El tiempo es la bala que verbaliza una metáfora
Mérida, Yucatán, MÉXICO 1979. Presidente de la Red Literaria del Sureste Nuestra américa, estudió Lingüística y Literatura en la Universidad Autónoma de Yucatán. Su propuesta poética logra encontrar un punto de convergencia entre la poesía experimental de Raúl Renán y los hallazgos estéticos de los poetas sociales del sureste mexicano. Cada poema de Rodrigo Ordóñez se alimenta de visiones crudas y realistas de la vida cotidiana, sólo denunciables a través de un lenguaje violento y experimental, capaz de significar la otra cara de la realidad: oculta para la prosa y la imagen, sólo dicha mediante la poesía.
Libros de poesía: “En el umbral del culatazo” (En “Nuevas Voces en el Laberinto”, 2006), “Bisagras” (segundo lugar en el Premio Nacional de Poesía Rosario Castellanos 2010, inédito), “La persistencia del tiempo” (en imprenta).
...
A las seis de la mañana,
arranco la ventana,
ciudad,
para saber cuánto tiempo llevamos juntos,
y únicamente descubro las bisagras de nuestra tristeza,
apuntando
directamente
a mi rostro.
arranco la ventana,
ciudad,
para saber cuánto tiempo llevamos juntos,
y únicamente descubro las bisagras de nuestra tristeza,
apuntando
directamente
a mi rostro.
Prólogo
En amarrillos dedos permanece la tierra,
el papel se escurre
deshecho de tiempo
al igual la palabra hueso en ceniza.
Dintel del machete histórico,
tierra y hombre se abrazan como erizos.
Aún llueve.
Sin meter las uñas quebrántame,
cuando araño el risco del vacío.
El polvo escinde mis retinas
y atisba cada rostro;
siento el muñón del deseo
cuando bayoneta el alba.
Poema desplazado
Con la letra herida observo mi rostro extraño,
hasta sangrar el verso
con olor de plaza y hierro.
Un golpe de fuego sarna un amanecer en las costillas.
Como el plomo de la lengua,
hundo mi cartucho literario
en Vallejo,
para probar el loto de su mordaza
que empioja por todos los flancos
su palabra precisa de bala.
(De “En el umbral del culatazo”)
Segunda
En la púrpura tarde
arrastran los pordioseros olvidadas paredes,
desentierran ajusticiados
sin encontrar la tonada exacta
que precipite de sus labios la herrumbre.
Visionarios,
saben que aquí nada ocurre:
todo muere en silencio
y sólo el ruido es roto y restablecido con asombro.
Juntos
desangramos la axila del tiempo;
nocturnos
sin cama
reposan en escondrijos que la ciudad ignora;
los pordioseros guardan tus heridas
a los ojos del transeúnte,
son sombras entre las calles y los pórticos fúnebres,
mueven la tramoya del derrumbe,
cubren los abismos de tu mandíbula erosionada:
únicos héroes del evangelio de la peste.
Ciudad triste:
la mano extendida de tus ángeles
no logran detener las grietas de la Luz.
Una ambulancia asesina la noche.
Séptima
A veces
los ojos de Ernesto Albertos Tenorio
comprenden mi vejez,
a veces sus ojos
nos protege de las bestias
sueltas en tu intemperie,
ellas trozan tu esqueleto pétreo,
alimento de sombras
tu abisagrada carne,
eres
y
serás
sol decapitado
sobre la alquitranada luna:
la luz ha sido derrumbada.
Décima
Mi hijo heredará un puñado de cenizas.
Los intrusos robaron los mercados agonizantes
y las bibliotecas.
Sólo quedó la litografía del Silencio.
(De “Bisagras”)
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