MIGUEL ÁNGEL FLORES
Nació en la ciudad de México el 2 de febrero de 1948. Ensayista y poeta. Estudió economía en el IPN. Ha sido profesor en la UAM–A. Colaborador de Casa del Tiempo, Comunidad, Diálogos, El Gallo Ilustrado, La Cultura en México, La Gaceta del FCE, La Vida Literaria, Proceso, Punto de Partida, Revista Universidad de México, y Unomásuno. Becario del CME, 1972. Premio Nacional de Poesía Aguascalientes 1980 por Contrasuberna, poemario que se incluye en la compilación Premio de Poesía Aguascalientes 30 años, 1978-1987, Joaquín Mortiz/Gob. del Edo. de Aguascalientes/INBA, 1997.
Obra publicada
Ensayo: Horas de recreo, UAM–A, 1987. || Del tiempo que pasa, UAM–A, 1993.
Memorias: Umbral y memoria, Aldus/UNAM, 1998.
Poesía: Cinco poetas jóvenes (colectivo), UAM, 1978. || Contrasuberna, Joaquín Mortiz, 1981. || Ciudad decapitada, Oasis, Los Libros del Fakir, 1983. || Saldo ardiente, Villicaña, Caballo Verde de la Poesía, núm. 5, 1984. || Sombra de vida, UAM, 1986. || Erosiones y desastres, FCE, 1987. || Plegaria, IPN, 1987. || Antevíspera, UAM–A, Margen de Poesía, 1993. || Isla de invierno, UAM, 1996. || Cuerpo iluminado, Letras Vivas, 2007. || Pasajero de sombras, Calamus/INBA/CONACULTA, Poesía, 2007.
Antología: José Emilio Pacheco. Aproximaciones, Penélope, 1984. || Tercer encuentro nacional de jóvenes escritores (colectivo), UNAM, 1984. || Los momentos críticos (recopilación de la obra crítica de Alí Chumacero), FCE, Letras Mexicanas, 1987. || El soldado desconocido y otros poemas (de Salomón de la Selva), FCE, Tierra Firme, 1989. || Más que un carnaval. Antología de poetas contemporáneos, Aldus, 1994.
Nota introductoria
I
Apreciada en su totalidad, la obra poética de Miguel Ángel Flores (México, 1948) es semejante a una extensa acuarela que concentra las tribulaciones, los deseos, las espesuras; los versos, encabalgados con mesura, eligen la contemplación en lugar del alarido, el ósculo delicado, al estallido de una campana sangrienta; surgen en territorios míticos donde se atrapan ríos, ciudadelas o bosques sombríos, para luego buscar el amparo en el extraño calor de una habitación de hotel o el gobelino celestial cuya franca negrura nos hereda sus fragores estrellados. Esta permanencia de color y fuertes ensoñaciones se descubre firme y creciente en cada libro, estruja con su efectivo decantamiento, nos llama a recorrer provincias inolvidables, obliga a venerar con otros adjetivos el cuerpo que buscamos acariciar o morder, con el fervor de un santo.
Expuesta con oportuna transparencia lírica, la obra, tocada por los atributos del agua, dicta sus emociones gracias a la esencia del duermevela, tras la consumación de la metáfora; nos habla de la idealización del hombre y de la historia, de sus hemorragias y las duras batallas encomendadas eternamente a la fortaleza de la divina providencia.
Como en la visita a los templos, Miguel Ángel Flores pasea con solemnidad por los distintos pasillos y celdas, puede conmoverse tanto con la bella perspectiva de una colina o la comisura de un cuerpo femenino; nunca será un místico pero admira la sacralidad y respeta los designios, los funde a sus particulares homenajes a ciudades y artistas, como lo advertimos en las estampas que se refieren a la lejana y taciturna tarde otoñal de Venecia, la disputa cerrada entre el salitre y el embrujo solar de la severa Alejandría, la saudade para una inolvidable Praga, aquella entidad incomprensible de nuestro siglo destruido: Ámsterdam y el enjundioso perfil del mar Mediterráneo.
II
Desde la aparente fragilidad lírica de Contrasuberna hasta el retorno siniestro de los ecos y los héroes, inscrito en Pasajero de sombras. Tras la reflexión de la travesía y el sueño de Saldo ardiente o el arrebato de espuma y paradojas de Isla de invierno, la obra poética de Miguel Ángel Flores es un espejo de inquietudes que reflejan su espíritu y sus lutos para señalar nuestros pechos o reforzar el estigma. Los personajes de sus sentencias o alegorías pueden ser el genio holandés de la oscuridad y de la luz, Vermeer, el fantástico Eluard, el enaltecido poeta de Praga, Jaroslav Seifert, sin dejar de nombrar al laureado Pound y su hermosa dama marchita.
En cada visita a calles o museos, catedrales o escenarios, patios o playas, entre las virtudes de Edward Hopper y Dante Gabriel Rossetti, crece un lento follaje de maduras palabras, algunas salen desesperadas de los ríos, de la sensualidad del mar o simplemente se elevan por las avenidas para estructurar un viento tranquilo, un cielo de añoranzas o armar solemnes la torre de una iglesia; hablan de huellas y umbrales, del criterio metafísico de las piedras o los naufragios suscitados en la memoria, de los postigos de una casa en la que nos devoran los murmullos. La calle se pierde en la cabellera de una mujer que duerme, el barco avanza sigiloso al corazón de todos los edificios y de todos los lamentos, para fortificar una tristeza, una melancolía persistente.
Toda la ramificación de los versos nos conduce a la desesperanza de los hombres o a su imprecisa algarabía de carnaval, suplican por el sosiego de todos los rebaños sin apoyarse falsamente en las columnas de la santidad, buscan impacientes los tesoros genitales pero no se someten a la fiebre; dueños de la pesadilla y el rumor de la devastación no recurren al detestable efecto complaciente o la imagen de oropeles literarios: es bien sabido que la añoranza posee un don enloquecedor llamado a encender el dolor de los hombres, nunca a curarlos. La angustia, los anhelos, permanecen sin importar el temperamento de los tiempos.
III
El trabajo poético visitado representa una —voraz— acuarela pacientemente elaborada cuyas tonalidades se mecen en un oleaje incesante, sin desbordarse ni forzar el ayuntamiento. Llena de aguas de mar y lenguas, de sudores y nieves, de ríos y lluvias, de salinidad púbica y tempestades, de lágrimas y nubes deprimidas, el color se transforma y atrapa la subjetividad, se retuerce en la armonía y vigila la construcción de cada poema, para otorgar una visión o un mal sueño. Miguel Ángel Flores no celebra, o al menos esconde perfectamente su festejo, sus nostálgicas virtudes son la queja ante la condenación, la zozobra descubierta en el puerto y el triste rumor de las cotidianidades. Todo esto nos confirma que el poeta ha logrado una melancolía poderosa, con numerosos rostros y presencias, insisto, inagotablemente persistentes.
César Arístides
De Contrasuberna (1981)
Regreso a casa
Bajamos la colina
avanzo entre muros
Sobre ellos crece
el musgo del olvido
Viento en la tarde
Aromas de una primavera reciente
Algo desfallece
Se enturbia la vida en estas calles
signos y señales me rodean
Ante la página en blanco
Todo es tan difuso
Qué incapaces somos
de nombrar cuanto perece.
Venecia
La tempestad lava el esplendor oriental;
La niebla cubre los imperios de la tarde
Y sobre la plaza
En el incendio de una hoja
Persiste la memoria del otoño.
Paseas, Venecia, la gloria de tu belleza
Sobre las aguas,
Pero el mar anuncia malos presagios.
Se desatan las amarras,
Se despliegan las velas
En enormes alas,
El vuelo de la melancolía
Se eleva sobre nosotros
Y de babor a estribor
Pasan el viento y las horas
¿Qué faro guía nuestro rumbo?
Seducción del Adriático:
Más allá la luz y el templo
Que aún es emoción y herencia viva.
La niebla humedece la barca,
Oh, doncella de las aguas,
Qué secreto se oculta
Bajo tu manto.
Nueva Ámsterdam
En las crónicas está escrito:
La Nueva Ámsterdam fue fruto
Del engaño y la rapiña.
Hoy: movimiento frenético,
Ventanas que arden entre el aluminio y la piedra
Lluvia y polvo que graban señales.
¿Es ésta la capital del siglo XX?
Cementerios del consumo y la cultura.
Calles trazadas a cordel
Y en el centro un parque
Con verde oleaje de tedio.
La gaviota no es escultura de sal
Sino manchado plumaje.
En el lecho marino yacen los sueños
Que la edad industrial ahoga,
Y en la bahía agonizan los peces.
Los muros se elevan con orgullo.
Algún día
Nevará sobre las ruinas.
De Saldo ardiente (1985)
Verano de 1982
(Claudel visita Praga)
Es sólo una calle silenciosa
Y estrecha como cualquier otra,
Con empedrado y una breve iglesia
En el corazón de Stare Mesto.
Se quedaron sin lengua las campanas
Y no se dispersan por la ciudad
las sílabas de los badajos:
Por decreto Dios tomó el camino del exilio.
Un cuervo hunde su pico
en el cráneo de un joven petrificado.
Una anciana se santigua y pasa:
su fe levanta catedrales.
Catedral
Fue tarea anónima hecha
Con el fervor del hombre
Confiado en Dios y sus razones
Una circunferencia y un centro equidistante
Pétalos de luz penumbra y oración
Bajo un salto armónico de piedra
Ascendente nervadura
De piedra
con piedra
Y sobre piedra
Nacimiento y resurrección
De santos y demonios
Agradecimiento de reyes
Y advertencia apocalíptica
El señor y sus profetas
Y un pie gastado por el beso
Del peregrino sin reposo
Un mundo inerte que entre sombras vaga
Cuánta lívida sangre
Derramada a los pies de la luz
Cuánta voluntad de martirio.
Saldo ardiente
a Marie-José y Octavio Paz
Tras qué colina se puso
El sol de la razón
Desastre en llamas
Quedé inmóvil
y fui un árbol en el bosque
Que supo la verdad de cosas nunca antes vistas
Así escribió en el principio
Y fue su lucha epopeya
Por el verso exacto
Sin importar las incoherencias
Música cabalgando sobre la página
Y como a otros hombres
Se le concedió el privilegio
De conocer el infierno en vida
Círculos del infierno
Descenso tras descenso
Versos de belleza enceguecedora
Entre hojarasca de erudición e impertinencia
Y en el purgatorio de los años postreros
Aquel poeta dijo que sus referencias
De Venecia ya no coincidían con los Cantares
Fiera imagen
ojo de lince
desgastado tacto
Huésped de la ciudad
Que tiene la certeza de su destrucción por condena
La rebelión de las aguas
Ni renovación ni surgimiento a la vida
Aguas del olvido
Tradición en piedra que la piedra perpetúa
No la certidumbre:
Las aguas borrarán cuanto queda
La única certidumbre: la incertidumbre
Piedras de Venecia: regreso del hijo pródigo
Y celebración de nupcias con el silencio
La Hélade sobre la estrella de David
Así fundó el error
Debió pagar con penitencia
De animal hidrofóbico
Tenía la luna como estampa
The moon my pin up
La batalla infundía vida al movimiento
¿Quién habrá de restar y de sumar y escribir
El saldo con ardientes cifras?
¿Lo habrá transfigurado la muerte?
Intentó escribir el Paraíso
No os mováis
¿Aún tiene voz el viento?
Tierra abandonada por los dioses
Que aquellos que amó extiendan su perdón.
De Erosiones y desastres (1987)
Contra suberna
Yo soy Arnault que atesora la brisa
Y caza la liebre con buey
nada contra la marea
Arnault Daniel
Contra suberna
Así contra suberna
Contra el gran aire y la marea
Contra la tarde y el crepúsculo
Así contra suberna
Contra el tiempo
que erosiona la piel y la piedra
Contra el sagrado monasterio de la soberbia
Contra la efímera gloria
Contra suberna
hemos de instalar
Los reinos del sueño y el lenguaje
Contra la marea
he de luchar con la tenacidad de las palabras
¿Qué materia memorable
erigen los años?
Umbral
Se levanta con pies de niebla,
Un viento de invierno cruza los recuerdos.
Es la hora crepuscular, se esfumó la edad ligera,
En exilio, los placeres vagan por los arrabales de la
memoria.
Dónde buscar la boca que se abrió incandescente.
De tu ciudad sólo queda un patio
Semanas de lento respirar, semanas de lamentos apagados.
La conciencia de ser una presencia agria.
Semanas de mirar fugazmente
La garganta alucinada del día.
De tu ciudad sólo queda un patio perdurable
Las maldiciones de la edad.
La agonía que ya no concede tregua,
La fiebre que palmo a palmo gana un cuerpo.
Apartamiento de olores y sabores,
Y al fin se cumple el día:
La invalidez y la condena,
Y tu pensamiento es un surtidor
De ebrios sueños.
No hubo hartura de vida.
El dorado cabello y el esbelto talle, ¿qué fin tuvieron?
A triste soledad condenado,
Sentidos despiertos y una vaga sensación de la aguja
hipodérmica,
Los ojos fijos en el alba inmensidad de un cielo falso,
La larga soledad de ocultar el dolor íntimo
Y días que son presencia yerma.
Se adormece el cuerpo,
La conciencia que se evade
Y llega a un puerto que llaman destino,
Mejor morir en secreto,
Sin testigos que hagan recuento de miserias y de lástimas.
Ah, morir a la hora en que el día alcanza su clímax.
El silencio cae sobre ti y muestra un rostro
Que será fértil territorio de gusanos y de polvo.
De la ciudad deseada sólo recuerdas un patio
Adonde llegaban hombres con cargamentos de sueños
Que la dura vigilia emponzoñaba.
En la algarabía vespertina
Creíste adivinar la bendición de un cuerpo sin mácula.
Alejandría
Otra vez el golpe del sol
Sobre los muros de las casas.
Otra vez el salitre que avanza
Y come la piel de lo vivo y de lo inerte.
Otra vez el plato
Y la ración consumida a desgano.
Otra vez el paseo por la ciudad
Cuando ya nada se espera.
El salitre toma su ración de tiempo.
Los veleros del verano navegan de nuevo
Y prolongan las ansias de vida
Más allá de sus amargos sueños.
Otra vez el sol
Y su elegía sobre el azul del mar
Que apenas palpita.
Pero tú juntas tus palabras
Para dar nombre al cantar del vencido.
Otra vez el salitre
Y su aliento letal
Que oxida los mecanismos
De las armas de fuego.
La ciudad enfrenta los temores
Que un día anunciaste.
Respiras la tarde.
De las horas,
Ésta es la que más intensamente
Consume un cuerpo
Roído por intactos deseos.
De Sombra de vida (1987)
Jaroslav Seifert
(1901-1986)
Sentí nostalgia de Praga
y me he quedado en ella hasta la muerte
J. Seifert, Praga en el sueño
Es tu verso grabado en cada piedra
Es tu sombra que se confundió con las calles
de la Malá Strana.
Es la huella de tu sombra y la piedra en vilo.
Caminaste entre la historia de tu ciudad
Y lo que tu mirada contempló se hizo eterno.
Aguas en perpetuo movimiento:
la corriente del río empañaba el desgastado
azogue de los espejos
En el que se miran los santos del puente de Carlos.
Es tu casa donde las piedras
Abandonan su peso y emprenden el vuelo:
Torres de Adán y Eva
Formas asimétricas
que se pierden en el cielo.
Terrazas sin sol:
Todo aquello era el reflejo
de tus esperanzas y temores.
La mirada que se petrifica
Ante las sombras que cubren la ciudad
En el verano de humo y ceniza.
Fue tu ciudad humillada.
Fue tu lengua que arrastró
la condena del silencio.
Historia herida.
Las campanas de la Loreta liberan sus tañidos
y una lluvia de oro la envuelve.
Árboles quemados de Kampa en invierno,
Vértigo de follajes en verano.
Manzanas doradas de las torres.
Porque amaste las estatuas barrocas.
Y aunque te demolieran, Praga,
la gloria de tu belleza,
por los versos de Jaroslav,
sería eterna.
Fronda rumor de Praga
Era un monje en desgracia
Que guardaba memoria de la plaga
Danzaba como un poseído
En el atrio de San Vito
Su figura recordaba a los monjes soldados
Orden de San Juan el hospitalario
Caballeros Teutones
Caballeros Templarios
Daba de saltos y recitaba una plegaria
No tenía rostro o su rostro era todos los rostros
Con las líneas ora precisas
ora vagas del sueño
Y su canto cada vez más alto
Se confundía con el rumor de las frondas
De los árboles del Castillo de Praga
Extendía la mano y tocaba un fantasma
La calle de los alquimistas
Fue el santuario de las quimeras
Allí Franz cultivó sus miedos
Es la ciudad que yo canté e inventé
la ciudad labrada que suma las edades intactas
El monje en su locura que salta con vértigo
Anacrónico y actual
Y a grandes gritos convocaba a los incrédulos
Praga se extendía a sus pies
Y hablaba con un rumor de frondas
Y asomaba entre los dedos de la lluvia
Los jinetes de la peste
También ahí cabalgaron
Nada cancelaba el recuerdo
Las ratas que paseaban
Entre los manjares del último banquete
La última ofrenda de la vida
Ante la ronda de la muerte
Torres de Tyn que surgen entre los vapores
Dibujo en relieve del alarife
En su devoción cabían todos los entusiasmos
Y los rezos hacían que se desprendiera la voz
Broncínea de la iglesia de la Loreta
Y las torres barrocas emitían la soberbia de
sus formas
Apagaban la llama exacta del gótico
Castigo y condena de jesuitas
Por la subversión de husitas
Tierra del Vltava
De inciertos destinos
Avanzaba el agua sin pronunciar murmullos
Su espejo inmóvil de plata añeja
Que reproducía el salto de los puentes
Los jardines íntimos hacían olvidar
La azarosa historia
Un laberinto de puertas
Puerta tras puerta
Guardianes invisibles
La meta era imposible
Correr en pos de las estatuas
Y sólo hallar cenizas
Ascender con Sísifo
Y otra vez descender con Sísifo
Ser su esclavo y su cronista lo supo Franz
¿Por qué es tan triste la lluvia en Praga?
Praga rumor de frondas
Era el paso sosegado del otoño
En los árboles de Letna
Pasaba un largo tren y hacía escala
Apiádate de ellos y de nosotros
Y seguía su viaje hacia la niebla
Se consumía la cera de los cirios
Y no quedaban manos para sostener los candelabros
Hoy sólo son reliquias las casas de oración
Praga,
¿por qué es tan triste la piedra en Praga?
Enjambre de piedras
Y un rumor entre las frondas de Praga
Un rumor que toca levemente los alféizares
Las fachadas románticas
Las voluptas de piedra
El dintel cubista
Las cariátides
Los relieves de una fauna soñada por los poetas
Es un rumor y es un silencio
Un silencio que cubre como sudario a Praga
¿Escuchas ese silencio
Que impregna las terrazas
Que vacía las calles
Ese silencio que atranca las puertas?
El silencio de Praga
Su lengua seca
El infierno es ese encierro
Atisbar la vida tras los visillos
Apagar la luz tocar a ciegas
Descifrar el sonido de los pasos
Que en la escalera resuenan
Y las estatuas barrocas del Puente
Nos consuelan nos tienden un paño de piedra
Un fervor o acaso lloren y maldigan
Las piedras que el tiempo ha oscurecido
Y eres tú otra vez amando tus piedras
La gracia de tu figura
En severo contraste con la Torre de la Pólvora
Un pájaro se posa sobre mi frente
Un pájaro de silencio y desaliento
Porque tu belleza es el espejo
De esas líneas de perfecta arquitectura
Y vuelves a ser la lengua de sus campanas
y sus lluvias
La lengua de sus exaltaciones y melancolías
De sus relojes y sus jardines
De tus abedules y tus desdichas
Porque viví y caminé en Praga
Qué difícil despedirse
Pues te quiero escuchar para siempre
Y el tiempo es una exhalación
Como la escala del sol en Praga
Y vuela como una golondrina
Y en invierno
Brillan las estrellas de Praga
Con el silencio de la Piedra
Y de la nieve
Y reposo la cabeza sobre
Las campanas de la memoria
Y duermo y lo demás es sueño
De Umbral y memoria (1991)
Monumento I
Para eso nos dieron brazos
para agitarlos en señal de adiós
Para eso nos dieron voz
para la oración y el canto
Para eso nos dieron tacto
para tocar esos rostros
sin memoria ni eternidad
Para eso nos dieron palabras
para escribir testimonios
que repetirá la marea de los hombres
cuando hayamos partido
Jardín
Había árboles más antiguos que mis padres
nunca supe si eran fresnos
esas llamas vegetales en el valle
Aún guardo en la memoria el canto de sus frondas
Si recuerdo a los sobrevivientes:
un laurel y un pino
Entonces ignoraba que el jardín de la infancia
se puebla de epitafios
Yo era espectador de corrientes filiales en combate
extraños ritos
de negación y encuentros
Te coloco en el centro de ese jardín
Yo que vi muchos jardines en ruinas
en la ciudad de tu infancia
esa ciudad cubierta por la gasa perpetua
de la niebla
Eché de menos la lluvia
Los árboles me daban su silencio
el mar me llamaba a grandes voces
Yo era un náufrago en mitad de la noche
Tú no me tendiste la mano solar
del amor
Y mi único deseo en la ciudad del quebranto
era la purificación que otorga el olvido
De Isla de invierno (1996)
LITORAL ROCA DE AIRE verano que siembra
islas de luz entre los jirones de la niebla
migraciones del viento un ancla de tinta
detiene su curso en la mañana inmóvil
el día sangra
EL SUEÑO ES AGUA INERTE agua de pesadillas castillo
de hielo y aflicción sube a los labios el mar imploración
al cielo impávido laberinto corredor de la memoria
la persistencia de la arena entre los dedos
EXTRANJERA DE LA LLUVIA la tormenta es de arena
cae la niebla y el mar acepta su caída
la oscuridad imprime su pie en la playa y bajo
el viento es más desnuda la roca no hay piedad
en los confines de su reino
Ciudadela junto al mar
Hacia el atardecer, agua de cielo
nos envuelve, oscuridad ultramarina,
extraña fruta del hombre ante los ojos
(estéril tierra, ¿ardió la hierba en ceremonia
de un ciclo?); desde la cima hacia un punto cardinal
el mar y sus islas, tierra adentro, el milagro del valle.
Aquí residencia de los dioses... En tales territorios
entramos —templos de barro— como un laberinto de
sombras,
sombras de la memoria que se disuelven
en el crepúsculo
y tocan las manos el misterio
de una quimera que fue himno en arcilla.
Caminamos por los desiertos corredores, sin
desasosiego, sin conciencia de cuerpo y tiempo, ¿somos
profanadores o peregrinos de la ignorancia? ¿por qué
miramos con asombro?
Es el limbo del crepúsculo. Vamos entre corredores de
la arquitectura y la poesía, con el recuerdo de las piedras
en el alto
valle metafísico.
¿Cuándo nuestra mano ha de asir lo que para ellos fue
revelación?
Parece flotar un lánguido sueño.
Todo lo ignora el barro porque es efímero.
Todo lo ignora la carne porque es otro día.
Agua y tierra para esta morada.
Piedra y canto para tus antepasados.
Comen de mi mano las aves porque así lo dicta el deseo
de verano.
Es mediodía porque también vi la ciudadela abras(z)ada
por la luz.
Toda aquella jornada en la residencia
de los dioses (sostenida por la melodía de tu belleza)
quedó en naufragio de polvo y de ceniza.
De Pasajero de sombras (1997)
Regreso
Volvemos con el peso de la noche
sobre los fardos de la isla.
Apoyado en el puente un rumor de sombras teje la
conversación de los espectros.
La espuela de espuma rasga la seda del mar.
Nada vemos sino lo que imaginan las miradas en la
robusta oscuridad, la inmensa oscuridad en agonía.
¿Con qué lengua hablamos? (También los signos son
impuros)
¿De qué hablamos en la noche poblada de testigos?
Algunos parten sobre la levedad de una tentativa,
contra la ferocidad de los elementos,
Y caen en el pozo del veneno, tragados por ese mar
donde otros son los piratas.
¿Y qué nos arrastra en este regreso?
Remamos hacia el piélago de amargura con las velas
desplegadas.
¿Nos alimenta el morbo? Atestiguamos cómo colocan
una piedra en los aljibes del hambre.
Y a media voz evocamos los años de epopeya cuando
se acariciaban los frutos
dorados de la Utopía.
Entonces en la navegación de esas aguas el buzo sacaba
de las profundidades sirenas
de pechos turgentes o perlas de marfil o los
colores del arco iris.
¿Por qué en lugar de aire y sol construyeron ruinas?
¿Podrían acaso ellos adivinar o preguntar por su destino
en voz alta?
El inventario de quebrantos y penurias quedó inscrito en
los informes del alba.
Las aljabas han quedado vacías.
Los dardos fueron certeros en el corazón y el sueño:
no cazaban insectos.
Esos rudos hombres dormían sobre las espaldas del
verdugo después de elaborar la
oscura miel de la reeducación.
Para ellos la historia cayó como lluvia de ácido que
come el más duro metal de las
espadas en vilo.
No invoquemos sólo sus nombres para edificar el
pabellón de las víctimas,
Busquemos dar algo más que no sea sólo piedad.
Está la isla durmiendo
sobre la vigilia de las aguas.
El barco navega con el silencio del cisne.
Altanoche
Plantada de soles en su dorso
En ardiente soledad los espíritus
Marcaban la vaguada del valle silencioso.
El Central con sed de sangre
Hacía girar los engranajes sin lubricante
Y ductos ruinosos vomitaban pesadillas
Rayadas de dolor con gritos sin ecos.
Fuego sin reposo del mediodía.
Fuego de una ciudad ya sin tiempo.
Y también allí un paraíso
Detrás de altos muros de artificios
Que rodean el vejado jardín.
Un aliento de verano sacude las ramas
Que acarician un cielo también ajeno.
Se asoman al pozo hombres sin rostro
Y con almas arropadas de sol.
El flamboyán tiende su cerco
De luces y astros vegetales
Y no era escasa la cosecha de cruces.
Cesó ese coro con su algarabía.
Se apagó un firmamento de voces.
Ni música ni ruido
Habrá de perturbarnos.
Despierto ya en altamar del sueño
Abandonadas ya las dársenas de la muerte
Tal vez a otra muerte ingresemos.
Ilona
Combatían el mar y el río
Por el imperio de las aguas
Y la luna y el sol marcaban
El ritmo de las grandes marejadas
Y quedaba la piedra herida por el viento
El unicornio apoyaba sus pezuñas
En las estribaciones de las nubes
Y hundía su cuerno en lo más profundo
De la noche genital
Ardían las estrellas como las piedras
Sobre la oscuridad de Lisboa
Y había una danza de ángeles en arrebato
En torno al sol de tu pelo
Y un desplome de adioses
Naufragaba en el muelle
De las columnas
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