martes, 17 de junio de 2014

CONSTANZA FLORES RODRÍGUEZ [11.939]


Constanza Flores Rodríguez 

Nace en Buenos Aires, Argentina, el 18 de marzo de 1974. 
Licenciada en Filología Hispánica por la Universidad de Barcelona; ha orientado sus estudios en Teoría de la Literatura y Literatura Comparada. En 2007, finalista en el concurso de Poesía Antoni Vilanova organizado por la Universidad de Barcelona. Ha publicado algunos poemas en la revista La Siega. Actualmente reside en Barcelona donde colabora en la revista Pliego Suelto. Ha expuesto su trabajo en galerías de arte de Sitges a través de las instalaciones: Biblioteca Sant Pau y Santa Creu (2003). Sala de Exposiciones Patronat (2004). Sala de Exposiciones Vaixells, Palau Maricel (2005).





El jardín

mis hermanas cuelgan de los árboles
boca abajo con pelos sueltos
atrapan luciérnagas con la boca
iluminándose las caras
con la fogata en el paladar

giran en calesita por el entrecejo
sueltan sueños por hoy
que rebotan en el daño
desnudando miedo de infancia

camino debajo de ellas
los cabellos peinan mi frente 
ato lazos entre una y otra
guardando siempre a Melisa

en bostezos caen lento 
sostenidas por el viento de mamá y papá
mecen su inocencia frenando la caída 
y duermen al final del día
con el crujir de la tarde acurrucándose





Los Nogales

Calle de barro 
rayos de bicicleta naranja
se hunden en el agua de los charcos

la bici de Andrea

montañas para saltar cables de tren
cloacas para trepar ideas silvestres
sin podar el crepúsculo en las vías

perros y caballos de la calle

grito que no hay más tierra en el pelo
que sigue enredándose con el sueño
grito canciones de leche 
y juego con pasto a la escondida

nuestras cabezas de níspero entre durmientes 
sacuden las campanadas de trocha angosta 
mientras del tren tiran mandarinas para aprovechar

corremos a casa
y por la chimenea del patio
subimos al techo para vengarnos 
con ramas en las manos
y pulóveres cocidos






Los perros

La tarde trae perros sueltos
se acuestan en la arcilla 
y arden

Al frío la plaza se ausenta
y ellos la persiguen
como a una madre

sus hocicos de vidrio aprietan el ladrido
y tragan del mismo seno

Los ojos

rompen con algunas caras
en la plaza

sus gargantas frías exhalan vapor 
que dibuja a otros perros, suspendidos
y ellos, también baldíos,
se deshacen

En el fondo de la calle naranja
Veo sombras menudas
Son los niños en el fin de la tarde
Atándose los cordones en la vereda






La fogata

La siesta en la ropa
y no sabemos a qué jugar

papá hace una fogata
el pasto seco infla las llamas
que suben por encima de Bettina

Papá es más alto que el Fuego

En torno a la luz 
agitando el cuerpo en una danza
sorteamos las llamas con risas de indios
quemamos nuestras bocas en la hoguera
saturando un incendio ya oscuro

el humo llena el aire y enrojece los ojos
endiablándonos con el atardecer

mis hermanas de paja descosen el ardor,
y con cada salto crecen
mostrando el negro de sus sexos

el miedo se desprende del cuerpo 
cuando jugamos a morir
y saltamos al fuego con los ojos cerrados






Jazmines

Jazmines de Don Nerino 
en noviembre
con sapos de lluvia

tiro piedras a las vías
que dan contra las cables de los postes
resuenan en metal agudo
tensando el descampado

pasa la tarde
pasa el tren 
y el sol picado de las siete

corro sin caerme
pisando maderos
con rodilleras de cuero
que queman la ropa

solo escondo pasto 
de zapatillas

corro sin caerme
abriendo la garganta
que es un túnel seco 
donde el viento silba insectos
que se pegan al barro del paladar






La modista

La mañana se inflaba con tres mujeres 
entre ellas mi madre

decidían el largo del vestido

la mano de la costurera me hacía cosquillas 
marcando el ruedo con alfileres en la boca
metal frío con dedos delicados

detrás de la ventana
un limonero marcaba el dorado de la hora

antes de las diez 
cuando la luz todavía no quema los ojos
antes de las diez
discos y Grieg con café con leche
antes de las diez
se oye la mañana subir 
como silbido fresco de viejo acercándose






Esquina

bajo la falda de mamá resueno
tibia todavía por el cordón
junto a una virgen que desata nudos
veo a mi madre sujeta 
al cordón de la vereda 
que anuda mi brazo en alto
desde la esquina

con la mañana en los ojos
con obreros en la frente
chupo la herida y trago sangre
aprieto un soplo en la boca
y agito la mano
para fijar mi nombre
baldosas abajo








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