qué importa que el cierzo
Que a los pobres hiela
Con mano invisible
Sacude las puertas,
Y ciña la nieve
A la muda tierra
En sudarios blancos,
En mortaja inmensa,
¿Qué importa que en tanto
Esté la tormenta
Con roncos clamores
Rugiendo allá afuera?
¡Caed de los cielos
Oh nieves eternas!
¡Cierzos invernales
Sacudid las puertas!
¡Tended vuestras alas
Vibrantes tormentas!...
No importa! que al cabo
Hoy es la gran fiesta,
Hoy es noche santa,
Hoy es Noche Buena
Y sólo este vate
Se ha quedado afuera!
PINCELADAS
I
Parece que, suspenso en su carrera,
Quedóse el sol en el cenit clavado;
Sigue el agua su curso fatigado
Y la arena del margen reverbera.
En el bosque cercano desespera El silencio de muerte que ha reinado, Y apenas se oye el canto desolado De la torcaz medrosa y plañidera.
Salta un ciervo: a los vientos interroga, Hunde sus secas fauces con anhelo En la corriente que su sed ahoga;
Asustada una garza tiende el vuelo
Y como nube solitaria boga
Por el azul espléndido del cielo.
II
Orando acaso por el ser que adora,
Imágen muda del dolor sombrío,
El funerario sauce sobre el río
Cuelga su cabellera protectora.
Tenaz conserva su actitud traidora Un martín pescador, hosco y bravío, Y al parecer, durmiéndose de hastío Está en la rama que se inclina y llora.
Por fín en el remanso un pez blanquea, Rápido se derrumba de repente Y el agua con violencia chapotea;
Vuelve a posarse en el sauz doliente. Y parece, al bañarse en luz febea, que llevara en el pico una ascua ardiente.
Oraciones y Perfumes
1889
Es una historia que un día
Oí con honda aflicción.
Tan triste, que todavía
Lleno de melancolía
Se me oprime el corazón.
¡Qué sencilla y qué inocente
Era en la alcoba la escena!
Mirándose frente a frente,
hablan con rumor creciente,
La niña y la madre buena.
· Madre- y sus ojos inquieren
Tranquilos y brilladores, Negras angustias que hieren:
· Cuando los niños se mueren
¿Por qué los cubren de flores?
Si duermen a los reflejos
De los macilentos cirios.
Si están sus almas muy lejos,
· Madre: ¿por qué ponen lirios
En los ataúdes viejos?
Yo no puedo comprender
A qué viene ese cariño,
Pues me dijiste ayer
Que cuando se muere un niño
Se vá para no volver!
Callaron sus labio rojos,
Y entonces el llanto impreso
Vió de su madre en los ojos;
La que, triste y sin enojos,
Le dijo dándole un beso:
· Alma de mi alma, estas cosas
Después las verás con duelo;
Se ponen flores hermosas
Para que vayan al cielo
Los niños oliendo a rosas.
Ay! como no tiene cura
El dolor que nos consume,
Les damos por sepultura
La espiritual vestidura
De una oración y un perfume!
Son los adioses mejores
Estos cuidados prolijos;
Sentimos menos dolores
Sabiendo que nuestros hijos
Se van cubiertos de flores!
II
Después... la niña tan buena
Y tan sencilla, enfermó;
Pálida y mustia se vió
Como una blanca azucena
Que mano aleve cortó
Fiebre voraz y mortal
en su corazón habita.
Ay! qué inflexible es el mal
que poco a poco marchita
Aquella alma virginal!
La madre al pie del altar
De hinojos pide mercedes,
Repitiendo sin cesar:
· ¡Virgen que todo lo puedes
No la vayas a matar!
Tú que alivias nuestro duelo,
Nuestra perdurable guerra,
Mira el dolor que me aterra;
¡No quieras, virgen del cielo,
Dejarme sola en la tierra!
Entre tanto, lentamente
Se agosta la pobre enferma;
¡Qué fatigada se siente
Al decir con voz doliente:
· Déjame, madre, que duerma!
Una tarde, a los rumores
De una oración despertó,
Y olvidando sus dolores
Muchas flores, muchas flores
para su lecho pidió.
Y envuelta en rosas y lirios
Pidieron sus labios rojos
Muchos cirios... muchos cirios...
Y cuando cerró los ojos
Se acabaron sus martirios!
Alguien que llorando vió
La muerta llena de galas,
Refiere que allí escuchó
Batir fugitivo de alas
Que en el azul se perdió.
Mientras la niña a la altura
Una oración y un perfume
Se llevó por vestidura,
La madre... ¡no tiene cura
Del dolor que la consume!
¡VETE!
Adios!me dijo la paloma blanca Que vivió tanto tiempo entre mis flores, Confidente secreto en mis amores, Fiel compañero de mi pobre hogar.
Voy a buscar el sol de otras regiones;
Lejos... muy lejos formaré mi nido;
Tú me has amado mucho, no te olvido, Voy por otros espacios a volar
Yo quiero conocer aquellas brumas Que se ven desde aquí color de cielo;
Por ese espacio extenderá mi vuelo Pensando en los amores de los dos,
No llores... tú bien sabes que te quiero;
Vendré más tarde a acariciar contigo tus sanas ilusiones que bendigo;
No te puedo olvidar... ¡adios! ¡adiosY la paloma blanca que amé tanto, Buscando en otro cielo nuevas galas, Extendió con afán sus níveas alas, y para siempre se olvidó de mí.
Adios! le dije entonces sollozando, Sé que no volverás como otros días, Porque buscas cantares y alegrías Y eso que anhelas tú no tengo aquí.
Estoy triste y te vas... nunca recuerdes Al que una vez tu amigo se ha llamado;
Al pobre compañero abandonado......
Olvida los amores de los dos!
Deja las ruinas de mi hogar desierto, viajera de otros climas y otros lares;
Deja que llore solo mis pesares......
Vete, paloma blanca, ¡adios!... ¡adios!
Recuerdos
Mataste el corazón en que vivías, Pero no acabarás con mis recuerdos, Porque de aquellas horas que bendije Aun resuenan los ecos.
En un sepulcro silencioso y triste Allí he guardado aquel amor inmenso;
Y en ese altar sagrado y solitario
He guardado mis versos.
Nadie se acerca allí, nadie profana
Aquel mortuorio y funeral silencio
Interrumpido a veces por rumores
De agonizantes rezos.
¿Ves esa virgen pálida que duerme Entre flores marchitas en el templo?
La virgen eres tú...... y esos perfumes
Mis desgraciados sueños,
¿Y no ves un fantasma entre las sombras que de rodillas vela junto al lecho?
Es el pobre poeta que solloza
Donde duermen sus versos.
RIMAS
Cuando fríos aseguran
No sé si sabios o necios
Que la vida es un producto
De la sangre y de los nervios,
Como la chispa que brota
De oculto motor eléctrico;
Que si a veces nuestra frente
Ilumina el pensamiento,
Es porque hay brillantes átomos
De fósforo en el cerebro;
Que todos los hombres somos
Máquinas de carne y huesos,
Que marchamos por el mundo
Al acaso y sin saberlo,
Como las olas perdidas
Que surcan el mar rugiendo;
Que cuando la muerte viene
Todo se va al cementerio,
Y allí para siempre quedan
Ilusiones y recuerdos
Enterrados en el polvo
De la mansión de los muertos.
Entonces, de lo más íntimo
No se qué presentimiento
Surge, y bienhechor destierra
Eso tan triste y tan negro,
Y lleno de fé profunda
Me digo: si fuera cierto
No existiría en el mundo
El ideal de mis versos;
No tuviera en sus pupilas
Tanto trémulo reflejo
Que viene de otros espacios
De lo increado y lo eterno;
Su voz cariñosa y dulce
No encerrara tangos ecos
Que fugitivos resuenan
En mi corazón enfermo;
Yo no viera en su hermosura
Brillar algo tan incierto,
Tan intangible y tan puro,
Tan vaporoso y aéreo
Que he pensado muchas veces
Que sólo existe en mis sueños.
Si todo fuera materia,
Sensualidades y cieno,
Yo no la hubiera adorado
En las sombras y en silencio,
sin escuchar de sus labios
Ni una frase de consuelo,
sin recibir de sus ojos
Ni un sólo fulgor intenso,
Alimentando esperanzas
Que aquí realizar no puedo
Y mirando a cada instante
Por vago impulso a los cielos!
¡SOLO!
1891
¡Oh, qué inmensa tristeza! ¡quién diría que en el albor de mis primeros años viniese a mí tan silenciosa y fría La noche de los negros desengaños!
Azotado por cierzos invernales
Que entumecieron mis alas entreabiertas,
Me senté de la vida en los umbrales
A contemplar mis ilusiones muertas
Soy el picacho a quien la luz azula
Y que sólo desiertos avasalla,
Donde siempre la nieve se acumula
Y en donde toda tempestad estalla.
Dudé del cielo y abatí la frente Como en la arena el gladiador rendido, Y solo estoy como el ciprés doliente Que nunca abriga en su ramaje un nido.
La musa que antes cual gaviota altiva Del mar cruzaba las hirvientes brumas, Ocultó la cabeza pensativa Como ave enferma entre tus blancas plumas.
Y olvidó la canción arrulladora Que en otros tiempos la alegraba tanto Y aunque la bañe con su luz la aurora Jamás ha vuelto a modular su canto.
Mi azarosa misión sobre la tierra
Es llevar, desgraciado penitente,
Cual buitre audaz que al corazón se aferra Ay! el recuerdo de la amada ausente!
Es verse siempre con las alas rotas,
Y escuchar un eterno mensaje
Que de tierras lejanas y remotas
· Ven, me dice, hace tiempo que te espero!-
Hoy vivo en medio de irritante calma Mirando atrás de mi camino adverso Un sangriento pedazo de mi alma en cada zarza que me hirió, disperso.
Qué en la lucha de vigor exigüo,
Y muerta ya mi juventud naciente
Como el cadáver del egipcio antiguo Me he quedado mirando hacia el Oriente.
Y las auroras besarán en vano
De la musa las almas entreabiertas,
Y a su fulgor despertaré temprano
Sólo por venir mis ilusiones muertas.
Y mientras rujan las tormentas graves Nevará en el picacho solitario, Y siempre ¡Oh Dios! se alejarán las aves Del ciprés silencioso y funerario.
SOÑANDO
1895
Cuando viene el sangriento desengaño A herir mi pecho con feroz constancia, Dejo a los hombres y me escondo huraño En mi desierta y solitaria estancia.
Allí, para olvidarme de que vivo
Una triste existencia desgraciada,
Tomo un pedazo de papel y escribo
Estas dulces palabras: A mi amada.
¡Oh qué gratos instantes! La tristeza La siento al fin del corazón ausente, Y allí me estoy junto a la pobre mesa, Sobre las manos la ardorosa frente.
¿En qué pienso? ¡No sé! Lleno de Flores Miro extenderse el horizonte abierto, Y transportado a mundos superiores me pongo entonces a soñar despierto.
En cruzar anchos piélagos me afano, Y cuando al fin las fuerzas se me entumen Llega hasta mí la protectora mano De la diosa celeste de mi numen.
Y con qué ansia infinita, con orgullo Esos lirios blanquísimos estrecho, Y cual flor que se esponja en el capullo Se me hincha el corazón dentro del pecho.
Y largas horas permanezco abstracto
En silenciosa adoración ferviente,
Y salgo de ese espiritual contacto
Más sencillo, más bueno y más creyente!
¡Cuánta fé, cuánto amor, cuántos destellos, Desparrama esa virgen en mi estancia! ¡Cuál se parece a los querubes bellos De los sueños lejanos de mi infancia!
al verla envuelta entre las luces puras
De amor que indecisas parpadean,
En el fondo de mi alma las ternuras
Como palomas blancas aletean.
En alegres parvadas, de sus alas
Despliegan la brillante orfebrería,
Y el sedoso concierto de sus alas
Murmura el nombre de la amada mía
Después viene a posarse la mirada, Cual ave errante que amainó su vuelo, Sobre alguna cuartilla inmaculada Donde está mi esperanza y mi consuelo.
Entonces, lleno de entusiasmo ardiente, Poso la pluma en sus espacios tersos;
Pero es tan hondo lo que mi alma siente Ay! que no cabe en los estrechos versos!
¡Cómo ha de ser a nuestra lengua dable Retratar con verdad tanta hermosura, Ni que encierre la estrofa miserable Un raudal tan copioso de ternura!
Oh! cuando pienso en su ideal belleza y en el amor inmenso que me abruma, Embargado por íntima tristeza Dejo a mi lado reposar la pluma!
Y otra vez, por extraño mecanismo, Me olvido del pasado y del presente, Y en amorosa soñación me abismo Sobre las manos la cabeza ardiente
Por eso busco la apacible calma,
La quietud y el silencio que desean
Estas pobres ternuras que en mi alma Como palomas blancas aletean.
Y me conformo con vivir soñando
en el azul espléndido del cielo,
Y estar en mis cuartillas contemplando Mi esperanza, mi dicha y mi consuelo!
SOÑANDO
1895
Cuando viene el sangriento desengaño A herir mi pecho con feroz constancia, Dejo a los hombres y me escondo huraño En mi desierta y solitaria estancia.
Allí, para olvidarme de que vivo
Una triste existencia desgraciada,
Tomo un pedazo de papel y escribo
Estas dulces palabras: A mi amada.
¡Oh qué gratos instantes! La tristeza La siento al fin del corazón ausente, Y allí me estoy junto a la pobre mesa, Sobre las manos la ardorosa frente.
¿En qué pienso? ¡No sé! Lleno de Flores Miro extenderse el horizonte abierto, Y transportado a mundos superiores me pongo entonces a soñar despierto.
En cruzar anchos piélagos me afano, Y cuando al fin las fuerzas se me entumen Llega hasta mí la protectora mano De la diosa celeste de mi numen.
Y con qué ansia infinita, con orgullo Esos lirios blanquísimos estrecho, Y cual flor que se esponja en el capullo Se me hincha el corazón dentro del pecho.
Y largas horas permanezco abstracto
En silenciosa adoración ferviente,
Y salgo de ese espiritual contacto
Más sencillo, más bueno y más creyente!
¡Cuánta fé, cuánto amor, cuántos destellos, Desparrama esa virgen en mi estancia! ¡Cuál se parece a los querubes bellos De los sueños lejanos de mi infancia!
al verla envuelta entre las luces puras
De amor que indecisas parpadean,
En el fondo de mi alma las ternuras
Como palomas blancas aletean.
En alegres parvadas, de sus alas
Despliegan la brillante orfebrería,
Y el sedoso concierto de sus alas
Murmura el nombre de la amada mía.
Después viene a posarse la mirada, Cual ave errante que amainó su vuelo, Sobre alguna cuartilla inmaculada Donde está mi esperanza y mi consuelo.
Entonces, lleno de entusiasmo ardiente, Poso la pluma en sus espacios tersos;
Pero es tan hondo lo que mi alma siente Ay! que no cabe en los estrechos versos!
¡Cómo ha de ser a nuestra lengua dable Retratar con verdad tanta hermosura, Ni que encierre la estrofa miserable Un raudal tan copioso de ternura!
Oh! cuando pienso en su ideal belleza y en el amor inmenso que me abruma, Embargado por íntima tristeza Dejo a mi lado reposar la pluma!
Y otra vez, por extraño mecanismo, Me olvido del pasado y del presente, Y en amorosa soñación me abismo Sobre las manos la cabeza ardiente....
Por eso busco la apacible calma,
La quietud y el silencio que desean
Estas pobres ternuras que en mi alma Como palomas blancas aletean.
Y me conformo con vivir soñando
en el azul espléndido del cielo,
Y estar en mis cuartillas contemplando Mi esperanza, mi dicha y mi consuelo!
SU RETRATO
1892
Para llenar de luz pura y radiante
Mi existencia angustiosa y fatigada,
Trajo mi pobre corazón amante
A mi desierto cuarto de estudiante
La imagen celestial de mi adorada.
Allí, clavada en la pared, desnuda,
Enfrente está mi revuelta mesa;
A cada instante de dolor me escuda, Con su mirada fija me saluda Y me alienta en mis horas de tristeza.
Allí está pensativa y silenciosa En la actitud que le indicó el artistas;
Allí se alza esa estrella esplendorosa Y sin perderse nunca de mi vista.
¡Con qué serena limpidez fulgura
En ese cuadro su perfil gracioso!
Cual resalta su nítida blancura
Envuelta así por la diadema obscura De su cabello negro y abundoso!
¡Allí está mi adorada! Tan intenso
Está su ser dentro mi ser grabado,
que en mis instantes de locura pienso, que en holocausto de mi amor inmenso Junto a ella está mi corazón clavado.
Y tanto, tanto condensé mi historia
En esa eterna y funeraria queja,
Que he creído por óptica ilusoria
Que en ese muro en que cifré mi gloria Un pedazo de mi alma se refleja.
¿Por qué estará tan triste? se le mira Importuno quebranto que la enluta;
Vaga congoja su quietud inspira,
Y parece que gime y que suspira
Su boca primorosa y diminuta.
Se adivina en su frente de alabastro
La palidez de mustias azucenas;
Y a pesar de que brilla como un astro, Aún se distingue el indeleble rastro Que le dejaron las amargas penas.
Como paloma huérfana y herida
Doliente inclina su nevado cuello;
Tal parece que enferma y aterida
Piensa en extraña latitud perdida,
En retornar a su vergel tan bello.
Se parece a una garza desterrada
En las regiones de la eterna bruma;
Que por oculto padecer postrada
Suspira cuando asoma la alborada
Por sus hirvientes márgenes de espuma.
¡Qué triste está! Por su dolor profundo Parece que con hondo desconsuelo Va con aire angustiado y gemebundo, Al cruzar los zarzales de este mundo Padeciendo nostalgias de su cielo!
Sus ojos...¡yo no sé! más, tan extraña
Es la ilusión que su mirar despierta,
que parece guardar, triste y huraña,
Bajo la obscura red de su pestaña
Algo como una lágrima ya muerta!
Sé que el artista, de triunfar seguro,
Así puso al amor de mis amores,
Pero al verlo clavado sobre el muro, Con placer incesante me figuro Que comprende mis íntimos dolores.
Me figuro que siente mis abrojos
Y que llora mis muertas alegrías;
Que al ver de mi esperanza los despojos, Esa lágrima inmóvil de sus ojos Está brotando por las penas mías.
Y se destaca junto a mí, confusa
Su alba silueta de contornos tersos,
Y ella es entonces la doliente Musa
De cabellera espléndida y profunda
Inspiradora de mis pobres versos.
Y me parece que a mi estancia llega su arrulladora voz como un preludio, Y ella es el astro que en su luz me anega Cada vez que mi espíritu se entrega A las arduas fatigas del estudio.
Oh! cómo alumbraba mi horizonte estrecho Esa hermosa visión que me acompaña! Esa ausencia la llevo dentro el pecho Y regreso a mi estancia satisfecho Porque se que un cartón jamás engaña!
Sé que esa imagen que extasiado admiro
Allí estará con su eternal belleza,
que al volver fatigado a mi retiro
Hallaré a la beldad por quien suspiro Edulzando, cual siempre, mi tristeza.
Sin conocer los negros desengaños viéndola mi alma en su pasión se abisma, Del mundo esquiva los traidores daños Y aunque transcurran fatigosos años Para mi corazón siempre es la misma.
Y llenando de luz a cada instante Mi existencia angustiosa y fatigada, Allí está frente a mí, pura y radiante, Adornando mi cuarto de estudiante, La imagen celestial de mi adorada!
UN SUEÑO
Soñe que al fín tu corazón latía;
Que al fin me amabas como yo te amaba, Que en tu caliente seno, vida mía, Mi fatigada frente reclinaba.
Soñe un mundo de amor y de delicias, donde aspiré como en hermosas flores, Aliento embriagador de tus caricias...... ¡Es tan bello soñar con tus amores!
Mucho soñó mi corazón amante;
Ví de nuevo brillar mi fé perdida;
Gocé tanto, mi bien, en ese instante, que bendije lo hermoso de mi vida.
Soñé una dicha delirante, loca, que tu amor me embriagaba hasta el exceso; que acercaba mis labios a tu boca Y, temblando de amor, te daba un beso.
Evoqué mis marchitas ilusiones;
Toda la fé que al adorarte siento;
Que unimos en un ser los corazones; que confundí mi aliento con tu aliento;
Que yo apretaba contra el pecho mío El tierno y palpitante de mi amada...... Después... después, al despertar sombrío ¡Estrechaba en mis brazos una almohada!
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