JOSÉ EDUARDO GUERRA BALLIVIAN
(La Paz, Bolivia, 1893 - Santiago de Chile, 1943).- Novelista, poeta y literato.
En sus inicios se desempeñó como profesor de literatura en la Normal de La Paz (1918-1924), luego se incorporó al servicio diplomático, desempeñando funciones en España, Francia, Bélgica, Japón y Suiza (1925-1940), hasta ocupar la cartera de Subsecretario de RREE (1941-1943).
Juan Quirós define su faceta literaria al anotar: “Posee el sortilegio de la propia tortura. Se atormenta preguntándose qué es el ser, su propio ser, qué la vida, qué la muerte. Quiere descifrar el misterio de la muerte. /.../ Nadie entre nosotros buceó en su propia alma cual lo hizo él. Como poeta que se sumerge en los meandros de la existencia y su final destino, Guerra es la voz trágica y terrible que no tiene par en nuestra literatura”.
Otra valoración es de Eduardo Mitre, quien destaca uno de los libros al decir: "Intima, cotidiana, soliloquio y confesión metafísica, distante del tono solemne y olímpico de Franz Tamayo, ‘Estancias’ constituye junto a Castalia Bárbara de Jaimes Freyre, la expresión más perfecta de nuestra tradición poética moderna".
Un poema breve de Estancias, dice: “En el jardín de la contemplación / mi alma era una estatua sensitiva / y una viva corriente en carne viva / era la savia de mi corazón...”.
LIBROS
Novela: El alto de las ánimas (1919).
Poesía: Del fondo del silencio (1915); Estancias (1924).
Estudios: Poetas contemporáneos de Bolivia (1920); Itinerario espiritual de Bolivia (1933).
NOCTURNO
Se proyectó mi sombra,
desmesurada y negra, en el camino...
Un cielo sin estrellas,
desoladoramente lívido,
como el tumbado de una cripta
limitar parecía el infinito.
Detrás de mí, la luna
- deforme, opaca - sobre el filo
de las montañas áridas surgía
como un inmenso cirio
que velara cadáveres de cíclopes
en un cósmico sueño empedernidos
y amortajados por el hielo eterno
que ignora el beso del estío...
Y yo seguí a mi sombra
sobre la arena del camino.
De pronto vi que, poco a poco,
con un alongamiento indefinido,
se prolongaba y se perdía
en la remota vaguedad de un limbo...
y vi después que se estrechaba,
que cada vez más imprecisos
se iban tornando sus contornos...
Luego,
por indecible horror sobrecogido
advertí que ya nada
quedaba de mi sombra en el camino...
A mis plantas el páramo
sentí que vacilaba.
Un frío
de ultratumba colóse hasta mis huesos
perforando mi carne.
Con el ritmo
del cerebro detuvo
mi corazón en trance sus latidos.
De la raíz de mis cabellos
un sudor repentino
resbaló por mi cuerpo...
y en mis ojos
encendiáse la llama del delirio...
Detrás de mí, la luna
- deforme, opaca - sobre el filo
de las montañas áridas
paralizó su curso en el vacío,
y ni un ser, ni una planta, ni un guijarro
proyectaban su sombra en el camino.
Entonces bajo el peso de la angustia
que aguzaba mis nervios en martirio,
comprendí que aquel ser que caminaba
sin camino y sin luz, no era yo mismo
sino mi propia sombra en el futuro
de viaje por la estepa del olvido...
Y al sentir como ríspida cadena
detenerme el terror en el camino,
de mí garganta estrangulada
por la congoja inenarrable, un grito
brotó con estertores de agonía...
Y de las fauces del abismo,
rasgando el desconsuelo del silencio,
el eco con un lúgubre alarido
me devolvió una voz que no era mía...
TUS AMBICIONES QUEDARAN...
Tus ambiciones quedarán
abandonadas al vaivén
de los instantes que se van
y que al vivirse no se ven;
por tantas cosas que hoy están
has de llorar cuando no estén
y buscarás con hondo afán
lo que hoy merece tu desdén:
¡irremediable indecisión
que va agostando en tu jardín
las ilusiones en botón
mientras la niebla del esplín
envuelve ya tu corazón
en un crepúsculo sin fin!
ESTE TU INÚTIL CAMINAR
Este tu inútil caminar
en incesante ir y venir
únicamente ha de acabar
si te resuelves a morir;
no tienes fuerzas para obrar,
para pensar, para sentir:
¡estás cansado de esperar
lo que jamás ha de venir!
Ya no es tu voz la del amor
y para ti no ha de volver
la primavera siempre en flor...
¿Por qué te obstinas en querer
cerrar los ojos al dolor
si lo que pudo no ha de ser?
CAMINO QUE SE TUERCE A CADA PASO
Camino que se tuerce a cada paso,
argumento sin fin y sin principio
que nos deja - fracaso tras fracaso –
un hueco que se llena-con un ripio.
Lección que se repite hasta el cansancio
y que nunca se da por aprendida:
mendrugo sin sabor y vino rancio
que se masca y se traga sin medida.
Sañudo aburrimiento que discurre,
aquí y allá, su sombra inoportuna
mientras el tiempo atómico transcurre
sin amor, sin belleza, sin fortuna.
Sombría encrucijada, nudo ciego
de sitios y de nombres y de fechas
que dejan un mortal desasosiego
en el alma y la carne insatisfechas.
Confuso malestar, pequeña insidia
de la eterna inquietud por el mañana;
hipótesis pueril que nos fastidia
complicando la vida cuotidiana.
Implacable carcoma del minuto
que con diente menudo y escondido
va royendo la médula del fruto
que antes de madurar se habrá podrido.
Complicidad cobarde de la duda
cuando, de subterfugio en subterfugio,
damos la espalda a la verdad desnuda
y buscamos a tientas un refugio.
Tortura de la carne por la furia
de la imaginación, en el hastío,
que embota los sentidos de lujuria
mientras se asfixia el alma en el vacío.
Incuria, pesadez, apocamiento,
inconsciencia y ausencia de uno mismo
como si se estancara el pensamiento
en la inmovilidad del idiotismo.
Astuta mal suerte agazapada
y en acecho por todos los resquicios
combinando en la sombra la jugada
preñada de infalibles maleficios.
Proseguir caminando y caminando
sin saber el por qué ni el hasta dónde
en este eterno diálogo del cuándo
con ese no lo sé que nos responde.
Hilo sin ilación de la comedia
que de nosotros mismos nos separa
porque el miedo risible nos asedia
de hallarnos y mirarnos cara a cara.
ES EL HOMBRE UN HOMBRE DOBLE
Es el hombre un hombre doble:
el otro sombra del uno;
uno móvil, otro inmoble,
pero en reposo ninguno.
El terror los enajena
de mirarse cara a cara
y de romper la cadena
que, uniéndolos, los separa.
Se buscan cuando están lejos,
cuando están cerca se huyen;
si se hallan quedan perplejos
y sin quererlo se excluyen.
Es una misma su pena
porque del mutuo desvío
cuando el abismo se llena
sólo lo llena el vacío...
Mas ni uno ni otro comprende
que del abismo a la cumbre
hay una sombra que asciende
y al ascender se hace lumbre;
y en su noche es uno mismo
el error que los oprime
pues aunque ven el abismo
no ven la luz que redime...
Siguen diverso camino
mas no es su meta diversa;
de la cuerda del destino
tiran los dos a la inversa;
y en esa pugna secreta
ni el uno ni el otro sabe
si llegarán a la meta
cuando el camino se acabe...
(Cuando se arranque la cuerda
¿se arrancará su destino
o, sin que nada se pierda,
proseguirán el camino?)
Sólo en el trance oportuno
dejarán de ser - por suerte –
uno en dos y dos en uno
para ser uno en la muerte.
CON CALIDA EMOCIÓN
Con cálida emoción - óleo lustral -
en el pecho, en las manos y en la frente –
ser en cada momento, íntegramente,
sentimental, sensual, intelectual;
anhelo de morir y renacer
con todo lo que muere y lo que nace,
vivir desde el proemio al desenlace
en la novela del acontecer;
ansia de ubicuidad - al más allá
del tiempo y del espacio proyectada -
desde siempre basta nunca - todo y nada –
viene del sueño y hacia el sueño va;
¿viril orgullo o vanidad pueril?
llama y humo a la vez, ola y espuma;
mundo fecundo de la acción y - en suma –
pompa irisada en el azul sutil...
MI CORAZÓN QUE SE LANZARA...
Mi corazón que se lanzara - en pos
de la gran ilusión - al infinito,
plegó las alas trémulas, contrito
ante el tremendo incognoscible: Dios;
perplejidad, desasosiego, atroz
congoja en que se quiebra el pensamiento
(llanto, sangre, sudor hubo en mi intento
del que sólo un temblor queda en mi voz);
y entre carne y espíritu - los dos
enigmas que saturan la existencia –
en lo profundo de mi subconsciencia
una conciencia vigilante: Dios.
A LO LARGO DEL ARDUO CAMINAR
A lo largo del, arduo caminar
a que me urgieron tantas impaciencias,
enfermo de distancias y de ausencias
en cuánto sitia estuve sin estar…
por el constante trashumar, después
- sintiendo todo albergue transitorio –
esclavos de su sino ambulatorio
ya no pudieron arraigar mis pies;
y hoy que de tantas tierras el confín
violaron - afanosos peregrinos –
saben cómo son cortos los caminos
que en el ensueño no tuvieron fin.
JUGUÉ TODOS MIS SUEÑOS
Jugué todos mis sueños a la vez
contra una realidad (que era otro sueño)
sin reparar que en el doloso empeño
jugándome la vida iba tal vez;
y tan porfiado en la ceguera fui
de arriesgar mi existencia en el envite,
que por perderlo todo, y sin desquite,
hasta la gracia de soñar perdí.
FUI POR EL AUTOANALISIS
Fui por el autoanállsis precoz
en la efusión sentimental tan seco,
que al no encontrar en su ansiedad un eco
en larga pausa enmudeció mi voz;
(en esa pausa refluyendo fue
la fuente de mis lágrimas, y fueron
palabras que en la entraña me nacieron
las palabras que nunca pronuncié);
y esa mí voz nostálgica al volver
se muestra tan cansada y tan dolida,
que yo no sé si vuelve envejecida
o envejecida se mostró al nacer.
NOCTURNO
Eran sus pasos inaudibles como
los pasos del silencio.
Y sin embargo aquella noche
en la oquedad de mi cerebro
rimando con el vago
zumbido del silencio
en obsesora persistencia
con un largo rumor repercutieron.
Eran sus ojos apagados como
dos extintos luceros.
Y sin embargo aquella noche
sus dos ojos de fuego
se fijaron inmóviles
como dos enigmáticos luceros
enigmáticamente pensativos
en mis ojos sin fuego.
Eran sus labios invisibles como
los hálitos del cierzo.
Y sin embargo aquella noche
yo vi sus labios negros
que a los míos se fueron acercando
y sentí que mi cuerpo
se estremeció al contacto imaginario
de aquellos labios negros.
Se hicieron más precisos
los rígidos contornos esqueléticos
y sobre el fondo espeso de la sombra
que saturaba el aposento
con ese olor ultratumbal que tienen
las cosas y las épocas que fueron
- fondo de pesadilla,
escenario borroso de un mal sueño –
vi que cobraban poco a poco
plasticidad y movimiento.
Y sentí más distintos
sus pasos percutir en mi cerebro,
me pareció que de sus ojos
se avivaban los círculos de fuego
y vi que se movían
en confuso temblor sus labios negros.
Y se aguzaron mis sentidos.
Con dolorosa prontitud mis nervios
en la inmovilidad de mi reposo
que colmaba el horror se distendieron
y oí que murmuraban
con una voz sin voz sus labios negros
lo que nunca se dice, lo que acaso
sellado por el sello del secreto
sólo una vez - y para siempre –
se murmura al oído del silencio...
Y se alejaron sus pisadas.
Las luces de sus ojos se extinguieron.
Y se fundió en la sombra
la mancha negra de sus labios negros.
Mas desde aquella noche
- realidad o mal sueño -
por siempre y para siempre
en la oquedad de mi cerebro
percutieron sus pasos
y mis ojos
conservaron el fuego
de sus ojos insomnes
y en mis labios
quedó la huella de sus labios negros.
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